Julio 2021
Dónde dirigir la atención
Igual que se apaga y se enciende la corriente eléctrica desde un sitio a otro, deberíamos ser capaces de conectar y desconectar nuestra atención…
¡Despierta!
Kabir, ¿por qué duermes tan largas horas? ¡Despierta! Levántate y recuerda el Nombre del Todomisericordioso…
La fuerza del recuerdo
Porque tú eres mi roca y mi castillo; por tu nombre me guiarás y me encaminarás…
Reflexiones
Desapegar la atención de las conexiones externas es un asunto lento. Los hábitos se convierten en una segunda naturaleza…
El maestro responde
La práctica espiritual continua es necesaria. No descanses. Si mantienes tu atención en repetir tu simran o en escuchar el Shabad…
El adorador de Dios
El maestro es la síntesis justa de disposición natural y ejercicio constante…
Por el bien de la humanidad
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo…
Cartas espirituales
Hablas de esquiar, de la nieve y de las montañas. He vivido en las montañas durante la mayor parte de mi servicio…
El maestro del ser humano
El deseo por el Nam solo crece mediante la virtud del contacto permanente con el maestro interior…
Viaje del alma
El santo es el hábil capitán que lleva al alma de victoria en victoria. Es una travesía difícil, pero el santo ha pasado por ella muchas veces…
El progreso está en la práctica
Un maestro verdadero no alienta ni permite que los discípulos sigan símbolos externos…
¡Confianza plena!
¿Por qué, alma querida, estás tan confundida y desalentada? Escucha lo que te digo, pues el maestro te hará cruzar el océano…
Comience a desplazarse por la edición:
Dónde dirigir la atención
Igual que se apaga y se enciende la corriente eléctrica desde un sitio a otro, deberíamos ser capaces de conectar y desconectar nuestra atención desde el mundo físico material o desde el cuerpo físico, al mundo interior más sutil y al cuerpo astral.
M. Sawan Singh. Joyas espirituales
El pensamiento tiene un lugar en la experiencia humana y nos ayuda de muchas formas. Utilizado de forma constructiva, el pensamiento puede ser un aliado en el viaje espiritual.
Un pensamiento claro puede ayudarnos a comprender qué es mejor para el bienestar de nuestra alma. No obstante, nuestra falta de habilidad en el control del pensamiento se ha convertido en un obstáculo para experimentar el Shabad. La mayoría de nuestros pensamientos únicamente fortalecen nuestro ego y validan nuestro mundo ilusorio de fantasía. Por esta razón, los maestros espirituales nos aconsejan inmovilizar a la mente en el centro del ojo.
Inmovilizar a la mente no significa volvernos inconscientes o permanecer en estado vegetativo. El proceso que recomiendan los maestros es natural y se dirige a utilizar la herramienta del pensamiento solo cuando es necesario, de modo que nosotros podamos mantener nuestra atención en el centro del ojo tanto como sea posible.
Los pensamientos toman vida cuando les prestamos nuestra atención.
Mantener nuestra atención en el mundo es lo que nos mantiene en el mundo. Los pensamientos no tienen vida propia. Nosotros damos vida a nuestros pensamientos prestándoles atención. Si nosotros no les prestamos atención, los pensamientos mueren.
Tendemos a culpar al demonio o a Kal de retener nuestra atención en el mundo, pero esto es solo un engaño de la mente. No existe un demonio o poder negativo que nos fuerce a pensar ciertas cosas. Nosotros alimentamos los pensamientos dedicándoles nuestra atención. Sin nuestra atención dejan de existir. Cuanta más atención reciben, más poderosos se vuelven.
Los maestros espirituales aconsejan a sus discípulos: Desplaza tu atención de los pensamientos y ponla en la paz y tranquilidad que se encuentra en el asiento de la consciencia. Mantén tu atención interiorizada en el centro del ojo tanto como puedas. Esto es lo que puede lograrse con el simran, la práctica de la repetición, y con el bhajan, que es escuchar el sonido interior con toda nuestra atención.
Tanto si nuestros pensamientos son ‘buenos’ como ‘malos’ mantienen nuestra atención alejada del centro del ojo.
Todos los pensamientos nos mantienen en la ilusión. Incluso pensar en el centro del ojo nos mantiene fuera del centro del ojo. Pensar en la forma física del maestro nos impide experimentar al maestro interior. Mientras sigamos pensando durante nuestra meditación, seremos siempre como un avión que vuela en círculos, incapaces de aterrizar en la sede de la consciencia, atrapados y sufriendo cada vez más por pensamientos sin sentido, que no aportan nada de valor espiritual y que fortalecen nuestra percepción de que esta vida es todo cuanto existe.
En espiritualidad nada tiene mayor importancia que cuidar dónde ponemos nuestra atención. La diferencia entre reencarnar en otro cuerpo o elevarnos a una consciencia superior, depende de dónde elijamos poner nuestra atención.
Maharaj Charan Singh escribe en Discursos espirituales, vol. I:
El secreto eterno, la antigua sabiduría, el sendero de los santos, estriba en retirar la atención hasta ese punto (el centro del ojo espiritual).
Para romper con la ilusión de este mundo, se necesita parar el flujo de pensamientos y la identificación con la personalidad. Esto se consigue llevando nuestra atención al sonido interior, en el asiento de la consciencia. Si lo hacemos, la mente se calma y no produce creaciones mentales. A partir de aquí, la mente experimenta algo superior y más delicioso que cuanto la ha atraído y atrapado hasta entonces. Solamente el apego a algo superior generará desapego por la experiencia humana. Y el gusto por ese algo superior solo llegará cuando inmovilicemos nuestra mente. Simplemente no existe otro modo de volver a conectarse conscientemente con el Shabad.
del yo al Shabad
Sentado en silencio,
sin hacer nada,
la primavera llega
y la hierba crece por sí misma.
Dicho zen. Citado en Meditación viva
¡Despierta!
Kabir, ¿por qué duermes tan largas horas?
¡Despierta! Levántate y recuerda
el Nombre del Todomisericordioso,
porque no está lejos el día
en el que te quedarás dormido en un largo sueño,
con tus extremidades rígidas
y estiradas porque habrás muerto.
Kabir, ¿por qué duermes tantas horas?
¿Por qué no te despiertas y buscas la verdad?
Oh, por favor, apégate al Uno
de quien has estado separado desde incalculables eras.
No te duermas durante la hora que le dedicas a Dios,
despierta y mantén tu vigilia;
no sabes el momento
en el que las manos frías de la muerte te agarrarán.
Kabir, ¿por qué duermes tan largas horas?
Dormir te hace un daño incalculable;
incluso el trono de Brahma en brahm se tambaleó
por la llamada aterradora de la muerte.
¿Estará tu propia muerte tan lejos?
Recuerda el verdadero Nombre del Señor
mientras aún sigas vivo.
(…) Dormir es igual que la muerte,
¡despierta y levántate de la cama, oh Kabir!
Deja a un lado los demás placeres
y bebe el elixir del Nombre.
Kabir: The Great Mystic
La fuerza del recuerdo
Porque tú eres mi roca y mi castillo;
por tu nombre me guiarás y me encaminarás.
Salmos 35:3
“Mantén tu mente en el simran, concentra tu atención manteniendo la forma del maestro ante tus ojos, y une tu conciencia con el Shabad”. Esta frase podría formar parte del mensaje de cualquiera de los satsangs de un maestro espiritual. A partir de aquí, el maestro desarrollaría las enseñanzas poniendo el acento en que en el camino espiritual, el simran o repetición es la base fundamental para apartar nuestra atención del apego al mundo y aferrarnos al sonido interior, el cual nos permitirá viajar de regreso a nuestro hogar, etapa tras etapa, hasta llegar a reunirnos con Dios.
Efectivamente, el esfuerzo por mantener el simran en la mente es la clave para ir al interior, para trascender cuerpo y mente y llegar a la puerta donde comienza el viaje interior. El recuerdo del nombre de Dios es tan poderoso que puede llevarnos al encuentro consciente con él, nos lleva de la oscuridad de este mundo a la brillante luz interior; entonces podemos escuchar la cautivadora música interior y unirnos con nuestro Creador.
En Philosophy of the Masters, vol. I, leemos:
El alma es la esencia y el Señor es el origen.
Cuando el alma recuerde al Señor con toda su atención,
se transformará en el Señor.
Tener éxito en la práctica de la repetición (simran) está estrechamente ligado a la necesidad que tenemos del maestro y al amor que sentimos por él, a lo viva que está nuestra meta espiritual en el día a día. Dicho de otra forma, depende de lo desesperada que esté nuestra alma por recobrar su estado original de unión al Padre, que ahora la mente le impide realizar. Como han dicho todos los místicos, los pasos que damos para recorrer el sendero espiritual son una súplica, una plegaria a Dios; están motivados por la necesidad de invocar su nombre para conectarnos interiormente con la fuente a la que pertenecemos. El camino espiritual da respuesta al grito del alma clamando por volver a unirse con Dios, porque precisamente con la repetición el Señor nos ofrece la posibilidad de acallar este llanto y establecer una relación consciente con él. Por medio de un simran constante podemos despertar a la superconsciencia y alcanzar un estado de tranquilidad y paz interior.
Sentir una necesidad verdadera del simran junto con el ansia por salir de un estado de aletargamiento e inconsciencia es el motor para la oración, para el recuerdo que nos hará despertar y trascender la trampa de materia y mente en la que sumimos nuestra existencia. La repetición de los nombres practicada con un sentimiento sincero e intenso atrae la presencia del maestro todo el tiempo con nosotros.
Leemos en el libro Philosophy of the Masters, vol. I:
Todos los pensamientos mundanos se desvanecen de la mente de la persona que practica el simran, y son reemplazados por pensamientos del Señor. Entonces sentimos su presencia en todas partes.
En un estado avanzado ese recuerdo brota del corazón y el discípulo convierte su vida en una ofrenda al maestro, y de forma natural su nombre está siempre en su pensamiento. En este sentido, una de las obras más populares del cristianismo ortodoxo es un libro titulado: El peregrino ruso (escrito entre 1853 y 1861). Es conocido como la llama de la verdadera oración y del verdadero amor del camino hacia Dios, y de forma bellísima explica:
Al cabo de cierto tiempo noté que la oración se originaba sola dentro de mi corazón. (…) Después, sentía (…) en mi espíritu tan grande amor a nuestro Señor Jesucristo, que me parecía que si lo hubiera visto me hubiera echado a sus pies, los hubiera abrazado y bañado con mis lágrimas dándole gracias por los consuelos que nos procuraba con su nombre, en su bondad y su amor por la criatura indigna y pecadora.
Sin embargo, cuando iniciamos el camino espiritual, muy pronto nos damos cuenta por experiencia que ese recuerdo no brota fácilmente de nuestro corazón, pues este se abraza a las bagatelas pasajeras y a los juguetes de este mundo, que son el obstáculo y la fuerza opuesta hacia el curso interior de la atención.
La verdad es que nosotros no cultivamos esta facultad de interiorización, sino que abrumamos al alma con el peso de nuestro pesado cuerpo y con la confusión de nuestros pensamientos distraídos y ligeros. Pero cuando a través del simran nos concentramos en nosotros mismos y nos abstraemos de todo lo que nos rodea, agudizamos nuestro espíritu y entonces el alma funciona con toda su energía, y esta interiorización no es más que una acción natural, aunque desconocida mientras no la hemos practicado.
Recordar al Señor ha dejado de ser natural y se ha vuelto difícil porque la inercia de los tiempos vividos, sin otro horizonte que el mundo, sus seres y cosas, ha hecho que no tengamos ojos ni interés más que para toda la diversidad que forma parte de él. Acertadamente, leemos en el libro En busca del camino:
Pasamos toda nuestra vida educando a nuestros hijos, sirviendo a nuestra familia, acumulando riqueza, cuidando de nuestro bienestar físico, pero no hacemos nada en favor de nuestro interés real. A lo largo de nuestras vidas nos conformamos con seguir siendo simples bestias de carga y olvidamos el verdadero propósito para el cual se nos dio esta forma humana. Desperdiciamos todos los preciosos momentos que se nos conceden para la liberación del alma y despilfarramos la reserva de las veintidós mil respiraciones diarias que nos han asignado. ¿Podría darse una disipación más irresponsable de nuestros recursos?
Así hemos pasado existencias, y seguimos haciéndolo hasta que surge en nosotros la necesidad de buscar más allá. En el mismo libro, encontramos este simple consejo:
Realiza tus tareas mundanas pero mantén la mente en el simran, pues es gratis, y mediante la repetición del nombre de Dios puede volverse al buen camino. Hacer esto no cuesta un céntimo. Es algo facilísimo en comparación con lo valiosa que es la recompensa, pues la oscuridad de innumerables edades cede el paso a la radiante luz.
Cuando somos capaces de dirigir el pensamiento y la memoria sin descanso al recuerdo de Dios, cuando caminamos en su divina presencia, despertamos a su amor a través del pensamiento en él. No hay meta más estimulante ni felicidad más grande que asomarse a la dimensión del espíritu y sumergirse así en la verdad de la eternidad. Como leemos en el libro del yo al Shabad:
¡Si pudieras tener un vislumbre de la maravillosa realidad que eres! Cuando eres capaz, simplemente, de sentarte y permanecer inmóvil, te liberas de todo. Si deseas comprender quién eres en realidad, tienes que ir ahí por ti mismo, sin el cuerpo. Para ir ahí sin el cuerpo, necesitas comprender que tú no eres cuerpo ni nada relacionado con él.
Estas expresiones nos acercan a la pura experiencia y van más allá de las meras palabras. Podemos leer maravillosos poemas, escritos y reflexiones, o hablar día y noche de Dios interminablemente, de su amor, de lo maravilloso que es pensar en él y recibir su inspiración…, pero hasta que nuestro corazón no lo abrace, hasta que él no entre en nosotros como resultado de haber descartado todo lo demás y haber priorizado su nombre, no tendremos ni idea de tan bella literatura mística, de tanta y tanta enseñanza transmitida bondadosamente por los místicos.
¿Cómo conseguir esta inmersión en el recuerdo constante? ¿Es algo que podemos lograr por nosotros mismos, con un firme propósito y un esfuerzo incansable, o se necesita algo más? La siguiente cita de Philosophy of the Masters, vol. I, nos da la pista adecuada:
Si una persona recordara a Dios constantemente despertaría a la superconsciencia. Pero este es un estado únicamente alcanzable por la gracia y la bendición del Señor.
Así que primero debemos saber que Dios crea en nuestra vida las circunstancias que nos permiten estar en contacto con él. Como suelen ilustrar los místicos, primero él nos da el hambre, después nos proporciona el plato, y finalmente nos sirve la comida para que nosotros solo tengamos que comer. Nuestra mediación en este juego del recuerdo del Señor es una consecuencia, una bendita oportunidad que no deberíamos pasar por alto, sino aprovecharla de todo corazón. Se origina completamente desde el lado del amado; si él no nos proporcionara el medio adecuado no pensaríamos en él, ni siquiera sentiríamos necesidad alguna de que acompañara nuestra existencia.
Tienen que ocurrir determinadas cosas en el escenario físico en el que nos desenvolvemos para que surja la necesidad y el anhelo por lo divino. El Gran Maestro lo expresa así en Joyas espirituales:
La primera señal de su misericordia hacia cualquier persona es que crea en ella el descontento con la rutina mundana, y un anhelo por buscar la verdad.
Ese ‘descontento’ se manifiesta de muchas formas. Digamos que alguien se encarga de agitar nuestras vidas, de hacer que no todo vaya de acuerdo con nuestros deseos y apetencias. Llega la insatisfacción, también algún dolor, algún sufrimiento… Nos inquietamos y perdemos la paz, nos desasosegamos, y entonces nos damos cuenta de que falta esa pieza del puzle que debemos buscar para serenarnos, para darle más paz, equilibrio y sentido a la vida. Si no vemos el lado doloroso, pasajero y efímero de esta existencia, podríamos dormir indefinidamente en este falso sueño. Hazur Maharaj Ji nos explica en Muere para vivir:
¿Quién es el que nos hace anhelar? (…) Es el Padre mismo. Nos desarraiga de aquí y nos lleva hasta su propio nivel.
Y dice más adelante:
Si no fuera por su gracia ni siquiera pensaríamos nunca en nuestra separación de él, ni desearíamos volver al hogar. Si no fuera por su gracia ni encontraríamos al maestro ni seguiríamos el sendero. Su gracia es lo primero que llega. Crea en nosotros el deseo de encontrarle. Nos atrae interiormente. Pensamos que lo buscamos, cuando en realidad él crea en nosotros el deseo de buscarle. Con su gracia desarrollamos la fe en el maestro. Con su gracia nos esforzamos en practicar y atender a la meditación con amor y devoción.
Esa gracia incomprensible para nosotros es lo que explica por qué en el mundo encontramos todo tipo de comportamientos hacia Dios. Para algunos, él es la necesidad más básica, su pan, su aliento y su misma respiración, para otros todavía falta ese sentir… No está en nuestras manos sentir esa necesidad ni empezar el camino del despertar. Él desvela nuestro falso sueño del mundo, nos agita de nuestras ‘cómodas camas’, provoca el cambio y hace que le demos una vuelta a nuestra vida para que la miremos con una mirada más profunda y verdadera. Él nos susurra al oído, bajito pero directo: ¿Quieres seguir en este sueño doloroso, o quieres cogerte de mi mano para despertar a la consciencia de tu verdadero ser?
Todo está dispuesto en nuestra vida para dar esos pasos hacia él, pero ha dejado a nuestra elección darlos hacia él o darlos en otra dirección. Leemos en el libro En busca de la luz:
El maestro nos pide que consideremos qué es lo que debemos buscar: ¿la satisfacción de los deseos sensuales o la realización de nuestras aspiraciones espirituales? Entre los dos platillos de la balanza prevalecerá invariablemente el más pesado.
Así que él dispone la mesa y nos deja a nosotros ese pequeño esfuerzo de llevarnos la comida a la boca, una vez que sentimos el hambre y tenemos el plato preparado y dispuesto; esa es nuestra parte en el banquete celestial de la reunión con Dios. Por eso, hacia dónde dirigimos nuestro esfuerzo determina la naturaleza de nuestra búsqueda.
Lo imprescindible que es el esfuerzo en la dirección correcta queda patente en el ejemplo que suelen utilizar los santos, cuando explican cómo un niño empieza a andar: el padre, colocándose a una pequeña distancia de él, le tiende sus brazos y le anima a que dé esos pasos hacia él. Dios no cesa en sus intentos de atraernos hacia él. ¡No tenemos ni idea de cómo mueve los hilos de nuestras vidas para proporcionarnos escenarios y ocasiones sin fin que nos orienten hacia él! Pero nuestra mente pesada y confundida no atisba a descifrar esas pistas que nos ayudarían a salir de la trampa y acercarnos a él.
Baba Ji se ha referido en diversas ocasiones a la naturaleza de nuestro esfuerzo, cuando comenta que nuestro paso por la existencia comporta una evolución de la condición inferior –relativa a vidas previas en especies inferiores– a la forma humana, que significa la oportunidad que el Creador nos da para volver a él. Si en esta vida humana nuestro esfuerzo se centra en liberarnos de todas esas pasiones relacionadas con las tendencias inferiores (todavía presentes) y volvernos realmente humanos, entonces la espiritualidad estará al alcance de la mano.
Vivimos en una lucha constante que se lidia en el campo de batalla de esta forma humana –en este cuerpo que tenemos y con esta mente que no dominamos–, y no deberíamos olvidarnos jamás del sentido y finalidad de la vida: vivir, amar, trabajar en medio de las cosas como lo haría un peregrino que se encuentra en una posada, sin el ánimo real ni el corazón puesto en ella. Vivir siempre con el auxilio del nombre y la mente fija en nuestro destino verdadero. El espíritu es duradero, permanente, y dedicarnos a él es la única experiencia permanente en esta afortunada vida que se nos ha concedido, por eso merece la pena ser vivida.
En Philosophy of the Masters, vol. I, leemos:
Una persona que hace simran permanece desapegada aun cuando viva entre la gente.
¡Tanto que nos esforzamos por nuestros seres queridos y qué poco hacemos para Dios! El maestro ha venido a enseñarnos cómo debemos orientar nuevamente nuestras vidas, y revertir este proceso de apego a la creación por el apego al Shabad. El simran es la clave, es el primer paso, y en él está todo el poder, toda la fuerza que necesitamos para comenzar el viaje de la liberación. No deberíamos subestimar su poder sino esforzarnos en practicarlo con gran esmero, practicarlo hasta que llegue a convertirse en nuestra segunda piel, en un hábito constante.
Sin embargo, no esperemos que las veinticuatro horas del día se conviertan de forma automática en una repetición constante, por el contrario, tenemos que crear el hábito con mucho esfuerzo, pues han sido demasiadas vidas en las que la mente ha mantenido la atención en el exterior. Ahora cercar a la mente con el simran llevará tiempo y esfuerzo, pero debemos lograrlo poco a poco. Practiquemos durante cortos periodos o instantes, en cualquier momento y lugar, y obtendremos pequeñas conquistas que nos ayudarán en el camino hacia el logro de la gran victoria. Esto debe estar claro para nosotros: no hay otra forma de controlar a la mente que con nuestro propio esfuerzo. Pero recordemos que las enseñanzas se nos han dado para que las vivamos, y así recibamos todo el apoyo que el maestro nos da a través de ellas. Así que volvamos ese corazón vigilante y atento a Dios, dirigiéndolo con la repetición incansable y amorosa hacia el recuerdo constante de nuestro creador.
En Philosophy of the Masters, vol. I, leemos:
Los devotos del Señor están vivos solamente a través del simran, porque sin pensar en el Señor no pueden vivir ni por un momento. Están por siempre absortos en su nombre.
Vivir la vida desde el prisma de que todo, absolutamente todo lo que tenemos es un don de Dios y que nada nos pertenece, es la perspectiva correcta que corrige nuestra visión mundana y egocéntrica. Nos empuja a hacer de nuestra vida una ofrenda a Aquel que nos ha dado la existencia. Y no hay mejor ofrenda que su nombre esté siempre en nuestro pensamiento.
¡Mantengámonos siempre alegres, sin temor y libres!, porque su nombre es el único refugio para los que de verdad ansían la visión y el encuentro interior con Dios. Ese esfuerzo por recordarle nos lleva a la consciencia de que nada nos separa de él. Nada nos separó nunca. Y repetir su nombre, nos hará no temer nada ni ahora ni en el más allá. Seremos conscientes de nuestra existencia eterna, de la verdad de que somos inmortales interiormente, y toda fuerza y coraje se instalará en nuestro corazón.
Su nombre es la única tabla de salvación que no nos dejará hundirnos en el océano de este mundo. Repetir su nombre con la mente y el corazón nos guiará y encaminará hacia nuestro destino: Dios.
No existe una forma correcta de prepararnos para meditar, pero hay muchas cosas que podemos hacer que facilitarán nuestro viaje. Durante el día, podemos prepararnos para nuestra meditación haciendo simran cada vez que podamos, y manteniendo al maestro y sus enseñanzas frente a nosotros durante nuestras diversas actividades mundanas. De esta manera, la práctica de la meditación será la culminación de todo un día pasado en una atmósfera meditativa y, cuando nos sentemos para nuestra práctica, será más fácil concentrarnos en el centro del ojo.
Meditación viva
Reflexiones
Desapegar la atención de las conexiones externas es un asunto lento. Los hábitos se convierten en una segunda naturaleza, y se tarda tiempo en crear nuevos hábitos. Pero con paciencia se gana el cielo, y machacando se aprende el oficio. Sigue a tu mente durante un minuto y observa qué es lo que la mantiene alejada de su sede. Evita cualquier cosa que interfiera, y acepta lo que pueda ayudarte a alcanzar tu objetivo.
M. Sawan Singh. Joyas espirituales
No cabe duda de que el karma de destino es fuerte. Tiene que sufrirse, y no hay escapatoria alguna de él. Pero con la meditación, el poder de la voluntad se vuelve tan fuerte que la persona no lo siente o no le afectan sus efectos favorables o desfavorables. Si la meditación nos ha elevado hasta el punto desde donde el karma de destino actúa sobre nosotros, nos hacemos indiferentes a sus efectos. Por tanto, la meditación es el antídoto del karma.
M. Sawan Singh. Joyas espirituales
La fuerza de voluntad se fortalece con la repetición y la concentración que crean la fuerza espiritual que despierta el amor y la fe interiormente; eso conduce a un magnetismo personal que se encuentra presente en mayor o menor grado en todo ser humano, e incluso en los animales. La fuerza espiritual está dentro de cada uno de nosotros, pero solo se despierta con la práctica espiritual. Solo aquellos cuyo ojo interior está abierto pueden percibirla.
M. Sawan Singh. Joyas espirituales
El maestro responde
La práctica espiritual continua es necesaria. No descanses. Si mantienes tu atención en repetir tu simran o en escuchar el Shabad, te garantizo que nunca te aburrirás. El simran y el bhajan te llevarán a la fuente del sonido. Una vez que te hagas uno con el sonido despertarás de tu sueño.
del yo al Shabad
P. ¿Está permitido, o es aconsejable, alternar el simran con otras oraciones dirigidas al Señor?
R. Verás, en realidad todo el tiempo que dedicamos a meditar, es oración al Señor. ¿Qué es la oración? La oración no es para pedirle bienes materiales, para cumplir con las ambiciones mundanas ni para obtener riquezas. La oración no es eso. La verdadera oración es para llevarnos a él, unirnos a él. Esa es la verdadera oración.
Orar al Padre no hace daño. Nos da fuerza, y seremos capaces de encarar situaciones sin perder el equilibrio. Ese es el efecto de la oración. Pero el tiempo que dedicamos a la meditación, no estamos haciendo otra cosa sino orar. Cada minuto, cada segundo es una oración.
Siempre que vivamos en su amor, en su devoción, que le recordemos, que tratemos de dedicar nuestro tiempo a la meditación…, todo eso es una oración constante a Dios.
(…) La oración debe venir del corazón. La repetición mecánica de una oración determinada no es rezar. Eso es como poner una grabadora en marcha. Tiene que hablar el alma, tiene que hablar el corazón, y para eso no se necesitan palabras ni oraciones establecidas. Debe ser el lenguaje del corazón. Es el corazón el que debe orar al Padre. Y para ello no hacen falta palabras. No hacen falta oraciones establecidas Si nos limitamos a recordar una oración como un loro, repitiéndola cinco, seis veces al día, nuestra mente ni siquiera está en lo que estamos diciendo. Si nuestra mente lo está, entonces las palabras no son necesarias. Nuestra mente debe estar en sintonía con el Señor cuando estamos orándole. Por tanto, ¿dónde está la necesidad de recordar todas esas palabras? La mente ya no está allí, está en sintonía con su amor. Así que para la verdadera oración, no es necesaria ninguna oración establecida.
Spiritual perspectives, vol. II
P. Mientras se hablaba del simran, me ha surgido otra pregunta referida a lo mismo. Se supone que tenemos que ser constantes, y si el simran tiene relación con la atención –refiriéndome al mundo de los negocios–, cuando nos vemos forzados a concentrar toda la atención en un problema intrincado, particularmente difícil, ¿cómo podemos hacer simran en esos momentos?
R. No, lo estás tomando demasiado literalmente. Lo que quiere decir Baba Ji es que siempre que estemos libres debemos estar haciendo simran. Siempre que podamos. Las palabras son que ni siquiera en sueños debemos olvidarnos del Señor, lo que significa que no debemos olvidar al Señor bajo ninguna circunstancia. No debemos olvidarnos del Señor en nuestras actividades diarias, no debemos olvidar las enseñanzas, no debemos olvidar el bhajan y el simran. No debemos olvidar las enseñanzas en las actividades diarias, en ninguna circunstancia ni bajo cualquier dirección en la que estemos trabajando.
P. Maharaj Ji, leí un artículo muy bonito sobre el simran, en el que se decía que el simran por sí mismo –dejando de lado otras cosas de momento–, puede proporcionar una gran dulzura si se lleva a cabo apropiadamente, y estoy pensando que algunas de tus observaciones se han referido con amplitud al simran, y para la mayoría de nosotros ese es el camino más importante en este momento. ¿Puedes darnos algunas sugerencias sobre cómo aumentar el amor y la devoción en el simran, que no sean simplemente palabras?
R. El simran parece seco, pero con la concentración que te proporciona el simran puedes alcanzar paz, bienaventuranza y felicidad. Mientras más concentrada está tu mente, más feliz eres; mientras más se dispersa tu mente, más frustrado estás. En tanto la mente esté por debajo del centro del ojo, hacia los sentidos, no puedes ser feliz jamás; no hay nada sino frustración y agonía. Pero cuando eres capaz de retirar tu consciencia hasta el centro del ojo y fijar tu mente, sientes la bendición, el contento y la felicidad. Y el simran es el único modo de que puedas retirar tu consciencia hasta el centro del ojo.
M. Charan Singh. Muere para vivir
El adorador de Dios
El maestro es la síntesis justa de disposición natural y ejercicio constante.
Protágoras
Los signos distintivos del adorador de Dios, el santo, el místico, son una existencia perfectamente ordenada por un agudo sentido del deber y una naturaleza paciente y gozosa. Una inocencia de niño y un amor puro que abraza a todas las criaturas. Toda su actividad es serena y benéfica hacia todos. Él tiene el poder de llevar a las almas a su lejano hogar, guiándolas a través del sendero interior. Así es el místico que ha llegado al estado de bendición.
Y nosotros criaturas, discípulos de un místico así, estamos cautivados por su amor hacia nosotros. Le seguimos sin razón, sin saber por qué; atraídos con una fuerza mágica que nos envuelve y que es propia del amor. No sabemos dar muchas explicaciones al sin fin de emociones, certezas y sentimientos que nos genera su presencia, su persona. No sabemos cómo ni cuándo se originó este amor: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”, decía Pascal. En efecto, como expresa sabiamente Hazur Maharaj Ji en el libro Muere para vivir:
Cuando te enamoras de alguien, automáticamente, suspiras por esa persona, pero ¿quién hace que te enamores? Dices: “No lo sé, simplemente me he enamorado”. Nunca calculas que te vas a enamorar, y después de haberte enamorado, el ir tras el amado se vuelve natural. (…) Hay algo dentro de ti que te empuja a amar a esa persona hasta encontrarte perdidamente enamorado, y hay algo, ahora, dentro de ti que te hace correr tras esa persona.
La cuestión del amor al maestro no es algo que podamos razonar o calcular, solo somos atraídos y respondemos a su amor. El maestro ha cautivado nuestros corazones, como nadie podría haberlo hecho, a través de esas vías misteriosas que solo Dios conoce. Como expresa la frase popular: “Los caminos del Señor son inescrutables”.
Respondemos a su amor, tal vez porque a nuestra vida le faltaba sentido o por el hastío, el sufrimiento, la decepción, la búsqueda de la razón y los porqués o, sencillamente, porque estamos perplejos ante la maravilla y magnificencia de una creación que evidencia a su Creador. ¡No importa la razón! Lo cierto es que el amor prendió en nuestros corazones, y hoy estamos siguiendo al maestro. Toda nuestra aspiración es ser más parecidos a él cada día; anhelamos tener sus cualidades, nos llena estar en su presencia, y queremos obtener interiormente ese Shabad que él ya ha obtenido. Él es nuestro ideal aquí en un mundo caótico, y junto a él nos llenamos de posibilidades.
El maestro es nuestro norte, es la brújula que nos orienta hacia la verdad en un mundo propenso a la falsedad y la mentira; un mundo decadente y de pérdida de valores, que rinde culto a lo superficial y que conduce a la frustración y la infelicidad del ser humano. La verdad del maestro no cambia, sus valores no cambian, están vigentes en cualquier tiempo y sociedad, porque su verdad es solo una y permanente en el tiempo: ayudarnos a encontrar la fuente de la felicidad, en un mundo infeliz, a través del sendero interior del Shabad.
Tan nobles almas, los místicos, no solo despiertan y desarrollan el amor en aquellos que les siguen, sino que, en su infinita misericordia, soportan todos los sufrimientos que comporta la existencia humana para cumplir, por amor a Dios, con la misión de enseñar y guiar a la humanidad en la senda de regreso a Dios; esta es su verdad. La senda de regreso a Dios, así como el propio maestro espiritual siempre han existido, existen y existirán.
En toda la literatura espiritual vemos constantes referencias sobre la atracción del discípulo por el maestro espiritual con el nombre de bhakti o devoción. La atracción que sentimos por el maestro es algo inherente a nuestra alma, pues como el maestro se ha fundido con Dios su presencia entre nosotros no hace sino manifestar y despertar en nuestro interior la corriente del amor divino, de ahí que cuando nos encontramos con el maestro espiritual, el alma siente de forma natural la atracción hacia su Creador.
En el libro La llamada del Gran Maestro, leemos:
Amar al gurú es amar a Dios (…) Como el maestro está lleno del amor de Dios, cuando nosotros amamos al maestro automáticamente nos llenamos del amor de Dios. Este es el único camino para fundirnos en el Señor. El amor del maestro, por así decir, es una condición previa a la realización de Dios.
Toda la atracción que sentimos por el maestro tiene como finalidad llevarnos de un amor inicial e incipiente al amor verdadero por Dios. Amando a la forma, a la persona del maestro, aprendemos a amar al que no tiene forma, a Dios. Sabemos que el maestro no necesita nuestro amor. Su amor está dedicado exclusivamente al Señor, y lo extraordinario es que dirige también nuestro amor hacia él. Por eso, amar al maestro es el preámbulo para lograr amar a Dios.
Los maestros nos explican que es necesario apartar nuestro apego por las cosas y seres del mundo, y a no ser que el amor que hoy sentimos por el mundo y sus seres lo transfiramos a otro centro o foco de interés, en otras palabras, lo transfiramos a otro amor superior, no lograremos el desapego del mundo. El amor al maestro es ese amor superior que, mediante la devoción, nos capacita para desprendernos del mundo y amar verdaderamente a Dios.
El Gran Maestro nos explica esto con la siguiente comparación en el libro La llamada del Gran Maestro:
Cuando el agua de un depósito que ha estado goteando a través de un gran número de agujeros y grifos se hace salir por un grifo único, ¡qué gran fuerza y velocidad adquiere! De igual forma, las corrientes de nuestra alma, saliendo por los oídos, ojos, nariz y demás aberturas, se han apegado a la esposa, hijos, padres, otros familiares, amigos y demás objetos del mundo material, animado e inanimado. Cuando todo este amor se concentra exclusivamente en el maestro, difícilmente puede imaginarse el poder y energía que genera o las maravillas que realiza.
Así que la devoción al maestro es otro nombre para la meditación, puesto que en su sentido más profundo, el bhakti o devoción se define como la dedicación con incesante atención y amor a un alma noble y espiritualmente avanzada; es consagrar espiritualmente nuestro amor y adhesión a la divinidad. La devoción al Señor es una poderosa fuerza magnética, mediante la cual nuestra atención se aparta de los objetos mundanos y se concentra plenamente en el Señor. Devoción es el acto de retirar nuestro apego de todas direcciones para fijarlo únicamente en el Señor a través de la meditación.
En Philosophy of the Masters, vol. II, leemos:
Solo un genuino devoto puede practicar la devoción, ya que su mente y su cuerpo están completamente absortos en el amor y adoración del Señor, tanto más cuando el mismo Dios viene a encontrarse con él. Este tipo de devoción no es material. No tolera interferencias. Es una intensa corriente magnética que atrae el alma hacia Dios y la conecta con su amado.
Se dice que el amor más auténtico que hayamos sentido por alguna persona de este mundo refleja parcialmente una débil luz o idea del amor por Dios, porque, en realidad, el principio sustentador del amor humano y de la devoción espiritual es el mismo. La única diferencia estriba en que el amor mundano es transitorio y está sujeto a la disolución; no puede otorgarnos un grado tan alto de felicidad y bienaventuranza como el que nos proporciona el amor y devoción espiritual. Igualmente, el sentimiento de devoción está en todos los seres humanos y es una cualidad natural dispuesta por el mismo Dios. Todos la poseemos en cierta medida, aunque en unos está más desarrollada que en otros. Si afortunadamente hemos llegado a sentirla, si el bondadoso maestro ha establecido en nuestro corazón este elevado amor, entonces nuestra alma comenzará naturalmente a elevarse y nos sintonizaremos con la corriente del sonido.
Ahora bien, como se ha indicado al principio, esta devoción, este amor tiene una dirección y propósito: no es una emoción que solo se queda aquí con nosotros seres mortales, es un amor que el maestro prende en nuestros corazones para que una vez le amemos a él, automáticamente, con el mismo amor que él genera en nosotros podamos llegar a la misma fuente del amor, y amemos al Padre. Porque al apegarnos al maestro nos estamos apegando al poder que hay en el maestro, que no es otro que el Shabad.
Ante este amor de naturaleza tan pura, la mejor de las técnicas mentales de meditación o incluso la más sofisticada fórmula que puedan ofrecernos no logrará llevarnos muy lejos en el camino interior. Si creemos que podemos avanzar en el sendero y escuchar la corriente del sonido por nosotros mismos, sin tener verdadera devoción al maestro, estamos muy equivocados. Es únicamente la gracia y misericordia del maestro la que nos otorga la capacidad de escuchar el sonido, y en consecuencia elevarnos espiritualmente. Así pues es la síntesis del poder magnético de su amor y nuestra devoción más auténtica, lo que atrae al alma hacia las regiones superiores en el viaje interior de regreso a Dios. En Philosophy of the Masters, vol. II, leemos:
La devoción al maestro es el cimiento de todas las prácticas. Los otros métodos exteriores son todos ramas conducentes a ella. El amor al maestro es un tesoro singular. Es imposible describir este sublime estado de devoción con los fríos recursos de la imprenta.
El amor por el maestro es algo que no podemos evitar, simplemente surge. No se trata de algo que podamos calcular, que premeditadamente intentemos poseer. Es algo que nos vuelve desamparados. Sí, totalmente desamparados. Y si por su gracia ese desamparo está presente en el momento de la meditación… ¡qué más podemos pedir! En definitiva, lo que el maestro hace es crear amor y deseo por el Padre dentro de nosotros, ponernos en el sendero, y no cesar de crear y mantener vivo nuestro anhelo de ser uno con el Shabad. En Philosophy of the Masters, vol. II, leemos:
Si hay amor y devoción, la mente no se irá a la deriva. Pues el amor no la dejará.
Todos los santos y todas las escrituras sagradas han puesto de relieve la necesidad de la devoción a un maestro, y sostienen que esta es el paso definitivo hacia el encuentro con el Señor. Pero ha de ser una devoción sólida y firme. Tener devoción al maestro es amarle; es vivir tanto física como mentalmente con arreglo a sus preceptos y directrices. En otras palabras: tenemos que entregarle enteramente el corazón al maestro. Como leemos en Muere para vivir:
Podemos ver la forma del maestro con los ojos de nuestra devoción. Entonces comprobaremos que la luz de sus ojos está extendida por el universo entero. Un maestro puede compararse con un océano, y un discípulo con un arroyo que desemboca en el océano y se mezcla con él. De este modo, el discípulo pierde completamente su identidad en el espíritu oceánico de su maestro.
Finalmente, hay una única razón que explica por qué nace el amor al maestro, y qué tiene de especial frente a los otros amores que conocemos. Lo que explica el sentido final de un camino de devoción y nuestra especial relación con un maestro espiritual es el apego. En cualquier relación de amor nos apegamos físicamente a alguien, en consecuencia, estamos limitados por ese apego y puede que hayamos de volver a esta creación como consecuencia de ese apego. Pero, puesto que el maestro no tiene que volver a esta creación y su forma real es el Shabad y el Nam, la luz y el sonido, y se sumergirá de nuevo en el Padre, ese apego hacia él llevará automáticamente a nuestra mente en esa dirección.
Lo debemos todo a la inconmensurable gracia del maestro. Él derrama sus bendiciones sobre nosotros uniéndonos con el Shabad y el Nam, alejando todas nuestras dudas y retirándonos de este laberinto de ilusión. Es nuestro maestro el que nos coloca en el sendero correcto y despierta nuestra mente mediante el amor y la devoción al Señor. Bendecidos con su gracia infinita, a través de la meditación, buscamos la puerta, la encontramos y llamamos mediante la meditación.
M. Charan Singh. Muere para vivir
Por el bien de la humanidad
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
(Juan 1:9)
En el libro El sendero de los maestros del Dr. Julian Johnson leemos:
El maestro vive en el mundo, aunque no pertenece a él. Entra en la corriente de la vida humana para ayudar a los demás, aun cuando se mantiene alejado de las olas de las pasiones humanas. Ha alcanzado todas las virtudes, pero no participa de las debilidades atribuidas a la virtud (…) Cree en el desarrollo del grado más alto posible de poder, el cual nunca debe separarse de las cualidades morales. La crueldad es el resultado del poder sin amor y humildad. El maestro ha llegado a ser poderoso, más poderoso que ningún gigante de cuerpo o de intelecto, porque tiene poder ilimitado; sin embargo, combina ese poder con las más nobles virtudes de los humildes y los benévolos. El más tierno de los cuidados de una madre jamás supera el amor del maestro que todo lo abarca. (…) Todos encuentran en él la inspiración para edificar un carácter noble.
El maestro es el ideal en la religión. En lo más recóndito del alma, en todos los aspectos de la vida, está en todas partes y es siempre el rey. En resumen, es el ser humano fuerte, sin debilidades, bueno y sin faltas. En el ámbito de la religión, el maestro es una paradoja. No tiene teología, no enseña ninguna, pero es el ser humano más religioso de la tierra. Su sistema no es una religión, sin embargo, conduce a la experiencia religiosa más completa y feliz. Es absolutamente universal en todas sus enseñanzas. No tiene credo, aunque nunca antagoniza con ninguna creencia, secta o institución. Jamás condena a ningún ser humano ni a ningún sistema. No encuentra faltas ni en nada ni en nadie, no obstante, traza las líneas más definidas entre el bien y el mal. Para el santo no hay nada realmente malo en el mundo, ni hay falta verdadera en ningún ser humano. Lo que generalmente nosotros señalamos como faltas, el maestro las considera debilidades, enfermedades, para las cuales solamente tiene compasión, no reproche. Nunca critica, ni regaña, ni ofende, ni sermonea, ni siquiera al más vil de los pecadores. El maestro enseña que el hábito de criticar o de encontrar faltas en los demás es una de las debilidades más serias. Además, esto deja ver tanto la vanidad como el mal temperamento de quien critica.
El maestro vive y enseña la verdad positiva; anula el mal con el bien. Para corregir las faltas de sus discípulos, les señala simplemente las virtudes opuestas. Enseña que señalar una falta solamente la promueve y la fortalece, nunca la elimina. Criticar la falta solo la acentúa, y con el tiempo despierta otras malas pasiones tanto en el que critica como en su víctima. El maestro nunca guarda animadversión, ni siquiera contra sus enemigos. Obedece literalmente el precepto de Jesús de amar a nuestros enemigos, pues ama a todos sin importarle la clase de persona. ¿No son todos los seres humanos hijos del mismo Padre? A todos da amor y trata de servirles. Siempre controla la situación, sin importar donde se le ponga. Nunca se molesta por los torbellinos de las pasiones que surgen a su alrededor. Mira el loco espectáculo del mundo con serenidad y busca guiar a los demás por los senderos de la cordura.
(…) Todos los seres humanos deben admitir que si la fuerza puede combinarse con la ternura y la sabiduría, con el amor se logra el ideal. (…) En el mejor de los casos, la fuerza es solo la mitad de un ser humano. Se necesitan las dos para hacer un ser humano verdadero. Así que la maestría de nuestro superhombre consiste en combinar la fuerza con todas las virtudes sutiles, con algo más que está por encima de la fuerza y de la virtud.
Nunca había visto a un maestro, y tal vez no hubiese creído que un ser humano así pudiera existir en el mundo actual. Si hasta ahora se ha creído que es imposible la combinación de la gentileza y el amor con una gran fuerza, es porque no se ha visto a un maestro vivo. Sabemos que es una realidad. Hemos vivido y trabajado a su lado durante muchos años. Como Jesús dijo:
En verdad, en verdad te digo que hablamos lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto (Juan 3:11).
(…) El maestro trasciende todas las limitaciones de un ser humano común. Su campo de acción va más allá de lo que el ojo puede ver o el oído puede escuchar. Por supuesto, esto nos saca del laboratorio físico. Debemos ir donde el microscopio no puede continuar, donde el bisturí no puede hacer una disección. Igual que el astrónomo no pudo encontrar a Dios con su telescopio, tampoco encontraremos a nuestro maestro con el equipo de rayos X. Puede que el materialista dude que hay un mundo interno más sutil, innumerables mundos que la ciencia física no puede llevar a sus tubos de ensayo. Pero esto se debe a que no los ha visto y no sabe cómo llegar hasta ellos. (…) No obstante, no solamente es que esos mundos existen y son bien conocidos por los maestros, sino que cualquier estudiante que siga la fórmula dada por ellos puede comprobarlo por sí mismo.
El maestro es el supercientífico. (…) El verdadero conocimiento se adquiere solo cuando el ser humano entra en las regiones de la realidad. Pero esas regiones están muy por encima y más allá de los más remotos confines del universo físico. El conjunto de fenómenos que forman el espectáculo de este mundo no es sino un débil reflejo de la realidad sublime.
Hay un vasto campo por encima y más allá del juego de la mente, donde solo puede entrar el espíritu desarrollado. El maestro entra en esa región superior del espíritu y es allí donde se realizan sus verdaderos logros. Al entrar mediante métodos bien conocidos por él, encuentra que este mundo terrenal no es más que el sedimento de lodo de la vasta y complicada estructura de la naturaleza. Por encima y más allá de este mundo de sombra y dolor se encuentran innumerables mundos de intensa luz. Son mundos reales, llenos de belleza, color, ritmo y alegría.
Al escapar por un momento de las limitaciones del cuerpo, el maestro viaja por esos mundos superiores con plena consciencia, y luego regresa para informar de lo que ha visto, oído y experimentado de esa otra manera. Entre otras cosas sabe que la muerte es solo una apariencia, una ilusión. (…) Al viajar a donde quiere, llevando vestiduras divinas de luz, sabiduría, poder y belleza, el maestro explora las regiones superiores, totalmente desconocidas para el común y corriente ser humano terrenal. Esto es solo un vislumbre del verdadero maestro. Para poder entender por completo al maestro verdadero, es necesario que uno mismo llegue a ser maestro. ¿Puede el insecto comprender al ser humano?
Para mucha gente es muy difícil creer en los maestros. Una de las características de la mente humana es su extraña tendencia a desconfiar de todas las cosas nuevas, en especial las relacionadas con la religión, y poner énfasis y glorificar el pasado. No puede aceptar lo que tiene ante sus propios ojos, pero cree instantáneamente lo que se escribió en un libro hace dos mil trescientos años. No puede creer en un maestro vivo, pero no encuentra dificultad en aceptar la historia de algún maestro que vivió en un pasado borroso y distante.
Una de las anomalías de la historia es que los seres humanos hayan desarrollado la extraña idea de que toda maestría y toda revelación de la verdad pertenezcan a épocas pasadas. Y es una de las más desafortunadas. ¿No es más razonable buscar el conocimiento que surge de la propia experiencia, que buscarlo entre gente que perteneció a una civilización de épocas muy antiguas? Con seguridad, si estuviéramos buscando expertos en la técnica del cultivo vegetal, no nos volveríamos al ser humano primitivo que vagaba a lo largo de las playas de un mar primitivo. En lo primero que pensaríamos sería en Burbank [una ciudad americana]. Sin embargo, si un ser humano busca información experta sobre religión, se remite a algún profeta o yogui que vagó por el mundo antes de que el ser humano ni siquiera soñara que el mundo era redondo y que se movía alrededor del sol. Si las épocas pasadas pudieron producir un maestro, un Cristo o un Buda, ¿por qué no podemos buscar uno ahora?
Seamos claros y prácticos sobre el tema. Es inútil decir que ahora no se necesitan los maestros porque tenemos un libro que nos habla sobre un maestro del pasado, como razón suficiente para afirmar que el ser humano no necesita comida ahora, porque tiene un menú impreso que le informa sobre la comida que se sirvió hace un año. Además, sabemos que es un hecho que los maestros están aquí hoy en día. Los hemos visto, hemos conversado y vivido con ellos durante años. El hecho de que los grandes maestros espirituales viven hoy en día en el mundo es el anuncio más importante, feliz y esperanzador que jamás se haya hecho. Y la luz de los maestros contemporáneos de ninguna manera se atenúa en comparación con cualquiera de los maestros del pasado. Toda la sabiduría, el amor, la compasión (…) que tuvieron los maestros del pasado, esas mismas cualidades en ningún sentido disminuidas, se encuentran en el maestro contemporáneo.
El sendero de los maestros
Cartas espirituales
Hablas de esquiar, de la nieve y de las montañas. He vivido en las montañas durante la mayor parte de mi servicio y puedo apreciar los paisajes de la postal que me has enviado. Pero esas montañas son de este mundo material y están hechas de materia burda. Qué bueno y agradable resultaría si pudieras ir al interior, entrar en el plano astral y ver las montañas y los paisajes de allí. Entonces serías capaz de ver la diferencia y comparar esas montañas con las montañas del interior.
También hablas del maestro como un salvador. Esto todavía es una idea. No hay duda de que el maestro está siempre con el discípulo y le da la guía y la protección necesarias. Pero desearía que se abriera tu ojo interior y pudieras ver realmente lo que es el maestro y lo que hace por sus discípulos.
(…) Los santos no desprecian a ninguna persona ni ningún sistema. Se limitan a decir solo lo que ven interiormente, y piden a los demás que vayan al interior y comprueben lo que ellos afirman. No le piden a nadie que crea en ellos ciegamente. Su filosofía no es artificial o teórica. Es cuestión de entrar y ver lo que hay en el interior. No se trata de añadir, suprimir o cambiar nada, no hay ninguna teoría o imaginación, ni construcción ni destrucción, simplemente hay que observar lo que ya está allí. Es una ciencia natural que no está hecha por el hombre. Los santos del más alto nivel, como Shams-i-Tabriz, Maulvi Rum, Khwaja Hafiz, y otros más, siguieron esta misma ciencia. Actualmente no hay una ciencia o filosofía (como tú quieras llamarla) más elevada que esta. Todos los santos que hablan del Mukam-i-Haq o de Sat Nam, no importa en qué región, país o época aparecieron, han seguido este sistema: el sendero de la corriente de los cinco sonidos.
Los santos nos conectan con esta corriente y nos llevan de vuelta a nuestra morada. Esta es la misión de los santos. Desde el momento de la iniciación, se encuentran en el foco del ojo del iniciado, le ayudan a regresar a él y desde ahí, le acompañan hasta su mansión.
M. Sawan Singh. Joyas espirituales, carta 210
Puede haber personas que afirman que a pesar de su gran deseo por entrar, les parece que no reciben ayuda. Estas personas solo tienen que analizarse un poco más profundamente. Se darán cuenta de que lo que llaman gran deseo es algo muy superficial. No quieren ir al interior y permanecer dentro, sino que desean hacerlo por curiosidad, para volver y después hacer de adivinos. Cuando un alma desea verdaderamente regresar, no hay nada que pueda impedírselo. Es la ley. ¿Algún padre le ha dado a su hijo el dinero que ha ahorrado para que este lo despilfarre?
M. Sawan Singh. Joyas espirituales, carta 143
Soy consciente de que tienes tus luchas. Hay algunas cosas dentro de ti que tienes que superar y otras fuera de ti, pero puedes conseguirlo. Si tienes total confianza en el maestro interior, él siempre te ayudará. Y a menudo, cuando te encuentres con las dificultades más grandes y en las horas más oscuras, la luz aparecerá y verás que eres libre.
No dejes que nada te desanime. Esta no es una proposición fácil, pero recibir el Nam significa más que si hubieras heredado un millón de dólares. Eres uno de los afortunados hijos de Sat Purush, y él te ha escogido para que recibas el Nam y vayas con el maestro a sach khand (quinta región interior). Tienes que llegar allí, nada te lo puede impedir, pero puedes acelerar el proceso o retrasarlo, eso depende de ti.
Ahora, haz todo lo que puedas para eliminar todas las dificultades, las interiores y las exteriores, y después medita tantas horas como puedas. Mantén tu atención fija en el foco, sin permitir que la mente se escape u oscile lo más mínimo. Si la mente se escapa, vuelve a traerla inmediatamente y mantenla en el foco.
(…) Cuando entres en la primera región, obtendrás todo el beneficio de la corriente del sonido. La captarás de forma clara y dulce, y su música te llenará de alegría; y eso, por sí mismo, te ayudará a superar el resto de tus dificultades y debilidades. Eso es lo que te hace fuerte ante todos tus adversarios y hace que tu victoria esté totalmente garantizada. Con los sonidos melodiosos resonando en tus oídos, tu éxito está totalmente asegurado.
M. Sawan Singh. Joyas espirituales, carta 152
El maestro del ser humano
El deseo por el Nam solo crece mediante la virtud del contacto permanente con el maestro interior. La compañía de la gente mundana nos arrastra de nuevo al nivel de los sentidos. De aquí que el satsang, la compañía del gurú sea fundamental. Nuestro amor por el gurú hace que abandonemos el sendero de la mente y nos volvamos al interior.
Sardar Bahadur Jagat Singh. La ciencia del alma
En una ocasión, Akbar, el gran emperador mogol, y Birbal, uno de sus ministros, discutieron. Akbar argumentaba que el hombre nace con las cualidades que le hacen ser humano. Birbal no estaba de acuerdo. Pensaba que esas cualidades solo pueden aprenderse de otros seres humanos. Akbar le dijo que se lo demostrara. Birbal le pidió doce años para hacerlo, y se le concedieron.
Inmediatamente, Birbal reunió algunos bebés de procedencias distintas y los recluyó en la selva cuidados por niñeras mudas y con los animales de la selva como compañía. A los doce años, llevó a los niños ante el rey. Los niños se comportaban como animales y hablaban entre ellos como los monos de la selva en la que habían vivido. Akbar quedó convencido.
Aprendemos nuestras cualidades humanas de otros seres humanos. Si el profesor, el gurú o el maestro, es hábil y bondadoso, el discípulo también será influenciado. Un maestro solo puede enseñarle al discípulo lo que él sabe.
Como ilustra este relato, el ser humano es totalmente influenciable, hasta el punto de que el ambiente en el que nace y vive, así como las compañías que le rodean determinan en gran medida su experiencia y dirección en la vida.
De acuerdo con este principio, todo lo que hoy somos, todo lo que hacemos y pensamos es el resultado de las influencias y asociaciones con las personas, así como de las circunstancias que han formado parte de nuestra vida. No podemos eliminar esas influencias. Nuestra mente ha estado tan condicionada desde el nacimiento hasta ahora, que no podemos evitar pensar como pensamos y actuar como actuamos. La forma en que nuestros padres nos han criado, después la educación que hemos recibido, más tarde las relaciones afectivas, laborales, etc., han seguido condicionando nuestra vida. Todo esto ha hecho su efecto en la esfera material y mental de la vida.
El efecto de las influencias no es menor en la esfera espiritual. Si tenemos el propósito de desarrollar completamente nuestra vida, debemos profundizar en nuestra espiritualidad. Las buenas compañías y los esfuerzos sinceros nos pondrán en la dirección de Dios. En el libro Espiritualidad básica leemos:
Es una realidad de la naturaleza humana que inevitablemente nos volvemos semejantes a los que amamos. Las personas son influenciadas por la compañía que frecuentan. En la compañía de personas codiciosas y lujuriosas adoptamos tendencias similares, mientras que en la compañía de personas con una inclinación espiritual, también nosotros obtenemos dicha inclinación. En compañía de gente mundana estamos más expuestos a realizar acciones negativas, mientras que asociándonos con personas espirituales somos más propensos a volvernos pacíficos y puros.
¿Quiénes son las personas espirituales? Los maestros espirituales. Y los necesitamos porque ellos son las personas que crean a nuestro alrededor una atmósfera espiritual, de devoción, que nos inspira a seguir el sendero e ir hacia nuestro interior. Y como se desprende del relato inicial, solo alguien que conoce y ha experimentado la espiritualidad puede hacer que la experimentemos nosotros también; así funciona la naturaleza. Todo en la vida lo aprendemos con la ayuda o bajo la influencia de alguien que sabe y conoce lo que queremos aprender, igualmente, para aprender espiritualidad necesitamos un maestro experto en espiritualidad. Y lo es, porque al haber elevado su conciencia hasta las regiones espirituales más altas, ha visto cara a cara la realidad de Dios, se ha fundido en esa realidad y puede enseñarnos a nosotros cómo fundirnos también con él.
Ahora bien, ¿cómo logra un maestro esta fusión con Dios? y ¿cuál es la ayuda y el aprendizaje que nos transmite como discípulos?
El maestro espiritual verdadero ha descifrado el misterio de la muerte. Mediante el trabajo que hace sobre sí mismo y con el control que ejerce sobre su conciencia, puede salir todos los días del cuerpo humano y viajar a otras dimensiones interiores. Aprendiendo de él, nosotros también podemos conseguir los conocimientos necesarios para triunfar sobre la muerte.
El maestro nos explica el método de pasar de un nivel de existencia a otro. Siguiendo el método de meditación que él ha seguido, nosotros aprendemos –mientras vivimos– a atravesar la puerta de la muerte y regresar al cuerpo a voluntad. Solo una persona que antes de la muerte haya viajado por los reinos sutiles puede comprender esa realidad; únicamente la experiencia puede darle el conocimiento de lo que es. El intelecto es incapaz de comprenderlo.
La espiritualidad es un asunto muy profundo y complejo. Para viajar por las regiones internas es necesaria la compañía de un guía que haya viajado por ellas y las conozca. Mientras no entremos en contacto con una persona que esté plenamente familiarizada con todos los detalles de las regiones interiores, de modo que podamos sacar provecho de sus experiencias, nos resultará muy difícil movernos en esa dirección.
Ninguna persona de este mundo, por muy inteligente, amable o religiosa que sea, puede ayudarnos en esas regiones internas a menos que haya viajado por ellas. Igual que necesitamos un guía que nos dirija cuando viajamos por un territorio desconocido y peligroso del mundo exterior, también necesitamos un guía para viajar por los planos interiores. A menos que alguien haya llegado a esos planos sutiles y los haya cruzado, ¿cómo podemos esperar que salga a nuestro encuentro después de la muerte? De igual modo, a menos que una persona haya logrado ella misma la realización de Dios, ¿cómo va a poder llevarnos de regreso al Señor?
Nuestro maestro no solo debe guiarnos a lo largo de nuestra vida, sino que también tiene que acompañarnos y guiarnos después de la muerte. Una vez que hemos aceptado que siempre aprenderemos mejor de otro ser humano y que la espiritualidad no es materia de fe ciega, sino que es una ciencia como cualquier otra, comenzamos a valorar, aceptar y comprender la imprescindible necesidad de un maestro espiritual. Los grandes místicos o santos vienen al mundo precisamente para ese trabajo. Vienen, no para hacer de este mundo físico un lugar mejor, sino para revelarnos el método de la realización espiritual y liberarnos así de la interminable esclavitud del nacimiento y la muerte.
En el libro Espiritualidad básica leemos:
Nuestro maestro es el amigo, el guía y ejemplo vivo de la meta que queremos alcanzar, y se convierte en el fundamento y apoyo de nuestro crecimiento espiritual. Las ventajas que obtenemos cuando recibimos la dirección y consejo de un maestro vivo son infinitas.
Un verdadero maestro nos capacita para ser mejores personas, más amables, más eficientes, más amorosas, y para cumplir mejor con nuestras obligaciones diarias. Nos ayuda también a elevar nuestra conciencia sobre las esferas de la mente y la materia. Siguiendo sus instrucciones, contactamos interiormente con la energía de Dios. Es la magia de esta energía la que nos libera de todas nuestras limitaciones.
Solamente podemos amar a las personas que vemos, oímos, percibimos y conocemos. Por lo tanto, como no conocemos al Señor, no sabemos cómo adorarlo ni cómo amarlo. Amamos a los místicos, a nuestros santos, porque creemos que ellos han venido de Dios para estar con nosotros. Creemos que nuestro amor por ellos llegará a convertirse en amor por el Padre. Nos unimos a ellos. Y como ellos sí están realmente unidos al Padre, a través de ellos nosotros también nos uniremos al Padre.
Spiritual Perspectives, vol. I
Viaje del alma
El santo es el hábil capitán que lleva al alma de victoria en victoria. Es una travesía difícil, pero el santo ha pasado por ella muchas veces y lo controla todo. Por lo tanto, ese viaje espiritual es una larga sucesión de triunfos, hasta que el viajero llega a su gran meta final.
J. Johnson. Con un Gran Maestro en la India
Un maestro verdadero es amoroso y compasivo con todos.Un maestro verdadero no ‘habla meramente por hablar’, sino que ‘predica con el ejemplo’ viviendo una vida normal de manera ejemplar y coherente con sus propias enseñanzas. Un maestro dedica su vida a transmitir la verdad, libre, valerosamente y con amor a aquellos que la buscan sinceramente.
Sant Mat esencial
¡Como no eres profeta, sigue el camino! Algún día puede que salgas de este hoyo y llegues a un lugar elevado. Como no eres capitán, no tomes el timón; como no te has convertido en lengua de Dios, sé un oído.
Maulana Rum. Citado en Cuentos del Oriente místico
El progreso está en la práctica
Un maestro verdadero no alienta ni permite que los discípulos sigan símbolos externos, como vestirse de una forma especial, hacer gestos prescritos u otras formas de comportamiento. Los modales, la vestimenta y las costumbres varían enormemente de una cultura a otra. En un lugar, se demuestra respeto descubriéndose la cabeza pero con los zapatos puestos; en otro lugar, cubriéndose la cabeza y quitándose los zapatos. El maestro verdadero no concede ninguna importancia a tales observancias y signos externos. Un maestro espiritual verdadero solo está interesado en desarrollar la consciencia de la verdad en el discípulo, que está dentro de cada ser humano, independientemente de cualquier diferencia externa.
Si a pesar del solemne compromiso contraído en la iniciación, un discípulo deja de seguir las enseñanzas, es una elección personal y no es asunto de nadie más. Igualmente, si un discípulo siente el impulso de volver a la práctica al cabo de seis meses, seis años o incluso sesenta años, también es un asunto personal. En cambio, el maestro nunca abandonará a un discípulo una vez que esté iniciado. Por mucho tiempo que hayamos estado fuera del sendero, el maestro siempre recibirá con amor a un discípulo que desee reanudar su práctica.
La decisión de seguir el camino es completamente personal, ya que Sant Mat es un camino privado e individual de meditación interior practicada bajo la guía de un maestro espiritual verdadero. No es un camino nuevo, por la sencilla razón de que el camino hacia el conocimiento de la verdad es intrínseco al ser humano. El maestro actual se refiere con frecuencia al camino como simplemente convertirse en un buen ser humano.
El objetivo de la práctica espiritual es alcanzar el potencial más elevado del ser humano, fusionando nuestra conciencia con la energía creativa o poder divino que está presente en todo ser humano y, de hecho, en todo el cosmos. Esta amorosa energía o poder que los maestros de Sant Mat denominan Shabad (literalmente significa palabra o sonido) siempre está ahí, pero la mayoría de nosotros no somos conscientes.
La iniciación nos proporciona el método, la técnica de la meditación, para ‘ir al interior’ y establecer contacto con el Shabad. Nuestro progreso hacia esta meta después de la iniciación depende de cuánto esfuerzo pongamos en seguir las instrucciones del maestro. En este sentido, seguir un camino espiritual es como aprender a tocar un instrumento musical, dominar un oficio como la alfarería o aprender un idioma nuevo. Podemos mejorar, podemos progresar, podemos incluso sobresalir, pero el progreso depende de la práctica.
Sant Mat esencial
¡Confianza plena!
¿Por qué, alma querida,
estás tan confundida y desalentada?
Escucha lo que te digo,
pues el maestro te hará cruzar el océano.
Si te sujetas con fuerza
a la bandera del Shabad,
Kal no te puede tocar.
Deberías quedar embelesada con el Shabad
y no dejarte influenciar.
Ignora toda conversación engañosa;
reconoce el sendero del maestro como verdadero.
Elévate y establécete en el reino de agam,
tal y como Radha Soami te ha explicado.
Soami Ji. Sar bachan poesía. Bachan 19, shabad 15
Una vez, cuando Gurú Gobind Singh Ji, junto con algunos de sus discípulos, caminaba por la orilla de un lago, tomó una piedra con la mano y la dejó caer en el agua. Lógicamente, tan pronto como la piedra tocó el agua comenzó a hundirse, y entonces Gurú Sahib preguntó a sus discípulos: “¿Por qué la piedra se ha hundido en el agua?”. Prácticamente, todos dijeron que la piedra se había hundido porque era más pesada que el agua. Sin embargo, entre los discípulos estaba Bhai Nandlaal Ji que dio una respuesta totalmente diferente, y dijo: “La razón de que la piedra se haya hundido, maestro, es porque se soltó de las manos, si hubiera permanecido en sus manos, nada podría haberla hundido”.
Esto es exactamente lo que Gurú Gobind quería expresar y hacer entender a sus discípulos al dejar caer la piedra en el lago. Una vez que buscamos refugio en un verdadero maestro y conseguimos su protección, nunca nos ahogaremos en el océano de la existencia, sino que el maestro nos ayudará a cruzar el océano. Ningún poder, incluyendo el poder de Kal (poder negativo), podrá impedir que el discípulo se reúna con el Señor. Esta es la seguridad que Soami Ji le transmite a nuestra alma en el shabad inicial.
El alma ha estado separada del Señor desde un tiempo inconmensurable, ha sufrido el dolor de la separación de forma tan extrema que ha perdido todas las esperanzas de reunirse de nuevo con el Señor, por lo que Soami Ji, como un Padre amoroso, anima al alma y le dice que no se preocupe, que no se desanime: “¿Por qué, alma querida, estás tan confundida y desalentada?”. No pierdas la esperanza; te aseguro que tengo plena fe en que con la gracia del maestro y la práctica del Nam, serás transportada. Simplemente tienes que llamar a la puerta con la ayuda del simran. Solo tienes que llamar.
¿Por qué razón el Señor no debería abrir la puerta? Definitivamente la abrirá. ¿Cómo podría un padre no abrirle la puerta a su hijo si le llama desesperadamente? ¿Haríamos eso con nuestro hijo? ¿Permitiríamos que nuestro hijo estuviera de pie en la puerta? No. Jamás. Entonces, ¡cómo podría nuestro amado Padre, el Señor, hacernos eso a nosotros, sus hijos! Soami Ji dice: “Escucha lo que te digo, pues el maestro te hará cruzar el océano”. ¡Quién podría decir algo así, con tanta confianza y seguridad! Solo aquel que con la ayuda de su propio maestro ha sido llevado al otro lado del océano de la existencia y se ha convertido en uno con el Señor. En la Biblia leemos: “… y al que llama, se le abrirá”. (Mateo 7:8).
No dice se le puede abrir, sino “se le abrirá”. En otras palabras, en el camino de los santos no hay lugar para palabras como ‘puede o si acaso’. No; es definitivo: “… y al que llama, se le abrirá, y todo aquel que pide, recibe”. Todos los maestros lo han expresado con la misma contundencia, que a su vez es fruto de su propia experiencia: todo el que se esfuerce, todo el que movido por esa separación anhele al Señor y llame de corazón, las puertas se le abrirán de par en par.
Si reflexionamos sobre nuestra propia vida, nos daremos cuenta de que podemos haber leído muchos libros y tener un gran conocimiento en referencia al Señor, pero esa teoría es algo muy distinto a sentir amor por él, a afligirse por sentirnos separados de él. Ese anhelo, ese dolor de la separación, ¿cuándo se despertó? Esa maravilla tuvo lugar con esas miradas cruzadas y profundas entre maestro y discípulo (darshans) y con esas palabras amorosas e inspiradoras del maestro. Fue el maestro quien nos despertó de la vana realidad del mundo. Y es este mismo despertar, el que nos inspira a sentarnos a meditar; si no fuera por este despertar la seducción del mundo es tal que no nos permitiría ni por casualidad pensar en meditar. Tal y como dice Hazur Maharaj Ji en Muere para vivir:
Si por ti fuera, no te sentarías ni siquiera cinco minutos. Así que si ves esto desde un punto de vista más elevado, es definitivamente el Padre quien nos está atrayendo hasta su propio nivel.
Soami Ji dice en el Sar bachan prosa:
Sin la ayuda y la gracia de un satgurú vivo, la verdadera devoción y realización son inalcanzables.
Nacimiento tras nacimiento hemos buscado incansablemente la felicidad. Pero ¿cuál es nuestro concepto de felicidad? Cuando éramos niños los juguetes eran nuestra fuente de felicidad, pero a medida que crecíamos estar con nuestros amigos nos daba alegría; los juguetes dejaron de ser importantes y hoy, probablemente, la familia sea nuestra fuente de felicidad. Eso significa que nuestra fuente de felicidad siempre ha estado sujeta a cambios. ¿Por qué? Porque en este mundo todo es temporal y, como no hemos conseguido nada definitivo, seguimos buscando una felicidad duradera. Sin embargo, si obedecemos a nuestro maestro y dedicamos regularmente tiempo a la meditación, lentamente pero con seguridad la meditación se convertirá en nuestra fuente de felicidad, y entonces encontraremos razones para dedicar más y más tiempo a esta práctica espiritual. Y cuando eso ocurra, ¿quién podrá impedir que, a su debido tiempo, alcancemos la realización y logremos esa felicidad verdadera y eterna? Como dicen los místicos: Al que llama se le abre y el que pide, recibe.
Nuestro problema es que deseamos encontrarnos con el Señor, pero no estamos dispuestos a dejar el mundo. Queremos al Señor y también al mundo. Deseamos ir a sach khand, pero no estamos dispuestos a abandonar los atractivos mundanos. Entonces, ¿cómo es posible lograrlo? No es posible, ¿verdad? Es como si quisiéramos obtener algo que nos ofrecen, pero nuestras manos estuvieran cerradas con fuerza sosteniendo algo. Lógicamente, primero tendríamos que abrir nuestros puños y soltar lo que tenemos. Y es precisamente ahí donde nos quedamos atascados, porque no sabemos cómo soltar o dejar ir la inmensidad de cosas que retenemos. ¿En qué parcela de nuestra vida estamos dispuestos a soltar algo? ¿Tal vez en nuestras relaciones, bienes, en el respeto o el honor? Nos aferramos fuertemente a todo, no estamos dispuestos a desprendernos de nada, por lo que en consecuencia, el ciclo de la reencarnación tampoco nos suelta. No estamos dejando ir nuestros deseos, y el ciclo de la vida se repite una y otra vez y no nos deja ir. En el libro Sant Charan Das leemos:
Mientras haya amor mundano, el dolor es ilimitado;
inmerso en el miedo y la preocupación,
estamos constantemente sometidos a las espinas.
Por eso, es importante dirigir nuestro amor mundano al amor divino. Porque el amor divino nos ayudará a dejar de lado nuestros apegos mundanos. Así que dirijamos de una vez por todas nuestro amor al maestro, y recordemos que en el viaje interior no se permite ningún tipo de equipaje. Todo lo que podemos llevar con nosotros es la riqueza que atesoremos en la meditación, y solo el Nam tiene esa cualidad especial, ‘esa portabilidad’ para viajar con nosotros aquí en este mundo y en el más allá.
A menudo se dice que donde hay verdadera devoción, no existe la más mínima expresión de deseo: todo lo que hay es entrega y gratitud. Por lo tanto, todo lo que se requiere es practicar la devoción, la meditación con amor y fe implícita. Pero este tipo de fe solo puede construirse sobre la base de una confianza absoluta. Una confianza que no se limita a los parámetros de las meras palabras, de hecho, debería estar tan profundamente ligada a cada una de nuestras respiraciones, que ni siquiera una fracción de duda debería surgir en la mente.
Una vez, un hombre caminaba lentamente sobre una cuerda atada entre dos altas torres y se balanceaba con un largo palo en sus manos, con su hijo sentado sobre sus hombros. La gente que estaba abajo le observaba con la respiración contenida y mucha tensión. Cuando llegó a la segunda torre todos aplaudieron y lo felicitaron. Entonces, preguntó a la multitud: “¿Alguien cree que puedo volver a la primera torre con esta misma cuerda?”.
La multitud gritó a una sola voz “¡Sí, claro que puedes!”. El hombre volvió a preguntar: “¿Confiáis en mí?”. Todos respondieron unánimemente: “Sí, incluso estamos dispuestos a apostar por ti”.
A lo que el hombre respondió: “Bien, ¿alguien me dejaría a su hijo para que sentado sobre mis hombros cruzara conmigo?”. Se produjo un silencio aterrador; todo el mundo se quedó callado. Nadie respondió. Nadie estaba dispuesto a dejarle a su hijo. ¿Por qué? Seguramente creían que podía hacerlo, pero no estaban dispuestos a confiarle a su propio hijo.
Por eso se dice que una cosa es creer y otra confiar plenamente. Parece que nosotros también estamos en el mismo barco. Decimos tener fe, pero ¿por qué se tambalea en las vicisitudes de la vida? ¿Dónde va esa confianza en ese momento? Necesitamos consolidar nuestra confianza, porque solo cuando la confianza sea absoluta, seremos capaces de entregarnos al Señor. Y solo entonces, podremos afirmar verdaderamente que tenemos fe. ¡Fe implícita en él!
A menudo se dice que la fe en sí misma es una fuerza tan poderosa que es capaz de mover montañas, sin embargo, en la espiritualidad, la fe no solo mueve montañas, sino también al Creador de esas mismas montañas. Si nuestra fe es auténtica, conmoverá su misericordia y nos llevará con él. Por eso, la fe implícita en nuestro maestro y en sus enseñanzas son indispensables.
Desde hace eones, hemos estado vagando sin rumbo por esta tierra ajena, pero ¿somos conscientes de la preciosa relación que hemos sacrificado para estar aquí? Hemos sacrificado la relación que compartimos con nuestro Padre todopoderoso. Ese Padre que nos ha estado esperando infinitamente en su forma de Shabad, justo dentro de nosotros, y que nos ha estado llamando constantemente. ¿Podría alguien estar satisfecho sacrificando algo tan valioso?
Sí, puede que hayamos fomentado muchas relaciones mundanas, pero preguntémonos si acaso estas relaciones no han cambiado con el paso del tiempo y finalmente nos han dejado llenos de insatisfacción. Desde que hemos llegado a esta creación nos hemos enfrascado tanto en esas relaciones, que nos acordamos de todo excepto del Señor quien nos lo ha dado todo. Sí, de vez en cuando pensamos en él porque es nuestro Padre, así que en algún lugar dentro de nosotros hay definitivamente cierta atracción hacia él, pero son tan solo ráfagas fugaces que finalmente desaparecen, porque no sabemos aprovecharlas intensificando nuestra meditación, nuestra relación con él. Y al olvidarlo, acabamos perdidos en el camino de la vida.
En los tiempos actuales la vida se ha vuelto difícil… Definitivamente los problemas han aumentado, pero preguntémonos: ¿No recibimos una sensación de paz cuando nos sentamos en su recuerdo, en medio de todos estos problemas?
En las siguientes líneas, Soami Ji dice en su shabad inicial:
Si te sujetas con fuerza a la bandera del Shabad,
Kal no te puede tocar.
Deberías quedar embelesada con el Shabad
y no dejarte influenciar.
Ignora toda conversación engañosa;
reconoce el sendero del maestro como verdadero.
Elévate y establécete en el reino de agam,
tal y como Radha Soami te ha explicado.
Él explica que todos tenemos una pesada deuda kármica por pagar. Y hasta que no paguemos completamente los karmas, ya sean positivos o negativos, tendremos que seguir volviendo al ciclo de la transmigración. Los santos son un almacén de amor y compasión, sienten una tremenda compasión hacia las almas. Y precisamente por eso están a nuestro lado, dispuestos a mostrarnos una salida de este tortuoso escenario de karmas, dándonos una solución permanente.
Una vez que el discípulo reúne su atención en el centro del ojo con la ayuda del simran, y alcanza el Shabad divino, entonces esta misma fuerza divina quemará todos los karmas del discípulo, y Kal ya no podrá aprisionar más al alma en este mundo dual de luz y sombras.
En la historia inicial, sobre la piedra que se hunde en el agua, Gurú Gobind Singh Ji transmitía este mismo mensaje: una vez que alguien alcanza la protección de los santos verdaderos, entonces ni siquiera Kal puede impedirle que se reúna con el Señor.
Una vez que el discípulo entre en contacto con el Shabad y escuche la melodía divina, todas las dudas e ilusiones de la mente se disiparán, y alcanzará su verdadera morada. Es con la ayuda del maestro como el alma podrá alcanzar el reino inaccesible. En otras palabras, la promesa que Soami Ji expresaba al decir: “… el maestro te hará cruzar el océano”, se cumplirá finalmente.
En los tiempos difíciles de hoy, en esta época de pandemia, los médicos, por nuestro propio bien, nos recomiendan encarecidamente permanecer en el interior, y esto es exactamente lo que los santos nos han dicho repetidamente. Si deseas permanecer a salvo de la pandemia kármica, entonces quédate dentro, en la casa de tu cuerpo, y bebe el néctar que fluye en el interior, la panacea que te salvará de la pandemia kármica.
Por lo tanto, vayamos al interior y recibamos el darshan interior del maestro, porque solo entonces, tal como dice el shabad, ¡reconoceremos el camino del maestro como verdadero!