Abril 2024
El camino real de los maestros
Tenemos que llamar a la puerta de nuestra casa, nuestro cuerpo; la puerta es el centro del ojo, y llamar a la puerta es meditar…
Del yo material a la divinidad
Puedes ser un anfitrión de Dios o un rehén de tu ego. Es tu llamada…
Reflexiones
Cuanto más preocupados estemos por el mundo material, tanto más perderemos nuestra perspectiva espiritual…
El maestro responde
La espiritualidad es la consciencia de la presencia divina en cada momento de nuestra vida cotidiana…
¿Qué enseña un maestro?
Si por la gracia de Dios alguien puede encontrar a un santo que haya alcanzado la realización de Dios…
Cartas espirituales
La iniciación nos proporciona el método, la técnica de la meditación para ‘ir al interior’ y establecer contacto con el Shabad…
Por un final feliz
Como he dicho con frecuencia, el maestro no es el cuerpo. El maestro es el espíritu que está en el cuerpo…
Nuestra verdadera edad
Lo que nos indica la evolución de un ser humano es la conciencia que posee de pertenecer a un todo mucho más vasto que él…
Caminos de búsqueda
Si no fuera por su gracia, ni encontraríamos al maestro ni seguiríamos el sendero. Su gracia es lo primero que llega…
Un vislumbre del amado
Mi divino consorte ha venido a casa; ¡cantemos juntos, oh mis compañeros…
El juego del amor continúa
¿Cómo pueden aquellos cuyos corazones están entusiasmados con este mundo entender mi situación?…
Más allá de las palabras
No soy este cuerpo que ven los amantes, soy esa alegría y felicidad que sientes por dentro…
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El camino real de los maestros
Tenemos que llamar a la puerta de nuestra casa, nuestro cuerpo; la puerta es el centro del ojo, y llamar a la puerta es meditar tal como nos enseña el maestro en el momento de la iniciación.
M. Charan Singh. Perspectivas espirituales, vol. I
Durante siglos se le ha dicho al género humano que es el templo de Dios, pero no se le ha enseñado exactamente ‘cómo entrar en ese templo y encontrar a Dios’. Este sistema (Sant Mat o enseñanzas de los santos) ofrece el método. Da la llave para ese templo. Invita al estudioso a abrir la puerta y entrar.
Desde que el ser humano empezó a especular sobre lo que había más allá de la muerte, la humanidad se ha detenido silenciosa ante las tumbas de sus seres queridos, estremeciéndose ante la ‘oscuridad desconocida’. Sin embargo, para los maestros y sus discípulos no hay tal oscuridad desconocida. Ellos saben lo que hay después de la muerte, y conocen cualquier hecho corriente de esta vida. ¿Cómo? Porque el maestro y sus discípulos avanzados pueden pasar a voluntad por las puertas de la muerte, para ver lo que hay allí, y luego volver a la vida normal en cualquier momento y tan a menudo como deseen. De esta manera han conquistado al último enemigo, mientras viven en el cuerpo.
Cuando la humanidad empezó a pensar y reflexionar sobre su condición, se encontró a la deriva, arrastrada por la marea, víctima impotente de miles de males, guiada por fuerzas aparentemente ciegas, obstaculizada y hostigada a cada paso. (…) ¿Quién no se ha dado cuenta de su incapacidad para enfrentarse a los miles de enemigos que le acechan constantemente en su camino? Pero los maestros y sus discípulos no están tan desvalidos. No son paja arrastrada por el viento. Un maestro es un maestro de verdad. Él controla la vida y la muerte, y sostiene las fuerzas de la naturaleza, dirigiéndolas con su mano como un mecánico controla su máquina.
Para los maestros la vida no tiene problemas sin resolver; la muerte no les aterroriza. Para ellos el futuro es un libro abierto, y el júbilo les acompaña durante todo el día, como el dulce repicar de las campanas. Puesto que todo el mundo anda buscando la felicidad, aquí está el Camino real hacia ella. Es el Camino real de los maestros.
¿Qué es? ‘Es un método científico de entrar y realizar el reino de los cielos mientras aún vivimos aquí en el cuerpo humano’. ¿Es aspirar a demasiado? No. Puede hacerse, (…) esta es la gran labor de todos los maestros y santos de todas las épocas.
(…) La ciencia de los maestros es una ciencia universal. No es patrimonio de ningún país o época ni tampoco se circunscribe a un cierto grupo de personas, sino a toda la humanidad.
El sendero de los maestros. Introducción
Del yo material a la divinidad
Puedes ser un anfitrión de Dios o un rehén de tu ego. Es tu llamada.
Wayne Dyer. El cielo es el límite
En las sociedades contemporáneas, el materialismo reinante contribuye al culto del ego. La importancia de la adquisición de bienes materiales y el éxito externo –como indicadores de felicidad de este enfoque– refuerzan la idea de que la realización personal y la satisfacción provienen de la acumulación de posesiones, reconocimiento social y logros externos. En contraste, las filosofías espirituales abogan por la desconexión del materialismo y la búsqueda de la satisfacción interior a través de la comprensión de uno mismo y de la conexión con lo espiritual. Redefinir los valores y encontrar significado más allá de las posesiones materiales es fundamental para contrarrestar el impacto negativo del materialismo en el culto al ego. Vamos a reflexionar sobre las consecuencias de esto y la alternativa que nos ofrece el misticismo de este sendero.
En efecto, el culto al ego es destructivo porque nos aísla mentalmente de lo espiritual y nos reduce a meros robots orgánicos. En el libro Sultán Bahu, este gran místico persa, expresó la siguiente idea:
Ninguno de los incontables libros que has leído en tu vida ha destruido tu brutal ego. En efecto, nadie sino los santos pueden matar a ese ladrón interior, que destroza la misma casa en la que vive.
Bahu nos dice que solo los santos pueden eliminar el ego. Afortunadamente, cuando seguimos el sendero espiritual, recibimos la enseñanza de un santo que nos instruye en un sendero de devoción mística, lo cual significa venerar un misterio más grande que uno mismo, entregarse a algo que en esencia supera nuestra razón. Pero primero debemos usar la razón para acercarnos a ese misterio.
Lo más destacado de este sendero místico es el maestro como puente hacia el Verbo, y el Verbo como puente hacia Dios. En términos bíblicos es la Trinidad del Padre, el hijo y el Espíritu Santo. El maestro es quien nos da la clave para practicar la devoción mística y es quien nos conecta con nuestra esencia espiritual. La unidad de estos tres elementos se expresa en varias partes de la Biblia. Sobre la unidad del Verbo y Dios dice: En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. (…) Todas las cosas por él fueron hechas… (Jn. 1:1-3). Respecto a la unidad del maestro y el Verbo dice: El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros… (Jn. 1:14). Y por último, sobre la unidad del Padre con el hijo, Jesús dijo: Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. (Jn. 14:11).
Del mismo modo, como hemos visto anteriormente, Sultán Bahu expresa que solo los santos pueden eliminar el ego, Jesús dice algo similar:
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por mi causa, la encontrará. (Mt. 16:25).
O sea que quien viva a través del ego perderá la vida espiritual, pero quien pierda su ego siguiendo las instrucciones de su maestro espiritual, la encontrará. El maestro vivo es una muestra de la plenitud espiritual. Él da fe de la unidad del alma con Dios a través de su propia experiencia. Además, nos enseña cuál es la forma de venerar a ese gran misterio que es Dios.
La forma de veneración que nos enseñan los maestros de este sendero consta de dos partes. La primera, llamada simran o recuerdo, sirve para reemplazar la narrativa del ego que nos mantiene atados al mundo por algo que no tenga relación con el mundo exterior, para así poder llevar la atención al interior. Para este fin, los maestros nos dan cinco nombres sagrados que podemos repetir en cualquier momento del día, y que además los repetimos durante la primera parte de la meditación.
La segunda parte tiene que ver con conectar la consciencia con su propio origen, que es el Verbo. El Verbo, también llamado Shabad, Palabra o Nombre de Dios, es el misterioso poder mediante el cual Dios sostiene la creación. Dado que es el poder que sostiene todo y a todos, puede percibirse dentro de todos nosotros en forma de sonido. Jesús hizo referencia a él cuando dijo: El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va (Jn. 3:8). La audición del sonido es la segunda parte de la meditación. Esta práctica de escuchar atentamente se llama bhajan, y significa literalmente ‘adoración’. A través de esa devoción, podemos recordar que somos de la misma esencia que ese gran misterio.
El nombre para la práctica impartida en este sendero es Surat Shabad Yoga, que significa unión del alma o atención con el Shabad o Verbo. Integrar esta práctica mística en nuestra vida diaria pone nuestra mente en equilibrio, nos capacita para vivir lo cotidiano con mayor plenitud, y hace que nuestras vidas sean más plenas y armoniosas. Con la ayuda de esta práctica comenzamos a sentirnos menos aislados del resto del universo, porque somos conscientes de ese poder que unifica y lo sostiene todo.
Desde esta perspectiva el sendero es práctico y conveniente, nos proporciona los medios para un fin, que es día a día eliminar lo que reconocemos como nuestro yo, hasta llegar a la infinita divinidad de Dios.
Aquí cabe mencionar que este sendero no es para escapar de nuestro pasado, ni para escapar del destino que todavía nos falta por vivir en este mundo. Al contrario, es para hacer frente a esta vida con mayor plenitud, con más paz y estabilidad mental. Para eso, hay que reconocer primero el punto en el que estamos, aceptar nuestra condición actual, nuestras fortalezas y debilidades, y de manera gradual y cuidadosa ir corrigiendo las faltas, ir sanando las heridas, ir descubriendo y desarrollando nuestras virtudes, e ir así avanzando hacia la meta de vivir una vida en constante conexión con el Shabad.
El culto a la materia y al ego es un culto a maya, la ilusión o ignorancia espiritual, y por lo tanto es un veneno para el impulso natural del alma por regresar a la conciencia original divina. El culto al ego es contrario al progreso espiritual porque el ego depende de la creencia de que somos un personaje separado del cosmos, que además tiene derecho a imponer su voluntad por encima del mundo.
Por otro lado, la realidad espiritual es que este personaje es solo una pequeña parte del cosmos y tiene un humilde papel que desarrollar, y además ni siquiera somos tal personaje, sino un alma -una partícula de conciencia pura de la misma esencia que el Creador- que viene solo a percibir temporalmente la creación desde la perspectiva limitada de uno de sus seres. Pero esa realidad se vuelve casi imposible de recordar bajo la influencia del veneno de maya o ilusión. Y como estamos constantemente expuestos a ese veneno, en este sendero nos dan el antídoto, y remarcan la importancia de aplicarlo cada día. De ahí la necesidad e importancia del maestro vivo en este sendero. Porque el maestro vivo es el primer puente hacia Dios que encontramos en el mundo. Él es el Verbo hecho carne que habita entre nosotros y nos pone en contacto con el Verbo interior.
El maestro es quien nos incita a dejar la esclavitud del materialismo y encontrar la paz dentro, siguiendo sus enseñanzas. Ver la gracia con la que él brinda su servicio, inspira devoción en nosotros. Así como un estudiante de violín se inspira al ver y escuchar a un maestro interpretar a Vivaldi o a otro gran compositor, a los buscadores espirituales les despierta el anhelo espiritual ver a un maestro que vive en comunión constante con el Verbo.
El maestro tiene ese don de despertar en nosotros la consciencia del Shabad y hacer que nos fundamos finalmente en él. Al respecto, en el libro de Gurú Nanak, sus enseñanzas místicas, leemos: “El gurú nos bendice con el Nombre del Señor, y nos hace fundirnos en él, igual que hace al agua mezclarse con el agua”. El Nombre del Señor con el que nos bendice el gurú se refiere al Verbo y también al mantra y la práctica necesaria para sintonizarlo.
Dado que un maestro del Shabad ya fundió su consciencia en el Verbo, la devoción a él tiene el poder de hacer lo mismo por sus discípulos. Además, el consagrarnos al gurú tiene el efecto de disolver el ego, que es el principal obstáculo en la realización de Dios.
En realidad, los maestros solo nos aconsejan renunciar a los apegos mundanos para que podamos recobrar la libertad espiritual de nuestra alma, la cual es invaluable. En palabras de Jesús: Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? o ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? (Mt. 16:26).
El hecho de que el placer y el poder mundano no brindan felicidad duradera ha sido constatado por místicos y mundanos por igual. Pero han sido solo los místicos quienes han sabido trazar el camino que sí lleva a la felicidad a través de la devoción al gurú.
En el libro Kabir: The Great Mystic, él expresa perfectamente el valor del don de la devoción, dice:
Si solo entregando tu cabeza puedes obtener devoción al gurú, incluso entonces ten eso como una ganga.
Incluso más que una ganga es un regalo de valor incalculable. Porque ¿cómo se le puede dar valor a aquello que nos libera de la esclavitud del ego y a la vez nos da acceso a Dios?
Los místicos nos enseñan que practicar esta triple devoción al maestro, al Verbo y a Dios, es el antídoto para toda preocupación mundana.
Y Gurú Arjan en el Adi Granth nos da la receta, diciendo:
Lo que sea que el Señor haga, lo tomo por dulce; esta sabiduría he aprendido de los místicos.
Y no es coincidencia que el remedio sea básicamente lo opuesto al hábito típico del ego, que es resistirse a lo que sucede y desear lo que no sucede, ya que en realidad toda preocupación y sufrimiento mental viene de resistirse al momento presente. Aceptar lo que no podemos cambiar, y actuar sobre aquello que sí, es una famosa receta para la paz mental.
Se podría decir que la actitud clave en el misticismo es la humildad, mientras que la actitud característica del materialismo es el egoísmo, y ambas llevan nuestra consciencia a polos opuestos de la creación, o sea el polo positivo y el negativo, respectivamente. Los místicos nos indican que la creación es mucho más grande que lo que percibimos como mundo físico, y que está organizada como una serie de esferas concéntricas que se proyectan “una sobre la otra” por así decirlo, yendo del mayor grado de consciencia, mayor fulgor espiritual y mayor permanencia, al menor. Pero más que lugares, estos planos de existencia son estados de consciencia que podemos percibir incluso mientras vivimos nuestra vida actual.
Mediante la meditación que nos enseña un místico vivo podemos acceder a esos estados de consciencia. Y cuanto más elevamos nuestra consciencia hacia Dios, más podemos percibir el amor, la belleza, la verdad, y muchas otras virtudes, incluso en este mundo aparentemente tan roto. Esto se debe a que vamos descubriendo que nuestra alma es de la misma esencia que Dios, y Dios, que es el origen de todo cuanto existe, es puro amor, belleza y verdad.
El maestro nos enseña que apegando nuestra consciencia al Verbo podemos elevarla de vuelta a su origen, que es Dios. Mediante la devoción que nos enseñan los místicos podemos dejar atrás el culto a la ilusión del ego materialista, y recobrar la plenitud espiritual de nuestra alma, que es nuestra herencia divina, para vivir en constante paz y felicidad.
Reflexiones
Cuanto más preocupados estemos por el mundo material, tanto más perderemos nuestra perspectiva espiritual. Por esta razón, los santos nos previenen de que el mundo es un lugar muy peligroso. Desde su punto de vista, caminamos a lo largo del borde de un precipicio, y si dejamos que divague nuestra atención podemos morir despeñados. Por esa razón es tan importante nuestra práctica diaria de la meditación, como lo son también el satsang regular y la lectura de escritos espirituales. Frágiles seres humanos como somos, nos resulta demasiado fácil dejarnos seducir por lo superficial de la vida y mirar al mundo material en busca de bienestar y seguridad.
Vida honesta
El poder interior no ignora lo que estás haciendo. Está contigo y continuamente te cuida y te guía. Cuando tu amor por ese poder sobrepase a tu amor por ti mismo, y el ‘yo’ haya sido sustituido por el ‘tú’, la forma del gurú se hará visible en tu interior.
Joyas espirituales
El maestro responde
La espiritualidad es la consciencia de la presencia divina en cada momento de nuestra vida cotidiana. Crecer en espiritualidad es crecer en consciencia.
Una llamada al despertar
P. Maestro, parece que bastantes personas piensan que existe algún tipo de despertar espiritual o un nuevo deseo de conocimiento espiritual en el mundo occidental. ¿Es así realmente? ¿Acaso estamos en la Era de Acuario?
R. No sé lo que dicen los astrólogos, hermano, pero cuando estás al pie de una colina, estás ansioso de llegar a la cima, estás emocionado por encontrar algo allí arriba. Cuando alcanzas la cima no te queda otra opción más que mirar hacia abajo. Te sientes frustrado, pues te has esforzado por llegar allí y no encuentras lo que estabas buscando. En occidente las personas a nivel material lo han conseguido todo. Incluso han llegado a la luna. Pero a pesar de todos los logros obtenidos, ven que no se han convertido en una nación mejor, más sana o feliz. Les falta algo, echan de menos algo. En su sociedad hay más casos de enfermedades mentales, más hogares rotos, más agonía e infelicidad.
Si todo este materialismo no les ha proporcionado paz mental, quizá piensen que su búsqueda de la paz esté mal encaminada. Ahora se están volviendo hacia el interior, a la religión, a la espiritualidad, y eso es algo importante. Se han dado cuenta de que a pesar de haber llegado a la luna y de haber conseguido todos esos logros materiales, no han podido encontrar la felicidad, entonces comprenden que su búsqueda de la felicidad va en una dirección equivocada. Viven en agonía, pero cómodamente. Son cómodamente infelices, pero se han dado cuenta de que son infelices. Y por lo tanto, se están acercando a la religión y a la espiritualidad. Así pues, debo decir que hay una especie de despertar.
Sin embargo, en oriente está ocurriendo lo contrario. Piensan que tal vez serán felices cuando lleguen a la cima. Y corren tras el materialismo tratando de encontrar la paz y la felicidad, mientras que en occidente, hablando en términos generales, están abandonando el materialismo, por así decirlo. Ahora intentan encontrar la paz en la religión y la espiritualidad. Y cuando se acercan a la religión, a la religión ortodoxa, tradicional, no quedan satisfechos, pues se han vuelto tan intelectuales que no aceptan las cosas basadas simplemente en la fe. El razonamiento y la mente científica están presentes. No quedan satisfechos con los dogmas, con el enfoque tradicional de una determinada religión. Y por lo tanto, buscan por todas partes intentando profundizar; así llegan a esos movimientos espirituales y tratan de conocerlo todo. Definitivamente, se está produciendo cierto despertar.
M. Charan Singh. Perspectivas espirituales, vol. I
P. Maharaj Ji, creo que el Dr. Johnson, mencionó en El sendero de los maestros que podría estar llegando una edad dorada. ¿Hay alguna esperanza?
R. Hermana, ¿no crees que ya es una edad dorada el que estemos en el sendero, que estemos meditando y que hagamos lo posible por volver con el Padre y por perder nuestra propia identidad? ¿No es esto una edad dorada?
P. Maestro, he oído decir que al principio no podemos hacer mucha meditación, que un largo período de meditación nos ayudaría a despertar viejas semillas que no podríamos manejar.
R. El problema, hermano, es simplemente que a veces tratamos de conceder mucho tiempo a la meditación y al no conseguir resultados aparentes nos frustramos y la abandonamos enteramente. Por eso se nos advierte que debemos intentar dedicar a la meditación ese preciso tiempo de dos o tres horas y que no nos preocupemos del progreso. En ese caso no hay frustración o reacción con respecto al tiempo invertido en la meditación.
Si disfrutamos la meditación interiormente, podemos concederle un tiempo mayor, eso está bien. Pero la mente no debe rebelarse. A veces está colmada de amor y devoción; desea darle mucho tiempo. En otras ocasiones está confusa y absolutamente vacía; no desea sentarse de ningún modo. Eso no está bien. La meditación tiene que convertirse en un hábito, una parte de nuestra rutina diaria, y nosotros hemos de ser puntuales y regulares en la medida de lo posible. En ese caso no nos sentiremos frustrados.
M. Charan Singh. Muere para vivir
¿Qué enseña un maestro?
Si por la gracia de Dios alguien puede encontrar a un santo que haya alcanzado la realización de Dios, debería interiorizar sus enseñanzas y moldear su vida consiguientemente. Esto es verdadero satsang.
M. Sawan Singh. Filosofía de los maestros, vol. I
Si alguien nos pregunta: ¿Qué es este sendero de Sant Mat y qué es lo que un maestro espiritual explica?, ¿cuál es la enseñanza? Una de las respuestas que podemos dar, de forma resumida, es: “Un maestro espiritual nos enseña a conocer a Dios y cómo alcanzar la liberación del ciclo de nacimiento y muerte”.
Y en el mundo en que vivimos y con la forma de vivir que tenemos, este no es un mensaje que a las personas, en general, les resulte familiar o que despierte su curiosidad e interés. ¡Nada más y nada menos que conocer a Dios!, cuando todos vivimos pendientes de nuestras cosas e intereses en el mundo, de todo lo que hay en él, de los seres que nos rodean, de nuestros quehaceres y de las metas que nos proponemos. En medio de todo esto, ¿dónde queda Dios? El mundo es lo importante y, por tanto, nos parece que lo normal es dedicarnos a él.
Sin embargo, los maestros sostienen que lo más natural y lo que nos corresponde a los seres humanos, es vivir manteniendo de forma consciente la relación y conexión con el Creador y no solo con su creación, como hacemos. Esta relación debería ser una experiencia real en nosotros, en tanto que nuestra alma es una partícula del Señor, es de su misma esencia. Pero no ocurre así porque hay una desconexión, una distancia provocada por una entidad que existe en nosotros y que ha establecido, –durante tiempo inmemorial– un espeso velo o cortina entre nuestro ser real que es el alma y Dios. Y esta entidad es la mente.
Cuando vinimos a este mundo nuestra alma tomó la compañía de la mente, y todas y cada una de las acciones que realizamos bajo el dominio de la mente –dirigidas hacia el mundo– nos devuelven a la cárcel de la rueda de nacimientos y muertes (chaurasi); y así, seguimos atados indefinidamente a la creación.
Una mente que, por otro lado, debería hacernos discernir, pensar, puesto que como humanos estamos dotados con la facultad de discernir, algo de lo que el resto de criaturas carece. En efecto, una mente que puede ayudarnos a pensar hacia dónde dirigir la vida, para hacer algo más que meramente ocuparnos de nuestra supervivencia. La mente debería orientarnos hacia cosas más valiosas que los logros mundanos: deberíamos encaminarnos hacia el reconocimiento de nuestra esencia espiritual, para poder así reconocer a nuestro Creador. Como leemos en el libro El sendero:
… En cada hoja, en cada semilla, en cada partícula de arena está Dios, y nada puede suceder sin él.
Por tanto, se trata de lograr esa ‘consciencia’, y la mente debería encaminarnos hacia esa búsqueda que nos lleve a emprender el camino para percibir a Dios en nuestro interior, para así también verlo en todas partes e inseparable de esta creación.
A veces, los maestros expresan verdades que en el día a día pueden pasar desapercibidas, pero a poco que reflexionemos sobre ellas no dejan de impactarnos. Por ejemplo: ¿Quién sustenta esta creación? Su funcionamiento, su belleza, su perfección, su sincronización en cada movimiento… Esta obra tiene signos y da muestra, ante nuestra inteligencia y razón, de que hay, ¡tiene que haber un hacedor!
Así lo expresa el Gran Maestro en el libro La llamada del Gran Maestro:
¡Qué hermosa y magnífica es esta gran fábrica del universo, y con qué precisión y eficacia trabaja su maquinaria! ¿Acaso sugieres que todo funciona sin un Ingeniero? No, hijo mío, no es así. Hay un Ingeniero. Pero solo podrás ver la mano de este supremo Ingeniero cuando tengas un guía adecuado…
Hay definitivamente un Creador a quien le debemos agradecimiento a cada momento, por cada cosa: por todo. ¡Hay tanta gracia! Dios está cuidando de todo. Frente a esta realidad, vemos como el ser humano emprende pequeños o grandes proyectos en la creación y se dedica enérgicamente a ellos, pero todos son temporales y además no dejan de ser réplicas de todo lo que existe… Y esta creación, el tiempo que lleva existiendo, ¿quién cuida de ella? Dios está eternamente cuidando de esta creación, de cada uno de nosotros. Su obra es una obra de amor, y su amor no se cansa… Pero no nos damos cuenta, estamos ciegos.
Estamos ciegos porque la mente nos hace vivir ajenos a nuestra realidad divina, por falta de reflexión, por no hacer un uso más elevado de nuestra facultad de discernimiento. Y así seguimos, con la mirada puesta en el mundo y realizando acciones dirigidas hacia él, que tan solo aumentan nuestra ceguera.
Pero aquí encontramos un punto de inflexión respecto a lo que conocemos de la mente, el cual los maestros enfatizan al explicarnos que la mente es de una naturaleza más sutil y superior a la condición de materia y esclavitud a la que la han sometido los sentidos. En el libro El sendero leemos:
De la misma manera que el alma es de la esencia del Señor, la mente es de la esencia de Brahm. Su origen está en trikuti, la segunda región espiritual. Pero ¡ay!, atrapada en la red de la ilusión ha olvidado su lugar de origen.
La mente pertenece a un nivel superior y no está en equilibrio en este nivel físico. Por más que busque placer tras placer en este mundo, nada le satisface de forma permanente; todo es para un tiempo. De ahí el que cambie siempre de objetivos, tras una búsqueda satisfecha comienza otra; nada le proporciona estabilidad. En Perspectivas espirituales, vol. I, leemos:
La mente tampoco es feliz en esta creación. La mente se frustra con los placeres sensuales; se siente infeliz después de permanecer un tiempo en los placeres sensuales. También desea más paz, más felicidad. La mente obtiene paz cuando retorna a su fuente original.
Y como los místicos quieren nuestro bien, nuestra paz, y que llevemos una vida con sentido espiritual, culminando la meta y propósito para el que se nos ha dado este cuerpo humano, nos orientan y explican que todo nuestro empeño, todo nuestro esfuerzo, debe dirigirse a controlar a la mente para llevarla así de vuelta a su origen, en la cima de la segunda región espiritual.
Y además detallan que si queremos controlar a la mente, tenemos que estudiar su naturaleza y sus hábitos. Es decir, por experiencia sabemos que la mente es aficionada al placer; puede amar mucho a algo o a alguien, pero en el momento en que encuentra algo mejor, deja lo primero y corre tras lo segundo. En el libro El sendero leemos:
Ningún amor o apego puede mantener a la mente constante o estable. Las mismas cosas por las que en un tiempo estábamos dispuestos a sacrificar la propia vida, pensando que no podríamos vivir sin ellas, pierden su atractivo y puede que ahora ni siquiera queramos verlas.
En Perspectivas espirituales, vol. I, leemos:
La mente busca la felicidad. Esa es la característica de la mente… En el momento en que encuentra una vía hacia la felicidad, la toma. En su búsqueda de la felicidad se ha vuelto esclava de los sentidos. Pero cuando se frustra a causa de los sentidos y encuentra otra vía para alcanzar cierta felicidad interior, evidentemente su tendencia se vuelve hacia el interior.
Si miramos nuestra vida en retrospectiva, veremos que a pesar de que la mente en su búsqueda de amor y felicidad se ha entregado a diferentes personas y cosas, nada la ha mantenido estable. De ahí que los místicos afirmen que mientras no consiga algo superior, más noble, más elevado que el amor terrenal, bajo ninguna circunstancia estará dispuesta a renunciar a los placeres de este mundo.
¿Cuál es ese amor superior por el que nuestra mente renunciará al amor y apegos mundanos? Los místicos nos dicen que el sabor del Shabad o Nam, la música interior no tocada, es tan dulce, tan trascendente y cautivadora que nuestra mente queda automática y totalmente satisfecha y tranquila.
Esta perla de gran sabiduría (la divina melodía, la voz de Dios), está oculta en el cuerpo humano y reverbera en el foco del tercer ojo. Todos los seres humanos tenemos este potencial. Es el diseño del Creador y nadie puede alterarlo, modificarlo o añadirle nada. Es hasta este punto que, con ayuda de un maestro experto, la consciencia del cuerpo tiene que retirarse, mantenerse y situarse en la órbita de ese poder inmanente que resuena incesantemente.
¿Quién nos ayuda a alcanzar esa riqueza que Dios ha puesto en nuestro interior, por cuya mediación podremos unirnos a él y liberarnos para siempre de esta creación? El maestro espiritual.
¿Qué es un maestro? y ¿por qué necesitamos a un maestro espiritual?
En realidad, nuestro verdadero maestro es el Shabad, ese Espíritu o Verbo que está en nuestro interior. Ese es nuestro maestro verdadero, el poder creador del que surgió la creación. Pero a menos que encontremos a alguien en quien more conscientemente el Verbo y conecte nuestra alma con el Verbo, no podremos contactar con ese Verbo en nuestro interior. En Perspectivas espirituales, vol. I, leemos:
Nuestro objetivo principal es volver al Padre y unirnos con él. La relación entre el alma y Dios es de amor y devoción. (…) Se basa en el amor puro. (…) Únicamente con la fuerza de nuestro amor y devoción seremos capaces de volver al Padre; sin embargo, solo podemos amar a alguien a quien hayamos visto, a quien hayamos conocido, con quien nos hayamos relacionado. ¿Cómo podemos amar al Padre, a quien nunca hemos visto, de quien sabemos solo de oídas?
Y más adelante continúa:
Intentamos buscar la compañía de santos y místicos, quienes nos dan fuerza y apoyo, nos llenan de amor y devoción y nos llevan de regreso al Padre. Así que los amamos. Al final, el maestro y el discípulo se unen con el Padre. Esta es la razón por la que buscamos la compañía de tales santos, porque a ellos sí los hemos visto, los conocemos, y su amor se transforma en amor por Dios.
El Gran Maestro, en sus satsangs, solía dar el ejemplo de una gota de agua que al mezclarse con el océano, deja de ser gota y se convierte en el océano. Igualmente un alma, cuando se funde en el océano divino, pierde su identidad. A todos los efectos es una con el Señor. Así pues, externamente el gurú o maestro parece una persona corriente, pero, en el interior, su posición y poder son incalculables. Solo aquellos que entran en su interior pueden juzgarlo.
Un maestro espiritual nunca dice que él es un maestro o gurú. Más bien nos comenta que podemos considerarlo como un hermano, amigo, tutor, hijo o servidor, y que sigamos sus instrucciones y vayamos al interior. Cuando consigamos hacerlo, veremos por nosotros mismo la posición y poder que el maestro ostenta. Entonces podremos llamarle como mejor nos parezca. Los santos se llaman a sí mismos servidores o sevadares. En el libro La llamada del Gran Maestro, leemos:
¡Qué afortunado es aquel a quien el destino pone en contacto con un maestro así! ¿Y quién podría ser nuestro familiar más amado sino él, después de haber entrado en nuestra vida? Pero el gurú no permite que lo adoremos ni necesita nuestro amor. Su amor está dedicado exclusivamente al Señor y dirige también nuestro amor hacia él.
¿Por qué es necesario tener amor por el maestro? Simplemente para apartar nuestro apego de las demás cosas. Y ¿cómo se produce este amor por el maestro? o ¿qué es verdadero amor y devoción?
Obedecer implícitamente cualquier mandato del maestro es amarle. El maestro dice: Abstente de alimento animal, bebidas alcohólicas, drogas y derivados del cannabis, y tabaco. Lleva una vida honesta y pura. Nunca robes la propiedad ajena. Abandona la lujuria y la ira, y retirando tu mente de los goces y los placeres de los sentidos, intenta completar el viaje interior al palacio del Señor a través de la práctica de la meditación. Este es el verdadero propósito de tu vida. Amar al gurú es amar a Dios. En Spiritual Perspectives, vol. III, leemos:
En realidad, solo podemos sentir amor por el maestro cuando vemos su forma radiante en el interior. Es tan cautivadora que no deja que la mente se fije en nadie más. Cristo dijo: Vosotros vendréis a mí y yo vendré a vosotros. Te fundirás en mí y te convertirás en uno conmigo. El amor nos hace perder nuestra propia individualidad, nuestra identidad, y nos ayuda a fundirnos en la forma radiante del maestro. Ese es el amor verdadero hacia el maestro.
Antes de eso, el amor al maestro se refiere a seguir las enseñanzas. Vivimos una vida acorde con Sant Mat, construimos nuestra meditación sobre la base que nos da el maestro y no transigimos con nuestros principios; practicamos nuestra meditación de forma diligente, honesta y sincera. Es entonces cuando de inmediato creamos amor por el maestro. Todo eso nos ayuda a crear amor, y la meditación nos ayuda a fortalecer ese amor, a hacerlo crecer y crecer hasta que nos convertimos en uno con el maestro.
Ese es el verdadero propósito: retirar la mente de los goces y los placeres de los sentidos e intentar completar el viaje interior al palacio del Señor. El resto de experiencias son pasajeras, efímeras, y no dedicarnos a ese propósito significa dejar que el tiempo pase, y del mismo modo que cuando intentamos recoger arena del mar con nuestras manos se nos escapa entre los dedos, igualmente, sin la práctica espiritual, la vida se nos escapará sin hacer nada de valor. Nada importará cuando muramos, solo el amor al maestro, el amor a Dios.
El amor y apegos que tenemos en el mundo no nos ayudarán en el momento final. Es verdad que debemos mantener relaciones de armonía y responsabilidad con todos los seres, pero eso no niega el hecho de que son relaciones efímeras y pasajeras, y no deberíamos perder la perspectiva, ni la dedicación a ellas debería apartarnos por ningún motivo de nuestra dedicación verdadera.
Los místicos comparan el viaje de la vida con un tren, en el que cada cual se baja en una estación. Estamos juntos en algún vagón con determinadas personas, pero solo por un tiempo; nada más. Cuando llega el momento, cada uno se baja del tren en la estación establecida y el tren sigue su destino. Solo la relación con el Creador perdura y es lo que podremos llevarnos con nosotros al morir, es lo único.
Y antes de que llegue nuestra parada, tenemos desde ahora todo el tiempo para dedicarnos a controlar y purificar a la mente para que se revele nuestra esencia divina. No tenemos que ir a ninguna parte, solo debemos esforzarnos en la meditación y hacer lo mejor posible para ir al interior; todo ya está dentro de nosotros.
Tenemos que hacer los debidos preparativos para este viaje espiritual en el que nos reuniremos interiormente con nuestro Creador.
Cartas espirituales
La iniciación nos proporciona el método, la técnica de la meditación para ‘ir al interior’ y establecer contacto con el Shabad. Nuestro progreso hacia esta meta después de la iniciación depende de cuánto esfuerzo pongamos en seguir las instrucciones del maestro.
Sant Mat esencial
No veo motivo de preocupación o ansiedad. Lo que escribes es más bien fuente de felicidad. Ese sentimiento de soledad es, quizá, debido al actual estado de tu salud y de tu cuerpo. Pero en realidad, todos estamos solos. Algunas personas lo advierten pronto, otras más tarde. La manera de sacar provecho de este sentimiento de soledad es buscar algo permanente, algo que nunca nos abandonará, sino que siempre contribuirá a nuestra dicha. Ese ‘algo’ no es otra cosa que el Verbo o Shabad. Mantén siempre tu mente fija en el simran.
(…) Atiende con regularidad al bhajan y simran que son fuente de paz y de la gracia del maestro.
Luz divina. Extracto de la carta 68
Me alegrará saber que vives felizmente y en circunstancias que contribuyen a tu paz mental, y haciendo el bhajan, ya que a la larga es solo el bhajan lo que cuenta. El resto de las actividades por caritativas y bien intencionadas que sean, y a pesar del servicio que presten a la humanidad, nos hacen volver al plano físico. El maestro y la corriente del sonido –que en realidad son Uno, no dos– son verdaderamente nuestros amigos aquí y en el más allá. De ahí que debería frecuentarse su compañía, aunque tuviera que sacrificarse todo lo demás.
Hay que hacer el mayor esfuerzo posible por ir al interior y desarrollar una concentración completa, para que el maestro y la corriente del sonido se conviertan en realidades vivas.
Joyas espirituales. Extracto de la carta 113
… Mientras la mente no desarrolle la capacidad de eliminar a voluntad las impresiones de este mundo externo, no podrá permanecer en el interior desconectada de él ni tampoco acceder al mundo interior. No obstante, tiene la capacidad para hacerlo, y tiene que entrenarse para esto. Es un asunto lento, que requiere paciencia, perseverancia y fe.
Desde el principio de la creación, la mente ha estado errando (…) y no ha ido al interior, tampoco ha encontrado ni la paz ni el descanso. Aunque la tarea es difícil, puede realizarse con éxito, y este es el objetivo de nuestra vida.
Si el ser humano es la realización más alta de la creación, su responsabilidad también es grande. El hombre ha nacido para fundir su alma en su fuente y no tener que nacer otra vez (en este mundo). El mayor servicio que puede rendir es fundir su alma, liberándola de los apegos de la mente y la materia, en ese océano de paz y felicidad del que es una partícula o gota.
Te escribo con cierta profusión de detalles, para que puedas comprender la magnitud del problema que te vas a comprometer a resolver. Los altibajos de la vida crean impedimentos, pero querer es poder. No existe ningún obstáculo que no puede superarse con amor y con fe.
Joyas espirituales. Extracto de la carta 150
El progreso visible en la meditación depende de muchos factores. La obligación del discípulo es proseguir con la meditación de la manera aconsejada por el maestro, sin preocuparse por los resultados. Estos no son responsabilidad suya. El maestro se encarga de ellos. A veces se presenta un ciclo de karmas durante el cual la meditación parece haberse transformado en materia seca, sin ningún progreso, y el discípulo siente como si hubiera sido abandonado o que la meditación no está produciendo fruto. Nunca sucede ninguna de esas cosas, ya que ni el maestro abandona jamás al discípulo ni la meditación deja nunca de producir fruto. Cada momento que destines a la meditación se anotará en tu haber. Por favor, quítate de la cabeza esa idea de que estás retrocediendo o que el maestro te ha abandonado. Continúa atendiendo a tu meditación como antes, con amor, fe y devoción, y deja el resto a él. Cada cosa a su tiempo.
Cuando desaparecen las nubes, el sol brilla de nuevo con todo su esplendor. Cuanto más crezcan tu amor y fervor y más esfuerzo hagas, tanto más aumentará tu haber.
En busca de la luz. Extracto de la carta 165
Por un final feliz
Como he dicho con frecuencia, el maestro no es el cuerpo. El maestro es el espíritu que está en el cuerpo, y cuando él nos conecta con ese espíritu, con el Verbo en el interior, él mora en el interior de cada uno de sus discípulos. (…) Por tanto, para ver al maestro debemos intentar mirar dentro de nosotros. Debemos elevar nuestro nivel de consciencia a ese nivel en el que podemos encontrarnos internamente con nuestro auténtico maestro en su forma radiante.
M. Charan Singh. Spiritual Perspectives, vol. III
La experiencia humana ha sido un viaje interesante, pero ha llegado el momento de ponerle un final feliz. Si queremos romper el ciclo de la reencarnación, necesitamos hacer nuestra meditación ahora en esta vida y experimentar por nosotros mismos nuestra verdadera identidad. Si no lo hacemos, entonces no obtendremos la liberación.
(…) ¿Por qué no aprovechar esta increíble oportunidad que se nos presenta en esta misma vida para alcanzar la liberación del ciclo de la reencarnación? ¿Por qué esperar otra vida? En uno u otro momento tendremos que hacer nuestro trabajo espiritual. Entonces, ¿por qué no hacerlo ahora, cuando tenemos todo a nuestro favor? ¿Por qué posponer lo inevitable?
(…) Baba Ji dice que no hay liberación sin meditación. Para romper nuestra identificación con nuestro ego y nuestros apegos, necesitamos meditar. Hagamos uso de este regalo de la meditación para fundir nuestra consciencia en el Shabad. Nadie lo hará por nosotros.
Maharaj Sawan Singh escribe en el libro Joyas espirituales:
Es obligación y deber de todo discípulo inmovilizar su mente y alcanzar el centro del ojo. El deber del maestro es ayudar y guiar en el sendero. Controlar a la mente y los sentidos y abrir la décima puerta dependen de los esfuerzos del discípulo. (…) El factor principal para el éxito es el esfuerzo del discípulo.
Si nuestro deseo de comunión con el Shabad no se refleja en dónde ponemos nuestra atención, o bien estamos confundidos o bien no deseamos evolucionar espiritualmente. Nuestro anhelo espiritual se pone en acción mediante la meditación y se expresa en el modo en que vivimos, en el modo en que hablamos, en el modo en que pensamos y, sobre todo, en dónde mantenemos nuestra atención. Verdadera devoción es mantener nuestra atención en el simran y ser receptivos al sonido interior. Verdadera devoción es llevar nuestra atención al gurú interior: la luminosidad sonora y sin forma del Shabad.
Extractos del libro: del yo al Shabad
Nuestra verdadera edad
Lo que nos indica la evolución de un ser humano es la conciencia que posee de pertenecer a un todo mucho más vasto que él, esmerándose en no desarmonizarlo con su actividad, sus pensamientos, sus sentimientos y su ruido interior.
Omraam Mikhael Aivanhov. El yoga de la nutrición
En un mundo donde los números a menudo definen nuestra percepción de nosotros mismos y de los demás, supongamos que dos personas se encuentran frente a un formulario en el que tienen que escribir su edad. Y que, en lugar de responder de manera automática, se detienen y se sumergen en una reflexión profunda que va más allá de la mera cifra cronológica, más allá de un simple dato físico:
Desde una perspectiva más profunda, la edad del ser humano puede no limitarse a los años vividos en esta vida, sino abarcar una vasta historia que se extiende a través de los anales del tiempo cósmico. Es una edad que se moldea con cada experiencia a lo largo de un viaje espiritual, que trasciende las limitaciones de la existencia física. En este contexto, la edad del ser humano se convierte en un reflejo del eterno fluir del alma a través de los ciclos de renacimiento. Efectivamente, según escribe el maestro Maharaj Sawan Singh en el libro Joyas espirituales:
Las almas han estado errando en este mundo durante millones de nacimientos y muertes, desde el principio de la creación.
Más adelante el maestro continúa diciendo:
Nadie puede decir cuántos cuerpos ha tenido que asumir cada alma hasta ahora. Algunas veces fue en el reino vegetal, otras en el mundo de los insectos, otras veces tomó la forma de pájaro, otras la de un animal, a veces la de un hombre, un ángel, un dios o un demonio, etc.
Lo primero que nos dice el maestro es que las almas estamos aquí desde el principio de la creación. Encarnados en diferentes tipos de cuerpos y también en diferentes planos. En el plano físico hemos encarnado como pájaros, humanos y demás, y en los planos interiores como ángeles, demonios, etc. Si tenemos en cuenta esta explicación, en concreto sobre el plano físico, y la unimos a las actuales investigaciones científicas veremos que, por una parte, por las palabras del maestro sabemos que estamos aquí desde el inicio del universo y, por otra parte, el mundo científico calcula que esta creación tiene aproximadamente 14 000 millones de años, sin tener en cuenta creaciones anteriores: solo esta. Así pues, si estamos aquí desde el inicio, ¿cuál es nuestra edad real?
Nuestra verdadera edad es incomprensible, se trata de una edad enorme. Tengamos en cuenta que la edad está hecha de tiempo y que el tiempo solo existe en el reino de Kal, que es el reino de los cambios, del tiempo. Si fuésemos capaces de elevarnos por encima de Kal, y tuviéramos consciencia del reino de sach kand, del reino ‘sin tiempo’, entonces simplemente entenderíamos que no es que seamos muy viejos, es que no tenemos edad, que simplemente somos. ¡Somos… Él! Somos parte de ese Ser que no tiene inicio ni final, que no tiene tiempo.
En el libro Así habló el maestro, Hazur Maharaj Ji responde a esta pregunta de un discípulo: “¿Está el maestro dentro de una persona antes de ser iniciada?”.
El Verbo está siempre dentro de nosotros. Desde el mismo comienzo de la creación el Verbo ha estado siempre con nosotros. (…) Así que el maestro está siempre en nuestro interior. El Verbo está siempre en nosotros. Tenemos que hallarlo en nuestro interior. Únicamente cuando lo encontremos podremos hacer uso de él.
Hazur Maharaj Ji nos da una explicación muy simplificada de cuál es nuestra situación. Por una parte, nos dice que estamos aquí desde el mismo principio de la creación. Pero por otra parte, también nos dice que nunca hemos estado solos. Viene a decir que el maestro y el Shabad son lo mismo: que lo podemos encontrar en nuestro interior y además hacer uso de él. Podemos usar el Shabad, utilizar el Shabad.
Todos los maestros verdaderos nos hablan sobre lo compleja que es esta creación. Muchas veces la comparan a una inmensa obra de teatro. Otras veces nos dicen que se trata de su juego, del juego de su amor, del juego de Dios.
Sobre el porqué el Señor hizo esta creación, porqué nos ha metido en su juego, citaremos una respuesta que dio el Papa Francisco y que Baba Ji mencionó con agrado. El Papa explicó que en una ocasión un niño le preguntó: “¿Qué hacia Dios antes de hacer la creación?”. Y él tuvo que hacer una pausa antes de responderle: “… Antes de la creación Dios amaba, y era tan grande su amor que se desbordó, no lo pudo contener. Y así surgió la creación, y así es como Dios ama a todos los seres de su creación”. Esa es solo una simple explicación, aunque muy bella, que nos dice que estamos viviendo su juego, su juego de amor.
Si nos fijamos en cómo es la creación, cómo funciona la ley del karma y la rueda de la reencarnación, veremos que es como si Dios nos hubiera puesto en una especie de escape room (juego de escape), un juego que consiste en entrar en una habitación en la que, para salir de ella, debes solucionar una serie de pruebas y acertijos en un tiempo determinado. En el escape room del Señor solo se abre la puerta de salida a través del amor verdadero, del amor divino. Esa es la única salida de la rueda de las reencarnaciones, a través del amor divino.
En este inmenso juego, el Señor nos está atrayendo hacia él desde nuestra primera encarnación, cuando probablemente éramos una simple bacteria. Y por su fuerza de atracción, hemos llegado hasta la actual encarnación humana. Y ahora, como seres humanos, tenemos la capacidad de completar ese juego. Como seres humanos tenemos la capacidad de unirnos a la conciencia divina antes de morir. Es así, y solo así, como se resuelve su juego. Uniéndonos a la conciencia divina antes de morir.
Quizás a veces pensemos que este juego no tiene ninguna gracia, que nos da como claustrofobia jugar, que no hacía falta que el Señor nos regalase esta aventura. Es verdad que con una mirada superficial podemos llegar a esta conclusión, pero cuando profundicemos en nuestra conexión con el Shabad, entonces nuestra mirada cambiará, nuestra compresión cambiará. Cuando empecemos a amar empezaremos a entender el porqué de este juego divino.
Hazur Maharaj Ji dice en Así habló el maestro:
… nunca hemos estado solos, el Shabad siempre ha estado con nosotros, pero si no lo hallamos en nuestro interior, ¿de qué nos sirve?
Y esta es la cuestión: ahora tenemos la oportunidad de experimentar ese poder que tenemos en nuestro interior. Así, como dice el maestro, podremos hacer uso de él, podremos usar el Shabad. Nuestra evolución en la creación nos ha llevado a un punto en el que ya no somos bacterias, somos humanos, y es ahora cuando podemos ser conscientes de este poder que ya está en nosotros.
Por eso, los místicos insisten en la idoneidad de nuestra condición actual para que nos garanticemos la experiencia del Shabad. Ellos afirman que nuestro verdadero ser no es el cuerpo, y que no somos humanos, sino almas encarnadas en un ser humano. Y nos piden y animan a que entremos en la esfera espiritual para que reconozcamos nuestro verdadero ser. Igualmente, el maestro verdadero tampoco es el cuerpo humano: es el Shabad. Aunque lógicamente el Shabad tiene que expresarse a través de una forma humana para poder guiarnos hacia su verdadera forma. La misión del maestro en su forma humana es enseñarnos, guiarnos sobre cómo tenemos que sintonizarnos con el Shabad. El maestro, con su ejemplo, despierta nuestro surat (facultad de escuchar), nuestra consciencia. Y cuando el surat despierto capta la melodía, somos conscientes de la forma Shabad del maestro.
¿Cómo lo hacemos?, ¿cuál es el método? Con la meditación que nos enseña el maestro. A través de una práctica esmerada, basada en la repetición del simran, aprendemos a silenciar nuestra mente. Entonces desaparecen los pensamientos, las palabras; no hay miradas que nos distraigan ni ruidos que nos perturben. Cuando logramos alcanzar un estado de inmovilidad física y quietud mental, damos paso a la interiorización. En este espacio interior de serenidad, los pensamientos se desvanecen completamente. Es en el silencio interior donde la verdadera meditación florece, liberando a la mente de cualquier distracción para encontrar la paz profunda y la conexión con el Shabad. Es así como podemos entrar en un estado sin pensamiento, en el que solo existe la contemplación, la conexión con el Shabad, la superconsciencia.
En ese estado, de simple contemplación del Ser, es cuando se abre la décima puerta, es cuando podemos escapar de esta enorme habitación, es cuando ya no volveremos a encarnarnos porque habremos resuelto su juego: el juego de su amor.
Ciertamente ese estado es difícil de alcanzar, pero no imposible. Porque la verdadera dificultad, más que en interiorizarse, está en ordenar nuestras prioridades. El camino interior es muy difícil si no le damos nuestra máxima prioridad. Solo podremos avanzar si lo colocamos en primer plano y, sobre todo, si tenemos la suficiente humildad para agradecer la indispensable ayuda que recibimos del maestro físico, en quien el Shabad se manifiesta como una realidad. Necesitamos determinación y humildad para aferrarnos al Shabad. Pero antes, necesitamos persistir en el simran, pues esta práctica es lo que nos permitirá conectarnos al Shabad, a la corriente del Uno, a la corriente de su amor.
Así pues, en el supuesto formulario, citado al inicio, en el que dos personas tienen que rellenar el campo de la edad, simplemente, deberán escribir: ‘No tenemos edad’. Esa compresión llega cuando se activa conscientemente nuestro vínculo con el Shabad y nos sumergimos en él.
Caminos de búsqueda
Si no fuera por su gracia, ni encontraríamos al maestro ni seguiríamos el sendero. Su gracia es lo primero que llega. Crea en nosotros el deseo de encontrarle.
M. Charan Singh. Muere para vivir
Este artículo consta de uno de los innumerables relatos que existen sobre cómo las personas encuentran un sendero espiritual. La pregunta recurrente ‘¿cómo llegaste al sendero?’, suele despertar el interés de sus seguidores. Y cuando una persona la responde y relata su historia, nos percatamos de cómo siempre persiste en ella la conocida idea de que ‘los caminos del Señor son inescrutables’. Sí, al escuchar estas historias, nos maravillamos de las múltiples y únicas formas en que Dios atrae a las personas hacia él. Cada cual más significativa, personal y especial; como no podría ser de otra forma, porque el acercamiento de una persona al sendero espiritual, se desenvuelve en el escenario de la propia vida del discípulo, en la que el maestro promueve un acercamiento al sendero y las enseñanzas al que el discípulo no puedo resistirse. Hazur Maharaj Ji expresa en Perspectivas espirituales, vol. I:
Cuando anhelamos profundamente al Señor y tenemos auténtica devoción, aunque no conozcamos el camino, aunque no sepamos cómo meditar, cómo rezar para obtener su gracia, entonces le corresponde al Señor ponernos en el sendero.
Comencemos pues con el relato: Desde la niñez, la llamada del Señor resonaba en su vida, era como un eco constante que no dejaba indiferente a su corazón, aun en medio de la falta de interés que en su entorno familiar esta cuestión suscitaba. Sin embargo, con el inexorable paso de los años, la juventud lo envolvió en un torbellino de distracciones y emociones efímeras. La vida, con su incesante fluir y sus innumerables tentaciones, comenzó a tejer un manto de olvido sobre la pureza de su fe infantil, empañando el fervor y la reverencia que antes sentía.
A pesar de las distracciones y desvíos de la vida, la llamada del Señor continuaba presente, imposible de ignorar. Y así, de forma inesperada, después de varios encuentros con seguidores del sendero espiritual, sintió un impulso por comprender y conocer más sobre esas enseñanzas. Admiraba la fe y convicción que mostraban los demás y anhelaba experimentar lo mismo.
Dentro de él, algo comenzaba a cambiar y, entonces, en un acto de profunda entrega interior, pidió y se le concedió; llamó y la puerta se abrió. A través de esa ferviente petición, recibió una bendición disfrazada de enfermedad, que lo guio hacia una dieta vegetariana curativa. Mientras se recuperaba, encontró cierta motivación en las conversaciones telefónicas que mantuvo con amigos practicantes del sendero. Su anhelo por comprender el camino espiritual lo llevó a explorar diferentes libros de espiritualidad, en los cuales encontró afirmaciones categóricas como ‘solo aquellos marcados por la gracia de Dios pueden ser aceptados por un maestro espiritual’. Para su mente occidental, esto representó un desafío intelectual y provocó un rotundo rechazo.
Sin embargo, su búsqueda espiritual seguía inquietándole y días más tarde, encontró un librito de concentración visual que le impulsó a comenzar su práctica. Cada noche, en la quietud de la oscuridad, cerraba los ojos y visualizaba cualquier objeto. En el fondo, era un intento desesperado por creer en Dios, la expresión de su anhelo por obtener una prueba de su existencia. Como el incrédulo Santo Tomás, él también pertenecía a esa clase de personas que necesitan ver para creer. Finalmente, y con la práctica de la visualización, retiró su consciencia y el Señor tuvo a bien darle una experiencia por la que comprendió que la verdad no reside únicamente en lo tangible, como creía hasta entonces a falta de pruebas. Experimentó lo suficiente para saber con extrema claridad que somos mucho más que meros cuerpos físicos; que podemos trascender los límites de la materia y adentrarnos en niveles superiores de conciencia, separados de la envoltura terrenal. En efecto, esa es la enseñanza de los maestros espirituales, así leemos en Meditación viva:
Como seres humanos, es nuestro privilegio experimentar la naturaleza inmortal, inmutable y dichosa de nuestro Ser verdadero.
Y esa fue la experiencia que jamás olvidará, y que en los contratiempos y reveses de la vida le permite mantenerse en pie, recordando lo que es verdadero, a lo que hay que aferrarse y a lo que vale la pena dedicarse, pues esa consciencia es lo que somos realmente, nada más. Y cuanto más la cultivemos, más cerca estaremos de la consciencia universal, de nuestro Creador. Como leemos en el libro Una llamada al despertar: “Todo es consciencia y tú eres eso. Esta es la Verdad”.
Desde aquel momento, asistir a satsang (discurso espiritual) se convirtió en una necesidad; era la plataforma para seguir inmerso en lo que el maestro le había revelado. La asistencia al satsang era como estar inmerso en la verdad más sublime que jamás había escuchado. En el libro Luz divina, leemos: “A través del satsang, los santos engendran en nosotros el deseo de conocer a Dios, y crean amor por él en nuestro corazón…”.
Esta nueva visión del mundo, le hacía sentir que su camino estaba trazado, que cada paso estaba guiado por la mano amorosa del maestro. Solo necesitaba seguir invocando la fuerza divina, pidiéndole al maestro que lo ayudara a ser un digno discípulo de sus nobles enseñanzas, confiando en que su fuerza nunca lo abandonara.
Un vislumbre del amado
Mi divino consorte ha venido a casa;
¡cantemos juntos, oh mis compañeros,
las canciones de buen augurio!
Solo dedicándose por completo
en cuerpo y mente
se obtiene el amor del Señor.
Con un vislumbre del Amado
el templo de mi corazón se ha iluminado.
De una humilde cabaña,
he pasado a conseguir los nueve tesoros;
el Señor, el Creador,
me ha mostrado su gracia. He alcanzado a mi Amado,
de quien he estado separado
durante incontables nacimientos;
el enredo de vida tras vida ha terminado.
No sé nada, oh Señor, dice Ravidas;
solo he tomado refugio en tus pies sagrados.Gurú Ravidas, ham ghar āyahu rām bhatār Vani, 168
El juego del amor continúa
¿Cómo pueden aquellos cuyos corazones
están entusiasmados con este mundo
entender mi situación?
Entre tú y yo, mi Señor,
se alza el océano del amor.
¡Alcanzar tu presencia no es tarea fácil para mí!
Mendigo tu Nombre, para navegar hacia ti.
Sultán Bahu
La verdadera misión de los santos, al vivir entre nosotros, es elevar nuestra consciencia a su propio nivel. Tanto con el ejemplo como con sus enseñanzas, el maestro verdadero nos ayuda a retirar nuestra atención de las preocupaciones materiales del cuerpo y de la mente para interiorizarnos, y despertar a la Verdad: al poder y la belleza de lo divino. De ahí, la importancia de la presencia física del maestro en el mundo en todos los tiempos.
Cuando miramos las vidas de grandes santos como Gurú Nanak o Kabir Sahib, vemos que a pesar de los rudimentarios medios de transporte de que disponían en aquel entonces, viajaron ampliamente difundiendo sus enseñanzas e iniciando a buscadores en el sendero espiritual. Asimismo, el Gran Maestro emprendió giras de satsang hasta los 88 años, a menudo soportando grandes penalidades y molestias.
Posteriormente, Maharaj Charan Singh no solo viajó por toda la India, sino que desde 1961 realizó giras al extranjero para encontrarse con discípulos y buscadores. En todas esas giras, se llevaban a cabo reuniones de preguntas y respuestas en inglés que fueron grabadas, y que se encuentran en los tres volúmenes del libro Perspectivas espirituales.
En la Introducción de este libro se explica que en esas reuniones el maestro sabía que muchas de las preguntas que le hacían eran solo excusas para estar ante él y así atraer su atención, pero que él las aceptaba con agrado y mostraba su afecto como un padre que juega con sus hijos pequeños, levantándolos con alegría y abrazándolos cariñosamente. Hazur Maharaj Ji se acercaba a todos a su mismo nivel, y así, poco a poco, los animaba a llegar hasta el suyo. En este sentido, leemos:
A veces, esas reuniones de la tarde se percibían como un juego maravilloso, un cortejo entre amante y amado. Queríamos mantenerlo allí el mayor tiempo posible y él quería estar con nosotros. Como Hazur dijo una vez:
“Sé muy bien que muchas personas no tienen preguntas, incluso cuando hacen una pregunta. Y aunque tengan preguntas, no les interesa la respuesta, no quieren ninguna (…) solo quieren retenerme aquí; solo quieren escucharme. Soy muy consciente de esto. (…) Así que este juego continúa. (…) Durante los últimos treinta y cinco años, estas preguntas y respuestas se han estado llevando a cabo. No hay escasez de libros impresos, no faltan cintas grabadas; las mismas preguntas, las mismas respuestas… (…) Ellos quieren estar aquí y yo quiero estar con ellos; quieren estar conmigo, y aquí estamos”.
Igualmente, hoy día, con Baba Ji este juego continúa. Y con las sesiones de preguntas y respuestas que lleva a cabo, fomenta nuestra capacidad de entender Sant Mat como un camino espiritual para volver al Padre, pero también como un camino práctico destinado a guiar y dirigir nuestras acciones diarias. Y aunque sabemos que la respuesta definitiva a cada pregunta es: ‘practica tu meditación’, todos deseamos implicarnos en ese juego maravilloso que se desprende de su presencia física.
Anthony de Mello, nos ayuda a entender el porqué de esa actitud del maestro hacia nosotros. Él escribe en su libro El canto del pájaro:
Los discípulos tenían multitud de preguntas que hacer acerca de Dios. Y les dijo el maestro: “Dios es el desconocido y el incognoscible. Cualquier afirmación acerca de él, cualquier respuesta a cualquier pregunta, no será más que una distorsión de la verdad”. Los discípulos quedaron perplejos y dijeron: “Entonces, ¿por qué hablas sobre él?”.
“¿Y por qué canta el pájaro?”, respondió el maestro. “El pájaro no canta porque tenga una afirmación que hacer. Canta porque tiene un canto que expresar”.
Aquí, en esta historia, los discípulos buscan comprender a Dios y le hacen preguntas al maestro sobre él, pero la respuesta del maestro diciendo que Dios es algo incomprensible y desconocido los deja perplejos, y se cuestionan por qué, entonces, él les habla de Dios todo el tiempo.
Ante esto, el maestro compara el canto del pájaro con las palabras de los maestros, y les explica que son la expresión natural de su conexión con lo divino, de su experiencia espiritual. Porque un maestro encarna el poder divino, es una manifestación del Shabad en la forma física, y por tanto no puede evitar revelar a Dios en cualquiera de sus pensamientos, palabras y acciones. De ahí su poder de atracción, y la fuerte llamada que crea en todos aquellos que anhelan la espiritualidad. El canto de un maestro espiritual es el Shabad, y este poder y esencia va más allá del intelecto y las palabras.
Ahora bien, ¿buscamos al maestro solo para oír sus consejos a nuestras preguntas? ¡En realidad, algunos de nosotros no conocemos la lengua en la que se expresa el maestro, ya sea el hindi o incluso el inglés! Entonces, ¿qué atrayente secreto esconde su presencia? ¿Qué significado tiene ese juego de miradas que nos atrapa irresistiblemente? O lo que es lo mismo, ¿qué es el darshan?
El glosario de cualquier libro espiritual podría decirnos que darshan es ver, mirar intensamente al maestro con un profundo sentimiento de respeto y devoción y con la atención fija en él. Sin embargo, los maestros nos explican que es algo más: el darshan es participar del juego del amor; un juego que Baba Ji sigue jugando con nosotros sin desvelarnos su esencia en palabras, pero haciendo que aún sin entenderlo, ese amor nos llegue hasta la médula cantando canciones con él, por ejemplo, como una excusa para retenerlo unas horas más con nosotros.
¡No importa el pretexto que se necesite para estar juntos, lo importante es que su magia, nos envuelva todo el tiempo! Esa magia logra que sin siquiera saber por qué, no queramos separarnos de él. Tal vez sea debido al miedo de volver a nuestras vidas y olvidarlo o al miedo de dejar atrás un sentimiento tal dulce y hermoso como el que se produce al estar en su presencia. En realidad ni siquiera entendemos quién es el maestro, solo sabemos que su darshan nos hace mucho bien. Nos inspira como nada ni nadie en el mundo, nos eleva: llena nuestro corazón de gozo.
En el libro Tesoro infinito se menciona la siguiente anécdota sobre el darshan:
Una vez Hazur Maharaj Ji le dijo a Sardar Bahadur Ji: “Tus satsangs son muy cortos”. (…) Y Sardar Bahadur Ji contestó: “He sido profesor durante toda mi vida y sé que nadie puede concentrarse durante más de cuarenta y cinco minutos”. Al oír esto Maharaj Ji le dijo: “¿Pero ¿quién va ahí a escuchar el satsang? ¡Vamos para tener tu darshan!”. Ante esto, Sardar Bahadur Ji simplemente sonrió, porque sabía que las palabras venían del corazón de un verdadero discípulo que llegaría a ser maestro.
Hazur Maharaj Ji se atrevió a expresar esta gran verdad: ¡Vamos a tener su darshan! Y aunque estas palabras solo tienen sentido si las pronuncia un discípulo verdadero que atesora el darshan interior en su corazón, nosotros podemos seguir preguntándonos: ¿Qué es, pues, el darshan?, ¿por qué tiene ese poder y atracción tan grande sobre el discípulo?
En el mismo libro, Tesoro infinito, se responde esta pregunta:
Una vez, durante una de las reuniones en inglés, alguien preguntó a Maharaj Ji acerca del darshan. Y Maharaj Ji contestó: “Es cuando el discípulo no puede evitar mirar a su amado. Uno nunca debería calcular que el darshan producirá una ganancia espiritual: el verdadero darshan es perder la propia identidad y fundirse en el maestro sin expectativas. (…) Simplemente seguir mirando al maestro con abandono: eso es darshan”.
Así pues, el darshan se produce cuando el discípulo no puede evitar mirar a su amado. Pero podemos preguntarnos: ¿Mirar al amado es solo verlo con nuestros ojos, es estar físicamente con él?
Si reflexionamos sobre nuestra experiencia del amor, sabemos que el momento más feliz es aquel que sentimos cuando estamos con el ser amado. Por ejemplo, sabemos lo feliz que es una madre o un padre cuando estrecha a su hijo entre sus brazos, pero ¿acaso después lo olvida cuando este se aleja para jugar o estudiar? No, eso no ocurre, porque ese niño es la razón de vida para sus padres. Constantemente actúan pensando en él, es más sus vidas y todo lo que hacen gira en torno a él. Está en sus mentes todo el tiempo, y sus actos lo reflejan en el cuidado que siempre tienen de él. El día se llena de su recuerdo, e incluso temen que cualquier cosa pueda pasarle en su ausencia… Por tanto, el amor de los padres no es un sentimiento que viene o va sin más, sino un sentimiento pleno lleno de sonrisas y felicidad, pero también lleno sacrificios, de renuncias, de sinsabores… porque eso es amor. Cuando amamos nada puede hacernos olvidar a la persona amada; la fuerza de ese amor puede mover montañas y hacer que estemos cerca, aunque nos separen miles de kilómetros de ella.
Sin embargo, debido a la mente, el sentimiento que tenemos hacia el maestro se resiste al sacrificio, al esfuerzo y a las obligaciones. La mente no quiere perder su identidad, por eso cuando Hazur Maharaj Ji explica que el verdadero darshan es perder la propia identidad y fundirse en el maestro, nos cuesta hacernos una idea real de lo que quiere decir, pues todavía no estamos libres de deseos y expectativas, aunque sean espirituales. Incluso en su presencia física, nuestra mente ‘siempre activa’ se llena de ruegos y pensamientos emotivos que en realidad nos alejan de ese abandono de nosotros mismos que requiere el darshan. No sabemos cómo controlar a la mente con un simran que todavía es débil y que se desvanece incluso en su presencia.
En el libro El cielo en la tierra, Sardar Bahadur con su sentido del humor escenifica muy bien cómo es nuestro amor por el maestro. Dice así:
En una ocasión, el pathi estaba recitando un himno cuyo estribillo decía: “Aunque haya huracán o tormenta, lluvia o granizo, yo iré al darshan de mi satgurú”. El sangat repetía el estribillo con gran fervor.
No obstante, coincidió con que estaban en la estación lluviosa, de modo que de repente comenzó a lloviznar. Todos se levantaron entonces y corrieron a refugiarse en el porche cercano. Sardar Bahadur Ji, que ya había llegado al satsang, continuó sentado en la tribuna y dijo sonriendo: “Hace un momento se hablaba con valentía acerca del amor hacia el maestro. ¡Ahora ese amor se ha ahogado en unas cuantas gotas de lluvia!”.
Sí, el maestro nos hace ver así que nuestro amor es débil todavía, y aunque sabemos que en su presencia hay felicidad interior, repiqueteo del alma que se llena de alegría al verlo, también sabemos que en su ausencia su recuerdo se desvanece poco a poco y volvemos a ser nosotros mismos en todo momento, con nuestras razones y argumentos.
Por eso, deberíamos hablar más bien del sentimiento de emoción que nos embarga en su presencia durante el darshan físico, y no del amor o anhelo verdadero que se produce con el darshan de la forma interior del maestro. Es más, si la realización interior dependiera de estar cerca de él físicamente, los discípulos que estamos la mayor parte del tiempo lejos tendríamos una gran desventaja espiritual. Y acaso, ¿depende de unos metros de distancia el verdadero anhelo interior? ¿Acaso la realización espiritual depende de eso? No, Baba Ji en algunas ocasiones explica que si el darshan interior dependiera de la cercanía del maestro, los que viven en Dera o su misma familia no tendrían dificultad para lograrlo, y sin embargo tienen las mismas dificultades que los que estamos lejos de él. Por eso, muchas veces nos preguntamos, ¿cómo conseguir ese anhelo vivo y continuado de su recuerdo y presencia?
Hazur Maharaj Ji le contesta a un discípulo en el libro Muere para vivir:
Hermano, el anhelo por el darshan vendrá solo de la meditación. De otra forma, esta elevación emocional no te lleva lejos. Algunas veces lo sientes [el anhelo] y otras no. [Es] la meditación la que originará auténtico anhelo por el darshan en ti. Solo la meditación creará el deseo de ese darshan verdadero interiormente.
Así pues, solo la meditación logra que su recuerdo, su presencia se grabe profundamente en la mente a través del simran y el bhajan. Como los maestros nos dicen, el amor es algo que sentimos dentro de nosotros mismos, pero cuando tratamos de exteriorizarlo pierde su profundidad. El aprendizaje que debemos realizar es absorber el amor que sentimos en su presencia para usarlo como motivación primordial para disciplinar nuestra mente con la meditación, y así interiorizarnos. Como Hazur Maharaj Ji nos explica en Muere para vivir:
Las emociones son correctas si te llevan a la devoción, pero deben canalizarse. Si dejas sueltas tus emociones, se convierten en un estorbo. Solo es útil el río si fluye dentro de sus márgenes. (…) la emoción es muy útil cuando está canalizada, cuando está disciplinada, pero si tus emociones se salen de control, es como la crecida de un río que hace más daño que bien. Así que debemos tener emociones disciplinadas, amor disciplinado por el maestro.
Recordemos que este es un sendero de amor y de devoción, y aunque lo recorremos arrastrando las penas y alegrías de nuestros karmas, también debemos acompañarlo de disciplina, de abandono del ego, de absoluta fe y confianza en nuestro maestro; en una palabra, de meditación. Hoy día, nuestro ego es nuestro fiel compañero, y necesitamos cambiar esa compañía engañosa por la del maestro mediante el esfuerzo de un simran continuado y consciente, y de un bhajan o audición del sonido atento y esperanzador. Y eso requiere de esa entrega total que todo discípulo tiene que efectuar un día u otro. Vivimos envueltos en nuestros trabajos, familia, amigos, en nuestro yo, pero necesitamos vaciarnos de todo eso y volcarnos en su recuerdo, en seguir sus instrucciones y consejos, porque en realidad, nuestro día a día solo requiere de una pequeña parcela de nosotros. ¡El resto le pertenece a Dios!
Hazur Maharaj Ji sigue diciendo en Muere para vivir:
El objeto de la meditación es crear amor, y el significado del amor es eliminar tu ego y convertirte en otro ser. Ese es el propósito del amor. Y el propósito de la meditación es igualmente el mismo: crear ese amor que eliminará tu ego y tu individualidad y que te hará sumergirte finalmente en el otro Ser. Eso es amor, y ese amor solo puedes conseguirlo con la meditación.
Y el maestro termina diciendo:
Las emociones están bien, hasta cierto punto, (…) pero la emoción no es el fin del amor. Puede ser un medio para llegar al amor, pero el darshan final está dentro.
‘Dejar de ser yo para fundirme contigo; dejar de ser solo un discípulo y convertirme en ti, maestro’. ¡Meditar! Ese es el principal servicio que los iniciados debemos realizar. Este seva es vital para dar sentido a nuestra iniciación, es vital para unirnos al verdadero maestro interior que es el Shabad.
Más allá de las palabras
No soy este cuerpo que ven los amantes,
soy esa alegría y felicidad que sientes por
dentro al escuchar mis palabras o mi nombre.
Citado en Jalal al-Din Rumi
A continuación, se relata una crónica de la histórica llegada del maestro a la costa oeste de Estados Unidos, donde cincuenta y tres años antes los dos primeros buscadores americanos fueron aceptados por el Gran Maestro para iniciarse en la práctica del Shabad:
Aquí, como en otros estados de América, la dulce sonrisa del maestro, su fino sentido del humor, su afectuoso proceder y sobre todo el amor hacia sus discípulos, generaron tal atmósfera de cordialidad que se derribaron todas las barreras de la etiqueta. Los satsanguis tenían la impresión de haber conocido a Maharaj Ji durante años, y de que este encuentro era simplemente la reanudación de una antigua amistad. El maestro disipó tan rápidamente las dudas acerca de la manera de actuar y de hablar en su presencia, que los satsanguis olvidaron enseguida su timidez y quedaron cautivados por la radiante felicidad que le rodeaba.
Después de la llegada a Los Ángeles (…) Maharaj Ji dio las gracias a todos por su grata bienvenida y hospitalidad, con las siguientes palabras:
Para mí, personalmente, este acontecimiento tiene una enorme trascendencia (…) porque hoy me encuentro en aquella parte del suelo americano que puede decir que guarda la más antigua relación con Dera. Fue la costa oeste el lugar al que llegó Sant Mat por primera vez en el primer cuarto de este siglo, cuando alguien, en nombre de Hazur Maharaj Ji, nuestro Gran Maestro, inició al primer americano. Es aquí donde arraigó lentamente la filosofía de Radha Soami en América y donde, según creo, tenemos la mayor concentración de satsanguis americanos.
El maestro continuó diciendo: “Traigo los saludos cordiales de Radha Soami y los mejores deseos de los cientos de miles de satsanguis de la India”. Luego, refiriéndose al programa de su visita de seis semanas, Maharaj Ji dijo que se esforzaría por encontrarse con el mayor número posible de satsanguis, tanto individualmente como en grupos, bien en la residencia de sus anfitriones o en sus mismos hogares. También pidió a aquellos cuyas casas no pudiera visitar que procuraran comprender y valorar las dificultades prácticas, y aseguró al sangat –un grupo de unas ochocientas personas entre satsanguis y buscadores– que como predijo el Gran Maestro: “Sant Mat tiene un gran y prometedor futuro en este maravilloso país”. Para finalizar el discurso, dijo: “Debemos procurar ser un ejemplo vivo de los principios de Sant Mat”.
El programa apretado y agotador de la visita a Estados Unidos comenzó en Los Ángeles, donde además de un satsang y una sesión de preguntas y respuestas, el maestro concedió entrevistas desde las ocho y media de la mañana hasta la una de la tarde, y nuevamente de seis a siete y media de la tarde (…) En palabras del vicemariscal del Aire, Sr. Sondhi: “A nadie que solicitara una entrevista personal con el maestro se le denegó, y no se estableció ningún límite de tiempo para los encuentros, que a veces se prolongaban hasta pasada la medianoche”.
El Sr. Sondhi añadió: “Para él no tenía importancia alguna el hecho de tener que estar preparado a la mañana siguiente, desde muy temprano, para empezar en el mismo centro otro programa igualmente intenso o para viajar en avión varios cientos de kilómetros hasta el siguiente centro. No hay duda de que tal ritmo suponía un enorme esfuerzo físico que habría agotado a cualquier mortal corriente. Pero el maestro es capaz de mantener el esfuerzo durante muchas horas, lo que es tan asombroso como su habilidad para tener al final una apariencia completamente fresca, relajada, jovial y vigorosa.
(…) En las sesiones de preguntas y respuestas en Los Ángeles, al igual que en las de otros centros de Estados Unidos (…) sus respuestas eran sencillas, precisas y profundamente comprensivas y compasivas, de modo que siempre eran de mucho estímulo para los discípulos. Su vivo sentido del humor, cautivadora sonrisa y cordial afecto, le acercaron aún más al sangat. Sus respuestas a las preguntas iban invariablemente mucho más allá de las palabras, y suponían una comunicación sutil, profunda y directa que llegaba al corazón de los asistentes.
Y aunque todas las preguntas cuidadosamente elaboradas son realmente en vano, son grandes los grupos de personas que las siguen haciendo. Nos damos cuenta de que necesitamos formularle preguntas, una tras otra, no tanto por sus respuestas sino para retenerlo con nosotros, poder oírle y verle, ya que estar en presencia del maestro es la respuesta.
En una de las reuniones, un satsangui le preguntó: “¿Por qué me parece que no puedo pensar en nada que decirte?”. Maharaj Ji respondió dulcemente: “Aquí no se necesitan las palabras”. Y es que realmente todas las comunicaciones entre maestro y discípulo están más allá de las palabras.
El cielo en la tierra