Morir en vida
El Gran Maestro, Maharaj Sawan Singh, describió una vez Sant Mat como una “escuela de entrenamiento práctico en la manera correcta de vivir”1. Otra descripción apropiada para el sendero podría ser la estrofa anónima:
La vida es mucho más que vivir,
La muerte es mucho más que morir,
Hay que morir mientras se vive.
Sin embargo, ambas descripciones no explican los detalles. No aclaran la importancia de un maestro vivo cuya función es la de enseñar, guiar, inspirar y ser un ejemplo de cómo seguir esta filosofía. No explican el elemento clave del karma, la denominada ley de causa y efecto, el mecanismo que nos mantiene a todos en el ciclo de nacimiento, muerte y renacimiento de las 8 400 000 especies de este planeta. No explican los detalles de la forma correcta de vivir ni subrayan la importancia de la meditación diaria, del contacto con la corriente del sonido o Shabad, la fuerza vital o la fuerza divina que da vida a todos los seres vivos. No explican cómo salir de esta creación o los pasos positivos que conducen a la salvación.
Pero sí que transmiten el concepto y la importancia de las enseñanzas de los maestros, que explican que estamos aquí con un propósito, y que hay más en la vida de lo que vemos en la superficie. Debemos reflexionar sobre esto e investigar un poco.
La vida es mucho más que vivir. ¿Nacemos simplemente para crecer, casarnos, tener hijos, trabajar para mantener a nuestras familias, envejecer y luego morir? Si es así, esto es lo que hacen todos los animales. ¿Qué nos hace tan especiales? Los santos y místicos nos dicen que somos la cima de la creación, que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, que esta forma humana es el 'Hari Mandir', el templo del Dios vivo. Tenemos esa facultad adicional del discernimiento que nos hace diferenciarnos del conjunto de la vida en este planeta. Como explica Hazur Maharaj Charan Singh:
Mientras estemos vivos, debemos acumular todo lo que es nuestro aquí y seguirá siéndolo después. Esta riqueza es la devoción al Shabad: conectar las corrientes de la mente y el alma a la corriente audible de la vida, la Palabra o el Logos. Si no lo hacemos, tendremos que volver al oscuro calabozo del mundo, donde no sabemos qué sufrimientos y privaciones nos esperarán. Nuestra descomunal ignorancia de la Realidad nos mantiene encadenados para siempre a la rueda de la trasmigración2.
Hazur nos dice que tenemos un propósito más importante que vivir día a día y luego morir. Nos dice que nos encontramos en la única forma en que podemos dar el siguiente paso evolutivo, en que podemos entender esa gran realidad; solo en la forma humana podemos regresar al Señor, a través del amor que se despierta con la meditación.
El autor Mikhail Naimy hace declarar a su personaje Mirdad:
Vivís para que podáis aprender a amar. Amáis para que podáis aprender a vivir. Esa es la única lección que se le exige al hombre. ¿Y qué es amar, sino que el amante absorba lo amado para siempre, de modo que los dos sean uno?3.
¿Cuántas veces hemos escuchado a los maestros decirnos eso? Fundirse en el amado, como la gota se funde en el océano y se convierte en el océano: esa es nuestra herencia, ese es nuestro derecho y ese debería ser nuestro destino. Sin embargo, es un objetivo ambicioso, que no debe tomarse a la ligera. No es una tarea que empecemos y esperemos terminar en unas semanas, meses o incluso años. Intentemos comprender la magnitud de nuestro problema. Hemos estado en esta creación durante muchas, muchas vidas, y no podemos cambiar nuestros hábitos establecidos de la noche a la mañana, ni saldar todas esas deudas adquiridas hace mucho tiempo en poco tiempo. Esa es la tarea de toda una vida.
Hace varios años, durante las reuniones de la tarde en Dera, el profesor Bhatnager solía contarnos la historia del ciego en un laberinto. Este laberinto tenía 8 400 000 paredes y una sola salida. Como era ciego, el hombre tenía que tantear la salida deslizando su mano por la pared mientras caminaba. Cuando finalmente llegó a la salida, le empezó a picar la cabeza y retiró su mano de la pared para rascarse. Cuando volvió a poner su mano en la pared, la salida estaba detrás de él, y no tuvo más remedio que volver a recorrer los 8,4 millones de paredes.
El profesor solía decir que todos nosotros somos como ese ciego. Llegamos a esta única salida de la creación –esta forma humana– y entonces nos pica y nos rascamos. Para algunas personas, esa picazón es la familia. Para otras, la religión. Para otras, el dinero. Para otras, la política, los negocios, el arte, la importancia personal, o el deporte. Sea cual sea el picor, rascarse nos impide tomar la única salida de la rueda de la trasmigración, por lo que estamos condenados a dar la vuelta otra vez.
Hazur explica:
Esta forma se nos concede con el único propósito de obtener la realización de Dios. Es la única salida que nos proporciona el Señor para escapar de esta inmensa prisión del mundo de los fenómenos. Pero estamos tan profundamente sumergidos en las actividades mundanas y los placeres sensuales, que ignoramos completamente el propósito de nuestra encarnación; perseguimos la sombra pero perdemos lo esencial4.
Nadie consigue nada en la vida si hace las cosas a medias, si no hay un compromiso. Esto se aplica a todas las áreas de nuestros intereses mundanos y espirituales. En el deporte, por ejemplo, no podemos conseguir nada sin una actitud seria, un entusiasmo total y la determinación de tener éxito, además de mucho esfuerzo en nuestro entrenamiento, concentración mental, táctica, técnica y un compromiso total con el objetivo. Lo mismo ocurre con los objetivos comerciales. Si queremos ganar mucho dinero y ser influyentes, necesitamos todos los mismos atributos, y quizás un poco de dureza de corazón. Entonces podemos y conseguimos nuestro objetivo.
¿Creemos que este sendero de la espiritualidad es tan fácil que no necesitamos esos mismos atributos positivos? El camino hacia la iluminación espiritual requiere la misma actitud seria y el mismo compromiso y determinación incondicionales para tener éxito si queremos comprender la realidad. También debemos desarrollar y practicar la compasión, la disciplina, el amor y la devoción al maestro.
Para conseguir el amor eterno, el amor en el que nos perdemos a nosotros mismos, tenemos que controlar nuestra mente y conseguir la concentración necesaria en el centro del ojo. Esto requiere un compromiso enorme. Requiere tiempo y atención. El maestro nos dice que nuestro trabajo es alcanzar el centro del ojo. Este tercer ojo, el punto de acceso a los mundos internos, es nuestro primer objetivo en nuestra búsqueda para contactar con ese Shabad a través del simran y el dhyan: la repetición y la contemplación. Debemos alcanzar gradualmente la concentración total en el centro del ojo. Para alcanzar esta meta, debemos empezar a controlar nuestra mente en lugar de permitir que la mente nos controle a nosotros. ¿Queremos continuar en este ciclo de nacimientos, muertes y renacimientos en la rueda de los 84? Si no queremos volver a recorrer este laberinto de la creación, debemos seguir el método que se nos da en la iniciación para liberarnos.
Pero primero tenemos que convencernos de que vale la pena controlar la mente y alcanzar el centro del ojo; si no tenemos una meta, nunca podremos lograr nada.
Este sendero de los maestros, esta ciencia del alma, es más que un concepto. Es un sendero de experiencias reproducibles, un sendero de transformación. Debemos ir más allá de nuestro estado mental habitual, tal y como se recoge en el viejo proverbio: “Después de todo lo que se dice y se hace, a menudo se dice más de lo que se hace”.
No importa si no sabemos leer o escribir o no podemos argumentar la razón de algo. Si hemos experimentado, aunque sea un destello momentáneo de la luz interior o el más leve eco de la música interior, sabemos más sobre la religión, la vida, la muerte, la mente y el alma que todas las personas cultas, intelectuales, ricas y con éxito del mundo juntas.
Kabir dice:
Si conoces al Uno,
entonces sabrás que lo conoces todo;
si no conoces al Uno,
entonces todo tu conocimiento solo es un fraude5.
En el reino de la realización de Dios, el pensamiento intelectual no tiene relevancia. El conocimiento basado en libros es mental, mientras que la realización de la realidad verdadera es del alma. Kabir también pregunta:
¿Qué hay que leer? ¿Qué hay que reflexionar? ¿De qué sirve el aprendizaje de los Vedas y las escrituras? ¿Y de qué sirve leer y escuchar si no conducen al estado de sahaj (realización de Dios)?6.
¿Cómo podemos obtener esa experiencia directa, ese amor que supera todo conocimiento e intelecto y hace que la vida realmente valga la pena? Debemos empezar por escuchar las instrucciones del maestro; debemos vivir según sus consejos. Él nos dice que, como en todas las facetas de la vida, hay unas reglas básicas que debemos seguir. Pero hay que tener en cuenta que estas reglas son en realidad solo directrices; progresar en este sendero es una elección individual. Pero las cuatro directrices explicadas en nuestra iniciación son absolutamente necesarias si queremos lograr la realización de Dios, cumplir con el propósito de nuestro nacimiento humano y dejar atrás nuestras vidas de dolor y sufrimiento. Debemos seguir las directrices religiosamente, por así decirlo: sin desviarnos, sin transigir, los 365 días del año durante el resto de nuestras vidas. Estas directrices incluyen seguir una dieta lacto-vegetariana; vivir una vida pura y moral; abstenerse de sustancias que alteran la mente, incluyendo el alcohol, el tabaco y los derivados de la marihuana; y practicar la meditación tal y como la enseñan los maestros durante al menos dos horas y media cada día.
Como solía enfatizar Maharaj Charan Singh, este sendero no debe seguirse como algo novedoso, o porque alguien que conoces lo sigue. Debes entender la ciencia a fondo; lo que se espera de ti y lo que te ofrece. Es un asunto serio y no debe tomarse a la ligera.
Los maestros explican que este sendero es sencillo, pero no necesariamente fácil. En esta vida no recibimos nada gratis, y debemos pagar por lo que recibimos. También tenemos que seguir adelante, sin dormirnos nunca en los laureles. Sabemos lo que debemos hacer y hacia dónde vamos. Tenemos un guía; estamos en el buen camino; y al final llegaremos a nuestro destino. Pero recuerda, como dijo Will Rogers: “Aunque estés en el camino correcto, te atropellarán si te quedas sentado”. Debemos persistir en nuestros esfuerzos y no rendirnos nunca. Una cita atribuida al presidente americano Calvin Coolidge dice algo así:
Nada en el mundo puede sustituir a la perseverancia. El talento no lo hará; no hay nada más común que hombres con talento y sin éxito. El ingenio no lo hará; el ingenio no recompensado es casi un proverbio. La educación no lo hará; el mundo está lleno de inútiles educados. La perseverancia y la determinación son omnipotentes7.
Solo podemos beneficiarnos de las enseñanzas de los santos. Una vez que nuestra mente inquieta esté satisfecha, nuestra alma podrá liberarse de su carga kármica y regresar a su origen divino.
Como ya se ha dicho, la vida es mucho más que vivir y la muerte mucho más que morir. Desde el momento de nuestra concepción, estamos en una cola –esperemos que larga – para morir. La pregunta es, ¿cuándo llegará nuestro turno? Tenemos que empezar este sendero antes de que nos alcance la muerte. Nunca empezaremos si posponemos la meditación hasta que tengamos algo de tiempo libre, nos consolidemos en nuestra profesión, iniciemos a nuestros hijos en la edad adulta, o estemos económicamente a salvo o jubilados. Ese interruptor de la meditación que creemos que podemos activar cuando queramos puede atascarse o romperse, o incluso puede que nunca lleguemos a esa etapa de la vida. Si lo posponemos, nuestra muerte puede llegar antes de que empecemos a meditar. Por lo tanto, no podemos posponerlo; debemos empezar.
Nosotros creamos nuestro propio futuro. Si hemos mejorado el aspecto espiritual de nuestras vidas con la práctica de la meditación y viviendo según las otras tres directrices, entonces no deberíamos preocuparnos por la muerte.
La muerte es algo más que morir; hay que morir en vida. Y en El libro de Mirdad leemos: “Morir para vivir o vivir para morir”8. Hazur explica:
Debes retirarte al centro del ojo, y entonces vivirás para siempre. De lo contrario, solo estarás viviendo para morir. Cada vez que vives, tienes que morir, así que muere para vivir. Aprende a morir para que puedas empezar a vivir, y vivir para siempre9.
La habilidad de morir en vida es el resultado de vivir una vida con el propósito de alcanzar la autorrealización y la realización de Dios. El maestro nos dice que ese es el objetivo principal de nuestra vida, para lo que trabajamos, lo que esperamos. Si hemos cumplido nuestra parte del trato que hicimos con nuestro maestro, esto es lo que él nos dará.
El Gran Maestro dice:
Esta vida es para cumplir con ese destino. Si en esta vida nos entregamos a la devoción, no volveremos otra vez, sino que regresaremos a nuestra casa. Esta vida tiene el propósito de acabar con nuestros nacimientos en este mundo10.
Y para animarnos aun más, el Gran Maestro promete:
Tendrás todo lo que deseas, las cosas más maravillosas y extraordinarias que jamás hayas podido soñar. Aquel que tiene que dártelo todo está dentro de ti en el tercer ojo. Tan solo está esperando que se limpie tu mente, y vigila todas tus acciones11.
Limpiamos y calmamos nuestra mente con la devoción regular y constante al Shabad; la meditación diaria con la que contactamos con la corriente audible de la vida en nuestro interior. Con la gracia del maestro y el esfuerzo, podemos progresar hasta el nivel del que hablan los santos en sus escrituras y satsangs y “morir a través del Shabad para vivir para siempre”. El maestro Charan Singh Ji cita a Gurú Amar Das:
Solo con la gracia del gurú, muere uno en vida.
Y habiendo muerto así, resucita
con la práctica del Shabad:
Aquel que lo hace alcanza las puertas de la salvación
y se libera del ego.
Muere a través del Shabad
para vivir eternamente,
y nunca más enfrentar la muerte;
con el néctar del Nam
la mente se endulza para siempre:
Solo con el Shabad se puede conseguir12.
- Citado por Daryai Lal Kapur, La llamada del Gran Maestro, p. 217
- Maharaj Charan Singh, Discursos espirituales, Vol. I, p. 214
- Mikhail Naimy, El libro de Mirdad, Ediciones del Lectorium Rosicrucianum, cap. 11, p. 84
- Maharaj Charan Singh, Muere para vivir, p. 7-8
- V.K. Sethi, El tejedor del nombre de Dios, p. 166
- Ibíd., p. 167
- https://quoteinvestigator.com/2016/01/12/persist/
- Mikhail Naimy, El libro de Mirdad, Ediciones del Lectorium Rosicrucianum, p. 30
- Maharaj Charan Singh, Muere para vivir, p. 163
- Maharaj Sawan Singh, Joyas Espirituales, carta 205
- Ibíd., carta 171
- Maharaj Charan Singh citando a Gurú Amar Das, Muere para vivir, p. 35