Despierta al amor - RSSB Satsangs & Composiciones

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Despierta al amor

Para ilustrar la esencia del sendero místico, Soami Ji, el gran santo de Agra, usó en sus poemas distintas formas de expresión. Lo hizo valiéndose del diálogo entre maestro y discípulo o entre la mente y el alma, por medio de poemas llenos de anhelo y amor, dedicados a su propio maestro o al Señor. Algunos de sus poemas son “advertencias” o “llamadas de atención”. Él escoge estos distintos enfoques para mostrar que el Señor está en todos o en todas partes. El Señor no tiene límites. Él lo es todo. Él es el perro que muerde y también es la víctima.

Aun cuando Soami Ji orientaba el énfasis de cada uno de sus poemas de forma diferente, estos se centraban exclusivamente en la espiritualidad. Él, al igual que todos los maestros, repite una y otra vez que debemos perseverar en la meditación, en el seva y en el satsang hasta nuestro último suspiro. Aun si somos endebles por la edad o estamos postrados en una silla, podremos seguir meditando.

Finalmente percibiremos por nuestros propios medios la realidad. Las palabras y las emociones necesitan ser canalizadas “hacia la devoción, esa acción que carece de acción y que consiste en inmovilizar el cuerpo, la mente y escuchar el sonido interior”1. Haremos esto hasta que se manifieste la forma radiante de nuestro maestro, que procede del Shabad. Se ha descrito esta belleza como de ser tan cautivadora que nos inclina a fundirnos en su luz y avanzar en el interior hasta hacernos uno con el Señor.

El comienzo del siguiente shabad es una llamada de atención en la que Soami Ji se dirige a nosotros, seres humanos corrientes, que estamos empezando el sendero de la meditación. Él nos dice:

En verdad, ninguno de tus compañeros te es solidario,
estás rodeado de malhechores y te encuentras profundamente dormido2.

¿Es esto cierto? Es una afirmación dura. Soami Ji nos recuerda que todas nuestras relaciones en el fondo se basan en el egoísmo.

Hasta que no dejemos nuestro yo, el ego, ese interés por lo propio, ¿qué más hay para nosotros? En este momento tan solo somos conscientes de nuestra individualidad, que a su vez es la consecuencia de los hechos del pasado, tanto buenos como malos. Igual que los santos, nosotros venimos a dar y a recibir, a intercambiar, a servir, a hacer amigos o enemigos. Además, como seres humanos estamos fuertemente inclinados a la devoción, que orientamos hacia el exterior y como consecuencia nos apegamos en exceso a ideas, cosas, personas y animales. Si bien el maestro no nos juzga por ello, está claro que la mente con sus artimañas se aprovecha de nuestras inclinaciones en perjuicio nuestro, dado que estas y nuestros seres queridos, son los que nos pueden hacer volver a este mundo.

Parte del gran engaño de maya, de lo ilusorio, es que los seres humanos buscamos la felicidad permanente en este mundo, aunque esta no se encuentra aquí. Sí podríamos encontrar ciertas satisfacciones, si bien serían siempre efímeras. Aunque pertenezcamos a la especie con mayor relevancia de esta creación, dotados del discernimiento y de la introspección, nuestras mentes fantasean por el universo y creemos que todo es real. Soami Ji dice que estamos “dormidos profundamente” en una supuesta realidad que es un sueño, y, por lo tanto, no es duradera.

En los tres planos: físico, astral y causal, todo se materializa por la interacción entre los tres atributos o gunas: el satogun, que es la cualidad de la bondad, la paz, la belleza, el ritmo y la armonía; el rajogun, que es la cualidad de la acción, de los logros, de la pasión y del orgullo y el tamogun, que es la cualidad de la inercia, de la oscuridad, de la ignorancia y de la decadencia. Estos tres atributos están presentes en la creación en distintos grados, por lo que es inevitable que todo nazca, crezca y se desvanezca, incluso en las relaciones que más nos apasionen. Podemos comprobar que los cimientos de la materia son inestables y están sujetos a constantes cambios. Los científicos y los místicos coinciden en que la “realidad” es una ilusión, no es permanente; puesto que esta creación tiene un origen, también tendrá un final.

Nuestra mayor fortaleza como seres humanos y potencialmente nuestra principal debilidad, es la capacidad devocional y la confianza en que el amor mundano nos pueda dar la felicidad. Pero a menos que encontremos la manera de saciarnos con algo duradero y verdadero, nuestra capacidad devocional se reducirá a una simple pasión que nos encadenará. En ocasiones la gente se mata a trabajar por la familia, dado que esta y la sociedad define la identidad de cada individuo. Probablemente la mayoría no tiene conciencia de sí misma, sino de los asuntos o problemas de sus seres queridos. No hay duda alguna de que pasamos momentos felices con nuestras familias y amigos, pero estos son placeres pasajeros. Como dijo Maharaj Sawan Singh:

En la familia, sus miembros se encuentran como viajeros en una posada. Algunos vienen y otros se van, según les llega la hora a cada uno. El encuentro y la partida están determinados por el karma de las personas, una viene como padre, otra como madre, otra como hijo o hija, o como pariente cercano. El karma determina quiénes son los amigos y los enemigos, y el karma ha moldeado así la vida. Todos están siguiendo el curso de su propio destino3.

También se refirió a nuestros seres queridos como “amados trúhanes”. Un ladrón o un atracador simplemente nos roba, pero estos amados truhanes, nos engañan de tal forma que ni siquiera nos damos cuenta de lo que nos han robado. Soami Ji dice lo mismo, que estando rodeados de ladrones, permanecemos profundamente dormidos. Los mayores robos son refinados, pues no es nuestro dinero o posesiones lo que nos arrebatan sino nuestro tiempo y atención. Esta se dispersa y arrastra al alma con ella por medio de la mente entre las nueve “aperturas” de los sentidos del cuerpo, ya sean nuestras acciones positivas o negativas. El Shabad, la consciencia vivificante que nos sostiene, se desperdicia a medida que la mente, atraída por los sentidos, arrastra al alma con ella. Este proceso suena un tanto mecánico, pero como estamos tratando con realidades que las palabras no pueden expresar, tenemos que conformarnos con metáforas.

Un matemático y filósofo americano escribió en una ocasión:

No somos más que remolinos en un río donde el agua siempre fluye. No somos elementos que permanecen, sino patrones que se perpetúan en sí mismos4.

Esta es una manera muy acertada de describir la naturaleza de nuestro karma, tanto en su aspecto físico como mental, mientras que igualmente nos indica el hecho de estar inmersos en la incesante corriente del Shabad. Dios en acción fluye a través y alrededor de nosotros; somos nosotros, pero sin que seamos conscientes de ello.

Los maestros nos recuerdan que no podemos irnos a la selva y convertirnos en ermitaños, con tal de alejarnos de la humanidad. Por naturaleza somos sociables, y en la selva nuestros pensamientos nos mantendrán ocupados, como lo están de manera positiva las abejas alrededor de la colmena o negativamente las moscas sobre el estiércol. Los pensamientos son los centinelas de la mente en la puerta de nuestra atención. Ellos nos mantienen ajenos a la quietud y la paz que existe en nuestro interior, hasta que invertimos nuestra atención del “ahí afuera, al interior de nuestro cuerpo”, en el centro del ojo. El simran es el anzuelo con el que nos podemos enganchar al Shabad.

En su shabad, Soami Ji continúa:

Despierta al amor de la compañía de los santos
y deja que el maestro te tiña de un color
que esté más allá de todos los colores:
el de la pureza del Nam5.

Dice Soami Ji, despierta al amor desde este sueño oscuro de las preocupaciones y las luchas, porque cuando despertemos a la realidad, lo único que veremos será el amor. “Despierta al amor” es una frase preciosa. Muchos maestros de la iluminación nos dicen que debemos despertar, pero no nos dicen hacia dónde caminar. Impulsarnos a que despertemos a la iluminación, verdaderamente no nos dice nada, pero ese “despierta al amor”, da sentido de hacia dónde nos dirigimos, al abrazo del único amor duradero en la compañía de los santos. Los santos son los arquitectos del amor. De la misma forma que el Señor ha diseñado su creación desde el amor, sus santos, los maestros, nos remodelan a nuestra forma original, que es el amor. Como dice Paltu Sahib: “En la corte del Señor, solo el amor importa”6.

Este amor que dura para siempre está a nuestro alcance. Con el tiempo y a medida que meditamos y repetimos el simran diariamente, despertaremos a ese amor. Acabaremos por estar tan apegados y centrados en nuestro guía espiritual, que llegaremos a ser conscientes de su forma verdadera, la forma radiante, y nos fundiremos en ella. En ese momento veremos al Creador en su creación y el mundo entero se convertirá en nuestra familia. Este amor, que en principio despierta el maestro físico en nosotros, proviene de él. Nosotros no lo generamos. Es un regalo.

En el volumen III de Spiritual Perspectives se relata un encuentro interesante entre el maestro y un discípulo. Este le pregunta:

Maharaj Ji, está claro que el amante necesita al Bienamado. Pero, ¿tiene necesidad el Bienamado del amante?  

El maestro responde:

Sí, pero ¿quién siembra ese amor en el amante? Es el Bienamado el que siembra el amor en el amante. El amante cree que es él quien ama al Bienamado, pero la seducción en el corazón del amante la produce siempre el Bienamado. El amante siente que él está enamorado de su Bienamado, cuando en realidad, es el Bienamado el que ha sembrado ese anhelo en el corazón del amante7.

Y el maestro continúa:

En realidad, es él quien tira de nosotros desde nuestro interior y es él quien nos hace receptivos de ese tirón. Él es el hacedor, el que nos atrae. Nosotros sentimos que lo amamos cuando en realidad es él quien nos ama. Él nos atrae y es quien desarrolla en nosotros ese sentimiento de separación8.

El amor comienza en el Bienamado. Nuestra capacidad para empaparnos en ese amor del Señor aumenta con la práctica espiritual. Pero ¿qué ocurre cuando dejamos nuestra práctica espiritual? Nada cambia sin la práctica espiritual. Sin la meditación no tendrá lugar transformación interior alguna. El amor espiritual no crecerá, aunque pudieran existir reacciones emocionales. Si no meditamos, simplemente volveremos a nacer.

Por el contrario, si realizamos nuestra practica espiritual, ese amor crecerá lentamente adaptándose nuestras mentes a la transformación que está ocurriendo en nuestro interior y así nos purificaremos gradualmente. Es una cuestión de equilibrio, la victoria la tendrán los más perseverantes. No importa cómo hayamos comenzado nuestra andadura por el sendero sino cómo la acabamos. Recordemos todos los bandidos y villanos que encontraron a un maestro y fueron iniciados, realizaron la práctica y se transformaron en santos.

Nuestro vínculo con la meditación e interiormente con nuestro maestro y el deseo de querer estar con él, es lo que nos alejará de todos los miles de deseos que nos han perturbado vida tras vida. Una vez que se nos ha brindado el regalo del Nam, nuestro destino, que no podemos esquivar sino tan solo retrasar, es que la mente finalmente tome el control de los sentidos y nuestra alma la domine. Finalmente lograremos la autorrealización y después la realización de Dios.

En la actualidad, nuestro maestro, Baba Gurinder Singh, es tan insistente como en su momento lo fue Soami Ji. No debemos esperar a creer que somos unos seres mejores o con más meritos. Sin acción no es posible transformación alguna: tenemos que despertar al amor y hacerlo ahora.


  1. Sar Bachan Poesía (Selecciones). Nota del traductor, p. xvi
  2. Soami Shiv Dayal Singh, Sar Bachan Poesía (Selecciones). p.73
  3. Maharaj Sawan Singh, Joyas espirituales, carta 107
  4. Norbert Wiener, The Human Use of Human Beings. p.96
  5. Soami Shiv Dayal Singh, Sar Bachan Poesía (Selecciones). p.73
  6. Isaac Ezekiel, Sant Paltu. p. 27
  7. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. III, #520
  8. Ibíd.