El néctar interior
Beber un zumo de naranja frío exprimido de un árbol del jardín trasero es una rareza en este mundo. En ese momento, la vida es hermosa. Entonces llega un post en Facebook. Es la mejor fotografía del cosmos tomada desde el Telescopio Hubble en el espacio profundo. Millones de galaxias con miles de millones de planetas girando alrededor y asemejándose a diminutas motas en la oscuridad... ¿y dónde estamos nosotros? ¿Dónde está la Tierra? Ah, no podemos verla. Es demasiado pequeña.
El planeta es pequeño y nosotros somos aún más pequeños. Sin embargo, los santos, mensajeros del Creador, llegan aquí para recordarnos la estatura de nuestra alma, para amarnos y mostrarnos cómo amar. Mientras tanto, los recuerdos de nuestro verdadero hogar se han borrado. ¿Quiénes somos y de dónde venimos? El Creador y los santos lo saben y nos enseñan la meditación del Nam. Los santos sujetan nuestras vidas como globos blandos y nos inflan con su aliento de amor. Mientras la dualidad gira a nuestro alrededor, nos sostienen en el ojo del huracán, protegiéndonos como una madre cuida a su hijo recién nacido.
¿Es real esta existencia? Bueno, es la historia de una rosa con pétalos suaves por encima y espinas punzantes por debajo, mientras que el ramo de flores perfumadas llena el aire. No siempre ha sido así. En la Edad de Oro y Plata, la vida aquí era exquisita, sin preocupaciones ni cuidados. Ahora hemos gravitado hacia la Edad de Hierro donde la codicia y la ira prevalecen y el hombre se alimenta del lodazal de la desesperación. Sin embargo, esta es la mejor de las edades porque ahora los santos han entrado en ese ámbito. Su misión es hacer sonar la campana eterna en nuestro interior para que recordemos nuestros antiguos orígenes.
La vida humana es el regalo del Creador que nos moldea en una sustancia capaz de sentir el amor y, al mismo tiempo, soportar el dolor creado por la separación de ese amor. Nos ha dado la oportunidad de sumergirnos en la experiencia sin recordar nuestro pasado regio. Desde un océano de sonido, somos ahora una ola que se estrella en la orilla de la vida. Desde la unidad experimentamos la dualidad. Al final, descubrimos que la dualidad es inexistente y la unidad es una vez más atesorada. Dentro de estos cuerpos se esconde nuestro Creador, nuestro Shabad-dhun y la creación entera; una creación tan vasta que ninguna mente puede visualizar en su totalidad. Cuando atisbamos en la quietud del ojo, el Creador desvela la verdadera historia. Comenzamos a recordar. Seguimos yendo. Hasta que un día, no vamos más.
Rumi dice, “Nuestro viaje es hacia el jardín de rosas de la unión”1.
El discípulo verdadero está agradecido por esta maravillosa experiencia, oh Señor. Su corazón está lleno de gratitud cuando contempla las edades de su vida terrenal. Ahora, vuelve su mirada a tu casa. El viaje de reencuentro ha comenzado.
- Nicholson, R., ed. Collected Poetical Works of Rumi, II; Delphi Classics, 2015.