Tienes un amigo
A principios de los años setenta, había una canción escrita por Carole King que contenía el hermoso verso: “Solo tienes que pronunciar mi nombre y sabes que allí donde esté, vendré corriendo... para verte de nuevo, y allí estaré. Tienes un amigo”. Y nosotros también. Tenemos al maestro.
Inicialmente el maestro puede aparecer de forma diferente a cada discípulo. Algunos lo consideran como un padre, maestro, hermano, gurú, pero para todos es un amigo. Hasta que logremos ver la forma verdadera del maestro, la forma de Shabad; tal vez, durante estos tiempos problemáticos e inquietantes del mundo, podemos considerarlo como nuestro mejor amigo. Hay una hermosa palabra en sánscrito, “kalyanamitra”, que se traduce como “amigo hermoso, bendecido o virtuoso”. Esta palabra capta la naturaleza y la esencia de nuestra relación con el maestro. Un amigo bendecido es aquel que nos anima a ser un mejor ser humano, nos ayuda a crear las condiciones necesarias en nuestra vida para nuestro crecimiento espiritual, y nos da el método para lograr este objetivo. Un maestro verdadero, nuestro amigo, encarna las cualidades que anhelamos lograr. Está ahí para hacernos saber que él ve en nosotros un potencial que quizá ni siquiera reconozcamos en nosotros mismos.
Este virtuoso amigo nuestro nos empuja hacia nuestro mejor yo, hacia el amor, la gratitud y la devoción. El maestro tibetano Patrul Rinpoche, hablando del amigo, dice: “Él es el gran barco que nos lleva más allá de los mares de la existencia samsárica. El verdadero e infalible navegante del sublime sendero… El sol y la luna disipando la oscuridad de la ignorancia”1. Sugiere que la práctica espiritual da poco fruto sin la compañía de nuestro mejor amigo espiritual.
La amistad con nuestro maestro se distingue de las muchas “amistades” que hemos podido disfrutar a lo largo de nuestra vida por el hecho de que no depende de la exclusividad; el maestro tiene millones de discípulos. No depende necesariamente de la proximidad física, aunque es maravilloso estar en la presencia del maestro. Simplemente pensar en el maestro nos anima el espíritu. ¿Cómo podemos entrar y permanecer en su compañía?
El desarrollo de nuestra amistad con el maestro depende de nuestro persistente apego a sus enseñanzas y a la práctica de invocar su nombre; haciendo nuestro simran y nuestra meditación. Cultivar nuestra relación con el maestro es la única manera de borrar la soledad, el aislamiento o el dolor que conlleva estar en el mundo.
El maestro se deleita en los discípulos que hacen su práctica con la mayor sinceridad. A menudo se dice que, si un discípulo da un paso hacia él, él “viene corriendo” hacia el discípulo. Nuestro mejor amigo nunca demora o retiene el regalo de la amistad, pero esta amistad se desarrolla y se cultiva cuando cumplimos nuestra parte. Él, por compasión, nos ha elegido como discípulos, nos ha dado la iniciación y nos ha mostrado el camino de la liberación eterna, y solo pide que hagamos nuestra práctica espiritual.
Se ha escrito mucho sobre la práctica de la meditación. Pero a veces tenemos que preguntarnos: “¿Estoy simplemente presentándome?”, o ¿tengo la capacidad de ajustar mi rumbo y verlo como una vía para lograr una profunda y duradera amistad con el maestro? Shantideva dice: “Incluso por la propia vida, nunca debemos abandonar el kalyanamatra”2. La relación con el maestro no depende de estar con él físicamente, porque no importa si él se encuentra en un extremo del mundo y nosotros en el otro, pues, como dice la canción: “Invierno, primavera, verano u otoño, todo lo que tienes que hacer es llamarme”, y él estará allí.
- Buddhism: Path to Nirvana, p. 156
- Buddhism: Path to Nirvana, p. 185