A través de los ojos de los animales - RSSB Satsangs & Composiciones

Descargar | Imprimir

A través de los ojos de los animales

Nosotros, los llamados humanos, somos una especie animal que se distingue por su carga de autoconciencia. Pero seguimos siendo animales, y por mucho que nos consideremos racionales continuamos esclavizados por nuestros instintos, hábitos y pasiones.

Nosotros los humanos, a diferencia de por ejemplo un león, estamos cargados de autoconciencia porque es la fuente de la abstracción, el pensamiento, los patrones, la conversación, el dinero, el miedo, la lujuria, la avaricia, la ira – todo lo que nos ha llevado como especie única a casi destruir nuestro propio hábitat. Pero nos caracterizamos y somos bendecidos por la autoconciencia cuando nos conduce hacia nuestra espiritualidad.

Con poca conciencia de sí mismo, el león es el rey de la selva y no es ni más ni menos que un león. Tú y yo somos ambos menos que un humano y potencialmente más que un animal. En su poema de 1928 “Navegando hacia Bizancio”, el poeta irlandés W. B. Yeats escribió:

Estamos enfermos de deseos,
y atados a un animal moribundo
que no sabe lo que es; y llevadme
a la ilusión de la eternidad1.

Todos somos almas eternas atadas a cuerpos de animales moribundos. Al intentar aclararnos qué es un ser humano, René Descartes, el filósofo francés del siglo XVII, expresó la desolación de la visión racional de nuestra humanidad cuando dedujo: “Cogito ergo sum; o pienso, luego existo”2. Decía que no somos más que máquinas pensantes, y que el lenguaje de nuestro pensamiento define quiénes somos y qué somos aparentemente.

Los místicos dirían: "Repito los cinco nombres, luego existo". El lenguaje del simran nos permite ser lo que realmente somos, el Shabad. Es el lenguaje del amor.

Estamos aquí sentados, mirando a través de los ojos de los animales, pero el "yo" que mira es un constante murmullo tratando de encontrarle sentido a sí mismo en el pasado, en el futuro y en algún otro lugar.

Estamos sobre el mar navegando en el barco de la relación, definido por el lenguaje de nuestro simran mundano: el constante murmullo en nuestras cabezas acerca de la familia, las ideas, el trabajo, el país, las ambiciones, el dinero, el amor, los amigos; los poemas, las frustraciones, el desayuno, las cosas y las trivialidades de la vida. Volviendo, siempre volviendo, nunca llegando, siempre recontando las historias que forman nuestro ‘yo’.

El Gran Maestro escribió:

El ser humano durante su largo vagabundear casi ha perdido su patrimonio y ahora se encuentra en bancarrota, demasiado débil para mantenerse en pie sin ayuda. Era alma en un tiempo, cuando estaba en íntimo contacto con el Verbo. Eso fue hace muchísimo tiempo, antes de bajar de las regiones espirituales. Cuando el alma perdió contacto con el Verbo y se asoció con la mente en los planos mentales, perdió la joya verdadera y tomó la imitación3.

Esta imitación es el ‘yo’ intentando convertirse en un héroe, inventando el mito imposible de nuestro éxito. Queremos ser nobles, saber exactamente lo que pasa, elevarnos por encima de las mezquinas luchas de ser alguien y algo que no somos.

El simran no es más que la práctica del arte de morir. No existe nada más que el verbo que se repite en este momento. Realmente nada. Esta es la muerte. Cuando no existe nada más que el Nombre del Señor repitiéndose en ese momento, entonces el ‘yo’ no existe.

Hazur Maharaj Ji dijo:

Es muy extraño. Nos sentamos a meditar cada día y nos preparamos para la muerte, pero cuando llega ese particular momento, aquellos que no han muerto en vida empiezan a gritar, a protestar y a llorar y dicen que no quieren morirse. El propósito de meditar cada día es prepararse para ese momento y llegada esa eventualidad, volver al hogar. Se trata todo de una preparación, nada más. Cuando ahora el Señor nos da la oportunidad de abandonar el cuerpo y materializar el efecto de la meditación, debemos aprovecharla4.

Soy mi atención. No soy nada más. No soy mi pasado, ni mis pertenencias, ni mi familia, ni mi trabajo, ni mis cualidades y ni mis defectos. Solo soy esta atención que revolotea como una mariposa enloquecida. Revolotea tan furiosamente que no puede conocerse a sí misma, no puede detenerse para verse a sí misma, no se atreve a inmovilizarse para entender su propia naturaleza.

Rumi escribió:

Tu temor a la muerte es en realidad tu temor a ti mismo:
¡Observa qué es de lo que estás huyendo!5

Winston Churchill dijo que el éxito es el entusiasmo que hallamos entre los fracasos. Desde nuestro punto de vista animal, estamos en una situación de desesperación, fracasando diariamente. Como lo expresó William Law, el teólogo (clérigo) inglés del siglo XVIII:

Lo único que has de hacer es dejar que tu angustia presente y pasada te haga sentir y reconocer estas dos grandes verdades: la primera, que fuera de ti mismo no eres más que oscuridad, vanidad, y miseria; y segundo, que no puedes ayudarte a ti mismo a dirigirte hacia la luz y el consuelo más de lo que puedes crear un ángel6.

Cuando tienes un sueño, por muy surrealista que nos parezca cuando lo miramos retrospectivamente, mientras estamos soñando nos resulta tan real como esta realidad aparente. Los sueños dentro de los sueños. Baba Jaimal Singh escribió:

Considera siempre este mundo como si fuese un sueño, y créelo firmemente. Nuestros parientes también son parte del mundo de los sueños y por lo tanto, son irreales. Extrae el ego de ti mismo y recuerda solo al satgurú y las palabras del satgurú… Cuando todo, el cuerpo, la mente y el alma, le pertenecen al satgurú, entonces todos los bienes mundanos y las relaciones mundanas también le pertenecen al satgurú. Yo no soy nada. Recuerda siempre estas palabras7.

Somos como globos de aire caliente, suspendidos en el cielo azul de nuestras vidas nada más que por efecto de ese aire caliente; incapaces de seguir un trayecto ya que los vientos del karma nos arrastran de un lado a otro. Cuando el quemador se queda sin combustible, cuando la historia llega a su fin, el globo se estrella contra el suelo con un terrible estruendo.

Estamos aquí sentados, mirando a través de los ojos de los animales, pero el "yo" que mira es un constante murmullo tratando de encontrarle sentido a sí mismo en el pasado, en el futuro y en algún otro lugar.

¿Qué hacemos? Debemos combinar el murmullo y dejar ir la trivialidad. Y para conseguirlo necesitamos a alguien que lo haya hecho antes. Necesitamos amor. Necesitamos hablar el lenguaje del amor que tenemos dentro de nosotros.

Tenemos que ser verdaderos, aquí y ahora, en medio del teatro de nuestras telenovelas personales. No para actuar espiritualmente, sino estar aquí ahora. El amor es la llave de la cerradura de nuestras jaulas.

Hazur escribió:

La relación del alma y el Padre es de amor, y no hay relación más elevada que esta. Como no puedes ver al Padre y no tienes la oportunidad de estar con él para poder apegarte a él y enamorarte de él, debes amar a sus hijos. Así que estamos apegados a sus hijos y esto es en realidad nuestro apego, amor y devoción por el Padre. Porque vamos donde están nuestros apegos, así que junto con los hijos del Padre nos fundimos de nuevo con el Padre. De modo que no hay una relación más elevada que la relación de un discípulo y su maestro8.

El amor evade toda charla y descripción sensata y sin embargo es el tema de la mayoría de las poesías y canciones. E. E. Cummings, el poeta americano, escribió:

El amor es más denso que el olvido
más fino que el recuerdo
más raro que una ola mojada
más frecuente que el fracaso9.

El Gran Maestro escribió:

El amor es una cualidad innata del corazón. Solo a través del amor la sublimidad de la verdad llega a conocerse, porque sin él, el ser humano estaría angustiado10.

También escribió:

Todos no pueden ser llamados seres humanos en el sentido estricto de la palabra. Solo son seres humanos aquellas personas que tienen la chispa del amor prendida en su interior11.

Una de las cualidades del amor es la exquisita forma en la que disuelve el ‘yo’. El amor fusiona el murmullo con el sujeto del murmullo, el amado. El alma no tiene límites en el amor: es el océano.

Jalaluddin Rumi, el sufí persa, escribió: El amor es el astrolabio de los misterios de Dios12. Un astrolabio era un instrumento medieval para demostrar cómo los planetas giraban alrededor del sol. El amor es el mayor exponente de los misterios de Dios.

Estamos aquí sentados, mirando a través de los ojos de los animales, pero el "yo" que mira es un constante murmullo tratando de encontrarle sentido a sí mismo en el pasado, en el futuro y en algún otro lugar.

¿Qué hacemos? Debemos fusionar el murmullo y dejar ir la trivialidad. Y para conseguirlo necesitamos a alguien que lo haya hecho antes. Necesitamos amor. Necesitamos hablar el lenguaje del amor que tenemos dentro de nosotros.

Ese algo de nuestra naturaleza animal se convierte en el nada del amante humano que se funde con el bien amado para convertirse en todo. Él nos da el anhelo, el hambre, la desesperación para elevarnos de nuestra inconsciencia animal hacia la realización de nuestra verdadera naturaleza divina [de Dios].

Como dijo Fakhruddin Iraqi, el místico persa del siglo XIII:

No eres nada cuando te casas con el Uno;
pero, cuando realmente te conviertes en nada,
  lo eres todo13.

Necesitamos convertirnos en verdaderos seres humanos para tener una buena relación con lo que somos ahora, en realidad. Sin embargo, no es tan sencillo como una merienda en casa de nuestra tía.

El Gran Maestro dijo:

El amor es otro nombre que se le da a unir el corazón con el bien amado. No es un juego de niños. Solo aquellos con un mérito genuino, aquellos libres de los lazos del mundo, y los que están libres de miedo, pueden convertirse en amantes. Es el trabajo de alguien que está libre de todo deseo mundano y que es capaz de mantener su mente libre de suciedad y de dualidad. Cuando la levadura del amor empieza a funcionar, entonces un amante no puede dirigir su atención hacia ningún otro objeto excepto hacia el bien amado14.

Pero Baba Ji ha dicho que tenemos el cartel de “completo” sobre nuestros corazones. Estamos demasiado ocupados intentando ser seres humanos racionales.

Citando de nuevo al Gran Maestro:

Es difícil nadar a través del océano del mundo o incluso bañarse en él. Uno siempre se baña en la playa. El hombre perfecto es como la playa del océano de la vida15.

La meditación es la única respuesta, la meditación es bañarse en la playa de su océano de amor. Para desprenderse del ‘yo’ debemos, irónicamente, ejercitar la autodisciplina a través de la pronunciación intencionada del lenguaje de nuestra espiritualidad, el simran. Una palabra tras otra, construyendo esa asociación, ladrillo tras ladrillo verbal.

Como escribió el Gran Maestro:

La gente común está en la más absoluta oscuridad. Al cerrar los ojos no hay nada más que oscuridad. Además, la oscuridad de la ignorancia se extiende por todas partes. El que puede disipar esta oscuridad es el gurú. “Gu” significa oscuridad y “ru” significa luz: aquel que puede iluminar la oscuridad, alguien capaz de llevarnos de la más completa oscuridad hacia la luz de la verdad16.

Estamos aquí sentados, mirando a través de los ojos de los animales, pero el "yo" que mira es un constante murmullo tratando de encontrarle sentido a sí mismo en el pasado, en el futuro y en algún otro lugar.

¿Qué hacemos? Debemos fusionar el murmullo y dejar ir la trivialidad. Y para conseguirlo necesitamos a alguien que lo haya hecho antes. Necesitamos amor. Necesitamos hablar el lenguaje del amor que tenemos dentro de nosotros.

La paradoja es que nuestro aprendizaje místico solo puede desarrollarse mientras vivimos, trabajamos, soñamos, respiramos; nos preocupamos, fracasamos, volvemos a fracasar; y fracasamos mejor en este mundo de tiempo y espacio, soportando la angustia, la frustración, el estrés y la decepción que acompañan a nuestro ‘yo’ animal.

Matilde de Magdeburgo, la mística alemana del siglo XIII, escribió:

Aquel que en algún momento
está gravemente herido por el verdadero amor
no volverá a estar sano nunca más
a menos que bese esa misma boca
por la cual su alma fue herida17.

Hermes Trismegisto, a quien se le atribuyen los antiguos escritos místicos egipcios, escribió:

Es difícil para nosotros abandonar las cosas familiares que nos rodean, y volver al viejo hogar del que vinimos. Las cosas que vemos nos deleitan, y las que no vemos dan lugar a la incredulidad18.

Estamos aquí sentados, mirando a través de los ojos de los animales, pero el ‘yo’ que mira es un murmullo constante que intenta encontrarle sentido a sí mismo en el pasado, en el futuro y en algún otro lugar.

¿Qué hacemos? Debemos fusionar el murmullo y dejar ir la trivialidad. Y para lograrlo necesitamos a alguien que lo haya hecho antes. Necesitamos amor. Necesitamos hablar el lenguaje del amor que tenemos dentro de nosotros.

El Gran Maestro escribió:

Es difícil nadar a través del océano del mundo o incluso bañarse en él. Uno siempre se baña en la playa. El hombre perfecto es como la playa del océano de la vida19.

El maestro es la playa, a salvo de tiburones y ahogamientos, en la que podemos aprender a nadar a través de las profundidades del karma hasta el final de la historia, hasta el momento en que nos envuelva en sus brazos.


  1. W. B. Yeats, “Sailing to Byzantium” in The Tower (1928); Scribner, 2004; p. 2
  2. René Descartes, Meditations on First Philosophy, Cambridge University Press, 1986
  3. Cartas espirituales, carta 105
  4. Muere para vivir, #138
  5. The Selected Poems of Rumi, “The Beauty of Death,” tr. R.A. Nicholson, Dover, 1998, p. 19
  6. William Law, A Serious Call to the Devout and Holy Life, 1729, p. XXIII
  7. Baba Jaimal Singh, Spiritual Letters, ed.3, 1976, Letter 93, p.97
  8. Maharaj Charan Singh, Grabación de audio de las preguntas & respuestas, 12 de marzo, 1986
  9. E. E. Cummings, 100 Selected Poems, Grove Press, 1954
  10. Maharaj Sawan Singh, Philosophy of the Masters, Vol. II, 6th ed. p. 118
  11. Ibid, p. 119
  12. Jalaluddin Rumi, The Masnavi, Oxford University Press, 2004
  13. Fakhsruddin Iraqi, Luma’at or Divine Flashes, tr. Chittick & Wilson; Classics of Western Spirituality, Paulist Press, 1982
  14. Maharaj Sawan Singh, Philosophy of the Masters, Vol. II, 2009; p. 197
  15. Maharaj Sawan Singh, Philosophy of the Masters, Vol. V, 2010, p. 240
  16. Maharaj Sawan Singh, Philosophy of the Masters, Vol. V, 2010, p. 227
  17. Mechthild of Magdeburg, The Flowing Light of the Godhead, Paulist Press, 2008; 79–80.
  18. The Divine Pymander: The Hermetica of Hermes Trismegistus, Create Space 2008
  19. Maharaj Sawan Singh, Philosophy of the Masters, Vol. V, 2010, p. 240