Cambiar nuestra consciencia - RSSB Satsangs & Composiciones

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Cambiar nuestra consciencia

Tendemos a pensar que el sendero espiritual es un viaje lineal hacia una meta distante. Pero en realidad no “vamos” a ningún lado. En palabras de un maestro sufí contemporáneo: “El viaje espiritual es un círculo cerrado de amor en el que nos acercamos lentamente al centro de nosotros mismos, que siempre existe. En este viaje no hay un ‘progreso’ sino un cambio de consciencia que revela nuestra propia naturaleza”1.

Nuestra naturaleza esencial es el Shabad, el poder universal y dinámico del amor que es Dios. El viajero del sendero, el sendero mismo, y el destino, son todos uno.

Estamos implicados en un “cambio de consciencia”, uno que revela la verdad sobre nosotros mismos, la verdad del maestro, y la verdad del Shabad – que son todos la misma verdad. Este cambio de consciencia no se consigue con la fuerza de voluntad, sino que ocurre de manera natural a medida que nuestro ego se disuelve y nos desapegamos del mundo. Y esto sucede atendiendo a nuestra meditación y pasando por nuestros karmas.

La meditación nos permite transformarnos y esa transformación ocurre a pesar de nuestro propio ser. “A través de la meditación nuestra propia actitud hacia los demás cambia, y sentimos esa paz y felicidad en el interior”2, como dijo Hazur.

Esa es la medida que podemos hacer, la que nos permite sentir que estamos progresando en la meditación... No nos molestamos tan fácilmente. Nos tomamos la vida con más calma y aceptamos la voluntad de Dios tal y como se presenta en la vida. Así que nuestra vida cambia de esta manera; una ventaja que puedes sentir, pero no puedes decir cuánto [progreso] ya has realizado y cuánto queda3.

Somos un poco como el barro. Puede que el barro sea sucio, pero es suave y maleable. Si seguimos haciendo el esfuerzo de meditar, nosotros también nos volvemos suaves y maleables, aunque no parezcamos muy limpios. De hecho, este asunto de la autorrealización y la realización de Dios es un poco lioso. Nuestros llamados fracasos, nuestros errores y deficiencias, constituyen el abono que erosiona nuestro ego, perfora nuestra autoimportancia, y nos permite aprender y crecer. Nos damos cuenta de que este no es nuestro juego; es el juego del Señor: su plan diseñado a medida para ayudarnos a eliminar nuestros karmas de la manera más eficiente posible y fundirnos con el Creador.

Nuestro papel en este proceso es salir de nuestro propio camino. Lo hacemos entrenando nuestras mentes, que es otra forma de decir cambiar nuestra perspectiva o cambiar nuestra consciencia. Hazur en Spiritual Perspectives, Vol. III dice:

Tenemos que enfrentarnos a situaciones a cada paso de esta vida, y a cada paso... tenemos que explicarle a nuestra mente que acepte lo que nos depara nuestro destino de manera sonriente, alegremente; ¿por qué quejarnos? Es un entrenamiento constante de la mente... Si siempre nos sentimos perturbados con cada pequeña cosa, entonces, ¿cómo podremos concentrarnos? ¿Cómo podremos meditar?... Tenemos que olvidarnos; tenemos que perdonar; tenemos que entrenar a la mente a tomarse las cosas con calma, a la ligera, a reírse de ellas, a ignorarlas. Todo esto es entrenar la mente”4.

Solemos hacer lo contrario: Nos tomamos a nosotros mismos y a los eventos de nuestras vidas muy en serio, y evaluamos lo que nos sucede según lo que creemos que debe suceder o cómo pensamos que deberían ser nuestras vidas. Este desajuste entre nuestras expectativas y la realidad nos da oportunidades continuamente de cambiar nuestra perspectiva y de “ver las cosas correctamente”, como decía Hazur, que todo lo que ocurre en nuestra vida es teniendo en cuenta nuestro beneficio final.

Normalmente, vemos los sucesos de nuestra vida como buenos o malos. Pero, como dijo Hazur una vez, si solo consideramos el mundo y nuestras vidas “como una creación del Creador, como un todo, entonces nada aquí será bueno o malo en absoluto.... No hay nada malo en la creación. Pero tenemos nuestro propio punto de vista a través del cual miramos"5.

Así que de nuevo, se refiere a nuestro punto de vista, nuestra perspectiva. ¿Cómo podemos cambiarla?

La meditación no es más que entrenar nuestra mente para aceptar o vivir en la voluntad del Señor. Ese es el objeto de la meditación: entregarnos a él, para que nos tenga de la manera que él quiera... Si se lo dejamos al Padre, si vivimos en su voluntad, él sabe mejor qué darnos. Nos preparamos para aceptar lo que nos dé. ¿Entonces de qué hay que preocuparse? El propósito de la meditación es precisamente ese. El propósito de la meditación es entrenarnos para adoptar esa actitud6.

Hazur usaba a menudo la analogía del alfarero trabajando con un bloque de arcilla en un torno de alfarero. El Señor es el alfarero, y el discípulo es el bloque de arcilla que está tratando de moldear. Mientras la arcilla gira en el torno, el alfarero la sujeta desde el interior, con una mano ejerciendo una presión firme y constante, mientras que con la otra mano le da forma a la arcilla desde el exterior con palmadas, golpes y una presión más fuerte. En esta analogía, por fuera podemos sentir que nos están golpeando o pegando, es decir, que estamos experimentando nuestros karmas, que nosotros mismos hemos creado en vidas anteriores. Pero una vez que nos iniciamos, siempre está esa mano firme y segura del maestro apoyándonos desde el interior, mientras estamos pasando por los altibajos de la vida.

Tenemos una elección: ¿En qué nos concentramos? ¿Nos concentramos en las palmadas y golpes que recibimos mientras pagamos nuestras deudas kármicas, o en ese apoyo interior? Después de todo, Baba Jaimal Singh escribió a su discípulo, el Gran Maestro: “El maestro, el satgurú, en su forma de Shabad, está siempre a tu lado... Cada momento nos está llamando interiormente, y nos está otorgando su protección y gracia”7. Y el Gran Maestro escribió: “El maestro interior da toda la gracia y ayuda que el discípulo sea capaz de recibir”8.

Así que, si tenemos que hacer algo en este camino, es aumentar nuestra capacidad de recibir lo que el maestro quiere darnos, es decir, vivir en la voluntad del Señor. La meditación es lo único que hace que sea posible. No una “buena” meditación, ni una meditación concentrada, simplemente una simple y sencilla meditación “cualquiera”. Simplemente apareciendo, cada día, y luego continuando la repetición de los nombres a lo largo del día tanto como podamos, hasta que se convierta en una música de fondo, sonando en nuestras mentes en un bucle continuo.

Uno de nuestros problemas es que aunque creemos intelectualmente que el maestro nos apoya, no siempre lo percibimos. Es una cuestión de fe. ¿Cómo podemos tener fe en lo que nunca hemos visto? El maestro nos dice que solo podemos tener verdadera fe cuando vemos su forma interior, cuando nos damos cuenta de quién es realmente el maestro y qué hace por nosotros. Hasta entonces, en el mejor de los casos, nuestra fe es inestable.

No podemos hablar de la fe sin hablar de la duda. Es normal tener dudas, es una parte del ser humano, una parte de tener una mente. A medida que nuestra experiencia en la meditación aumenta, ganamos en percepción directa, y entonces nuestras dudas se disipan. Mientras tanto, tenemos que aceptar la duda como parte de la condición humana.

Así que, mientras no tengamos una percepción directa de la verdad, y si la duda es parte de la condición humana, ¿cómo podemos confiar en el maestro y cómo podemos tener fe en el sendero?

Una honesta y desesperada iniciada le dijo a Hazur que no podía confiar en nadie, ni siquiera en el maestro. Él respondió: “Ten confianza en la meditación, y lo demás se solucionará automáticamente”9.

Confiar en la meditación no implica un juego de manos místico; es simplemente hacerlo, como usar hilo dental todas las noches porque nuestro dentista nos dice que es bueno para los dientes. Queremos mantener nuestros dientes, así que pensamos: De acuerdo, lo haré. No es una blasfemia decir que podemos abordar nuestra meditación de una manera igualmente mundana: Simplemente hazlo, de cualquier manera que puedas, y el resto se resolverá automáticamente.

C. S. Lewis, un escritor británico del siglo XX que se convirtió al cristianismo de adulto después de haber sido ateo, tenía algo que decir sobre este dilema de confianza y fe, que es un problema tanto humano como espiritual:

La fe... es el arte de aferrarse a lo que nuestra razón ha aceptado a pesar de nuestros cambios de humor. Porque los estados de ánimo cambiarán, independientemente del punto de vista de nuestra razón. Ahora que soy cristiano, tengo momentos en los que todo parece muy improbable: pero cuando era ateo, tenía estados de ánimo en los que el cristianismo parecía terriblemente probable. Esa rebelión de los temperamentos contra el verdadero ser se producirá de todos modos. Por eso la fe es una virtud tan necesaria: a menos que le enseñes a tus cambios de humor “como frenar”, nunca podrás ser un buen cristiano [en nuestro caso, un discípulo] ni siquiera un buen ateo, solo serás una criatura que se mueve de un lado a otro, con sus creencias realmente dependientes del tiempo y del estado de su digestión10.

Decirle a nuestros cambios de humor “cómo frenar” es entrenar la mente. Tenemos que basar nuestras creencias en la acción, a pesar de nuestros cambios de humor. La fe es el puente entre nuestras mentes vacilantes y las proposiciones que hemos aceptado como verdaderas. Pero debemos caminar ese puente de fe, es decir, debemos hacer algo. La acción que nos llevará a la seguridad en la orilla –a la convicción que surge de la experiencia, que es lo único que puede confirmar nuestras creencias– es la meditación.

La fe es el andamio que nos puede sostener hasta que tenemos una experiencia directa de la verdad de este camino. La verdadera fe comienza con la experiencia, a través de la meditación; hasta entonces la mente tambalea. Primero, Hazur nos dice: “tenemos que crear una fe intelectual en la filosofía. A la luz de la filosofía, tenemos que sopesar al maestro. Y luego la verdadera fe empezará solo cuando practiquemos”11.

Los maestros nos dicen que si meditamos, empezamos a ver señales de que vamos en la dirección correcta. Empezamos a sentir que algo sucede, incluso si no sabemos lo que es, y esto fortalece nuestra fe para que podamos continuar en el sendero. Puede que no hayamos llegado a nuestro destino, pero tenemos indicios de cierta presencia en nuestro interior. Sin embargo, sin la acción, nunca podremos obtener la experiencia que corrobore nuestra fe.

Es muy interesante que la fe, que consideramos un sentimiento, en realidad tiene que empezar con la mente. Hazur escribe:

Sin fe en la mente no puedes experimentar la fe del alma. Esta emoción, esta fe, tiene que empezar con la mente. El alma siempre tiene fe en el Padre. El alma siempre anhela ser uno con el Padre. El alma está llena de amor y devoción por el Padre. Es la mente la que le retiene. Así que la fe, para empezar, tiene que comenzar con la mente12.

La fe comienza con la mente, y aun así hay algo más que nos atrae hacia el interior. Hazur le escribió a un iniciado:

No me sorprende que la idea de futuros proyectos te llene a veces de ansiedad. Es del todo natural en tanto dependamos totalmente de nuestros recursos. Pero también en esta materia, aun siguiendo el camino que te indiquen la prudencia y experiencia, debes contar con el maestro y no desatender las inspiraciones interiores que te lleguen sin buscarlas y sin esfuerzo13.

Esta es una invitación para que dependas del maestro y “no desatender ningún impulso interno”. Tal vez estos estímulos provienen de la misma forma Shabad del maestro, que nos lleva hacia él en el interior, lejos de nuestros miedos y apegos mundanos.

Una niña se siente despreocupada cuando sabe que sus padres la cuidan en todo momento. ¿Cuánta energía podemos sentir, cuánta gratitud, cuánta confianza, si dejamos de depender por completo de nuestros propios recursos? ¿Si nos salimos de nuestro propio camino –dejamos de lado nuestra culpa, nuestras inseguridades y miedos– y nos permitimos depender del Señor y del maestro como un niño depende de su madre?

El profesor Bhatnagar, que daba satsang a los occidentales que visitaban Dera en los años sesenta, setenta y ochenta, habló en 1975 acerca de la lucha con la mente:

Intenta alejar tus pensamientos de las ideas no deseadas y vuelve al maestro. Mira, la mente solo puede pensar en una cosa: en pensamientos llenos de deseos [mundanos] o en el maestro. No intentes luchar contra ello... Luchando solo y desatendiendo al maestro, nunca podrás vencer14.

En una ocasión, alguien le preguntó a Baba Ji cómo afrontaba la carga de tener que llevar a todos los iniciados de Hazur de vuelta a Sach Khand. Giró los ojos y se encogió de hombros, moviendo la cabeza como si dijera: ¿Estás bromeando? Básicamente dijo: No es mi problema. Es su problema, es decir, el problema de Hazur. Ni siquiera abordó el concepto de que tenía que hacerlo por su cuenta. Dejó claro que apenas era asunto suyo. Se lo dejó todo a Hazur, y no tuvo la menor duda de que la responsabilidad era suya. Ese fue un ejemplo inolvidable de verdadera humildad, de dejar todo al Señor, de confiar completamente en su maestro, sin salvedades.

Baba Jaimal Singh le escribió al Gran Maestro: “Hijo mío, tú no estás separado de mi forma. Esto es un fascinante juego que no se puede entender sin el satgurú perfecto; solo para gestionar los asuntos del mundo aparece como cuerpo separado”15.

Ya somos uno con nuestro maestro, uno con el Shabad, uno con el Señor; estamos demasiado cargados con nuestros propios karmas, deseos y apegos para darnos cuenta. Pero en realidad podemos vivir como si esta unicidad fuera una realidad diaria. “Con el simran y el bhajan aprendemos a depositar la fe en un poder superior, entonces la carga se comparte, y eso nos hace sentir más ligeros”, escribió Hazur16.

Nadie nos pide una fe ciega. La fe ciega no es honesta; no se basa en la verdad, se basa en la represión de la duda. Es a través de nuestra meditación, a través del simran y el bhajan, que aprendemos a depositar la fe en un poder superior, a apoyarnos en el maestro interior. Es un proceso, no algo que ocurre de la noche a la mañana. Sopesamos al maestro, como nos ha aconsejado él, y juzgamos si es digno de confianza. Sant Mat no es una religión; no es un culto. Aprendemos a través de la experiencia, a través de la observación, si el maestro es digno de confianza. No quiere que lo adoremos.

La confianza es algo delicado. Es íntima. No es fácil desprenderse de nuestras defensas y abrirnos a cualquiera, qué decir del maestro. Es algo que ocurre a lo largo de toda una vida. Nuestra función es ocuparnos de nuestra meditación y ser un buen ser humano. Así es como podemos empezar a depositar nuestra confianza en él y experimentar por nosotros mismos lo que él hace por nosotros. Finalmente, esa confianza se convertirá en amor.

En El amanecer de la luz, se le cita a Maharaj Sawan Singh: “El desvanecimiento y vacilación en la fe, que según dices te sobreviene a veces, terminará cuando hayas visto al maestro en su gloria en el centro de los ojos, donde en su forma resplandeciente el maestro te espera para recibirte. Esfuérzate por llegar a ese punto”. Y luego dice, y para la mayoría de nosotros este es el consejo más importante: “mientras tanto, sigue robusteciendo tu fe en su misericordia”17.

Todos los días elegimos hacer o no nuestra meditación. Y mientras reforzamos nuestra confianza de esta manera, también podemos tomar la postura, como hipótesis de trabajo, de que la misericordia del maestro merece confianza. No debemos confiar porque se nos dice que lo hagamos, sino simplemente, como ha escrito Hazur, “no descuidar ningún estímulo interior que nos llegue sin ser buscado y sin ningún esfuerzo”.

Todos hemos experimentado el alivio que se siente cuando estamos luchando por llevar una carga pesada, y alguien viene y nos echa una mano. Es un alivio compartir el peso de esa carga. Emocionalmente, también, sentimos alivio cuando descargamos nuestros corazones con un amigo o un miembro de la familia. La única razón por la que no aceptamos la ayuda de esa persona es por nuestro propio orgullo; tal vez estamos avergonzados, no queremos que nos vean como débiles o imperfectos.

Pero la única razón por la que pedimos la iniciación fue para recibir ayuda. Queremos deshacernos de nuestra limitada perspectiva y fundirnos con el Shabad, para perdernos en el amor de Dios. Hemos apostado nuestras vidas por la intuición, por el estímulo interior, de que algo así es posible, de que hay un propósito en nuestras vidas, algo más que la existencia física, algo más que comer, dormir, procrear y ganarse la vida.

Una vez, hace varios años, alguien le preguntó a Baba Ji por qué se sentía tan atrapada y sola y separada de él. Él la miró con gran tristeza y dijo que se sentía como alguien que estaba tirando salvavidas a una multitud de personas que se ahogaban, y ninguno de ellos se agarraba al salvavidas, simplemente seguían chapoteando, gritando por ayuda mientras ignoraban el salvavidas que se les estaba tirando. Todo lo que tenemos que hacer es agarrar esa cuerda salvavidas y aferrarnos a la vida. El agarrarse y sujetarse es nuestro simran y bhajan, nuestra meditación.

Podemos conseguir mucho cuando sabemos que no estamos solos. Cuanto más nos apoyamos en él, más ligeros nos sentimos. Cuanto más nos dirigimos hacia él para pedirle ayuda y confiar en él, más sentimos que podemos hacer lo que se requiere de nosotros.

Hazur dijo una vez: “¿Qué más queremos si podemos encomendarnos al Señor? ¿Qué más queremos? ¿Si él puede cuidar de nosotros? Si puede eximirnos de toda nuestra planificación, de todos nuestros pensamientos, y toma el destino en sus manos, ¿qué más queremos en la vida? Esa es la persona más afortunada”. Entonces, le preguntó otra vez: “¿Es esto lo que él está haciendo?”. Hazur respondió: "Es esto lo que debemos aceptar”18.


  1. Llewellyn Vaughan-Lee, The Face Before I Was Born, p. 142
  2. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. II, #343
  3. Ibíd.
  4. Ibíd., Vol. III, p. 206, #265
  5. Ibíd., Vol. I, p. 43, #43
  6. Ibíd., Vol. II, p. 117–18, #165
  7. Baba Jaimal Singh, Cartas espirituales, carta 30
  8. Maharaj Sawan Singh, Joyas espirituales, carta 200
  9. Maharaj Charan Singh, transcripción de la sesión grabada, 14 de octubre 1986, Delhi
  10. C.S. Lewis, Mere Christianity, p. 140
  11. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. II, #174
  12. Ibíd., p. 126
  13. Maharaj Charan Singh, Luz sobre Sant Mat, p. 239, carta 195
  14. Professor Bhatnagar, transcripción de la sesión grabada, 6 de enero 1975
  15. Baba Jaimal Singh, Cartas espirituales, carta 47
  16. Maharaj Charan Singh, Light on Sant Mat, carta 21
  17. Maharaj Sawan Singh, El amanecer de la luz, carta 23
  18. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. 3, #292 (última parte en la grabación de audio solamente)