Cuanto más sabemos, menos entendemos
En el libro One being One, justo al principio, hay una cita del libro de 1926, Winnie the Pooh de A. A. Milne. Winnie the Pooh –o Pooh para abreviar– es el osito de peluche de Christopher Robin, y el libro trata de sus aventuras, junto con una colección de otros animales de peluche: Piglet, Tigger, Conejo, Búho, Cangu, Rito, e Ígor, el eternamente deprimido burro. Esta es una conversación entre Pooh, “un oso con muy poco cerebro” como Pooh mismo se describe, y Piglet.
“Conejo es inteligente”, dijo Pooh, pensativo.
“Sí”, dijo Piglet, “Conejo es inteligente”.
“Y tiene cerebro”.
“Sí”, dijo Piglet, “Conejo tiene cerebro”.
Hubo un largo silencio.
“Supongo”, dijo Pooh, “que por eso nunca entiende nada”.
Se dice que a ese “conejo le gusta hacerse cargo y elaborar planes detallados… Por muy detallados que sean sus planes, a menudo pasan por alto ciertos puntos clave y salen mal”1.
En otras palabras, el cerebro de Conejo, o más bien su mente, su intelecto, no siempre le da buenos consejos, y lo que él cree entender –quizá la mayoría de las veces– es erróneo.
¿No es esto lo que dicen nuestros maestros sobre cómo entendemos este sendero que seguimos y nuestra conexión con Dios? Nuestra mente se interpone en el camino. El Gran Maestro explica:
La sabiduría del mundo dispersa la mente. Las personas sencillas entran fácilmente. La gente de las montañas de este país es así, y en varias ocasiones sus almas entraron en cuanto se les impartió el secreto de la concentración2.
Las personas sencillas, como los habitantes de las montañas de la India, entienden las cosas porque sus mentes no están llenas de conceptos e ilusiones adquiridos por demasiada educación y por vivir y trabajar en un mundo en el que el intelecto es el rey, como muchos de nosotros. Si le dices a una persona sencilla que se siente, cierre los ojos y repita cinco palabras, eso es lo que hace. Si se lo dices a un intelectual, se pierde en preguntas sobre cuándo sentarse, dónde sentarse, cómo sentarse, la velocidad de repetición, y exactamente cómo pronunciar las palabras. Acaso no dice el maestro: no analices estas cosas. ¡Simplemente hazlo!
Muchos de nosotros que seguimos el sendero de los maestros, el Surat Shabad Yoga, sonreímos cuando oímos la conclusión del oso Pooh, de que el Conejo no entiende nada porque tiene cerebro, porque reconocemos que incluso tras décadas leyendo cada libro de Sant Mat y analizando cada aspecto del sendero con nuestras mentes, realmente no entendemos el sendero en absoluto. Y de hecho podemos estar aún más confundidos, ahora que Baba Ji ha dicho que lo que leemos en los libros tampoco es la realidad. Solo es una manera de explicar lo inexplicable.
Los maestros se enfrentan al reto de explicar, mediante palabras que podamos entender, lo que nunca hemos experimentado en esta creación física. Tenemos que experimentarlo en el interior para entender el interior.
Debemos ir al interior por medio de la meditación para aprender quiénes somos realmente: alma, no cuerpo, no mente; autorrealización. Y para saber realmente sin sombra de duda que ya somos uno con Dios; la realización de Dios.
Autorrealización antes de la realización de Dios. El doble objetivo de este sendero, aprender paso a paso la verdad sobre la divinidad de nuestra alma.
Podríamos entonces preguntarnos si tenemos que esperar hasta que nos hayamos interiorizado para experimentar la realidad de las enseñanzas y ser capaces de desarrollar la verdadera fe. De hecho, al recorrer el sendero, incluso antes de entrar en los reinos espirituales en el centro del ojo, obtenemos indicios del entendimiento que buscamos.
En el libro One Being One, una segunda cita aparece justo después de la de Winnie the Pooh. Estas palabras son del expresidente de la India y renombrado filósofo, S. Radhakrishnan, quien dice:
De vez en cuando, en algunos escasos momentos de nuestra vida espiritual, el alma se vuelve consciente de la presencia de lo divino. Un extraño asombro y deleite invade la vida del alma, y se convence de la totalidad de la divinidad, que inspira y moldea cada detalle de nuestra vida3.
Tal vez aquí Radhakrishnan se refiera a las experiencias internas, pero incluso en la creación física, a medida que avanzamos en nuestras vidas, surgen momentos en los que sentimos la presencia del maestro, prueba de que el maestro está dentro de nosotros en el centro del ojo y conoce lo que sentimos; conoce nuestros anhelos secretos. Y este entendimiento que él nos concede puede cambiar nuestras vidas.
Muchos de nosotros queremos una señal dramática para saber con certeza que él está allí; para sentir su presencia en nuestras vidas.
Las señales están ahí, ¿pero acaso nos hemos dado cuenta de ellas? O somos como el hombre que, durante una fuerte tormenta, se sentó en su tejado para escapar de las crecientes aguas de la inundación. Mientras rezaba a Dios para que viniera a salvarlo, se negó a subir a una canoa, a un barco de la policía y a un helicóptero que vino a hacer precisamente eso: salvar su vida. ¿Qué sucedió? Se ahogó. ¿Nosotros somos conscientes de las señales de que lo divino impregna cada aspecto de nuestras vidas?
Maharaj Sawan Singh dice: “El satgurú está siempre presente en tu interior en la forma del Shabad. Él ve, sabe y responde”4.
El Shabad, ese poder que es luz y sonido, que creó todo en el universo y más allá; ese Shabad es la verdadera forma del maestro, y está siempre con nosotros. Él nos ve, sabe lo que sucede en nuestras vidas, y responde. Recordémoslo como él nos recuerda a nosotros. Y cuando le invocamos, seamos receptivos a su respuesta. Él está ahí esperando que le prestemos atención, que le dejemos entrar en nuestras vidas.
El santo Tukaram dice en un poema llamado “Mi compañero”:
Con amor me llevas de la mano
Y te quedas conmigo dondequiera que vaya.
Solo tu apoyo me hace recorrer
el sendero de la vida5.
Con el maestro como nuestro constante compañero, con él sosteniéndonos la mano mientras recorremos el sendero de la vida, no habrá más soledad, ni pensamiento de que estamos recorriendo este sendero de la vida por nuestra cuenta. Esta es la experiencia que tienen los maestros y quieren que nosotros también la tengamos.
En el libro from Self to Shabd, un interlocutor le pregunta al maestro si se siente solo, y él responde:
En la unidad no hay soledad, solo paz y felicidad… Solo en la dualidad hay soledad y sufrimiento. Soy feliz. No me siento solo en absoluto6.
La ilusión de la dualidad, de la separación, es lo que hace que nos sintamos solos, que sintamos que nos falta algo. El maestro dice que para él no hay separación, es uno con el Señor, con el Shabad.
Es uno siendo uno (“one being one”, como el título del libro en inglés). Pero para nosotros, que vivimos en la ilusión de la dualidad con nuestra atención enfocada hacia la creación física, no podemos identificarnos con la experiencia del maestro. Nos miramos en el espejo de este cuerpo y vemos una persona separada del maestro; vemos dos, siendo dos –dualidad– y no unidad.
Por lo tanto, Sri Nisargadatta Maharaj nos aconseja: “Tienes que pensar: no soy este cuerpo, sino que soy ese conocimiento sin forma y sin nombre que habita en este cuerpo; ese soy yo”7.
No somos este cuerpo; no somos esta mente. Somos el Shabad; solo el velo de la mente y el maya –y la capa de karmas que aún tenemos que soportar– nos ocultan esta verdad.
En el verso de Soami Ji “Ven, amigo mío, a tu casa verdadera”, leemos:
Ven, vive en el centro del ojo;
experimenta la unidad aquí a través de la concentración.
Aquí la dualidad es trascendida8.
Conoce la realidad de la unidad a través de la experiencia, dice Soami Ji; ven al centro del ojo a través de la práctica de la meditación; a través de la concentración. Experimenta la unidad, vuélvete uno con el amor, sé el mismo amor; sin dualidad, sin amante ni amado. Solo un ser. Amor y dicha eternos e inalterables.
El amor es la naturaleza del Shabad, del maestro, del maestro interior sin forma. Recuerda las palabras de Maharaj Charan Singh citadas en el libro ilustrado sobre su vida, Legacy of Love: “Que vuestro amor por la forma culmine en el amor de aquel que es sin forma”9.
En la dualidad, nos enamoramos del maestro físico que nos inicia y nos enseña todo sobre el sendero y, con su apoyo y nuestro esfuerzo en la meditación, vamos hacia el interior y nos fundimos con su forma radiante de Shabad. Unidad. Uno siendo uno. Uno siendo amor.
Esta unidad es nuestra meta, esta experiencia de amor y felicidad eternos, cuyos destellos obtenemos del maestro como un regalo suyo para mantenernos en el sendero. Momentos en los que nos sentimos felices sin razón aparente, impregnados de una alegría que no está relacionada con nada externo a nosotros. ¿Cómo podemos aumentar la experiencia de esta sensación de unidad? Manteniéndolo en nuestro recuerdo.
Vive en el centro del ojo, dijo Soami Ji. ¿Cómo hacemos eso?
Los maestros dicen que la meditación no es solo sentarse durante las dos horas y media requeridas y luego olvidarse por completo del sendero y del maestro durante el resto del día.
Posiblemente estemos familiarizados con las palabras de Maharaj Jagat Singh en Ramillete espiritual, # 9:
El secreto del éxito en el sendero es “bhajan, más bhajan y aun más bhajan”. (Práctica, más práctica y aun más práctica). Con solo tres horas de bhajan, la balanza siempre se inclinará pesadamente del lado del mundo. Tenéis que orientaros total y exclusivamente hacia Dios. A lo largo del día, y sea cual fuere la ocupación a la que estéis entregados, el alma y la mente han de mirar de continuo hacia él, en el centro del ojo10.
Si queremos ir hacia el interior y lograr la autorrealización y la realización de Dios, no basta con tres horas de meditación; también debemos hacer simran durante todo el día cuando nuestra mente no está ocupada.
Luego añade:
Durante las veinticuatro horas del día, debe haber un vivo anhelo de unirse al Señor, un continuo dolor por su separación. Más aún: en cada momento, ya comáis, bebáis, caminéis, estéis despiertos o dormidos, debéis tener su Nombre en vuestros labios y su forma ante vuestros ojos.
Si queremos ir más allá de la dualidad hacia la unidad en esta misma vida, para no tener que renacer, debe haber un anhelo de acabar con el dolor por la separación que nos motive. Para satisfacer este anhelo, nuestra atención debe estar puesta en el maestro de una manera u otra durante todo el día y toda la noche desde el momento en que nos iniciamos hasta que morimos.
Si el Señor nos ha concedido la gracia de reconocer el sentimiento de vacío, que algo nos falta, tal y como es –el anhelo del alma para regresar a su fuente– y de darnos cuenta de que, hagamos lo que hagamos en este mundo, vayamos donde vayamos, compremos lo que compremos, siempre estamos insatisfechos, entonces ya tenemos ese anhelo de acabar con el “dolor por la separación”; y a medida que el dolor por esa separación aumente, como debe ser –porque no hay solución fuera en el mundo–, el recuerdo constante de él surgirá automáticamente.
Pero ¿por qué esperar? ¿Por qué esperar a que aumente el dolor por la separación? ¿Por qué no empezar ahora, con la promesa de la felicidad y la dicha de ser uno con él en esta misma vida motivándonos a sentarnos cada día?
- https://en.wikipedia.org/wiki/Rabbit_(Winnie-the-Pooh)
- Joyas espirituales, carta 122
- S. Radhakrishnan, The Genius of India, in Tagore Centenary Volume, Part 2, p.8
- Joyas espirituales, carta 189
- Tukaram, The Ceaseless Song of Devotion, 2004, 3rd edition, p. 105
- Citado en from Self to Shabd, p. 7
- Sri Nisargadatta Maharaj,The Ultimate Medicine, citado en from self to Shabd, p.13
- Soami Ji Maharaj, “Dham Apne Chalo Bhai,” en Spiritual Discourses II, p. 304
- Legacy of Love, p. 547
- La ciencia del alma, p.219