Vislumbres de lo divino
La iniciación por parte de un maestro vivo marca el comienzo de una formidable aventura espiritual. Desde tiempo inmemorial, el alma, nuestro verdadero ser, ha esperado que llegara este momento. Es el despertar de un profundo sueño milenario. A medida que progresamos, nuestra conciencia se expande, abarcándolo todo.
Se dice que el hecho de poder practicar la meditación en el Shabad es el mayor regalo que se le puede conceder a un ser humano. El maestro vivo no solo es el incomparable maestro espiritual, sino también el guía personal interior del practicante del Shabad. El progreso en este sendero espiritual no se mide a través de los logros o resultados. Lejos de ello; es infinitamente más sutil y está ligado a una experiencia de amor. Ese amor no tiene nada que ver con el amor físico, ya que trasciende los límites del físico.
Expandir la conciencia automáticamente implica ser conscientes de los cambios en nuestra mentalidad y actitud hacia las cosas y las circunstancias. En resumen, todo nuestro ser está experimentando una transformación completa y radical. Es un proceso de cambio de vida que no tiene lugar de la noche a la mañana, sino a lo largo de toda una vida; muy probablemente a lo largo de muchas vidas. El maestro espiritual, siendo incansablemente generoso, ha venido a este plano físico “para dar testimonio de la luz”, para compartir las enseñanzas espirituales con nosotros1. En la forma en que el maestro habla del Padre, brilla su amor por el Padre, su amor por el Señor. Nos insta a vivir en su voluntad, a aceptar lo que se nos presenta en el camino. Como somos seres humanos falibles, esta es una “misión imposible”, y sin embargo es el máximo reto al que nos enfrentamos en la vida. Nuestro destino está establecido; tenemos que atravesar el karma y saldarlo. No obstante, se aligera nuestra carga kármica cuando empezamos a controlar las inclinaciones de nuestra mente. Nuestra receptividad a las enseñanzas del maestro aumenta a través de la práctica regular de la meditación diaria. A través de nuestro maestro, empezamos a tener un vislumbre de lo divino.
En el Evangelio de Juan hay muchas referencias al testimonio de la verdad y la luz. Hazur Maharaj Ji proporciona una profunda visión de la verdad de estas declaraciones. En Luz sobre San Juan comenta:
San Juan nos está explicando que los santos, los maestros, vienen como testigos de la existencia de la luz para que “todos crean por él”; es decir, para que perciban esa luz que Dios ha puesto dentro de nosotros2.
Los maestros comparten con nosotros una intimidad divina. A través de sus enseñanzas, a través de la forma aparentemente sencilla en que se expresan, llegan al núcleo espiritual de nuestro ser. Automáticamente, se despierta el amor por estas enseñanzas en nuestro interior. En el exterior está el maestro físico, pero en el plano interior, se está produciendo simultáneamente una aproximación al maestro interior, al maestro Shabad. Baba Ji repite con frecuencia que no debemos limitarnos al físico. De nuevo, la iniciación es el comienzo de un increíble viaje cósmico interior. Al recorrer el sendero, al involucrarnos en la meditación, el discípulo de un maestro vivo experimenta que su conciencia se eleva. Una visión más clara se apodera de nuestra vida, y comenzamos a ver con ojos nuevos, con una renovada conciencia de la realidad interna, el efecto de una transformación interior. Esto va de la mano de un sentido de gratitud cada vez mayor, una renovada determinación de cumplir con nuestra parte del trato espiritual, de no ceder nunca en nuestra disciplina espiritual diaria. Cuando estamos en la presencia del maestro vivo, podemos incluso experimentar una pincelada de esa divinidad.
También en nuestra meditación hay momentos de inspiración divina; pero no para pregonar a los cuatro vientos, sino para valorarlos como inestimables tesoros interiores. No hay palabras para describir lo que el maestro interior, el maestro Shabad, está haciendo por nosotros. Se nos ocultan tantas cosas, porque es necesario que el maestro nos proteja para que no nos dejemos llevar por las experiencias internas. Nuestra labor es ser pacientes y valorar y digerir lo que se nos da gracias al amor ilimitado del Señor. Porque toda nuestra vida es un regalo del Señor; todo, incluso cada aliento que tomamos, es prashad. Miremos a nuestro alrededor y asimilemos esta realización.
No se puede recalcar lo suficiente la importancia del satsang. Huzur utiliza una impactante metáfora en Muere para vivir para hacer hincapié en este punto. En primer lugar, compara la iniciación con sembrar la semilla del Nam, y al mismo tiempo asegura que esta semilla tiene que brotar. Esta semilla sin duda se convertirá en la cosecha:
La semilla del Nam se planta dentro de cada iniciado y debe germinar. Nos aconsejan proteger esta cosecha y preservar la santidad de este tesoro. En un campo abierto la mies crecerá ciertamente sin protección, pero permanece vulnerable y es saqueada fácilmente. Por consiguiente, debemos rodear nuestra cosecha, a la que hacemos crecer a través de la meditación, con la cerca del satsang, la compañía de los maestros, los santos y sus devotos. El satsang provee de una fortaleza contra los ladrones y bandidos que quisieran que gastáramos nuestra riqueza espiritual3.
No podemos prescindir de la protección que proporciona el satsang, ya sea un satsang impartido por el maestro vivo o un satsang impartido por un compañero satsangui que hace el seva de orador. El satsang siempre es del maestro; es una oportunidad única para compartir las enseñanzas, para experimentar el poder de la reunión de un grupo de apoyo y para impregnarse de la atmósfera espiritual. En el satsang puede que nos inspiren las palabras del orador y que sintamos una elevación espiritual. Pero el satsang no se limita a esto, ya que es el sentimiento de cercanía al maestro Shabad. El satsang externo va acompañado del satsang interno, por así decirlo. Nuestra relación con lo divino se fortalece y un profundo anhelo por nuestro maestro se extiende por todo nuestro ser.
En estos tiempos donde hay restricciones por el coronavirus, en los que no se puede celebrar el satsang presencial o se celebra solo en circunstancias muy especiales, el maestro presente ha replanteado su intención de no hacer nunca satsangs online. Es una increíble bendición para nosotros poder escuchar las sesiones de preguntas y respuestas con el maestro. Son sesiones mágicas que le dan a los espectadores la sensación de estar en contacto directo con su maestro. Sin embargo, aquí también, hay más de lo que el ojo puede ver. Tal es el amor del satgurú por el Señor, que nos llega automáticamente. Nos damos cuenta, cada vez más, de cómo se revela en nosotros una comprensión completamente nueva de lo divino. Una relación que inicialmente era un mero concepto teórico se convierte en algo real, algo que ha cobrado vida dentro de nosotros. A través de las enseñanzas del maestro, a través de su amor por el Señor, también obtenemos un vislumbre de lo divino.
El maestro vivo siempre se refiere a su propio maestro, su predecesor, como el hacedor de todo. Mantiene oculta su propia grandeza y enfatiza que solo hace el trabajo de su maestro. Él está verdaderamente al servicio de su satgurú. Su humildad es tal que se pone al nivel de sus discípulos, pidiéndoles que trabajen y caminen con él. El efecto de esta exhortación es tal que cualquier pensamiento de que el discípulo es el hacedor simplemente desaparece. La completa humildad que el satgurú muestra, engendra en el discípulo un sentimiento de anhelo por absorber esa misma cualidad. Cada vez con más profundidad, el maestro Shabad toca lo más recóndito de nuestro ser. El anhelo en nuestro interior es irresistible y, de ser niños rebeldes, nos convertimos en niños obedientes. Complacer al maestro, a medida que asimilamos su enseñanza de amor por el Padre, toma prioridad sobre todo lo demás en la vida. Nuestra atención se dirige hacia el interior, en un maravilloso intercambio místico con la energía del maestro. Depende del discípulo aprovechar cualquier oportunidad para aumentar su receptividad al amor por lo divino.
La práctica del simran, la repetición de los nombres sagrados que el maestro nos da durante la iniciación se convierte en nuestro compañero y contiene una dulzura que nos llena de alegría. Trabajar y caminar juntos, uno al lado del otro, es cumplir con el propósito de la vida. Un sentimiento de profunda satisfacción y gratitud se apodera de nosotros, y en mayor medida, un sentimiento de liberación se antepone a todo lo demás. A medida que nuestra atención se concentra en el interior, las atracciones mundanas gradualmente pierden gran parte de su impacto. Todavía queda entusiasmo por la vida, pero imbuido de una conciencia espiritual, con una visión de espiritualidad en todo lo que hacemos. Seguir sus pasos ya no es una mera frase; experimentamos su presencia en todo.
Vivir con la presencia del maestro Shabad no es un pensamiento extravagante, sino una silenciosa conciencia de la dimensión espiritual. La vida ha cambiado, de una manera que nunca podíamos haber imaginado. Nuestro enfoque se ha trasladado desde el exterior hacia el interior. Un experimento de toda una vida con la verdad, y el esfuerzo ha merecido la pena, por pequeño que sea. La regularidad hace maravillas; el trabajo duro de la meditación debe seguir. Estamos encaminados hacia nuestro destino final. El satgurú nos insta y nos alienta, mostrándonos que podemos hacerlo. Y con su ayuda sí podemos.
En el libro The Treasury of Mystic Terms hallamos expresada nuestra relación con lo divino como un lugar interior de refugio y soledad donde se encuentra Dios. El santo Francisco de Sales aconseja:
Recuerda retirarte a menudo... en la soledad de tu corazón mientras te dedicas a trabajar con los demás. Esta soledad espiritual puede ser conservada sin importar cuánta gente haya a tu alrededor, porque esta solo tiene que ver con tu cuerpo y no con tu corazón, que puede permanecer a solas con Dios4.
Al practicante del Shabad se le ha dado un método para meditar que proviene directamente de lo divino. Esta práctica es ideal para el kalyuga, el actual ciclo de vida cósmico, en el que la gente vive durante un período de tiempo relativamente corto; se puede hacer en cualquier circunstancia. Además, y esto supera nuestra comprensión, también ha sido la práctica de meditación de los propios satgurús. Lo que enseñan lo han practicado y experimentado ellos mismos. En Luz sobre San Juan, las enseñanzas profundamente místicas de la Biblia son explicadas por Maharaj Charan Singh.
La Biblia dice que Juan el Bautista estaba con Dios. Uno que está con Dios no es menos que Dios. Vino de Dios, y él y Dios son una y la misma cosa. Una gota en el océano es el mismo océano5.
Juan el Bautista fue el predecesor de Cristo, al igual que Maharaj Charan Singh fue el predecesor de Baba Gurinder Singh. Por supuesto, los maestros siempre se refieren a sí mismos como siervos del Señor. Pero su verdadero estatus nunca se puede transmitir con el lenguaje. El sendero de los maestros es un sendero de amor espiritual, es el sendero del bhakti. La práctica de la meditación, para la cual se nos ha otorgado este nacimiento humano, nos proporciona circunstancias ideales y nos da los cimientos para construir una relación duradera con nuestro maestro, y por consiguiente con lo divino.
- Biblia, Evangelio de Juan 1: 7,8
- Maharaj Charan Singh, Luz sobre San Juan, p. 18
- Maharaj Charan Singh, Muere para Vivir, p. 66
- Francis de Sales, Devout Life 2:12; in The Treasury of Mystic Terms, Part III, Vol. 11, p. 32
- Maharaj Charan Singh, Luz sobre San Juan, p. 17