La Alfombra Roja - RSSB Satsangs y Composiciones

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La alfombra roja

En los informativos de la noche, en ocasiones vemos a reyes y reinas o primeros ministros y presidentes llegar a un país, bajarse de un avión, y encontrarse una alfombra roja desplegada ante ellos –en señal de respeto, logro y consideración especial.

¿Y qué pasa con nuestra propia alfombra roja que está desplegada siempre ante nosotros? Salimos un día de nuestra habitación, y allí, ante nosotros, se extiende nuestra alfombra roja, inmaculada, el comienzo de una nueva vida radicalmente nueva y el descubrimiento de nuestro verdadero ser interior. Con la iniciación, nosotros también nos convertimos en dignatarios, dignatarios de Sant Mat.

La iniciación es el mayor regalo que se le puede hacer a la humanidad; proviene del poder divino, el poder más elevado, y se nos hace a cada uno individualmente. ¿Por qué? No somos dignos de él. Hemos sido delincuentes, hemos engañado, mentido, asesinado, violado, hemos sido crueles; pero también hemos sido ángeles, filántropos, hemos sido amables, hemos cuidado, hemos defendido la justicia y el bien. En otras palabras, hemos sido todo lo que vemos a nuestro alrededor. Somos como todo los que vemos o nos encontramos. Ya que somos humanidad. Dios vive en todos nosotros.

Entonces, ¿por qué a mí? ¿Por qué se me da ahora la oportunidad de caminar por la alfombra roja ahora? No lo sabemos. Cuando se les pregunta, los maestros suelen responder que todo llega a su debido tiempo. “A todo el mundo,” dijo Hazur, “le llega un momento en que debe adorar al Padre en espíritu”1. En otro lugar lo explica con más detalle: “Se dice que se nace de nuevo porque se empieza una nueva vida se tiene derecho a volver al Padre desde el mismo día de la iniciación”2.

A menudo le pedimos al maestro su gracia y esperamos que nos la conceda al pedírsela. Sin embargo, su gracia y su amor se nos se nos dio a todos a través de la iniciación. Pero no la reconocemos como tal por que no tiene el color y la forma que esperábamos. Algunos de los que hemos recibido su regalo de la iniciación, no hemos dedicado tiempo a desenvolver el regalo para ver lo que hay dentro; no leemos con atención la nota con las indicaciones que lleva el regalo. Y, sin embargo, año tras año nos sentamos frente a él, suplicando su gracia. Baba Ji ha dicho que ya recibimos toda la gracia que necesitamos en la iniciación. Está ahí para ser utilizada, siempre y cuando hagamos el trabajo necesario, seguir las instrucciones y practicar.

Sant Mat no es una póliza de seguros que nos garantice la salvación por el simple hecho de haber recibido la iniciación. Aunque la iniciación supone la culminación de un viaje de miles de vidas, no es el final del viaje. Baja Ji nos dice que el momento de nuestra iniciación debe considerarse como la proyección de nuestro deseo de crecer espiritualmente. A no ser que pasemos a la acción, no nos convertiremos en verdaderos discípulos espirituales. La alfombra roja se ha extendido ante nosotros, pero debemos caminar por ella y mantener siempre la meta ante nosotros: contactar con el Nam.

En palabras de Guru Ravidas:

El Nam es la raíz del conocimiento,
el Nam es la puerta a la salvación.
Aquel cuyo corazón está ocupado por el Señor
no cae en los enredos del mundo3.

Ante nosotros se encuentra la alfombra roja, esperando que caminemos por ella. ¿Nos sentimos intimidados? Da el primer paso, nos dice el maestro. Y continúa diciendo: no te pido que renuncies al mundo o a tus seres queridos. Solo te pido que des el primer paso. Ven conmigo y camina por esta alfombra roja que se extiende hasta el infinito. Te llevará a regiones que nunca has imaginado, a conocimientos que van más allá de tu nivel actual de conciencia. Escucha mi consejo: No te preocupes; el desapego llegará lentamente, paso a paso, gradualmente. No hay que forzar nada.

Podemos haber llegado al sendero debido a experiencias negativas. El sufrimiento, la muerte de seres queridos, fracasos, los horrores de las guerras, el hambre y la pobreza, pueden habernos llevado a buscar algo más. Pero una vez en el sendero, algo cambia gradualmente en nuestra percepción del mundo. ¡Dios está en esta creación! El amor la rodea, el amor la controla, y Dios es amor. El amor está en esta locura.

Así que, solo hay que empezar, hacer un esfuerzo. Todo lo que se desea en la vida conlleva un precio y un esfuerzo. Tenemos que estudiar durante muchos años para obtener una educación; y esforzarnos mucho para triunfar en los negocios. Ningún atleta recibe medallas y reconocimiento sin que antes haya realizado un intenso entrenamiento diario. Y con nosotros ocurre lo mismo. El esfuerzo es necesario para tener éxito en la ciencia de la espiritualidad.

Podemos elegir, incluso después de convertirnos en satsanguis. Podemos seguir coqueteando con el mundo, dejándonos atraer por él en detrimento de nuestra meditación, o podemos sumergirnos –zambullirnos– en la oportunidad que nos ofrece el maestro. Podemos elegir en cada momento.

Así que reflexionemos: ¿Realmente queremos seguir dando más de lo necesario a esta ilusión mundana? En palabras de Matthew Arnold, un poeta inglés:

¿Qué curso sigue la vida
de los hombres mortales en la tierra?
La mayoría de los hombres se arremolinan
aquí y allá, comen y beben,
charlan y aman y odian,
acumulan y despilfarran, se
elevan, y son arrojados al polvo,
esforzándose ciegamente, sin conseguir nada,
Y luego mueren4.

¡Y luego mueren! ¿Ese es el destino que deseamos?

Los maestros vienen a por nosotros, en su infinita misericordia, llenos de amor y compasión; despliegan la alfombra roja ante nosotros, y nos ruegan: ¡Sigue mi consejo! ¡Medita! Utilizan una persuasión amable, nunca nos obligan, rogándonos que nos salvemos. ¿A qué estamos esperando? Tenemos un programa que seguir, tal y como se describe en el Sar Bachan Poesía:

Sin un maestro   nadie atravesará jamás el océano,
  sin su Nam nadie encontrará jamás la salvación.
Sin asistir a satsang
  nadie averiguará jamás la esencia,
  sin amor nadie conocerá jamás al amigo.
Sin la técnica adecuada,
  nadie podrá adentrarse jamás en el cielo interior
  y sin su gracia las enormes puertas no se abrirán.
Sin el surat nadie puede captar el Shabad
  y sin el nirat, el alma no podrá mantenerse
  en el ámbito del Shabad.
Desarrolla, ante todo, amor por el maestro
  conquista después a la mente
  y bebe el néctar del Nam5.

Somos buscadores de la verdad, ¿no es así? Así que, hagámonos esta pregunta clave: ¿Qué deseamos realmente? Cual sería nuestra respuesta si nos preguntáramos: Si tuviera que morir la semana que viene, ¿de qué me arrepentiría?, ¿qué habría hecho de forma diferente? Y si me dieran un año, ¿qué intentaría cambiar inmediatamente? ¿Acaso queremos encontrarnos con la muerte y arrepentirnos de no haber meditado, o de no haber meditado lo suficiente?

El misericordioso ha extendido la alfombra ante nosotros y ha prometido que nos esperará. No debemos tener miedo, y avanzar por la alfombra roja impulsados por la fe, como el perrito de la siguiente historia:

Un hombre enfermo se gira hacia el médico al final de su visita y le dice: “Doctor, tengo miedo a la muerte. ¿Sabe usted qué hay al otro lado?”. El médico responde tranquilamente: “En realidad, no lo sé”. El paciente le cuestiona: “¿No lo sabe, siendo usted un hombre de ciencia y un buscador de Dios?”.

Al otro lado de la puerta se escuchan arañazos y gemidos. El médico abre la puerta y un lindo perrito salta emocionado al ver al médico. “Verá” dice el médico dirigiéndose a su paciente: “Este perro no conoce la sala; solo sabe que su dueño está allí. Cuando se abrió la puerta, entro corriendo, sin dudar, y sin miedo y saltó al regazo de su dueño”.

Continuó: “No sé lo que hay al otro lado de la muerte, pero sé una cosa: Mi dueño está al otro lado y eso es suficiente. Y cuando la puerta se abra, no la cruzaré con miedo, sino con alegría”.

El maestro despliega la alfombra roja, día tras día, pidiéndonos que sigamos el sendero. Él nos ofrece su guía, su protección, su atenta mirada, nos da la fe, y el amor.

Solo nos pide una pequeña cosa: que meditemos. Podemos sentir que nuestra meditación es pobre, incluso horrible. Pero nuestro maestro mira nuestro potencial. En eso se centra y con eso trabaja. Ve luz en nosotros y nos dice que ya estamos conectados al sonido y a la luz. Nos pide que no desaprovechemos la oportunidad de realizarlo en esta misma vida.

Desenrollamos lentamente nuestra alfombra roja, y mientras lo hacemos, la alfombra se vuelve a enrollar. Ya está hecho. Mirar hacia atrás ya no sirve de nada. No se puede cambiar nada de lo que hayamos hecho. Con dignidad y humildad podemos aprender del pasado y seguir adelante. Hazur le preguntó a un discípulo que tenía depresión:

¿Por qué maldices la oscuridad? ¿Por qué no enciendes la vela? Nos preocupamos por el pasado, por lo que hemos hecho… si hemos hecho algo negativo, debemos tratar de mejorar en el futuro. Eso es lo más importante… Hay que mirar hacia delante y aprovechar el presente para no volver a repetir esos errores6.

“Hay que mirar hacia delante”. Así que, ¡ánímate!

Uno de nuestros objetivos es estar preparados para la muerte. Cuando la muerte llame a la puerta y diga: “Aquí estoy”, solo podemos confiar en que nuestro apego sea hacia el maestro, y que hayamos hecho suficiente meditación para que, en palabras de Rumi: “caigamos hacia delante”7.

Somos imperfectos, y seguimos, en gran medida, bajo la terrible influencia de la mente; pero no debemos preocuparnos por esto, porque elegimos hacer el esfuerzo, y este esfuerzo es todo lo que él pide. Y ese esfuerzo es fundamental si queremos llegar a él al final de la alfombra roja. Tenemos que desempeñar nuestro papel para desenrollar la alfombra.

Hay distracciones a la izquierda y a la derecha de la alfombra conforme esta se va desenrollando. Las personas quieren darnos la mano, otras quieren entregarnos algo, otras piden favores, y otras nos distraen lo suficiente para que salgamos voluntariamente de nuestra alfombra roja. Hay tentaciones, olvidos, dilaciones, y actitudes negativas. La mente utiliza todo tipo de engaños para distraernos del camino correcto.

Pero, nuestro guía está ahí. Él puede permitir que nos alejemos, pero antes o después nos hará volver. Mientras seguimos caminando por la alfombra, nos ayuda a no perder de vista a aquel que nos está esperando al final, dispuesto a tendernos la mano. La distancia entre el lugar donde nos encontramos en nuestra alfombra y el lugar donde él nos espera en su forma de Shabad, es la distancia que debemos recorrer con paciencia, determinación y fe.

Una mano invisible nos guía por esa alfombra roja, recta y estrecha. El maestro dice, ¡Agárrate a ella y sujétala! El simran es su mano amiga. Si podemos aferramos al simran y seguir recordando esas palabras, las distracciones en el camino perderán fuerza y nos resultarán menos atractivas. En palabras de Gurú Ravidas: “Aquel cuyo corazón está ocupado por el Señor no cae en los enredos del mundo”. Este recuerdo lo practicamos concentrados durante la meditación, pero si el simran puede practicarse durante el día, tan a menudo como nos sea posible, se convierte en un rayo láser que ilumina nuestras vidas y señala en todo momento hacia el maestro. El Hermano Lorenzo escribió bellamente:

Yo le adoraba lo más frecuentemente posible, preservando mi mente en su santa presencia… Hice de esto mi tarea, tanto durante todo el día como durante el período dedicado a la oración; porque en todo momento, cada hora, cada minuto, en el punto culminante de mi tarea yo desterraba de mi mente todo lo que pudiera interrumpir mi comunicación con Dios8.

En una ocasión una joven campesina caminaba por un campo donde un grupo de monjes estaba ofreciendo sus oraciones. En aquellos tiempos, la ley establecía que nadie podía cruzar un lugar donde se ofrecían oraciones. Al cabo de un rato, la joven campesina regresó, cruzando el campo por el mismo camino. Uno de los monjes le gritó: “Jovencita, has cometido un grave pecado al caminar por este lugar. Estábamos rezando y pensando en Dios”.

La joven se disculpó efusivamente y se dio la vuelta para irse. Pero se lo pensó mejor y de repente, se volvió hacia el monje y exclamó: “Señor, yo iba a reunirme con mi chico y como estaba pensando en él, no te he visto. Estaba absorta en mis pensamientos. Si tú estabas pensando en Dios, ¿cómo has podido verme a ?”.

Tenemos que sumergirnos en su recuerdo. Cualquier cosa que no sea eso, nos arrastra hacia el mundo. La vida que tenemos es relativamente corta. Como nos recuerdan los santos no podemos malgastar mucho tiempo.

En Cartas espirituales Baba Jaimal Singh escribe:

No pierdas el tiempo inútilmente. Preocúpate por el tiempo perdido en vano, y laméntate por haber desperdiciado tantas respiraciones, que no se utilizaron ni en asuntos mundanos ni en la práctica espiritual9.

El maestro Jagat Singh solía decir: “Piensa más y habla menos”10.

El maestro ayuda a los discípulos a lo largo de sus vidas y sus destinos. Se les da la oportunidad, las facilidades y el entorno adecuado en el que pueden liquidar sus cuentas kármicas, y a la vez ir más allá del reino de la mente y maya. La vida, nuestro destino –cada parte de él– es un milagro que hay que aceptar de corazón, con la certeza de que todo lo que ocurre es para nuestro propio bien. En palabras de Rumi:

Agradece tu vida, cada detalle de ella, y tu rostro brillará como el sol, y todos los que lo miren se sentirán alegres y en paz. Persiste en la gratitud, y poco a poco te convertirás en uno con el sol del amor, y el amor brillará a través tuyo con su alegría, que todo lo cura11.

Nuestra vida refleja nuestras prioridades. Nuestras acciones hablan más alto que nuestras palabras, porque todo lo que hacemos lo hacemos en función de nuestras prioridades. La hora a la que nos levantamos, lo que comemos, lo que pensamos, lo que hacemos y lo que dejamos de hacer, todo se debe a nuestras prioridades. Fijamos nuestra máxima prioridad, y esta se convierte en lo más importante de la vida. Podemos imaginarnos que invertimos la dirección actual de nuestra mente. Tenemos que seguir recordándole a la mente la necesidad de cambiar de dirección, convenciéndola de que tiene que invertir sus actuales tendencias descendientes, de que tiene que mirar hacia arriba y actuar de acuerdo con lo que el maestro dice. Si permitimos que una sociedad, que busca el placer, nos someta a un lavado de cerebro, nuestras vidas se volverán fácilmente superficiales y artificiales. Ser auténticos, identificándonos, no con la ilusión que nos rodea, sino con la realidad interior que somos, se convierte en el objetivo mientras caminamos por nuestra alfombra roja.

A menudo se ha dicho que Sant Mat es un sendero para los valientes. Mantenernos en la alfombra roja sin tropezar requiere de fe y valor, y a lo largo del camino hay dudas. El escritor e investigador Stephen Batchelor lo explica:

La tradición zen habla de tres factores hay que cultivar a lo largo del sendero: dudar mucho, tener mucha fe y tener mucho valor. Así, la fe y la duda van juntas…

Claramente, la duda en este contexto, no se refiere al tipo de indecisión fluctuante en la que nos quedamos atrapados, impidiendo cualquier movimiento positivo. Significa mantener viva la perplejidad en el corazón de nuestra vida reconocer que en el fondo no sabemos lo que está pasando…

La fe es el estado de confianza máxima que permite que tengamos la capacidad de seguir el sendero de la duda hasta su fin.

Y el valor: el valor es la fuerza necesaria para ser fieles a nosotros mismos en todas las circunstancias, para apartar los obstáculos que constantemente se nos presentan en el camino12.

Somos buscadores, y el compasivo ha desplegado la alfombra roja para cada uno de nosotros. Estamos en el maravilloso camino del descubrimiento de nuestro verdadero ser. Tenemos que seguir adelante, sin tener un conocimiento completo, pero practicando la confianza y dejándonos llevar.


  1. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. II, #34
  2. Spiritual Perspectives, Vol. II, #33
  3. Guru Ravidas, Guru Ravidas – Life and Teachings, 2nd ed., p. 135
  4. Matthew Arnold, Dover Beach and Other Poems, p. 89
  5. Soami Ji Maharaj, Sar Bachan Poesía, p. 104
  6. Spiritual Perspectives, Vol. II, #579
  7. Rumi, as cited in Maharaj Sawan Singh, El amanecer de la luz, p. 230
  8. Hermano Lorenzo, La práctica de la presencia de Dios, primera carta, p. 34
  9. Baba Jaimal Singh, Cartas espirituales, carta 111, p. 170
  10. Maharaj Jagat Singh, Ramillete espiritual, #30, p. 232
  11. Andrew Harvey, Light Upon Light: Inspirations from Rumi, p. 149
  12. Stephen Batchelor, The Faith to Doubt: Glimpses of Buddhist Uncertainty, p. 15