Afrontar la nada
Al igual que algunos niños temen la oscuridad, el pensamiento occidental dominante ha temido históricamente el concepto de la nada. La ausencia del pensamiento y la quietud de la materia, al parecer aterrorizan a la filosofía occidental. El concepto del “cero” existe en la India desde hace casi dos milenios y llegó a occidente a través del álgebra árabe; pero el uso del cero fue inicialmente prohibido por la iglesia cristiana por considerarse herético.
Más adelante, en el siglo XIX, algunos filósofos europeos disidentes descubrieron el budismo y los Upanishads indios. Uno de ellos, Arthur Schopenhauer, llegó a la conclusión de que la quietud de nuestra voluntad es la única forma en la que podemos dejar de sufrir en este mundo. Sostuvo que el mundo que vemos a nuestro alrededor recibe sustancia y valor de la mente o la voluntad. Por consiguiente, la negación de la propia voluntad puede hacer que el universo se disuelva en la nada. Schopenhauer concluye el primer volumen de su obra maestra El mundo como voluntad y representación declarando que para alguien que alcanza ese estado, este “mundo nuestro, con todos sus soles y galaxias, es – nada”.
Comentando este pasaje, el gran pensador e historiador de la filosofía del siglo XX, Bertrand Russell, escribe: “Hay aquí una vaga sugerencia de que el santo ve algo positivo [en la nada] que otros hombres no ven, pero no hay ningún indicio de lo que es...”1. Al pensamiento occidental le resulta muy difícil imaginar algo positivo en la nada o en el vacío. Puesto que el vacío es la ausencia de todo aquello que podemos tocar y pensar, no queda mucho con lo que la ciencia empírica o la filosofía puedan trabajar. Russell bromeó diciendo que si la nada es el objetivo, el suicidio y la embriaguez podrían ser tan buenos como la práctica mística.
El pensamiento oriental es mucho más positivo en relación a los conceptos de la nada y el vacío. En un divertido fragmento, el texto chino de 2500 años de antigüedad, el Daodéjing, señala que a menudo la nada es la clave para obtener resultados positivos:
Treinta rayos convergen hacia el centro de una rueda,
pero es el vacío del centro el que hace útil a la rueda.
Con arcilla se moldea un recipiente,
pero es precisamente el espacio que no contiene arcilla
el que utilizamos como recipiente.
Abrimos puertas y ventanas en una casa,
pero es por sus espacios vacíos que podemos utilizarla.
Así, de la existencia provienen las cosas
y de la no existencia su utilidad2.
Si nuestro objetivo es aprender, el vacío es una gran herramienta. El espacio vacío es necesario para sostener las cosas. La ausencia de paredes nos ayuda a ver cosas nuevas. Si creemos que lo que sabemos ahora no es todo lo que hay que saber, ¿tal vez debamos hacerle sitio a los nuevos conocimientos?
Unos cien años después de Schopenhauer, el filósofo francés Jean-Paul Sartre en su famoso libro El ser y la nada, fundamentó que la nada era, de hecho, lógicamente necesaria para el conocimiento consciente. Todos los animales piensan. ¡Aunque tal vez solo los humanos piensan en pensar! Reflexionamos sobre nuestros pensamientos, deseos y objetivos. Pero tenemos que guardar cierta distancia entre nosotros mismos y nuestros pensamientos para poder reflexionar sobre ellos, y esta distancia es la nada. Esta nada nos permite elevarnos por encima de nosotros mismos y adquirir enfoque y perspectiva. Nos lleva a la inequívoca comprensión de que no somos nuestros pensamientos. Sin embargo, como es típico en la tradición occidental, este vacío le resultó aterrador, incluso repulsivo al filósofo Jean-Paul Sartre. Escribió en su libro El ser y la nada que “la nada se encuentra en el seno del mismo ser, como un gusano” y sentía que hacía que la vida no tuviera sentido y fuera absurda. El resultado fue la “nausea”.
En cambio, el Buda sostuvo que solo el viaje hacia la nada podía curar la náusea de la vida. Le dijo a un discípulo:
Por el bien de las personas atrapadas en medio del río del ser, abrumadas por la muerte y la decadencia, os diré dónde encontrar tierra firme. Hay una isla, una isla que no puede atravesarse. Es un lugar de la nada, un lugar de la no posesión y del no apego. Es el fin de la muerte y la decadencia, y por eso lo llamo Nibbæna [es decir, Nirvana, lo extinguido, lo sereno]3.
El místico sufí del siglo XIII, Rumi, compara de forma similar nuestros cuerpos, pensamientos, emociones y expectativas con capas sobre el verdadero ser. Cuando se levantan todas las capas, no hay nada debajo.
Se rompieron todas las envolturas y mi yo se vio a sí mismo.
Lo que no pronunció ninguna lengua, no lo escuchó ningún oído.
Tu piel se abre de alegría cuando aparece el amor,
pero la alegría que se siente cuando él te hace desaparecer
es incomparable4.
Ese secreto puede conquistar el mundo
cuando el corazón se purifica.
Entonces nadie morirá en el ningún lugar5.
Así pues, tanto los filósofos orientales como los occidentales están de acuerdo en que la nada forma parte de la experiencia humana. Además hemos visto que en oriente, ya sea en las tradiciones clásicas chinas, indias o islámicas, la norma es asignar un valor positivo a la nada, mientras que en la corriente principal de la filosofía occidental, solemos encontrar la opinión contraria. Entonces, ¿quién tiene razón? ¿A quién debemos creer? Es una noción muy occidental que, ante dos puntos de vista contradictorios, hay que realizar un experimento para determinar cuál es el verdadero. No debemos aceptar nada que no hayamos experimentado por nosotros mismos. ¿Quién tiene el prestigio necesario para guiarnos en este experimento? En la reciente tradición judía del jasidismo, el maestro, hombre santo o “tsadik”...
...se entendía que encarnaba simultáneamente los opuestos del ser (yesh) y la nada (ayin); dos importantes conceptos cabalísticos adoptados por el jasidismo. Su cuerpo es el ser –tiene sustancia y es físico– mientras que él en realidad es la nada, sin sustancia; existe en la eternidad divina, en el reino del espíritu6.
La sugerencia es que hay maestros que tienen acceso tanto al ser como a la nada, que son capaces de explicar la técnica que nos permite adquirir experiencia de la “eternidad divina”. De hecho, Maharaj Sawan Singh, en el siglo XX, dijo:
El principal “razonamiento” de los santos es el “venid con nosotros y veréis”. Pocos están preparados para ello. Por eso los santos bajan al plano intelectual de los hombres y les hablan en sus propios términos. Con su intelecto superior dan una pequeña sacudida a las creencias de la gente y le hacen revalorarlas. Poco a poco la llevan hasta el punto de experimentación. Le dan la iniciación y el experimento empieza7.
En muchos aspectos, un santo vivo es como un razonamiento andante que nos convence para recorrer el camino místico. Si nos encontramos con un santo así, podemos sentir que tiene algo –alguna cualidad, majestuosidad, serenidad o amor– de la que nos queremos imbuir. Y los santos suelen decir que debemos practicar vaciar nuestras mentes con el fin de alcanzar tal estado. Baba Gurinder Singh Ji, el actual maestro de Beas, no es una excepción. Dice que tenemos una dimensión espiritual que está desatendida y que podemos fortalecer esta dimensión mediante la práctica y la experiencia de la quietud. Esta práctica también nos hará más felices, más serenos, más eficientes y más generosos en todo lo que hacemos.
Este ánimo y orientación recibida de una autoridad moderna es crucial, ya que practicar la quietud y el vacío requiere mucho esfuerzo y compromiso, y necesitamos tener cierta confianza en que el esfuerzo merece la pena. Sin embargo, en última instancia, es nuestra propia experiencia la que nos dará la verdadera fe en las palabras del maestro y la verdadera dicha derivada del vacío.
Si algún hecho ha sido declarado por alguna autoridad de confianza (los santos) en el pasado, podemos creerlo. Si alguna autoridad actual (el gurú) lo confirma, la creencia se hará más firme. Cuando el mismo hecho se ha convertido en nuestra propia experiencia personal, el elemento de duda que siempre acompaña a la creencia desaparece, y lo que era un hecho para las autoridades actuales y del pasado lo es también para nosotros. El valor de las autoridades actuales o de la creencia para un creyente consiste en hacer un experimento siguiendo las normas establecidas por las autoridades, y en comprobar esta creencia. Si el resultado demuestra ser lo que se esperaba, la creencia se convierte en realidad para la persona que hace el experimento8.
Por lo tanto, la primera cosa esencial es entrar en este laboratorio que tenemos dentro de nosotros, recogiendo nuestra atención dentro del foco del ojo... Hay muchas maneras de hacer esto, pero por la experiencia de los santos han reconocido que la “repetición”, llamada “simran”, realizada de la forma que se explica en la iniciación, es la mejor y más eficaz, así como la más sencilla9.
Para extrapolar lo dicho por Maharaj Sawan Singh, la hermosa poesía y el discurso del gurú sobre la nada no tiene sentido a menos que tomemos medidas para realizar nuestro propio viaje hacia la nada. Los místicos a veces se comparan con los que son mudos, que intentan explicar el sabor de los dulces. No se puede hacer, pero la forma en que describen la inutilidad de hacerlo es, sin embargo, muy alentadora:
Nadie puede describir la grandeza de ese momento en que la menta queda inmóvil y el alma entra en un estado de complete absorción10.
- Bertrand Russell, History of Western Philosophy, 2008, p. 787
- Lao Tsu: Tao te Ching, ch. 11, tr. Gia-fu Feng and Jane English
- https://www.dhammatalks.net/Books9/Ajahn_Passano_Amaro_The_Island.pdf, p. xvi
- Jalal al-Din Rumi, Divān-e Shams-e Tabrizi (Selections), tr. Maleki, p. 171
- Ibíd., p. 341
- Miriam Caravella, The Mystic Heart of Judaism, p. 421
- Maharaj Sawan Singh, Joyas espirituales, #116
- Ibíd.
- Maharaj Sawan Singh, Joyas espirituales, #157
- Soami Ji, Sar Bachan Poesía, p. 123