Seva en la era del covid
Todo cambió en el año 2020. Nuestra antigua normalidad despareció en un santiamén, y tampoco sabemos qué es la nueva normalidad, cuánto va a durar, ni si podremos regresar a ese pasado que nos parecía tan normal antes de la pandemia. Salta a la mente el tópico de que lo único constante en la vida es el cambio.
Según donde vivimos, para mucho de nosotros lo que conocíamos como seva, el trabajar en grandes grupos, colaborando mano a mano, ha desaparecido. Parece ser que aún se lleva a cabo seva en la India, tal como observamos en los videos llenos de inspiración que vemos en los grupos y centros de covid que participan en las sesiones de preguntas y respuestas de Baba Ji en Dera. Además, hay ciertos centros en el mundo que han permitido el seva, eso sí, practicando distanciamiento social, mientras otros satsanguis han tenido la buena fortuna de haber podido hacer seva desde casa. Sin embargo, muchos de nosotros anhelamos tener seva que, por las circunstancias actuales, no nos está permitido.
Por lo tanto, surge la pregunta: ¿cuál es nuestro nuevo seva? Este es un buen momento de reflexionar sobre lo que realmente significa el seva, y cómo deberíamos hacerlo, independientemente de cuál sea su forma. Quizá tengamos que profundizar en nuestra compresión del seva.
En la película “Seva de amor”, disponible en este sitio web, podemos apreciar la riqueza y la experiencia del seva en todo el mundo antes de la pandemia, desde los origines de Dera hasta la fecha de realización de esta película. En la película vemos ejemplos del seva exterior, ilustrando ejemplos donde interactuamos con los demás. Vemos la meditación como seva, con vistas de satsanguis que meditan sentados. Se ven satsanguis compartiendo sus impresiones acerca de la naturaleza del seva, incluyendo la idea de que el seva se realiza para complacer al maestro.
En el libro Spiritual Perspectives, Hazur aborda este punto, diciéndonos:
El seva verdadero es la meditación: retirando tu consciencia al centro del ojo y apegándola a la luz divina o melodía interior… las otras formas de seva son un medio para alcanzar ese fin… Por lo tanto, todo tipo de seva complace al maestro, y todas estas formas de seva te llevarán al seva verdadero. Y este seva verdadero te llevará de vuelta al Padre1.
Nos ayuda a entender cómo el seva nos lleva de nuevo al Señor cuando nos explica:
El propósito del seva es hacernos humildes, ayudarnos a sentirnos unidos con el prójimo… Es nuestro ego lo que nos separa del Padre, y por lo tanto debemos eliminar ese ego. Cuando servimos a las masas, servimos a los demás, y la humildad brota de nosotros de forma natural. Ese es el propósito verdadero del seva2.
Intentemos reflexionar un poco más sobre estas palabras para profundizar en nuestro conocimiento del seva y ver cómo nos ayuda.
Como Hazur da a entender, si la manera en que yo hago mi seva en mi país tiene el potencial de complacer al maestro, cuya forma física reside en la India, entonces, ¿qué significado tiene eso para mí? Quiere decir que está siempre conmigo, y que la proximidad física carece de importancia. Quizás esa “cercanía” tiene que ver más con una sintonización interior que un acercamiento físico. Se nos explica que en el momento de la iniciación el maestro toma asiento en nuestro centro del ojo, ¿pero a qué nivel entendemos eso? ¿Sigue siendo meramente un concepto, o hemos llegado a experimentar la profundidad de esa verdad?
Ahora que la mayoría de nosotros estamos desconectados de nuestros sevas, bien sea la preparación de comida, la poda de árboles, o barriendo el suelo, nos vemos empujados hacia nosotros mismos, especialmente si vivimos solos. ¿Cómo podemos utilizar nuestra soledad, la distancia física del maestro y de otros satsanguis, la pérdida de nuestras rutinas prepandémicas para fortalecer nuestra relación interior con el maestro y afrontar de forma seria nuestro seva principal de la meditación? De la misma manera que un alumno aprende sus lecciones en el colegio, el seva nos enseña sutilmente la realidad del maestro y nuestra relación con él.
Preguntémonos si el valor real y la importancia vital de todos esos benditos regalos del seva que una vez ocuparon todo el tiempo que podíamos dedicar, era para prepararnos para ese momento en el cual todo cambiaría, cuando el mundo daría un vuelco y perderíamos el equilibrio. ¿De qué modo y con cuánta coherencia nos dirigimos a ese único seva que nos queda: el de la meditación? Si miramos nuestra práctica de la meditación como un ejemplo de seva, quizá podríamos valorar mejor este intervalo de abandono forzoso, finalmente brindándonos la oportunidad para darle forma practica a esa enseñanza que tanto pretendemos seguir.
Y finalmente, ¿nos enfrentamos a las tareas diarias de la vida, incluyendo el servicio al prójimo, a la familia, a nuestros compañeros de trabajo y nuestros vecinos, como un seva lo suficientemente digno para complacer al maestro? ¿Cuenta esto como seva?
Fue precisamente esta la pregunta que un satsangui formuló a Hazur, una que resuena profundamente con nosotros en la situación en la que nos encontramos:
P: Maharaj Ji, al estar en occidente, lejos de Dera, ¿hay alguna manera de que nuestro trabajo mundano sea una forma de seva? ¿Hay algún planteamiento en cuanto a nuestro trabajo mundano para que podemos hacerlo como seva?
Hazur respondió:
Si mantienes al Señor y al maestro en tu mente las veinticuatro horas del día, todo lo que haces se convierte en seva. No interpones tu ego en lo que haces, pues todo lo que haces se convierte en servicio hacía tu Padre. Si mantienes al Señor siempre en tu mente, todo lo que haces se convierte en seva3.
¡Qué palabras tan reconfortantes! La idea de que estemos donde estemos, el seva está a nuestro alcance con tal de que nos acordemos del Señor se convierte en una mano amiga en estos tiempos agitados. Nos afirma que efectivamente podemos seguir siendo sevadares, sirviendo a nuestro prójimo de forma humilde, responsable y llenos de amor, con tal de que continuemos con nuestros esfuerzos de recordar al Señor y sacrificar nuestro ego. Y si nos desorientamos, siempre podemos volver a nuestro punto de partida una y otra vez, tal como hacemos con nuestra meditación y nuestro simran. La decisión está en nuestras manos, cada momento del día.
Igual que Baba Ji y sus sevadares locales sirven amorosamente a los que sufren en la India, nosotros podemos servir a los que tenemos cerca, y como él está siempre con nosotros, le agradará tanto como cuando hacíamos seva en nuestros centros de satsang. Lo único que tenemos que hacer es dirigir nuestra atención a aquel que habita en nuestro centro del ojo, el que espera que volquemos nuestra mirada hacía él. Siempre tenemos el seva a nuestro alcance, con tal de que nos acordemos de él. ¿Como dijo el sabio rabínico Hilel el Mayor: “Si no es ahora, ¿entonces cuando?”.
- Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. III, #189
- Ibíd., #192
- Ibíd., #197