El agua siempre vuelve a su cauce - RSSB Satsangs & Composiciones

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El agua siempre vuelve a su cauce

Maharaj Charan Singh visitó Estados Unidos en 1970 y no regresó durante los veinte años restantes de su permanencia en el cargo. Así pues, antes de que Baba Ji nos agraciara con su primera visita, los discípulos tuvieron que funcionar sin la compañía física y el refugio del maestro. Los libros estaban allí; nuestros compañeros de viaje daban charlas en las reuniones; pero la meditación era la única forma sustantiva de entender verdaderamente su mensaje.

Nuestra verdadera naturaleza y el equilibrio de nuestra práctica espiritual surgieron durante esta larga ausencia. Hubo momentos en los que nos sentimos apartados, momentos en los que nos sentimos mejor o peor, y momentos en los que alcanzamos el equilibrio. A todos los niveles y, de cualquier manera, a través de nuestra trayectoria de trabajo y contemplación, nos mantuvimos fieles a nuestra naturaleza, y el Señor, también, se mantuvo fiel a su propia naturaleza. Con el tiempo, solo queda un único conjunto purificado. A lo largo de muchos años y en cada estado del ser, la promesa de unidad que se transmite en las enseñanzas de los santos resultó esencial para mantener la disciplina espiritual cuando los devotos se sentían abandonados a su suerte.

A menudo se comenta que “el agua siempre vuelve a su cauce” cuando alguien desea expresar la inevitable consecuencia de la naturaleza en los asuntos humanos. A pesar de cualquier obstáculo, ya sea una montaña, una roca o una llanura, el agua encuentra su camino hasta el punto más bajo disponible y allí establece un equilibrio perfectamente nivelado.

El hermetismo se refiere a una filosofía mística helénica atribuida a Hermes Trismegisto, que muy probablemente fue un compuesto de varias figuras históricas que escribieron de forma anónima para expresar la simple pero controvertida verdad de que nada está excluido de la ley divina:

Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo; para la realización de los milagros de la cosa una1.

Estos escritos de Hermes afirman, como también han dicho otros adeptos místicos, que “el mundo es uno, el alma es una, Dios es Uno”2. Hay que dedicar años a la contemplación para comprender la noción de que, si una enseñanza o ideología se basa en el dualismo y contiene cualquier tipo de distinción, no puede ser verdadera. El Uno es el único absoluto. Lo que queda por resolver de la naturaleza y de la vida humana es si el equilibrio de las personas está en su identidad con Dios o en algún lugar aislado y separado en el entorno de los elementos en conflicto. Podemos encontrar esperanza en estas antiguas enseñanzas porque entendieron que los elementos actúan en equilibrio por ley divina. También dieron por sentado lo que la filosofía moderna ha olvidado, que el equilibrio humano también depende de la conformidad con la ley divina.

…el Señor ha construido este cuerpo como templo a fin de morar en él3.
Maharaj Charan Singh

Dentro del cuerpo humano es donde encontramos al Señor. En este viaje a lo largo de la vida humana, cada elección y acción, ya sea positiva o negativa y a favor o en contra del bien común, tiene una consecuencia. La definición del carácter de una persona se aclara con el tiempo. Las percepciones sociales erróneas desaparecen y la verdad se revela. El análisis objetivo sugiere que, independientemente de cualquier obstáculo, el agua llegará a su destino. Tanto si los obstáculos provienen de la clase social, la cultura, el conocimiento, la pobreza o la riqueza, y a pesar de los aplausos o el rechazo del mundo, el carácter se revelará, y con un buen carácter se alcanzará el equilibrio. La identidad espiritual, pues, cualquier ser humano puede alcanzarla y apreciarla. Los veredictos de la cultura pop, el cotilleo, la tendencia, la moda, el glamour, la ortodoxia, los partidos políticos y la autoridad son falsos, pero nuestro destino es cierto y se basa firmemente en nuestras propias acciones y sus consecuencias.

En cada momento, la verdadera naturaleza de una persona se muestra en una sonrisa o en un ceño fruncido, en la risa o en el miedo, en la bondad o en la crueldad, o en el servicio desinteresado o en la asertividad. Todo el bien y el mal potenciales se comprimen en cada forma humana individual. El macrocosmos está en el microcosmos. Nada queda fuera o se deja al azar. Cómo se desarrollan nuestras virtudes en el tiempo es solo una cuestión de carácter, de elecciones, de acciones y del equilibrio o la desintegración resultante. La vida humana es una experiencia de aprendizaje.

Las preguntas fundamentales, entonces, se resuelven con lo que hacemos. Pero por qué nos hacemos preguntas cuando todas las respuestas son evidentes y bien establecidas por la costumbre: ¿Quién soy? ¿Qué represento? ¿En quién creo? ¿Qué debo hacer? Sencillamente, estas preguntas surgen porque son las únicas que dan impulso a la abrumadora marea de condiciones y circunstancias. El individuo está nadando en un océano lleno de imprevisibles mareas y tormentas. Estas son las únicas preguntas que permiten a las personas ampliar su perspectiva privada para intuir hacia dónde se dirigen ellas y las corrientes turbulentas. Pero para ver el panorama con precisión es necesario suspender tanto la conformidad programada como las reacciones emocionales a las circunstancias. El análisis crítico, la paciencia y la reflexión antes de actuar son los primeros pasos hacia la madurez espiritual y el equilibrio. Si las personas hacen lo que hacen porque su carácter lo requiere o porque están atendiendo al anhelo del alma, eso señala el fin de la duda, la compulsión y la adicción.

La pandemia ha hecho que estas cuestiones básicas salgan a la luz tras la cortina de las apariencias sociales. Sin embargo, una verdad privada solo se puede realizar a través de la contemplación. Pero ¿quién tiene tiempo en esta cultura de los nanosegundos y los fragmentos para hacerse preguntas fundamentales? La contemplación es un arte perdido en el mundo digital que ahora apenas se puede recuperar. ¿Quién está dispuesto a arriesgarse a la desconexión y al rechazo social de todo el mundo en Facebook o Snapchat, o al martirio, reservando un tiempo entre miles de obligaciones para la contemplación y la introspección privadas? ¿Quién está dispuesto a arriesgarse a un encuentro con el silencio, con el vacío, la nada y un anhelo privado y desesperado? ¿Y quién está dispuesto a enfrentarse a un terror abrumador a la oscuridad interior, que en última instancia presagia la muerte, originada por esta pandemia en algún lugar de las desconocidas fuerzas de marea que gobiernan el cuerpo en su mundo?

La contemplación nos enseña que solo con una mirada entrenada, concentrada y hacia el interior, las personas pueden suspender su historia cultural, su religión, su escolarización, sus padres, su decoro empresarial y militar, sus supuestos geográficos y agrícolas. La contemplación concentrada nos lleva a tomar conciencia de nuestro equilibrio único, al igual que con el agua. Sin embargo, enfrentarse a nuestras preguntas es afrontar con valentía nuestra falta de respuestas, nuestra incertidumbre y nuestro vacío. Entonces, algo cambia. Las preguntas serias ayudan a un buscador a recorrer el edificio exterior del conocimiento escolarizado para encontrar la puerta secreta por donde fluyen las aguas de la vida y la sabiduría.

La pandemia nos ha obligado a adoptar una visión contemplativa y amplia de la humanidad, y ante todo se presenta como una marea abrumadora de sufrimiento humano. Desde esta perspectiva, ya no se pueden evitar los hechos del genocidio, la guerra masiva, los venenos químicos, la injusticia racial, la explotación humana y, fundamentalmente, el abismo de la ignorancia y la irracionalidad humanas. Sin duda, podemos hacerlo mejor. Si estas condiciones se identificaran realmente dentro de uno mismo, debe surgir la pregunta más amplia: ¿Cuál es el propósito de toda esta deprimente lucha, caos y locura en la vida humana? Una pregunta tan fundamental lleva a la mente contemplativa de vuelta al estudio de los primeros principios y lo esencial y al estudio de los orígenes de la vida misma. ¿Es la vida algo bueno o algo malo? ¿Cuál es mi conexión fundamental con la vida? ¿Cuál es la naturaleza de la vida? De nuevo, ¿cuál es mi naturaleza esencial, buena o mala o más allá? Si la sabiduría puede surgir de la contemplación, está claro que la respuesta no llegará en un nanosegundo a una mente distraída e indecisa. Por eso se necesita carácter y determinación para lograr un equilibrio permanente entre los rasgos opuestos que definen lo que somos.

En el sendero de la contemplación, muchas paradojas contradictorias enfrentan a la mente contemplativa. Todos los pensadores tienen que explicarse ciertas incongruencias tales como: las buenas acciones pueden tener malos resultados; las experiencias dolorosas pueden producir sabiduría; toda la vida termina en la muerte; los incrédulos pueden ser más sabios y bondadosos que los creyentes; los creyentes inocentes y los niños pueden a veces estar más en contacto con la verdad que los científicos adultos; los pobres son más propensos a compartir que los ricos; las personas celebran la miseria absoluta de la guerra más de lo que celebran la paz; el “progreso” destruye la naturaleza; la vida vive de la vida; las personas inmorales alcanzan la prominencia y, sin embargo, pueden ser redimidas mientras las buenas languidecen; y un inconformista puede estar mejor equipado para salvar una sociedad en crisis.

Otra paradoja así es que la epidemia mundial de covid-19, al forzar el secuestro y exponer a todos a sí mismos, ha ampliado un sentimiento de propósito humano compartido. La pandemia ha obligado a todo el mundo a ejercer cierto grado de contemplación. Muchas personas han redescubierto la importancia de la familia. Muchos se han dado cuenta de lo preciosa y precaria que es la vida humana. La crisis ha demostrado exactamente quién es un trabajador esencial. La interdependencia y la necesidad mutuas destruyeron el mito de la libertad individual y la noción de que solo los ricos deben tener la primera consideración en la política y la ley. Muchas personas han dado un paso al frente y han descubierto la alegría de servir y dar, lo que les ha conectado con estos sentimientos afectivos que vuelven a surgir por la humanidad compartida. Los que dieron un paso adelante para apoyar la vida no tuvieron el tiempo de perder la oportunidad de despreciar a otras personas con perspectivas diferentes y más limitadas. Vislumbraron el abismo al que se precipita el agua cuando las culturas se desequilibran.

La pandemia mundial también ha desafiado a los buscadores espirituales a ser un poco más honestos consigo mismos. Todo el mundo es vulnerable, nadie es especial. Como a todos los demás, se les ha pedido ser más disciplinados, llevar mascarillas, mantener la distancia social y ser conscientes de las necesidades del prójimo. ¿Ha sido fácil realizar estos sencillos cambios de comportamiento? Muchos se han visto obligados a un mayor aislamiento social. ¿Ha sido un cambio positivo o una fuente de desconsuelo? Han tenido tiempo adicional en sus manos. ¿Cómo han aprovechado ese tiempo? ¿Han descubierto un tesoro de pensamiento creativo o riqueza espiritual, o se han sentido inquietos y aburridos? ¿Cómo de aleatoria u organizada ha sido su jornada sin las habituales limitaciones profesionales? Algunos se han visto abocados a la pobreza o desalojados de sus hogares. ¿Respondieron con valor o con miedo, con fe o con duda? Algunos se han visto obligados a trabajar en entornos peligrosos por el bien de los demás. ¿Hasta qué punto se ha visto afectada su generosidad? Las respuestas a estas preguntas han sido instructivas, pero la pandemia también ha abierto la puerta a una sabiduría aún más fundamental.

Las enseñanzas espirituales y los métodos de contemplación que ofrece el sendero de Radha Soami tienen un lado esotérico que se manifiesta en la crisis económica, social y política de 2020. Lo que una persona dice es importante pero lo que una persona hace es más importante. Durante muchos años los buscadores de la verdad han sido bendecidos con el apoyo de reuniones y conferencias por parte de practicantes de mentalidad similar. Los que permanecían en la órbita de esas reuniones, al igual que otros buenos cristianos, musulmanes, judíos, hindúes y sijs de su entorno, se habituaban a actuar de determinadas maneras. Se saludaban con ciertos saludos. Se comportaban con un cierto decoro. Se posicionaban socialmente dentro del grupo de determinadas maneras. Establecieron un equilibrio que priorizaba las reuniones y el servicio a la comunidad sobre otras preocupaciones de interés.

Estas actividades apoyaban el buen carácter y, en algunos casos, la meditación y el enfoque interior. Pero entonces la pandemia eliminó la mayoría de esos apoyos externos y todos pudieron observar cómo el agua volvía a su cauce. Los buscadores pudieron observar si su equilibrio llegaba a su nivel natural o no. ¿Su atención se desplazaba hacia la política local, las preocupaciones económicas, los conflictos y placeres familiares, el pánico general –el desánimo por las esperanzas frustradas– o se desplazaba hacia el anhelo interior y el bienestar? ¿Cómo se las arreglaron los buscadores espiritualmente sin los apoyos externos? ¿Cómo han subsanado el déficit? ¿Qué medidas tomaron los buscadores para comprenderse mejor a sí mismos? ¿Cambió su perspectiva hacia una mejor comprensión de la vida en la tierra con todos sus riesgos?

Una razón fundamental para el satsang externo y la instrucción espiritual ofrecida por un adepto como Baba Ji es lo que afirman todas las enseñanzas esotéricas:

A través del poder de la asociación, él [el ser humano] tiene el potencial de convertirse en cualquier cosa con la que se asocie: cualquier entidad, desde Dios hasta la materia4.

Rara vez se considera a la “asociación” como un poder, porque a pesar de lo asombroso de esta verdad, la alquimia es tan ordinaria e imperceptible que parece normal. Sin embargo, esta asociación es una puerta al infinito, aunque camuflada como la puerta del palacio de Maharaj Ji. ¿Dónde está la puerta y en qué palacio tendrá lugar esta asociación? A veces aparece como un largo pasillo lleno de puertas, de las cuales solo una conduce a la verdad. Significa que los humanos pueden anhelar, desear e identificarse con cualquier entidad, desde Dios hasta los objetos inertes.

Todos los días observamos la adoración asidua de los seres humanos a cualquier cosa, desde las deidades hasta los demonios, desde los jueces hasta los criminales, desde los políticos hasta los héroes deportivos, desde los animales hasta los perros, los gatos y los habitantes de las profundidades del océano, el plancton, las plantas, incluso los diamantes y las piedras inertes. La persona se asemeja a aquellos con los que convive y se identifica. El corazón se abre y se cierra, es inclusivo o exclusivo en consecuencia. Los místicos explican que la razón de esta identificación tan variada tiene que ver con el parentesco fundamental de todas las cosas en el gran orden de la creación:

La conciencia divina llega hasta los seres humanos y es accesible para ellos a través del poder de la atención5.

El carácter humano, por lo tanto, es un reflejo del hecho de que el Señor se extiende por todo el orden jerárquico y creó todo lo que se hizo de acuerdo con las leyes divinas y físicas. Este es el mayor secreto o la verdad más evidente, según nuestra perspectiva. Sobre esta base metafísica, la razón de la creación y el raro surgimiento de esta noble forma humana tiene que ver con un mandato divino de que el ser humano reconoce sus orígenes divinos y comienza a asociarse con el eterno. Los iniciados han tenido el privilegio de asociarse con un ser iluminado, pero ¿comparten interiormente las virtudes del maestro? ¿Qué aspecto del maestro ven? ¿Se dieron cuenta de su eterna alianza o solo fue un poco de química humana?

Ahora que la pandemia ha limitado esa asociación externa con el maestro, con las reuniones de satsang y su atmósfera protectora y restricciones sociales, los buscadores pueden encontrarse solos, si así lo deciden, con solo sus recuerdos, decisiones y experiencias pasadas para guiarlos. El agua siempre vuelve a su cauce. ¿Cuál es el contenido y la forma de esta experiencia de marea? ¿De qué estoy hecho realmente? ¿Dónde está la raíz de mi fuerza y mi convicción? ¿Cuál es la fuente de mi fe? ¿Hasta qué punto estoy vinculado a mi herencia cultural o a mi patriotismo? ¿A mi fe? ¿A qué han llegado mi carácter y mi virtud? ¿Con qué aspecto de mí mismo me asocio? ¿Sigo culpando a los demás de mi propia ignorancia? ¿Me siento culpable o ansioso? ¿Por qué? ¿Cómo se consigue la salvación?

Las preguntas surgen después de cualquier separación. ¿Pero qué pasa si los iniciados eligen el principio de la unidad en lugar de la separación? ¿Y si nunca permiten un momento de separación de la verdad omnipresente? Las enseñanzas esotéricas ofrecen a las personas la posibilidad de elegir. Los buscadores pueden elegir encontrar respuestas o el fin de todas las preguntas recordando al Uno, a los emisarios del Uno y a las enseñanzas del Uno; y tenemos muchos medios para hacerlo. En esta práctica de "yo no soy nada", el Señor lo es todo. Esta realización hace que se reconozca que solo el Señor tiene identidad, vida y existencia. La existencia individual en un mundo interdependiente parece una ficción. Sin embargo, para el discípulo, lo que resulta tan inevitable como la tendencia del agua a buscar su cauce es que la atención concentrada en el Uno trae la unión y el resultado es el equilibrio.


  1. The Divine Pymander of Hermes Mercurius Trismegistus, traducido por Dr. Everard, London: George Redway, 1650, p. ix
  2. Asclepius: The Perfect Discourse of Hermes Trismegistus, editado y traducido por Clement Salaman, London: Duckworth, 2007, pp. 12-13
  3. Maharaj Charan Singh, Luz sobre San Mateo, Beas: RSSB, 2003, p. 152
  4. Asclepius, p. 15
  5. Ibíd