Nuestro insignificante sevadar
En una reciente sesión de preguntas y respuestas, Baba Ji se refirió a sí mismo como un “sevadar insignificante”. ¿Estaba bromeando? A menudo ha dicho: “Solo soy un sevadar”, y eso es algo que podríamos aceptar, pero ¿un sevadar insignificante? Somos conscientes de las largas horas que pasa cada día para llevar a cabo las tareas necesarias para mantener el funcionamiento y la expansión de Dera; para resolver los principales asuntos y problemas en otros centros también; para cuidar del sangat en todo el mundo con una energía aparentemente inagotable. Sin él, ¿cómo podría tener lugar el Naam Daan (iniciación), cómo podría distribuirse el prashad, cómo podríamos tener darshan, y cómo podría haber estas encantadoras sesiones de preguntas y respuestas? Con todas estas tareas que está realizando, ¿cómo podría llamarse insignificante?
Los santos nunca dicen nada que no quieran decir (excepto, por supuesto, cuando bromean). Por lo tanto, lo decía en serio cuando decía que era un sevadar insignificante. Realmente, en el fondo, se considera solo un sevadar, igual que todos los demás sevadares. Seva significa "servicio desinteresado". Como indica esta frase, tiene dos aspectos: el "yo" del sevadar que tiene que ser eliminado, y el "otro" al que se sirve. Esta palabra seva se utiliza ampliamente en toda la India, pero la mayoría de las veces solo se enfatiza el segundo aspecto, es decir, los beneficios que se proporcionan a los demás. En Sant Mat, el primer aspecto debe tener prioridad. Eliminar el "yo" de la imagen es la parte más importante y más difícil al hacer seva.
Cuando el seva es proporcionado por organizaciones tan grandes como RSSB, se hace necesario tener un sistema en el que algunas personas realicen lo que pueden parecer tareas "más importantes". Por lo tanto, el reto para un sevadar que realiza un seva "significativo" es: ¿puedo hacerlo sin sentirme significativo o importante? Cuanto más insignificantes nos sintamos, más preparado estará nuestro ser interior para realizar sevas aun más significativos sin que el ego nos domine. Una vez, una joven le pidió al maestro un seva, diciendo que cualquier seva serviría. Baba Ji le aconsejó: ¿por qué no apuntar alto, como el seva de orador de satsang, o, como él ha dicho en broma a menudo, por qué no pedir incluso ocupar la silla del maestro? Si mantenemos el aspecto "desinteresado" del seva en nuestra mente –independientemente de la importancia que le den los demás– esto aumentará gradualmente nuestra capacidad de realizar un servicio desinteresado. Tenemos que apartar nuestra atención de los logros y reconocimientos mundanos. Esto se logra mejor a través de la meditación, fijando nuestra atención en el Shabad.
Estar apegado al Shabad es la meta de este camino. Vivir en la voluntad del Shabad es el criterio fundamental cuando un maestro selecciona a otro para ocupar su silla. Este Shabad está dentro de cada uno de nosotros, pero nunca ponemos el esfuerzo necesario para escucharlo, prefiriendo escuchar a la mente en su lugar. Para poder escuchar el Shabad, tenemos que volvernos verdaderamente humildes. Baba Ji ha dicho que la meditación es, sobre todo, una experiencia de humildad. Cuando nos esforzamos por mantener nuestra mente en simran y nos damos cuenta de lo imposible que es una "tarea aparentemente sencilla", nos dirigimos naturalmente hacia la humildad. Solo cuando se desarrolla la suficiente humildad empezamos a escuchar el verdadero Shabad interior. En este punto, empezamos a cambiar nuestra lealtad a la mente por la del Shabad. Finalmente, nos rendiremos al Shabad. En ese momento, perderemos nuestra identidad individual, pues ya no será importante para nosotros. Como el santo Kabir ha explicado, el amor verdadero ocurre solo cuando el discípulo pierde completamente su identidad en la del verdadero gurú, el Shabad.
Como ha dicho Baba Ji, crecemos en este mundo creando una identidad, y luego en el camino espiritual, crecemos desechándola. Una vez que nuestra identidad se desecha totalmente, no importa la tarea que se nos asigne, la hacemos con el mismo entusiasmo y humildad, todo en el nombre del maestro. La meta final de cada iniciado es llegar a ser un "sevadar insignificante", cuando todo se hace como lo ordena el Shabad, estando el "yo" totalmente ausente. En este sentido, como Baba Ji ha dicho muchas veces, todos somos potenciales maestros. Aunque podemos sentir que estamos a un millón de millas de esa meta, Baba Ji aconseja que no debemos ver la situación de esa manera, sino desde una perspectiva diferente. Una vez dio el ejemplo de una montaña muy alta que estamos tratando de escalar. Si nuestra atención está siempre en la cima, sentiremos "oh, la tarea es tan difícil, ¿cómo podría llegar allí?". Pero si, en cambio, centramos nuestra atención en las instrucciones del guía de la montaña que sabe cómo llegar a la cima, y nos limitamos a seguir esas instrucciones a rajatabla, lograremos nuestro objetivo, sin sentirnos orgullosos. Comprenderemos el valor de seguir cuidadosamente las instrucciones del guía y sabremos que, sin él, nunca podríamos alcanzar nuestro objetivo de llegar a la cima.
En la mitología india, la madre del Señor Krishna recibió el nombre de Yashoda. Es una forma muy simbólica de transmitir una profunda verdad mística. Yash significa fama o gloria; da significa regalar, donar. El mayor peligro de que nuestro ego estrangule nuestro progreso espiritual reside en las situaciones en las que obtenemos reconocimiento y fama. Si podemos desarrollar la habilidad de donar esa alabanza al Señor o al gurú, de la forma en que lo hace Baba Ji, entonces el Señor "nace" dentro de nosotros. El simbolismo de Krishna naciendo para Yashoda es por lo tanto una referencia a la condición interna de un verdadero gurú: el Señor nace en él porque dona la gloria asociada con sus acciones a su propio gurú. "Nacer" en este contexto es solo una forma de transmitir lo que es la realización de Dios. El Señor ya está dentro de nosotros. No tiene que nacer de nuevo. Es solo una cuestión de darse cuenta de su presencia. Por lo tanto, Baba Ji nos dice: "¿No sois todos potenciales maestros?". La referencia aquí no es "ocupar la silla" sino convertirse en un sevadar verdaderamente insignificante, dando todo el crédito a su gurú, volviéndose totalmente humilde, y así realizando a Dios.
Hacer seva (cualquier servicio desinteresado), incluso solo querer hacer seva, es un rasgo muy deseable en cualquier satsangui. Pero al igual que en cualquier tarea mundana, conlleva el peligro de que el ego asome su fea cabeza: "He enrollado 120 chapatis en una hora; nadie más se ha acercado a esa cifra"; "He dado un satsang muy inspirador"; "He reorganizado las actividades del centro de forma muy eficiente"... ¡Las posibilidades de potenciar nuestro ego son infinitas! Estas incursiones de la mente son naturales e inevitables. Le ocurren a todo el mundo. Baba Ji lo explica a menudo diciendo: "Está lo ideal y está lo práctico". Idealmente, el ego no debería tomar el control mientras hacemos seva. Pero en la práctica a menudo lo hace. La única manera de superar este problema es seguir haciendo seva y, al mismo tiempo, vigilar constantemente nuestros pensamientos. Como dice el refrán: "La vigilancia eterna es el precio de la libertad".
Si podemos realizar bien nuestro seva y donar a Dios cualquier alabanza que recibamos o sintamos, estaremos preparados para todo, incluso para convertirnos en un gurú, es decir, en un sevadar verdaderamente "insignificante".