Simplicidad – En toda su grandeza
¿Qué es lo que más nos atrae, cuando las complicaciones de la vida pasan a ser insoportables? ¿Cuándo, en el mar de posesiones que nos rodea, no encontramos ni una sola cosa que nos lleve a la paz y la tranquilidad? En esos momentos, lo que más nos atrae es la idea de una vida sencilla. De hecho, empezamos a sentir que es la respuesta a todos nuestros problemas. Para algunos, abrazar la simplicidad puede traducirse en pensamientos audaces de dejarlo todo y mudarse a un lugar tranquilo; para otros, puede significar conservar lo indispensable en lugar de una casa llena de desorden. Pero, todo esto se queda en el ámbito del "cómo me gustaría..." y volvemos a la vida tal y como es, a la monotonía, hasta que llega la siguiente ola de inquietud.
Entonces, ¿cómo cambiamos a una vida sencilla? ¿Y es así para todo el mundo: la persona común con una familia, un trabajo y una vida social, y todas las necesidades que cada uno crea? Aquí es donde se pone interesante. Cuando la simplicidad se define sencillamente como tener un mínimo de posesiones, seguir técnicas anticuadas o simplemente permanecer estático en un mundo dinámico, su falta se suele atribuir a la vida moderna. Y nuestra mirada acusadora recae, entre otras cosas, en nuestros teléfonos móviles y ordenadores portátiles. Hacemos de esos mismos objetos que anhelamos, adquirimos y hemos utilizado alegremente el símbolo de nuestros problemas, y la razón de nuestro tiempo y energía cada vez más reducidos.
La vida moderna es fácilmente difamada. Una combinación de nostalgia, memoria selectiva y una cierta afinidad por todo lo que está fuera de nuestro alcance (como el pasado) la convierten en el principal objetivo de nuestros males. Pero, ¿debería ser realmente así? Al fin y al cabo, la vida nunca ha sido más fácil: el trabajo agotador se ha reducido en gran medida, la comunicación nunca ha sido tan buena y los aparatos modernos nos han regalado tiempo. Por desgracia para nosotros, ¡no se ha quedado ahí! Junto con los beneficios de estos objetos y tecnologías modernas ha llegado un silencioso pero omnipresente anhelo de tener más y más. Al final, la tecnología moderna se ha convertido en un mudo espectador de nuestro frenético deseo de tenerlo todo.
¡El deseo! Los maestros señalan claramente al deseo como la razón por la que no podemos vivir una vida sencilla. Si los maestros hubieran pensado que tener posesiones y utilizar la tecnología eran las principales razones por las que no podíamos vivir una vida sencilla, habrían defendido una vida hermética desde el principio, algo que de hecho desaconsejan incansablemente. En cambio, los santos dicen que es la mente la que es complicada; esa que está poseída por las posesiones. La simplicidad se alcanza cuando la mente se desprende de sus deseos y apegos.
Hemos buscado este estado mental desde tiempos inmemoriales, incluso cuando la tecnología tal y como la conocemos no existía o daba sus primeros pasos. La historia está repleta de intentos fallidos, ya que entonces, como ahora, el verdadero culpable –el deseo– siempre permaneció en libertad. También hubo éxitos, aunque escasos y ocultos en el ruidoso funcionamiento del mundo. Porque son raras las almas que han sido elegidas por un santo perfecto e inculcadas en el arte de vencer a la mente y sus deseos. Los santos nos dicen que la mente tiene sus caminos, y a menos que encuentre algo más cautivador que lo que ve en el mundo, no se dejará vencer. Ese Nam, Shabad o Palabra cautivadora es la esencia de las enseñanzas de los santos y nos saca de la órbita de la mente, de su avaricia y de sus ansias. Al seguir la práctica del Nam, la propia mente se vuelve dócil, un amigo que nos impulsa hacia dentro y hacia arriba a medida que sentimos la cercanía y la dicha del Shabad eterno.
Y así, el giro de la mente conduce a la simplicidad, en toda su grandeza; cuando uno puede vivir en el mundo, moverse con el tiempo, utilizar en beneficio propio y de los demás todo lo que hay, y de hecho, disfrutar de los frutos del progreso tecnológico sin llegar a ser esclavo de ellos. El ejemplo evocador de Hazur Maharaj Ji se desarrollaría en su totalidad: "La mosca que se sienta al borde del tarro de miel disfruta de la miel y vuela a voluntad". Eventualmente probaríamos la alegría dulce, fina y eterna del Shabad. Los fuegos ardientes del deseo se apagarían, se desprendería una capa tras otra de suciedad, y el alma contemplaría su propia naturaleza inmaculada y prístina. La meta de la simplicidad estaría finalmente a nuestro alcance.