El simran es recordar a nuestro maestro - RSSB Satsangs & Composiciones

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El simran es recordar a nuestro maestro

Todos tenemos recuerdos, y cuando añoramos a un viejo amigo, su imagen aparece en nuestra mente y surge un sentimiento de aprecio en el corazón. Hace unos años, un anciano se puso de pie para formular una pregunta a Baba Ji. Aunque mantengo mi práctica diaria de la meditación, dijo, últimamente he perdido contacto con el simran. Mi mente de repente se descontrola y abruma mi concentración.

Baba Ji respondió señalando que esta es la manera de funcionar de la mente. Tras una pausa, añadió que el simran debe ser automático. Inclinándose ligeramente hacía delante, Baba Ji preguntó al hermano: “¿Cómo podemos olvidarnos de Hazur Maharaj Ji?”.

Como el maestro lo ha hecho muchas veces en tantos sitios, respondió a una pregunta sincera de tal forma que nos conmovió a todos. ¿Cómo podemos olvidar a nuestro maestro? ¿Cómo podemos pasar horas, días, semanas y meses, sin recordar a la persona que nos atrajo a este sendero de liberación espiritual, nos inició, y sigue guiándonos? ¿Acaso no es sorprendente cuán fácil es olvidarse de la persona más grandiosa que jamás hemos conocido?

El simran es recuerdo. Le recordamos al repetir en silencio los nombres que él nos concedió, con la atención fija en el tercer ojo, donde reside su forma espiritual. Una persona tan extraordinariamente amorosa y poderosa no solo nos desveló la información sobre su contacto espiritual –cinco palabras sencillas– sino que también nos instruyó en cómo amoldar nuestras vidas para estar en sintonía con él. Aun así, el poder de la mente es tal que nos olvidamos de él. Incluso cuando no tenemos la intención de olvidarle, descubrimos que sí lo hacemos.

Baba Ji respondió a esta pregunta en tres partes. En primer lugar, dijo que la función de la mente es dirigir nuestras acciones en este mundo. No importa si nos sentimos positivos o negativos sobre los deseos y pensamientos de la mente; sencillamente sigue dispersando nuestra atención del centro del ojo. Nuestro deber es remplazar esos pensamientos y aspiraciones por el simran. Como el maestro repite con frecuencia: “haz tu simran y déjate llevar”.

“La mente nunca está quieta”, explicó en cierta ocasión Hazur Maharaj Ji. “Siempre está pensando en una cosa u otra, ya sea en los niños, el país, el trabajo, o lo que sea… Esta forma de pensar se llama simran”1. Y, ¿cómo podemos practicar el simran del maestro? “Hay que estar cien por cien en el simran”, aconsejó, “y cuando digo cien por cien me refiero a que solamente deberíamos repetir el simran y nada más. Nada en el mundo entero existe salvo el simran”2.

La segunda parte de la respuesta de Baba Ji al que formuló la pregunta fue: “el simran debe ser automático”. Los maestros definen el simran como una clase de estado de conciencia, en el cual podemos llegar a estar tan comprometidos y concentrados en esas cinco palabras, que la repetición se convierte en automática. Quizá sea como montar en bicicleta: al principio, tenemos que dedicarle nuestro máximo esfuerzo o nos caeremos y no llegaremos a ningún sitio. Sin embargo, después de practicar mucho y aspirar a tener éxito, nuestro pedaleo se vuelve automático, como si nuestro cuerpo y la bici estuvieran totalmente sincronizados; prácticamente una unidad. Aún prestamos atención, pero la conducción se automatiza.

La tercera parte de la respuesta de Baba Ji fue una pregunta retórica: “¿Cómo podemos olvidarnos de Hazur Maharaj Ji?”. Con esa sencilla pregunta, nos hace comprender más profundamente lo que es el simran. Claro que, nunca podríamos olvidarnos del maestro, sin embargo, en la meditación nos olvidamos de él. Una vez, durante la sesión de preguntas y respuestas en un salón de satsang abarrotado, una hermana sentada al final del salón dijo que no sabía si mirar al propio Baba Ji en el estrado, o centrarse en la imagen mucho más grande que de él se proyectaba en la pantalla gigante. Rápidamente, el maestro respondió que no importaba, que ambas eran ilusiones.

El sendero de los maestros es un sendero de búsqueda de la verdad; lo último que deseamos hacer es enfrascarnos en una ilusión. Una vez más, Baba Ji nos recuerda que no nos olvidemos del maestro que está dentro de nosotros. Existe un estado de la mente en el cual el simran se automatiza, pero necesitamos perfeccionar nuestra concentración. Entonces la rememoración de nuestro maestro será continua; se volverá inolvidable.

Cuando nos acordamos de nuestros amigos y seres queridos, sentimos que el corazón se relaja. Disfrutamos del recuerdo que compartimos con ellos y anhelamos estar de nuevo en su compañía. Fuimos felices con ellos. ¿Por qué no Maharaj Ji? ¿Por qué no Baba Ji? Podemos relajarnos en la meditación, como lo hicimos al verlos físicamente.

El simran es un maravilloso regalo del maestro para nosotros. Es un respaldo en tiempos de angustia y desequilibrio, actúa como un arma contra la mente. Es algo que el maestro nos ha concedido y es inalterable, y las palabras son fáciles de recordar. “Las palabras por sí mismas carecen de valor. Pero, ya que provienen del maestro, llevan su propio significado y poder dentro de ellas”, explicó Maharaj Ji3.

A medida que vamos madurando en la vida, no importa cuánto aprendamos, la mente sigue siendo nuestro adversario espiritual. Mientras que permanezcamos en este cuerpo físico, la mente estará con nosotros atrayéndonos hacía los objetos y personas importantes para nuestra experiencia física. No tiene fin. Sin embargo, con la ayuda del simran, la mente podrá ser silenciada. Aquellas simples palabras, pronunciadas con devoción, desempoderan a la mente y la convierten en nuestro sirviente. No para siempre, por supuesto. Igual que nuestra mente nos perturba en todo momento, el simran, repetido cada instante, es el remedio. Deberíamos repetirlo incesantemente. Maharaj Ji nos aconseja: “Pon toda tu mente en estas palabras; automáticamente sentirás el amor y la devoción… el amor surge automáticamente”4.

Estas palabras son únicas, preciadas, sagradas. La diferencia entre recordar a un amigo ausente y recordar al maestro es que, al rememorar al maestro a través del simran, afianzamos nuestra relación con el Shabad, con el Señor, que es eterno.

El maestro no es solo nuestro pasado, es también nuestro futuro. Como Soami Ji escribió: “El Nam o Shabad es un gran poder, pero nadie es consciente. Una persona dormida se despierta cuando la llaman por su nombre. Esa es la importancia del Nam. Si llamas por su nombre a aquel que está siempre despierto, ¿por qué no va a escuchar? Él pone a prueba nuestra sinceridad y la intensidad de nuestra devoción”5.


  1. Spiritual Perspectives, Vol. II, P. 226
  2. Ibíd, P. 228
  3. Ibíd, P. 234
  4. Ibíd, P. 223
  5. Sar Bachan (Prosa), 6ª ed., p. 67, nota 52