Entrar en sach khand - RSSB Satsangs & Composiciones

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Entrar en sach khand

A menudo nos referimos a la región espiritual más elevada como sach khand y la consideramos la meta de nuestro sendero. Nos han dicho que podemos entrar en esta región a través de la meditación mientras aún estamos en este cuerpo humano. También sabemos que es fácil hablar de esta meta, pero parece imposible alcanzarla. Fracasamos incluso en los primeros pasos de bebé cuando practicamos el simran y el bhajan, así que esta meta final llamada sach khand parece un sueño lejano. Sin embargo, mantenemos la esperanza y la creencia de que, al estar iniciados, tenemos un lugar reservado y asegurado en sach khand.

Cuando alguien cercano y querido fallece, solemos decir “se ha ido a sach khand”, al igual que los creyentes de distintas religiones hablan de ir al cielo o cualquier otro término que utilicen para referirse a la morada de Dios. Esta actitud hace que nuestro sendero no se diferencie al de otras religiones, es más un sistema de creencias que uno sujeto a verificación. Mientras no tengamos ninguna experiencia interior, nuestro sendero solo es un sistema de creencias. Siendo así, ¿hay algo que podamos hacer para que sea más práctico y algo más que un sistema de creencias?

Meditar regularmente, aunque no haya resultados aparentes, es por supuesto lo más importante que podemos hacer. Pero, además, podemos profundizar en lo que significa el término “sach khand”. Sach significa verdad o realidad. Khand significa sección o división. Lo que nuestros sentidos físicos nos muestran es ilusión, maya; podríamos llamarlo jhoot khand (esa parte de la realidad que no es verdadera). De este modo, dividimos la realidad de lo que existe en dos partes: la que es verdadera y la que no lo es. Podemos ver la realidad o la verdad de este mundo físico solo cuando vemos a Dios en cada partícula; de lo contrario, solo vemos maya, la ilusión. Así que sach khand es en realidad una descripción de la verdad o la realidad que puede experimentarse incluso en este mundo, no simplemente algo que nos encontraremos después de la muerte. Hazur Maharaj Ji describió esta verdad como sigue:

La pena es que lo que vemos, lo que sentimos, lo que tocamos no es real. Lo que no vemos, eso es real. Lo que no tocamos, eso es real. Esa es la pena. … Dios está en todo. Dios mismo es la realidad. Donde quiera que esté Dios, es la realidad1.

Podemos esforzarnos por alcanzar este objetivo no solo llevándole al maestro nuestros supuestos fracasos en la meditación cada día, sino también durante el día en las interacciones con todos aquellos que nos rodean, recordando la verdad de la afirmación anterior.

Tal vez nos ayudaría pensar en Dios como Shabad y en el Shabad como energía. Nada de lo que vemos a nuestro alrededor puede funcionar sin energía; todos los cuerpos, todas las mentes, incluso la materia muerta necesita energía, porque como nos dice la ciencia, la materia está formada por partículas subatómicas, que en realidad son energía inmensurable. Así que cada vez que conducimos nuestro coche, podemos decirnos a nosotros mismos, “la energía que alimenta a este coche es Shabad”, cada vez que nos levantamos de la cama, podemos decirnos, “puedo hacerlo solo gracias a la energía que tiene mi cuerpo, y esta energía es una manifestación del Shabad”. Estos recordatorios de “Dios en acción” pueden servir de ayuda para concentrar la mente cuando nos sentamos a meditar, especialmente si los acontecimientos del día nos han hecho sentir mal. Supongamos que alguien nos ha engañado o menospreciado. Ver a todo el mundo como “energía”, y por tanto como Shabad –gurú– Dios, nos puede ayudar a superar nuestros sentimientos negativos.

Otra forma de enfocar el concepto de sach khand es equiparar a todos los seres vivos con su consciencia, en lugar de con su cuerpo/mente. A menudo decimos que nuestra alma es una partícula de Dios. Actualmente, Baba Ji suele equiparar el alma con la consciencia. La ventaja de usar la palabra “consciencia” es que todos la hemos experimentado. Incluso los ateos no pueden negar su realidad, ya que el cuerpo es totalmente incapaz de nada cuando entra en el estado de inconsciencia. Por lo tanto, si podemos centrarnos en la consciencia –como algo diferente del cuerpo y la mente– de la persona con la que estamos interactuando, entonces podemos reconocer el amor, el alma, a Dios en los demás.

Esto se refleja muy bien en una sesión de preguntas y respuestas en la que la persona que pregunta se queja del terrible comportamiento de su nieta adolescente. Describe cómo la joven hace exigencias injustas a todo el mundo y tiene rabietas terribles cuando se le niega lo que quiere. Habla de lo hartas que están ella y la madre de la joven de este comportamiento y le pide consejo a Maharaj Ji sobre cómo afrontar la situación. Añade que su yerno, sin embargo, se mantiene imperturbable ante todo esto, y trata a su hija con mucho cariño a pesar de su comportamiento difícil. Maharaj Ji le pregunta cómo ha conseguido el yerno no sentirse afectado por el terrible comportamiento de su hija. La señora le dice, “Bueno, él nunca falta a su meditación, nunca”.

Estas situaciones ponen a prueba no solo nuestra paciencia sino también nuestra madurez espiritual. A diferencia de la madre y la abuela, el padre de la joven se centraba en su alma, en el amor, más que en su mente y su lamentable comportamiento. Esto le permitió no solo no reaccionar, sino responder de una forma más cariñosa y compasiva. Aunque no se puede garantizar qué resultados tendrá esto, por lo menos el padre no pierde también el equilibrio y es una influencia tranquilizadora.

La realidad del niño es la fuerza vital que hay en él. Cuando nace un niño, a veces incluso antes de nacer, somos totalmente consumidos por nuestro amor por él o ella. En ese momento, no tenemos ni idea de la forma que adoptará su cuerpo o su mente. Es la fuerza vital o la consciencia la que nos atrapa, nos sumerge en el amor. Pero cuando el niño crece, empezamos a confundir el cuerpo y la mente con la realidad y no nos centramos en la conciencia del niño. El padre de la joven que tenía rabietas se centraba en la realidad de la joven, el amor que había en ella, el Dios que había en ella. Eso representa el aspecto sach (verdadero) de ella. Sus rabietas representan el aspecto jhoot (falso) de ella. Su devoción a la práctica diaria de la meditación le permitía hacer esta importante distinción y por lo tanto no se alteraba por las rabietas de su hija.

El que consigamos tener visiones interiores o no durante nuestra meditación tiene menos importancia que los cambios que se producen en nuestro interior como resultado de nuestros esfuerzos, por infructuosos que parezcan en ese momento. De hecho, no nos conviene tener visiones hasta que no alcancemos un determinado nivel de madurez espiritual. Por lo tanto, es necesario que alcancemos un nivel de desarrollo espiritual que nos dé la habilidad de tratar a las personas y situaciones “difíciles” con amor y comprensión antes de estar preparados para tener esas visiones interiores.

Cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles en la vida, hay una tendencia natural a querer huir del mundo. Pero Sant Mat es solo para los valientes, no se trata de huir de nada. Los santos vienen a este mundo como ejemplos vivos de cómo llevar nuestras vidas aquí. Por ejemplo, Kabir siguió viviendo en Varanasi a pesar de todos los problemas sociales, el odio y la pobreza que encontró allí. Se ganaba la vida a duras penas con su esfuerzo diario tejiendo telas. Satisfacía sus necesidades materiales y las de su esposa y sus dos hijos. A pesar de las dificultades de su vida, nunca quiso huir de sus responsabilidades terrenales.

Hay una historia sobre Kabir que cuenta que, cuando su mujer fue al colmado local, a comprar sus provisiones diarias se quedó sin dinero. Al ver lo hermosa que era, el tendero le dijo: “Como no tienes todo el dinero, tendrás que venir a verme esta noche para compensar lo que te falta”. ¡Esa noche, el mismo Kabir la llevó en brazos al tendero como ofrenda! Al ver esto, el tendero se sintió avergonzado por lo que había pretendido, y eso le hizo cambiar y convertirse en una persona mejor. Así, Kabir demostraba la verdad de lo que había dicho: “Vivo en una ciudad llena de amor”2. Para un observador normal, la ciudad en la que vivía –Varanasi– era cualquier otra cosa menos una ciudad de amor. Pero para él, era sach khand; incluso el tendero que deseaba a su esposa representaba a Dios. Para llegar a sach khand, no tenía que dejar el cuerpo o Varanasi ni irse a ninguna parte.

Como Baba Ji le dijo una vez a alguien que citó un libro que describía este mundo como un “váter maloliente”, todo depende de nuestra perspectiva. Desde la perspectiva de los santos, este mundo y todos los seres que hay en él son una creación de Dios, y todo lo que él crea no es menos que maravilloso. Si logramos darnos cuenta de esto, ya habremos llegado a sach khand.


  1. Spiritual Perspectives, Vol. I, P# 16
  2. Kabir Sahib ki Shabdavali (hindi), parte 1, p. 15