Un sonido maravilloso
Shamas-i-Tabriz escribió:
Guarda silencio y escucha los cinco sonidos del cielo,
del cielo que está más allá de todos los sentidos y direcciones.
En cada momento de la vida, este maravilloso sonido
desciende de la corte celestial.
Bienaventurado es el hijo del hombre
que escucha sus cautivadoras melodías1.
Todos los maestros verdaderos han enseñado a sus discípulos a escuchar ese maravilloso sonido que desciende sin cesar de la corte del cielo. Su misión es conectar a los que acuden a ellos con ese sonido. Ellos enseñan, animan e inspiran a sus discípulos a llevar una vida pura y realizar el trabajo de recoger la atención en el lugar donde podrán contactar con ese sonido celestial. Despiertan en el interior del discípulo amor y anhelo para regresar al Señor.
Puede que estos maestros hayan vivido separados por miles de años y a miles de kilómetros de distancia. Puede que hayan pertenecido a otra religión o cultura, pero han enseñado exactamente lo mismo: la gran corriente del sonido espiritual es la esencia de la vida y de todas las cosas.
Ellos afirman que la creación emana del Creador a través de la dinámica del poder creativo. Ese poder, esa corriente del sonido, está siempre presente en la creación, la sostiene y también sostiene a todo lo que vive en ella. Su relación con el Señor es igual que la de la ola con el océano.
En Sant Mat utilizamos el término Shabad para referirnos al poder creativo de Dios. Es solo una entre miles de palabras que se han utilizado a lo largo del tiempo para intentar describir este único y singular poder creativo.
Los santos explican que escuchar ese sonido sagrado es la única manera de conseguir la liberación del ciclo de nacimiento y muerte. Consiste en preparar al alma para elevarse de lo finito hacia lo infinito.
Las referencias al Shabad se extienden por todo el mundo y a lo largo del tiempo. Están en todas partes, en todos los escritos de los místicos, en todas las escrituras, en los poemas y en las canciones; por ejemplo, en la conocida canción: “Amazing Grace, ¡qué dulce es el sonido!”.
El Shabad suena dentro de cada uno de nosotros, pero casi nadie sabe lo que es. Es el núcleo, el pilar, el eje central de la espiritualidad. Cuando se olvida el Shabad, la vida te aleja de las enseñanzas y estas se convierten en religión.
Muchas referencias al Shabad apuntan a su naturaleza de sonido, como: Nombre, Palabra, corriente del sonido, corriente audible de la vida, música celestial, melodía divina, llamada de los cielos o la voz de Dios. Pero otros nombres se refieren a cualidades diferentes que se pueden experimentar.
En el Gurbani la palabra amrit se utiliza como metáfora de Shabad. Se traduce como néctar eterno, ambrosía divina o el néctar que confiere la inmortalidad, lo que implica, que cuando uno escucha el Shabad en el interior está bebiendo ese néctar que le hace inmortal.
Al referirse al Shabad como néctar, los gurús indican que la experiencia de escuchar la corriente del sonido es dulce, satisfactoria, deliciosa y nutritiva para el alma. De hecho, es tan satisfactoria que se pierde el interés por todos los placeres que pueden experimentarse a través del cuerpo.
El término “pan” o “pan de la vida” también se utilizaba porque el pan era la principal fuente de nutrición y mantenía el cuerpo, así la gente podía entender que el Shabad o la Palabra alimentaría al alma de manera similar. Como dijo Cristo:
Yo soy el pan de la vida;
el que a mí viene, nunca tendrá hambre2.
En la vida nunca estamos satisfechos. Siempre tenemos hambre de más, ya sea de posesiones mundanas o de poder, pero Cristo está diciendo que cuando el maestro nos une a la Palabra, entonces no nos quedan deseos mundanos. Nunca mas tendremos hambre.
La metáfora del agua se utiliza de la misma manera. Espiritualmente, todos tenemos mucha sed y, como toda nuestra atención se dirige hacia el mundo exterior, buscamos saciar esa sed en las relaciones y placeres del mundo. Cada vez que fallamos en el intento, volvemos a empeñarnos y volvemos a decepcionarnos. Además, los karmas que creamos en esa búsqueda nos atan más a la rueda de la reencarnación. Beber agua calmará nuestra sed por el momento, pero volveremos a tener sed; sin embargo, los santos nos dicen que cuando bebamos el agua espiritual que ellos nos dan en el interior nunca volveremos a tener sed. Como dijo Cristo:
Pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna3.
De nuevo aquí, relaciona beber ese agua con encontrar la vida eterna, la inmortalidad.
La transición de mortal a inmortal es en realidad la transición entre identificarse con el cuerpo físico y la mente a identificarse con el alma. Es darnos cuenta de quiénes somos realmente. La muerte es segura. El cuerpo perecerá y no hay forma de evitar la muerte. El alma, en cambio, es inmortal. No perecerá. Por desgracia, somos conscientes del cuerpo pero hemos olvidado el alma.
Baba Ji a menudo nos recuerda que no somos seres humanos buscando una experiencia espiritual; somos seres espirituales viviendo una experiencia humana.
Es decir, es todo al revés. No somos el cuerpo ni la mente. Nuestra verdadera identidad, nuestro verdadero yo, es el alma. Sin embargo, como nuestra atención se dirige hacia el mundo exterior y solo nos preocupa nuestra experiencia humana, no nos damos cuenta de que tenemos un alma dentro de nosotros que es nuestra esencia; la fuente de nuestra vida.
Al igual que en realidad no somos el cuerpo físico, este mundo físico tampoco es nuestro verdadero hogar. Hazur solía decirnos que lo que vemos no es real y que lo que no vemos es real. El famoso poeta inglés William Shakespeare escribió:
El mundo entero es un escenario,
y todos los hombres y mujeres meros actores4.
Somos actores en una obra y el guion ha sido escrito por nuestros karmas. Venimos aquí a representar un papel determinado como esposo o esposa, hijo o hija, acreedor o deudor, y cuando se termina la escena nos vamos. Salimos del escenario y entramos en una realidad superior. Entonces vemos que todo era un sueño y que nos hemos pasado la vida atrapados en una mera ilusión. Como escribió Soami Ji en el Sar Bachan Poesía: “Toda esta comedia no es sino el ensueño de una noche”5.
El problema es que todo lo que percibimos con la mente y el cuerpo es transitorio y pasajero. Por eso, todos y todo a lo que nos apegamos es también transitorio. Al final nos separaremos de todos nuestros seres queridos y de todo lo que creíamos nuestro. Queremos tanto a nuestros hijos, padres y cónyuges que cuando nos separamos de ellos se nos parte el corazón. En vidas pasadas, hemos tenido hijos, padres y cónyuges ¿dónde están ahora y dónde se ha esfumado el amor que les teníamos? Esos amores son un obstáculo para lograr nuestro verdadero propósito en la vida.
Hazur Maharaj Ji le escribió a un discípulo occidental: “Toda desdicha en la vida es el resultado de nuestro apego a las personas y objetos en este mundo. Si no hay apego no hay miseria”6. El hecho de que nuestros apegos nos mantengan atados aquí nos hace mortales. Si nacemos tenemos que morir y si volvemos a nacer tenemos que volver a morir, y el motivo por el que seguimos naciendo es porque vamos allá adonde nos llevan nuestros apegos. Vamos adonde nos lleva nuestro corazón.
La hora de la muerte es el momento crítico en el que se determina la dirección en la que irá el alma. Si durante la vida nos hemos dejado llevar por el amor y los deseos mundanos, entonces el final de la vida estará seguido por el regreso a otro cuerpo físico.
Pero ¿qué opción tenemos si todo y todos los que están en nuestro campo de consciencia están atados a este mundo perecedero? La mente debe apegarse a algo. Esa es su naturaleza. Así que hasta que no encontremos algo permanente a lo que apegarnos no podremos escapar del ciclo de nacimiento y muerte.
El maestro viene del Padre y está por encima de todo esto. Él no está apegado a nada en la creación. Él solo está apegado al Creador. Él es una ola de ese océano de divinidad. Si queremos regresar al Creador solo podemos hacerlo con amor y, ese amor por el Señor eterno comienza cuando conocemos a un maestro.
Cuando el maestro nos inicia, nos enseña a desplazar nuestro apego del mundo fenoménico al poder divino o Shabad a través de la meditación. El discípulo debe llevar una vida honesta y pura, trabajar duro y tener mucha disciplina hasta que logre contactar con el Shabad en el interior, el cual es la forma verdadera del maestro.
Cuando nos sentamos a meditar, nos percatamos del poder de la mente. Probablemente, hasta que no intentamos concentrar nuestra atención en el interior, no somos conscientes de que no controlamos la mente. La mente dirige el espectáculo y nos vemos obligados a seguirla a donde nos lleve. Corre continuamente hacia afuera y ¡nunca deja de pensar! Si se detuviera de alguna manera, la atención se elevaría e inmediatamente seríamos conscientes de la luz y el sonido que hay en el interior del cuerpo.
El maestro nos ha dado las herramientas para hacer que esto ocurra. Tenemos que sentarnos con regularidad y puntualidad a meditar, y gradualmente desarrollamos el hábito de concentrar la mente. No debemos engañarnos pensando que es fácil. Como dijo Hazur a un discípulo: “Es una lucha para toda la vida, no para uno o dos días. Es una lucha constante con la mente, pero ¡merece la pena!”7.
Nuestra meditación, el simran y el bhajan, consiste en aquietar la mente y llevarla al centro del ojo. Este es el asiento de la mente y el alma. Hazur lo describe como “el punto central donde se encuentra el misterio de la vida”8.
La forma radiante del maestro o el Shabad no desciende por debajo del centro del ojo. Así que nuestro objetivo es llegar hasta ese punto. Este es el trabajo más importante de nuestra vida. Para conseguirlo tendremos que dedicarle toda nuestra atención, amor y devoción. El centro del ojo es nuestra meta espiritual y el propósito de nuestra vida. Aquí comienza nuestro viaje espiritual. Aquí también experimentaremos que el maestro y sus enseñanzas son verdad.
Y, ¿qué ocurre cuando llegamos al centro del ojo y escuchamos el sonido del Shabad? Al escuchar el Shabad, beber el néctar, tomar el pan o el agua de la vida, la mente da la espalda a los placeres transitorios del mundo y se apega a la dulce y trascendente dicha del Shabad. Esto es impresionante porque así es precisamente como se logra la inmortalidad.
Este efecto que tiene el Shabad sobre la mente y el alma a menudo se ilustra con otra metáfora que denomina a la corriente del sonido: ¡Vino divino!
La palabra “vino” la utilizaban los místicos sufíes para transmitir la intoxicación o el éxtasis que se experimenta al escuchar el Shabad. El portador del vino, el que sirve el vino, es el maestro. El cuerpo es la copa que contiene el vino y la taberna es el lugar en el centro del ojo donde uno puede disfrutarlo. Los maestros hablan de estar borracho de vino. La embriaguez que produce escuchar el Shabad hace que todos los demás placeres sean insípidos.
El místico indio Kabir explica la dulzura y el poder del elixir del Nam:
He probado todos los elixires de la inmortalidad,
pero ninguno es comparable al Nam.
Si se absorbe una pequeña partícula,
todo el ser
se transforma en oro9.
Hazur Maharaj Ji le explicó a un discípulo occidental:
El sabor del placer interior es tan maravillosamente embriagador que se te sube y por lo tanto elimina cualquier deseo por los placeres externos. El corazón se colma con el amor del Señor, que es la única manera posible de obtener la realización de Dios10.
Así es como se produce la transformación. La mente está tan cautivada por el Shabad que quiere permanecer en ese estado de dicha. En vez de resistirse a concentrarse quiere pasar más y más tiempo en ese lugar. La atención en vez de correr hacia abajo y hacia afuera disfruta yendo hacia dentro y hacia arriba. Ahora la mente es nuestra amiga y quiere viajar en la misma dirección que el alma.
Previamente, utilizaba muchas tácticas para mantenernos desperdigados y lejos del foco. Todas nuestras preocupaciones, ansiedades y temores nos han mantenido alejados. Todos nuestros deseos, obsesiones, planes, análisis, cálculos, vivir en el pasado o en el futuro en vez de vivir en el momento presente han hecho imposible que nos concentráramos. Ahora la mente ya no quiere jugar más a esos juegos. La frustración y la lucha que experimentamos en las etapas iniciales se han acabado.
El discípulo está en paz y acepta felizmente lo que le depara su destino. No tiene cargas, ni preocupaciones. La muerte ha perdido su temible aguijón porque ya ha pasado al otro lado de la puerta. Su corazón está lleno de gratitud. Es amable, cariñoso y compasivo con los demás. Ahora disfruta de su meditación y la desea ansiosamente como un loco enamorado. Sus innumerables deseos se han sustituido por un solo deseo: estar con su bienamado maestro.
Cuando se encuentra con la forma radiante del maestro en el interior, experimenta por primera vez el verdadero y auténtico amor. Es un encuentro entre el alma y el Shabad, la verdadera forma del discípulo y la verdadera forma del maestro.
Cuando Baba Ji hace satsang en punyabí, a menudo dice: “Shabd guru, surat dhun chela”. Significa que la forma verdadera del gurú es el Shabad y que la forma verdadera del discípulo es el alma que está sintonizada con el Shabad. Es una relación de puro amor donde ese amor crece y crece hasta no haber diferencia entre ellos.
Hazur Maharaj Ji dijo:
La meditación crea amor. Fortalece el amor. Profundiza el amor. Desarrolla el amor. Finalmente, te ilumina y te convierte en Dios. Todo eso es meditación11.
Al final, la experiencia de escuchar la corriente del sonido nos lleva a la salvación, a escapar del ciclo de nacimiento y muerte, y del mundo perecedero y doloroso. Nos guía de vuelta a nuestro hogar verdadero, a la inmortalidad.
Por eso Shams-i Tabriz escribió:
Cada momento de la vida este maravilloso sonido
desciende de la corte celestial.
Bienaventurado es el hijo del hombre
que escucha sus cautivadoras melodías12.
- Julian Johnson, El sendero de los maestros, 1ª ed. 1993, p. 428
- La Biblia, Juan 6:35; Luz sobre San Juan, p. 92
- La Biblia, Juan 4:14; Luz sobre San Juan, p. 59
- William Shakespeare, As You Like It, Act II, Scene VII
- Sar Bachan Poesía, p. 64
- En busca de la luz, carta 231
- Muere para vivir, P #311
- Discursos espirituales, vol. 1, p. 213
- Citado en Luz divina, p. 129
- Luz divina, carta 426, p. 405
- Spiritual Perspectives, vol. 2, P 146
- El sendero de los maestros, 1ª ed. 1993, p. 428