Tres enfermedades, una cura - RSSB Satsangs & Composiciones

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Tres enfermedades, una cura

Todos los seres sienten curiosidad, sobre todo los humanos. Los animales vagan de un lado a otro, olfateando y mirando allí donde les llevan sus instintos y sentidos. ¡Nosotros también lo hacemos! Sin embargo, a diferencia de los animales, también sentimos curiosidad por la existencia. Y no podemos reflexionar sobre la cuestión de la existencia más que unos segundos antes de toparnos con la realidad de la muerte.

Soami Ji denomina “la obligación del nacimiento y la muerte”1 como la primera de las tres enfermedades universales. Entendemos que la muerte implica la desaparición de la vida de un cuerpo. En un momento dado, el cuerpo de una persona es lo más valioso del universo; al minuto siguiente, está metido en un ataúd o en una pira funeraria. Este hecho es alarmante, porque todas las personas que amamos y todo lo que vemos, escuchamos, olemos, saboreamos y tocamos pueden desaparecer en cualquier momento.

Cuando nos preocupamos por esta situación, este sentimiento es un regalo espiritual: nos impulsa a buscar. Leemos las escrituras y asistimos a servicios religiosos; hacemos peregrinaciones y nos unimos a grupos de oración; nos vamos a las montañas, bosques y costas. Es un comportamiento normal; la gente ha hecho estas cosas a lo largo de la historia.

Buscamos porque necesitamos saber cuál es el sentido de esta vida, ¡si es que realmente puede terminar en cualquier momento! Nos preguntamos si hay algo que no se acaba. La poetisa Rosalía de Castro lo expresó muy bien: “Yo no sé lo que busco, pero es algo... que invisible habita en todo cuanto toco y cuanto veo”2.

Hazur Maharaj Charan Singh Ji escribe: “Únicamente el amor es eterno, y Dios es amor. Únicamente él es permanente... en las arenas cambiantes del tiempo y del espacio. Los que se consagran exclusivamente a él, se vuelven también eternos e inmortales”3. ¿Puede haber una promesa más curativa? Esta enfermedad se puede curar, dicen los maestros, y la cura es la devoción espiritual.

La segunda cuestión que asola a todo ser humano es cómo podemos ganar “la lucha y el combate con nuestras mentes”4.

Personas ricas y pobres, sanas y enfermas, famosas y desconocidas, todos luchamos con la mente. Nadie se escapa de esta lucha, que es sumamente exigente. Al fin y al cabo, como escribió el Gran Maestro de forma tan sucinta: “A lo que vamos es a conquistar a la mente; la mente que gobierna al mundo”5. ¡Qué objetivo tan osado!

Durante el viaje de nuestra vida, la gente nos maltrata y nosotros maltratamos a los demás. Nuestra mente se llena de pensamientos negativos sobre nosotros mismos y los demás y sobre la condición general de la vida. ¿Cómo podemos parar?

Con respecto a nuestras acciones negativas del pasado, Hazur escribe: “Solo con rezar al Padre, no obtenemos el perdón. Tenemos que trabajar duro para conseguirlo en la meditación”6.

Con respecto a que los demás nos maltraten, aconseja: “Debemos perdonar a la persona, porque ya hemos tenido suficiente y no queremos más de estas relaciones kármicas”7. Añade: “Perdonamos a la gente, pero no olvidamos que la hemos perdonado. Así que siempre queda una cicatriz. No deberíamos ser conscientes ni siquiera de la cicatriz”8. Los maestros nos ofrecen el remedio espiritual: centrarnos en el simran en lugar de en las relaciones mundanas. Que nuestra simple repetición de los cinco nombres sagrados con amor y devoción sea suficiente para curarnos de esta persistente lucha y conflicto; ¡esta es la gran sorpresa de Sant Mat!

Soami Ji diagnostica, como nuestra última enfermedad, la ignorancia: “El hombre no sabe quién es... ni dónde está su origen”9. ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? Pensamos que nuestros padres nos crearon, que este mundo es nuestro origen y que el cuerpo es lo que somos. Sin embargo, los maestros dicen que somos ajenos a nuestra propia esencia.

No estar en contacto con nuestro hogar espiritual verdadero, con la confianza que ello conlleva, nos deja psicológicamente dependientes de los demás y profundamente vulnerables a que nos manipulen.

Mucho depende de nuestras relaciones con otras personas. Conocemos a alguien y más tarde decimos que no deberíamos haber confiado en él. En otros no nos atrevemos a confiar durante años, pero más tarde, podemos considerarlos como buenos amigos. ¿En quién podemos confiar cuando estas tres enfermedades nos ciegan espiritualmente?

Buscamos a alguien que habite en un lugar en el que no llegue la muerte. Esta persona debe tener acceso a ese lugar que existía antes de que comenzara la vida física y después de que esta haya terminado. No podemos confiar en alguien que tenga miedo a la muerte o luche con la mente o sea ignorante de nuestro origen. ¡Ya somos suficientemente ignorantes!

¿Merece el maestro vivo nuestra confianza? Podemos averiguarlo fácilmente, mediante el estudio, satsang y la meditación en el centro del ojo, donde se encuentra nuestra esencia espiritual en el cuerpo. Es un interés natural del ser humano. Como escribe Hazur Maharaj Ji: “El ser humano busca al Señor porque él es su origen”10.

La respuesta a estas tres inquietantes preguntas se encuentra en el proceso de nuestro propio corazón. ¿Quiénes somos? ¿Dónde está nuestro hogar? ¿Somos este cuerpo y la mente que lo dirige, o somos un ser de vibración divina? ¿Es nuestro origen el momento de la concepción humana o antes de innumerables vidas anteriores, en el Shabad?

Una cosa es decirlo, pero otra muy distinta es conocerlo, a través de la experiencia. Para saberlo, debemos hacer lo que Baba Ji y Hazur hicieron: meditar con amor y devoción, como si nada más importara. No solo cuando nos apetezca, sino también cuando no nos apetezca.

Confiamos en el maestro vivo para que nos proporcione el remedio de estos tres males, porque sentimos su amor y entendemos su mensaje. Él nos da la medicina para la recuperación espiritual: estar con él en la meditación es la medicina.

Podemos recuperarnos de estos problemas e identificarnos con el maestro a través del simran, de modo que cuando el cuerpo se esté muriendo, podamos aferrarnos al simran con la atención en el tercer ojo y dejar que el cuerpo se vaya. La experiencia de la meditación convierte poco a poco nuestra mente temerosa en nuestro amigo más entrañable: se acabaron los conflictos y las luchas. A medida que nuestra meditación progresa, nuestra confianza crece. Encontramos consuelo en nuestro interior y, finalmente, nos damos cuenta de nuestro origen y destino espiritual.


  1. Soami ji Maharaj, Sar Bachan Prosa, # 222, p. 128-129
  2. de Castro, Rosalie, Spanish Poetry, editado por Ángel Flores (Dover Publications, 1998), p. 225
  3. Maharaj Charan Singh, Discursos espirituales, vol. 1 (2017), p. 135
  4. Soami Ji Maharaj, Ibíd
  5. Maharaj Sawan Singh, Joyas espirituales, 2ª ed., 2019. Carta, 52, p. 83
  6. Spiritual Perspectives, Volume III, QA 333, p. 260
  7. Spiritual Perspectives, Volume III, QA 332, p. 257
  8. Spiritual Perspectives, Volume III, QA 338, p. 263
  9. Soami Ji Maharaj, Ibíd
  10. Maharaj Charan Singh, Luz sobre Sant Mat, p. 24