En la corte del Señor
Muchos de los shabads o himnos de la tradición Sant de la India fueron escritos junto con sus melodías por los mismos santos. Son, por tanto, legados de seres que han realizado a Dios y tienen una frescura y un impacto extraordinarios. Las verdades que los santos han realizado se exponen de forma pura y concentrada, de modo que cada palabra surge de su propia realización. A diferencia de los textos, que pueden ser reescritos o reinterpretados por las prioridades sacerdotales, los shabads han permanecido inalterados durante cientos de años porque cada palabra, tal y como se ha plasmado, forma parte de la melodía: las palabras y la música están inextricablemente unidas. Al igual que con el Shabad interior, la luz y el sonido son uno.
El conocido shabad del que se habla en este satsang proviene de las enseñanzas de Paltu Sahib. Paltu era un santo comerciante en la ciudad religiosa altamente ortodoxa de Ayodhya en Uttar Pradesh, durante el siglo XVIII. Maharaj Charan Singh Ji, en sus discursos sobre Paltu, lo describió como "valiente" porque no adulteraba sus palabras ante los sacerdotes y líderes religiosos cuando explicaba el camino de los santos. En consecuencia, Paltu, a la edad de 70 años, fue quemado vivo por lo que se consideraron sus herejías.
¿Y qué es lo que los mundanos y los caminos del mundo no pueden soportar? La verdad. Las enseñanzas de los santos son sencillas. Este no es nuestro hogar verdadero; nuestro hogar verdadero es la morada del Señor, sach khand. Allí es donde se encuentra nuestro ser más íntimo. Sach khand es un estado de conciencia. Y un estado de conciencia puede alcanzarse en cualquier lugar; no tenemos que ir a una tierra extraña para encontrarlo ni tenemos que pagar dinero, llevar vestimentas especiales o pasar por un sacerdocio oficial.
No somos solo criaturas de mente y materia. Si lo fuéramos, seríamos robots. La Inteligencia Artificial (IA) es mente y materia –reconociblemente no humana–. La prueba de la existencia del surat o alma es que no somos como la IA, ni como los robots. Tenemos una dimensión extra. Somos surat, alma-ser, conciencia amorosa capturada en forma física que anhela volver a su hogar verdadero. Como seres humanos, todos tenemos esta "nostalgia crónica" de una forma u otra, un anhelo de volver a un tiempo o estado anterior, una creencia en las cosas que no son ya tan buenas como en los "viejos tiempos", un sentimiento que no podemos expresar con palabras. El significado de la raíz de "nostalgia" procede del griego y significa "dolor de una vieja herida". El idioma galés tiene una palabra, ‘hiraeth’, que significa añoranza de un lugar al que no podemos volver porque ya no existe o nunca existió. Esta nostalgia crónica afecta a nuestro comportamiento y nos lleva a buscar distracciones y consuelos, o a buscar la felicidad en el mundo físico, cuando en realidad, solo estamos conectados a este mundo a través de nuestras acciones anteriores, sus reacciones y deseos.
El Señor está dentro de cada uno de nosotros en forma de luz y sonido: el Shabad. Nuestro viaje consiste en establecer un contacto consciente con el sonido y la luz que hay en nuestro interior y, gradualmente, darnos cuenta a través de la práctica espiritual de que, en primer lugar, somos seres del alma, y en segundo lugar, el alma y el Señor son uno. El santo o maestro vivo verdadero es la clave para nuestro regreso a casa. Él es una ola del océano del Señor en un nacimiento humano.
El maestro nos inicia estableciendo un vínculo consciente con él en el interior, con su forma de Shabad. Nos enseña cómo meditar y en qué meditar. Él establece una base necesaria para caminar por este sendero a través de cuatro votos: vegetarianismo estricto: sin carne, pescado ni huevos; llevar una vida moral; y no disipar nuestro discernimiento con alcohol o drogas que afecten a la mente. Estos tres votos, son un "estilo de vida", y requisitos previos para el cuarto voto, el compromiso de meditar por dos horas y media cada día, una décima parte de las 24 horas. En cuatro sencillos votos, obtenemos el paquete completo: un estilo de vida que aborda todos los aspectos de nuestro ser, física, mental y espiritualmente, sin las complicaciones de ceremonias y rituales. El santo nos asiste, por tanto, desde nuestro interior como desde fuera; como una madre que vigila y educa a su hijo. A través de su gracia y de nuestro esfuerzo, nos promete que finalmente alcanzaremos la liberación de la mente y de sus ilusiones en la materia, para que finalmente regresemos a casa. Hay una hermosa cita de Hazur Maharaj Ji en Luz sobre Sant Mat:
Primero viene la gracia de Dios, luego la compañía de los santos, y después la adquisición del secreto del Nam. Luego, por la aplicación constante y la devoción incesante, viene la realización real del Nam1.
Maharaj Ji solía decir que la sinceridad y la honestidad en nuestro esfuerzo, provocan de nuevo su gracia para hacer más esfuerzo, por muy desesperados que nos sintamos, o que realmente estemos, en nuestros esfuerzos de concentración. Hay una magia en la sinceridad.
Para mantenernos rectos y enfocados en Dios en nuestra vida diaria, repetimos los cinco nombres sagrados que se nos dieron en el momento de la iniciación. Los maestros dicen repetidamente: "el simran es la clave". De nuevo, en Luz sobre Sant Mat, Maharaj Ji escribe:
En cuanto a la repetición de los cinco nombres sagrados, no es solo una repetición para romper el hábito de la mente e inculcar obediencia. Estos nombres, si se repiten apropiadamente con devoción, despiertan las vibraciones espirituales y te ponen en contacto con aquellas regiones interiores a través de las cuales el alma tiene que pasar en su camino hacia sat lok2.
Con el tiempo, dicen los maestros, el simran impregnará nuestro subconsciente y surgirá consciente y automáticamente cuando no estemos concentrados en otra cosa. Aparecerá. Los pensamientos también son externos, aunque estén en nuestra cabeza, su contenido es externo. ¿Queremos pasar nuestro tiempo de meditación pensando en lo externo y fortaleciéndolo? Por eso Baba Ji ha dicho que, si pensamos en cosas en nuestra meditación, en lugar de eliminarlas, o borrarlas, de la computadora de nuestra mente, estaremos esencialmente reprogramándolas de nuevo en nuestra mente, fortaleciéndolas. Tenemos que retomar la atención de vuelta al simran.
Y, para reforzar nuestro compromiso con la meditación y aumentar nuestra conciencia espiritual, asistimos al satsang. Maharaj Ji también nos da las razones para ello:
El objetivo del satsang es doble: A los no satsanguis les proporciona una oportunidad de buscar la verdad, eliminar sus dudas y llegar a una comprensión correcta; entendiendo así la importancia y el significado de los principios de Sant Mat. Para los satsanguis crea, o refuerza, el anhelo de entrar y nos ayuda a concentrar la mente. El verdadero satsang es escuchar el Shabad interior3.
Sin embargo, para que este mundo continúe, las enseñanzas de los santos acaban por desviarse y exteriorizarse en rituales, dogmas y prácticas. Los santos suelen ser perseguidos. Sin embargo, ningún poder puede impedir que un santo recoja su rebaño, sus almas marcadas para esa vida. Afortunadamente, siempre hay maestros o santos en este mundo porque siempre hay almas que buscan fervientemente al Señor y que deben, en un determinado nacimiento humano, volver a él. La presencia de los santos refresca este mundo agitado y bullicioso. El shabad de Paltu atraviesa los enredos mundanos del estatus, el dogma, el ritual y el análisis mental. Su tono es gentil.
En la corte del Señor, ¡oh Paltu!,
nada cuenta excepto el amor y la devoción.
Solo el amor y la devoción cuentan,
porque son los que más le agradan.
Él prefiere la comida insípida de un pobre devoto
a un banquete real.
Con todas sus penitencias y austeridades,
los rishis y munis,
seguros de su propia piedad y santidad,
fueron avergonzados
cuando la amorosa ofrenda de bayas
de Shivri fue aceptada.
Yudhishtra organizó una fiesta de sacrificio
al que fueron invitados todos los hombres santos.
El orgullo ese día, murió para todos:
sin Supach, la campana no sonaría.
Por lo tanto, abstente, dice Paltu,
de sentirte orgulloso de tu alta casta.
En la corte del Señor, nada cuenta
excepto el amor y la devoción4.
Paltu utiliza la metáfora de la corte de un monarca para describir sach khand. Incluso en este mundo, los cortesanos imitan a su rey o reina. Paltu describe cómo el ser humano y Dios son uno, pero el velo del ego nos separa de él. Solo el amor puede quitar el velo. Nuestro problema es identificarnos con el velo o con nuestra estructura del ego –todo ese sentido del "yo" y de "lo mío"– que nos arrastra a través de tantas encarnaciones; y no simplemente ese "mí" o "yo" que está unido a tantas cosas en este mundo, sino también las incoherencias lunáticas de nuestra mente.
Alguien le preguntó una vez a Maharaj Ji, si Kal, el poder negativo, había encarnado en esta tierra. Hazur respondió:
Bueno, Kal puede hacer cualquier cosa. Ves, Kal puede trabajar a través de cualquier forma humana. Él trabaja a través de nosotros. La mente es el agente de Kal y una mente bajo el control de Kal, así que se puede decir que trabaja en la forma humana. Quiero decir, después de todo, es la mente la que es el agente de Kal, y dondequiera que la mente domine, Kal está dominando; él está trabajando. Y siendo humanos, todos estamos trabajando bajo el dominio de Kal, según lo que él dicta5.
Hazur también dijo:
Todos somos esclavos. Estamos bailando al ritmo de su música. Nuestras cuerdas están en la parte de atrás, en su mano. Y él tira de la parte posterior, bailando de acuerdo a su tirón. Y esas cuerdas son nuestros karmas. Y Kal está sentado en la parte de atrás. A través de nuestros karmas, nos hace bailar. Así que, cuando vas más allá del reino de la mente y de maya, trikuti, entonces eres libre. Entonces estás fuera de su alcance, más allá de su reino. Entonces él no puede forzarte a bailar en absoluto. Entonces vives en la libre voluntad del Señor6.
La mente nos bombardea con deseos, vergüenza, culpa, sensación de ser ofendido, comparaciones infelices con otros, el dolor del apego, la pérdida y la baja autoestima. Así que, intentamos enterrar nuestra conciencia en distracciones: como la televisión, la adicción al trabajo, el alcoholismo, las drogas u otros vicios. Entonces, por supuesto, la mente, siendo en última instancia una máquina, una criatura de hábitos; se vuelve adicta a estas cosas.
Este es el proceso de la mente que es guiada por los sentidos a través de las nueve puertas inferiores del cuerpo y más allá. La mente, dicen los maestros, no tiene límite en sus deseos. El tiempo es cambio, y tanto la mente como maya (la ilusión) están sujetos a él. Por lo tanto, la noción de felicidad permanente o de estar satisfecho cuando se cumplen los deseos particulares es ilusoria. Aquí, la felicidad permanente no forma parte de la ley de la naturaleza. El Gran Maestro describe este proceso:
El mundo es un bosque espeso, densamente poblado, donde todos han perdido el rumbo y corren incesantemente y sin dirección, vida tras vida, acosados por los grandes ladrones: la lujuria, la codicia, la ira, el apego y el orgullo. Lo notable de estos estafadores es que la gente se asocia con ellos alegremente y, (a pesar de) saber que el resultado de su asociación es el sufrimiento, no tienen el valor de desapegarse de ellos. Comen el veneno, lloran y vuelven a comer el veneno7.
Es el ego quien trae consigo las demás perversiones de la mente: lujuria, ira, apego y orgullo. Si no tuviéramos una sensación tan fuerte del "yo", como centro de nuestro propio universo, ¿quién podría sentir la lujuria, la ira, etc.? En el fondo, este sentido de identidad es el sentimiento que en realidad tenemos de creer que somos la persona más importante del mundo (para nosotros mismos). Los santos enseñan que incluso nuestro amor mundano se basa en el egoísmo y en el deseo de sobrevivir.
Debemos ser precavidos y estar atentos en este mundo engañoso. Nuestros amigos y parientes se relacionan con nosotros para "dar y recibir". Ellos son descritos por Soami Ji como los 'estafadores externos'; los estafadores 'internos' son las cinco pasiones. Ambos roban la riqueza de nuestra atención. Paltu, sin embargo, habla del amor y la devoción. La devoción es el camino hacia el amor. El origen de la palabra "devoción" viene del latín vovere, que significa "voto". Los cuatro votos que se hacen en el momento de la iniciación podrían describirse como las cuatro devociones; la devoción son los cuatro votos en acción, porque la esencia de seguir los cuatro votos significa anteponer otro interés al del ego. La devoción es un regalo de la gracia de Dios: inclina la balanza de nuestros horribles karmas en la dirección correcta, al establecer nuestra inclinación hacia el Señor.
Y no debemos olvidar la gracia del Padre. Es un estímulo que nos permite esforzarnos. Si nos dedicamos a seguir los cuatro votos, cambiaremos, porque nos convertimos en cómo pensamos y nos comportamos. Si la motivación de nuestras acciones, ya sea en el mundo o en nuestra meditación, es poner a los demás en primer lugar, entonces habremos iniciado el proceso de amar, de perder nuestra identidad y empezar a fundirnos con otro ser.
El Gran Maestro escribió: "La acción más elevada y la cualidad más alta en la vida humana es la devoción. Si uno no la práctica, su vida se desperdicia"8.
Respetamos la devoción como una cualidad en este plano, ya sea en nuestro matrimonio, en nuestra familia o en nuestra vida laboral: el médico dedicado a sus pacientes o una madre dedicada a sus hijos. Instintivamente reconocemos y no respetamos la devoción al yo (inferior). Nos damos cuenta de que la devoción al yo causa un gran daño en este mundo: los dictadores que encontramos en todas las esferas de la vida, los tiranos que se salen con la suya. La devoción al Señor es un gran regalo. Los maestros dicen que incluso los ángeles anhelan su devoción, pero tal devoción no puede obtenerse sin un maestro vivo verdadero.
El primer paso de nuestra devoción es hacia la forma física de nuestro maestro. Cuando lo encontramos, confiamos en él porque algo en nosotros reconoce algo del Señor. En otras palabras, nuestra alma salta en reconocimiento de un ser anímico plenamente realizado. Es una profunda llamada a lo profundo. Nos enamoramos de él y queremos servirle. Pero si solo nos apegamos a su forma física y no hacemos la práctica espiritual, entonces nuestro servicio se exterioriza e incluso se vuelve dramático, porque sigue estando en el plano emocional. Las emociones cambian y se desplazan, provocando situaciones dramáticas. La emoción es de la mente.
Es la práctica silenciosa del Surat Shabad Yoga la que genera el poder transformador del amor. El amor funciona en cualquier criatura, incluso en plantas, árboles e insectos. Recibir el amor espiritual del maestro nos permite amar de una manera espiritual y eso se derrama en el amor a la creación.
Mediante la devoción a la corriente del sonido, se eliminan los efectos tanto de las buenas como de las malas acciones, y el sentido de identidad que las impulsa. Cuando comenzamos nuestra meditación y tratamos de concentrarnos en el centro del ojo, se nos han dado nombres sagrados y una forma que nos atrae para la contemplación. El simran y la forma del maestro no están asociados con nuestro sentido de identidad, por lo que la mente, sin los ganchos familiares a los que aferrarse, se aquieta y se vuelve tranquila y apacible. A través del simran, alcanzamos ese estado de tranquilidad en que no nos perturban las cosas buenas o malas que suceden, considerando todo como la voluntad del Señor. Este es un estado de conciencia, no una decisión intelectual. El maestro organiza nuestra vida de tal manera que nos permita alcanzar un estado de concentración, un enfoque interno en el maestro.
El maestro sabe que, como seres humanos, todos tenemos la capacidad de la devoción, pero está dispersa por todas partes. La devoción concentrada, como el sol que brilla a través de una lupa, puede destruir una montaña de karma. La devoción en un punto se convierte en bireh, el anhelo por el Señor. Cuando las distracciones de la mente se calman, el anhelo del alma por fin se siente de verdad. El alma siempre se ha encontrado en un estado de anhelo y un deseo de reunirse con el Señor, pero esos agudos dolores han sido amortiguados por el efecto de la mente y de los sentidos. El bireh se describe como un estado de conciencia doloroso y dulce: todos experimentamos el bireh, pero no nos damos cuenta hasta que la mente se aquieta.
Solo la práctica espiritual puede descubrir este anhelo y poner en marcha el regreso a casa. La belleza de esto es, que cualquier momento es bueno para la meditación, cualquier momento es bueno para el simran, cualquier lugar es bueno para el simran. No estamos limitados por lugares y reglas.
Los maestros aman nuestro esfuerzo en la meditación. Las grandes experiencias internas sin amor o devoción por el maestro no nos llevarán a ninguna parte, excepto a regresar directamente a este mundo con un ego expandido. San Paltu, en su shabad, describe cómo los grandes rishis y videntes intentaron atraer la atención del Señor Ram mediante ceremonias externas y demostraciones dramáticas de aparente abnegación. Pero Ram eligió compartir las bayas de una mujer pobre, Shabri, bayas que Shabri ya había probado previamente para comprobar su dulzura. Ram eligió pasar su tiempo con una humilde devota e ignoró todas las nociones de comportamiento de casta y "falta de limpieza" (contaminación ritual) al comer su comida a medio comer. Ram vio los motivos que había detrás del comportamiento de todos. La conciencia de sí mismo impulsaba a los sabios, pero el amor era el motivo de las acciones aparentemente antihigiénicas de Shabri. Los maestros enseñan que el motivo, es un vínculo y que pueden ver nuestros motivos y verdaderas intenciones como pepinillos en un frasco.
Paltu también se refiere al Mahabharata en el que, después de la gran guerra, los hermanos Pandava deciden celebrar una fiesta e invitar a muchos ascetas y hombres santos. Krishna les dice que su ceremonia no estará completa hasta que suene una campana en el cielo. La campana no suena ni siquiera cuando Krishna, como el propio Señor, acude a la fiesta. Krishna les dice a los hermanos de un pobre santo, Supach, que hasta que el santo no asista a la fiesta, la ceremonia no estará completa y la campana no sonará. Los Pandavas suponen cínicamente que el pobre hombre se sentirá atraído por la comida gratis, pero no es así. Le hacen una invitación personal, pero él dice que hasta que no le den el beneficio de cien ceremonias, no vendrá a la fiesta. Los hermanos se dan cuenta de que no han completado ni siquiera una ceremonia, y menos aún cien. La reina Draupadi, entonces cocina algo de comida y va sola, descalza, a la puerta del santo rogando humildemente su asistencia. Supach, al ver la pureza de su corazón y su intención, no se detiene ni un segundo, sino que la acompaña a la fiesta y la campana del cielo suena.
El Señor, como Krishna en la fiesta, es omnipresente, pero el Shabad, la campana que suena en el cielo, solo puede escucharse mediante la intervención de un santo vivo. Solo podemos beneficiarnos de su compañía si somos humildes y cariñosos. De lo contrario, supondremos que comparte nuestra forma de pensar. Los hermanos pensaron que un pobre hombre se sentiría atraído por la comida y su interesante compañía. Confundían el amor con el conocimiento mundano. Damos un paso hacia el maestro y él da cien pasos hacia nosotros, y en esos pasos no influye nuestra casta, color, credo, estatus, linaje o nacionalidad. "Ese día, el orgullo murió para todos", dice Paltu. Los asistentes a la fiesta se dieron cuenta del vacío de las instituciones mundanas y de la falta de valor de su propia inversión en esas cosas.
Como escribió una vez un satsangui en Spiritual Link:
Tenemos que sintonizarnos a un acorde diferente, y para lograr esa tarea nos da el afinador del simran y el bhajan. Demostramos nuestro verdadero amor utilizando fielmente las herramientas que nos han dado9.
Hemos adoptado una forma de vida que consiste en reenfocar gradualmente nuestra atención para que el maestro se haga cada vez más grande en nuestro horizonte mental, hasta el día en que se convierta en la visión completa. Sardur Bahadur Jagat Singh Ji dijo en un discurso:
La práctica hace al hombre perfecto. Aunque empiece con recelos, a su debido tiempo, la perseverancia y el esfuerzo sincero le permiten desarrollar un fuerte fervor y piedad. La mera apariencia no le lleva a ninguna parte. Un antídoto para la falta de devoción es una devoción cada vez más firme. Con una fe inquebrantable en el maestro, la devoción conduce infaliblemente a la realización del ‘Nam’; el elixir contra todo el sufrimiento en el mundo. Soami Ji hace hincapié en el bhakti. No hay otra forma de realizarlo y liberar el alma para siempre10.
- Luz sobre Sant Mat, p. 9
- Luz sobre Sant Mat, carta 169
- Luz sobre Sant Mat, carta 142
- Paltu Sahib ki Bani, Parte 1, Kundli 218, en Isaac Ezekiel, San Paltu: Su vida y enseñanzas (4ª ed. 2009), p. 17
- Preguntas y respuestas con Hazur Maharaj Ji, 16 de marzo de 1981
- Preguntas y respuestas con Hazur Maharaj Ji, diciembre de 1979
- Joyas espirituales, carta 28, p. 55
- Philosophy of the Masters, Vol. 2, p. 57
- Revista Spiritual Link, nº 41, otoño de 1989
- Maharaj Jagat Singh, La ciencia del alma (ed. 2014), “Extractos”, nº 12, p. 116