El viaje espiritual: equilibrio, disciplina y responsabilidad - RSSB Satsangs y Composiciones

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El viaje espiritual: equilibrio, disciplina y responsabilidad

Esta vida es un viaje; un viaje, no de un lugar a otro, sino de un nivel de conciencia a otro. Estamos viajando de lo finito a lo infinito.

Y como en cualquier otro viaje, pasaremos por diferentes etapas mientras avanzamos hacia nuestro destino. Tomemos, por ejemplo, la metáfora de un viaje en automóvil. En un punto del recorrido podemos encontrarnos con una fuerte lluvia, y tener que estacionar a un lado hasta que deje de llover. Puede que se nos pinche una rueda y tengamos que parar para cambiarla. O puede que los cielos estén despejados, haga buen tiempo e incluso nos encontremos con alguien que conduzca parte del camino; desde luego, ese tramo del viaje se hará más ameno. El caso es que en el viaje espiritual, como en cualquier otro viaje, nos encontraremos con obstáculos e incluso con desvíos. Pero lo importante es no rendirse.

Tenemos que seguir caminando hacia nuestro destino. Como dijo Hazur Maharaj Charan Singh una vez: “Solo tenemos un futuro: volver al Padre”1. Así pues, no perdamos esta oportunidad. Puede que no recibamos la forma humana de nuevo con tanta facilidad.

Hazur decía frecuentemente que cada paso que damos hacia el Señor es un paso positivo. Si damos un paso hacia él, él dará cien pasos hacia nosotros. Tenemos que adquirir el compromiso y la determinación mental de hacer todo lo necesario para llegar a nuestro destino. Tenemos que comprender qué es lo que nos llevará en la dirección que deseamos ir, y tenemos que establecer prioridades para seguir esa forma de vida. Tenemos que utilizar nuestro sentido de discernimiento en cada acción.

Nuestro primer paso es encontrar a alguien que nos guíe: un maestro, un maestro espiritual. Alguien en quien podamos confiar, alguien a quien podamos respetar y emular y que vele por nosotros. Alguien que enseñe un método práctico que empiece en nuestro nivel humano y nos lleve a la experiencia de lo divino. Y esa persona es el maestro, que nos guía y nos acompaña en este viaje definitivo de la vida. Él nos toma de la mano cuando perdemos la confianza y nos asegura de que estamos en el camino correcto. En este sentido, él es nuestro mejor amigo.

Todos los místicos han hecho hincapié en la necesidad de un maestro. Algunos le han llamado la joya, el tesoro de valor incalculable. Bahinabai, una santa del siglo XVII, escribió:

El estar con un maestro conduce
 la mente al desapego y el corazón a la tranquilidad.
Un maestro es la joya más noble de todas.
La compañía de tu maestro
 imprimirá en tu ser
 tanto el conocimiento mundano como el divino,
 y alcanzarás la dicha en este instante.
Los que conocen el valor
 de estar con los místicos,
 dice Bahina, son los verdaderos amantes2.

Es decir, el verdadero místico quiere elevar a sus discípulos a su nivel. No quiere que le adoren; más bien les enseña a explorar su propio potencial espiritual, cómo enriquecer sus vidas y vivir como verdaderos seres humanos. Él nos enseña el método verdadero de venerar a Dios, lo cual nos transformará espiritualmente.

Cristo dijo: “Vosotros sois dioses”3. Esto quiere decir que el maestro no es el único que puede experimentar a Dios en su interior; todos podemos elevarnos a ese nivel de santidad. Solo tenemos que elevar nuestro nivel de conciencia. El maestro frecuentemente dice que él no es diferente a nosotros; solo varía el nivel de conciencia.

Los místicos dicen que en nuestro interior hay un poder divino que es la esencia de toda vida. En la Biblia se le denomina el Verbo de Dios; los místicos hindúes lo llaman el Shabad, que significa el sonido o la palabra no hablada; es la corriente de la voluntad divina, el poder del amor. Esta verdad eterna y divina se manifiesta dentro de nosotros en forma de sonido y luz. Gurú Amar Das, el tercer maestro en la línea de Gurú Nanak, dijo:

Pura es la Palabra, puro el sagrado sonido,
y pura es la luz que impregna todos los corazones4.

En el Evangelio de San Juan se dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”5. Toda la creación se proyectó por medio de este divino poder divino. Este poder da vida a todo. Existía antes de la creación y seguirá existiendo eternamente, aunque la creación llegue a su fin. Es la vida que existe en la molécula más pequeña de una bacteria unicelular, y es el poder que mantiene unido al inmenso cosmos. Es el poder del amor, la expresión original de Dios.

Así pues, el maestro espiritual nos enseña un método de meditación que nos permitirá controlar nuestras mentes. Una vez que la mente esté bajo control mediante la práctica de la repetición podemos aferrarnos al Shabad, la palabra de Dios. Se eleva nuestro nivel de conciencia y nos hacemos conscientes de la realidad divina interior.

Podríamos preguntarnos por qué no sentimos la presencia de Dios en todo momento. ¿Por qué no vemos la luz interior o por qué no escuchamos la bella melodía espiritual si son parte de nuestra propia naturaleza? La razón es que estamos muy enfocados en nosotros mismos, y no en Dios. Reflexionamos en exceso sobre nuestros empleos, nuestras familias, nuestros problemas, deseos y todo lo demás. Nos sentimos separados de Dios porque estamos muy obsesionados con todo lo demás. Estamos desconectados de nuestra verdadera naturaleza espiritual. Así pues, todo lo que pensamos y hacemos nos mantiene tan involucrados en el mundo que nos rodea que refuerza ese sentido de separación, aunque en realidad no lo estemos. Nuestro ego, nuestra mente, crea esta ilusión de separación que nos mantiene hechizados.

Y esto es por lo que tenemos que encontrar un maestro espiritual; para aprender el método de la meditación y una forma de vida disciplinada que nos liberará de esta ilusoria separación y que creará la base de nuestro viaje espiritual. Este estilo de vida se plasma en los cuatro votos que nos comprometemos a seguir:

En primer lugar está la dieta vegetariana; no aceptamos matar animales o que otros los maten para nosotros. No comemos carne, pescado o huevos o nada que lo contenga. Queremos cultivar una naturaleza compasiva y minimizar la gran deuda que se acumula matando animales.

El segundo voto es evitar las bebidas alcohólicas y las drogas recreativas. Todos conocemos el efecto de complacencia que generan estas sustancias. La meta de nuestra vida es llegar a la realización espiritual, para la cual necesitamos claridad mental. Estas sustancias dispersan nuestra mente y retrasan nuestro progreso espiritual. Distorsionan nuestra escala de valores hasta tal punto que no podemos distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. Entorpecen nuestra habilidad para concentrarnos a la hora de meditar.

El tercer voto lo abarca todo; vivir una vida ética y moral. Hemos de ser objetivos. Tenemos que sopesar nuestras acciones para ver si nos llevarán en la dirección que queremos ir. Debemos ser honestos y sinceros en todos los aspectos; ganarnos la vida y no ser una carga para los demás. Tenemos que ser amables, cariñosos y compasivos. Limpios de mente y cuerpo, manteniendo nuestras acciones y pensamientos puros y elevados. En resumen, tenemos que reflejar los valores que engloba una forma de vida espiritual.

Un filósofo dijo en una ocasión que el respeto por uno mismo deriva de saber decirnos que “no” a nosotros mismos; en otras palabras, hemos de mantener la disciplina y fortalecer nuestro núcleo interior. Y esto es lo que hacen estos votos por nosotros. En realidad, los votos son un regalo y no una carga; son la puerta a la libertad eterna.

El cuarto voto es el de meditar dos horas y media al día. Es necesario que limpiemos nuestra mente de toda negatividad y la pongamos en el camino positivo. La meditación tiene esa finalidad y nos da la fuerza para cambiar nuestro enfoque en la vida.

Tulsi Sahib, un santo hindú del siglo XIX nos aconseja:

Limpia la recámara de tu corazón
  para la llegada de tu Amado6.

Limpiar la recámara del corazón significa atender a nuestra meditación; el simran, la práctica de la repetición interior que se nos enseña a la hora de la iniciación, y escuchar el sonido espiritual interno que siempre reverbera en nuestro interior. De esta manera nos purificamos de las tendencias negativas, de nuestro ego y pensamientos impuros. Convertiremos nuestro corazón y nuestra mente en un hogar apto para el Espíritu Santo, el Señor que es nuestro bienamado.

Nuestra tarea es la de sumergirnos en nuestra meditación con una percepción clara de nuestro propósito; con total compromiso y dedicación. Sabemos que si queremos tener éxito en cualquier cosa tenemos que dedicarnos de todo corazón. Tenemos que realizar un esfuerzo sincero. Y como con cualquier otra cosa, la práctica nos hace perfectos; tenemos que seguir esforzándonos; más y más. El maestro nos dice que no debemos preocuparnos por los resultados, sino seguir centrados en nuestros esfuerzos.

La concentración es la clave de nuestra práctica. Para poder concentrarnos en la práctica de la repetición durante la meditación, necesitamos mantener una perspectiva espiritual mientras vivimos en este mundo. Si nos implicamos excesivamente en todas las actividades mundanas, después no podemos esperar llevar nuestra atención al interior cuando nos sentemos a meditar por la mañana. Tenemos que proteger nuestra energía y alimentar la quietud interior. Por lo tanto, aunque tengamos tareas a las que atender en nuestras vidas cotidianas, también tenemos que enfocarnos en todo momento en nuestra prioridad espiritual. “Mano en la tarea, mente en Dios” dice el viejo refrán inglés. Tenemos que mantener nuestro enfoque y equilibrio a lo largo del día. Un místico chino escribió:

Externamente déjate llevar por la corriente, mientras internamente mantienes tu verdadera naturaleza. Entonces tus ojos y tus oídos no te deslumbrarán y tus pensamientos no serán confusos, mientras el espíritu en tu interior se expandirá viajando por los reinos de pureza absoluta7.

Deberíamos vivir en este mundo como el pato vive en el agua; se desliza sobre el agua, pero nunca se moja. Tenemos que sentarnos al borde de la vida y no caer en ella, pasar por la vida sin involucrarnos en ella. Eknath, un místico hindú del siglo XVI procedente de Maharashtra cantó:

Tanto si el cuerpo está
  inmóvil en meditación
  o moviéndose por la vida,
  deja que la mente permanezca en el centro,
  siempre quieta, pura y libre8.

He aquí una interesante historia que ilustra este punto:

Había una vez un rey muy devoto de Dios. A un buscador espiritual le aconsejaron que acudiera al rey para que le otorgara la iluminación. Pero cuando el hombre vio el gran palacio en que residía el rey, perdió la fe. Pensó: ¿Cómo puede alguien rodeado de todo este lujo y gozando tanto de la posición social ser una persona espiritualmente elevada? ¿Cómo puede él otorgarme la iluminación? El rey, leyéndole los pensamientos de su mente, le asignó una tarea. Pidió a sus cortesanos que llevaran al hombre de paseo por el pueblo donde se estaba celebrando un gran festival. Pero con una condición: el hombre tendría que llevar un jarrón de leche sobre su cabeza en todo momento, y si se derramaba una sola gota, los acompañantes tenían instrucciones de cortarle la cabeza.

Obviamente, cuando el hombre caminaba por el pueblo, su mente siempre estaba concentrada en el jarrón que llevaba sobre su cabeza, y así, pues, no disfrutó de las celebraciones ni del festival. Cuando regresó al palacio, el rey le preguntó si se había divertido. El hombre le respondió que estaba tan pendiente de no derramar ni una sola gota de la leche que no pudo ver nada a su alrededor. Entonces entendió cómo el rey podía estar rodeado de riqueza y posición y aun así ser humilde ante Dios; cómo era posible tener a tantos inclinándose ante él y aun así no verse afectado.

Por lo tanto, aunque experimentemos sufrimiento, pasemos por alguna adversidad o vivamos una vida cómoda y lujosa, tenemos que mantener nuestra mente en Dios y desapegada de las circunstancias externas. La práctica regular de la meditación permitirá que no nos involucremos en el mundo y que este no nos arrastre consigo. Al mismo tiempo que mantenemos a la mente positiva durante el día y hacemos el simran siempre que sea posible, también tenemos que dedicarnos a nuestra meditación regularmente para crear la base y el ambiente para nuestra vida diaria. Hazur Maharaj Ji dijo:

Si estas encadenado, solo te puedes mover dentro de un área limitada. Por lo tanto, si nos aferramos a nuestra meditación todos los días, por mucho que nos involucremos en otras cosas, siempre permaneceremos dentro de ese círculo… Si se rompe la cadena, entonces por supuesto que te involucrarás. Así pues, la cadena de la meditación no debe romperse. Deberíamos atender a la meditación todos los días, y luego, por mucho que nos involucremos en otras actividades, nunca se nos permitirá descarriarnos. Nunca llegaremos a estar tan involucrados como para que se nos olvide el verdadero sendero, porque la cadena es muy fuerte9.

Es cierto que a veces nos dejamos caer en una especie de autocomplacencia. Llevamos en el sendero bastante tiempo -solíamos esforzarnos-, pero ahora estamos bajando la guardia. Tal vez hemos dejado de leer libros de Sant Mat en casa, tal vez no acudimos a satsang asiduamente. Nos levantamos cada vez más tarde por la mañana. Perdemos el sentido de urgencia, la conciencia de que esta vida llegará a su fin algún día; no sabemos cuándo;,podría ser en diez años o en diez minutos. En realidad no creemos que el final esté tan cerca.

El maestro frecuentemente nos dice que tenemos que desarrollar madurez espiritual. ¿Qué significa esto? Madurez espiritual significa ser realistas, empezar nuestro viaje desde donde estamos y no enredarnos en fantasías o ilusiones. Significa que entendemos nuestras debilidades y fortalezas, y damos pasos para superar nuestras debilidades y reforzar nuestras fortalezas. Madurez significa que comprendemos nuestras prioridades y damos pasos prácticos para vivir en concordancia con ellas.

Inevitablemente nos enfrentaremos a numerosos obstáculos; rebeldía rotunda, pereza, desaliento, o sencillamente, malos hábitos. No podemos culpar a ningún poder externo a nosotros; ni a Kal, el poder negativo, ni al diablo. A veces decimos que la mente nos hizo hacer algo, como si la mente fuera una entidad independiente que tiene ese poder sobre nosotros. ¡Pero si la mente somos nosotros mismos! Nosotros lo hacemos; nosotros tenemos las malas costumbres; nosotros somos perezosos. Ya va siendo hora de que reconozcamos esto.

Flip Wilson era un famoso cómico americano que creó un personaje llamado Geraldine. Geraldine siempre culpaba al diablo por sus debilidades: “No quería comprar ese vestido; tengo tantos en el armario. No quería ese vestido rojo, pero el diablo me hizo comprarlo”. “El diablo me hizo hacerlo” se ha convertido en un refrán muy conocido. Como alguien declaró alguna vez: No necesito al diablo para hacerme pecar; ¡yo mismo lo hago suficientemente bien! Wilson realmente consiguió captar nuestra tendencia a evitar asumir la responsabilidad de nuestras acciones y pensamientos. Por lo tanto, no tenemos por qué culpar a Kal por nuestros errores y desgracias. Tenemos que responsabilizarnos nosotros mismos.

Nuestro deber de meditar es algo que debemos tomarnos muy en serio. Tenemos que hacerlo estemos inspirados y motivados o no; independientemente de que estemos enfermos o sanos. A medida que envejecemos es de esperar que surjan dolores y molestias, hasta importantes enfermedades que posiblemente reduzcan nuestra concentración mental. Son gajes del oficio, por así decirlo, del oficio de estar en el cuerpo humano. Es el resultado inevitable de estar en el cuerpo humano. Entonces, estemos preparados para pasar por diferentes humores y niveles de entusiasmo. Lo principal es no desanimarse, sino seguir adelante. Deberíamos tener nuestro objetivo primordial en mente y seguir avanzando.

No caigamos en la autocompasión. Todos tenemos debilidades, por eso estamos en este mundo; no obstante, el maestro ve nuestro potencial. Él siempre nos dice que debemos intentar fortalecer nuestras cualidades positivas en vez de preocuparnos por nuestras debilidades. El maestro, a menudo utiliza la metáfora de la tinta roja diluida en agua. No podemos separar la tinta del agua, pero según vamos añadiendo más y más agua, el color del agua se va aclarando hasta que se vuelve totalmente cristalina. Este ejemplo muestra que la mejor forma de deshacerse de lo negativo es diluyéndolo con lo bueno, con lo positivo.

No nos desanimemos incluso si nos descarriamos. Siempre podemos volver a las enseñanzas del maestro. El Señor es todo compasivo. El Shabad es todo amor. Solo tenemos que dar un paso positivo y el maestro dará cien pasos hacia nosotros. Hazur Maharaj Ji solía recalcar que si nos aferramos a nuestra meditación y la retomamos, obtendremos la fuerza para superar nuestras debilidades.

Además, no es importante cómo se comporte la mente durante la meditación. Simplemente tenemos que seguir practicándola. “Todo el tiempo que dedicas a luchar con la mente durante la meditación es, en sí, meditación”10, dijo Hazur Maharaj Ji.

En este sendero se trata de desarrollar nuestro potencial como seres humanos al completo. Ahora mismo, probablemente, no utilizamos más que un cinco o un diez por ciento de nuestro potencial. Sin embargo, siguiendo estos sencillos votos y practicando la meditación, podemos volvernos receptivos a la gracia que fluye en todo momento. La disciplina y un sentimiento de propósito tienen que formar los cimientos de nuestra vida diaria.

Finalicemos con un consejo de Hazur Maharaj Ji:

Hagas lo que hagas, ten tu destino y tu objetivo ante ti. Mantén tu hogar a la vista e intenta alcanzarlo. No te olvides de tu destino. No te olvides jamás del propósito del nacimiento humano. Siempre debemos tenerlo ante nosotros. Trabaja en este mundo, vive en este mundo y disfruta en este mundo, pero nunca olvides ese destino final; así pues, no abandones nunca el sendero por el cual tienes que caminar para llegar hasta allí.

El lugar donde queremos ir, esa meta, siempre ha de estar ante nosotros. Teniendo esa meta a la vista, yendo hacia esa meta, no te conviertas en esclavo de los logros mundanos olvidando así tu verdadero hogar. Eso es lo único que puedo decir11.


  1. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. III, p. 200
  2. Bahinabai en Many Voices, One Song, p. 85
  3. King James Bible, Psalms 82:6
  4. Guru Amardas citado en Jap Ji, A Perspective, p. 197
  5. King James Bible, John 1:1
  6. Tulsi Sahib, Santon ki Bani, Gazal, p. 275, en Maharaj Charan Singh, Discursos espirituales, Vol. II, p. 151
  7. Huainanzu, tr. Thomas Cleary, en Taoism Reader, p. 29
  8. Eknath en Many Voices, One Song, p. 9
  9. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. III, p. 165
  10. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. III, p. 112
  11. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. II, p. 441