Agua viva
Basado en las Odas de Salomón, Oda 301
Los santos y los místicos han venido en todas las épocas, en todas las culturas. No vienen a crear nuevas religiones ni a enfrentar a un grupo con otro. Las palabras que pronuncian pueden diferir según sus diferentes idiomas y culturas, pero su mensaje es siempre uno. Hazur Maharaj Charan Singh nos explica: "Los santos vienen con el único propósito de despertar en nosotros el deseo de conocer y amar al Señor, y de explicar el método mediante el que podemos encontrarlo”2.
Ellos nos hablan del misterio y la belleza de ese Poder que dio origen a la creación y la sostiene aun hoy. A menudo utilizan analogías para describir lo que las palabras no pueden. Utilizan metáforas para darnos una idea de lo divino y de cómo podemos realizar esta divinidad en nuestras propias vidas.
Para los pueblos antiguos que vivían en tierras áridas y desérticas, el agua tenía una enorme importancia, era esencial para la vida y muy valiosa, debido a su escasez. Por eso, cuando los místicos y profetas hablaban de la experiencia de lo divino, ¿qué mejor metáfora que el agua?
Para los pueblos del desierto, o para cualquiera que viva en zonas áridas, la disponibilidad de agua, manantiales y fuentes es vital para la existencia. De ahí que el Verbo Creador, como fuente divina de vida, fuera descrito como el pozo o fuente eterna, el manantial de la inmortalidad y el agua viva3.
Esta agua viva es la corriente creativa que fluye por toda la creación. Se llama "agua viva" porque el agua da vida y es algo sin lo que no podemos vivir. Cuando la corriente se retira, la vida no puede existir en absoluto. Es viva por su calidad, es vibrante: no conlleva nada de muerte. Es la fuente y el sustento de la vida misma.
Todo el universo fue creado por esta corriente e incluso hoy lo sustenta. En todos nuestros textos religiosos se hace referencia a ella con muchos nombres: Shabad, Palabra, Nombre, Akash Bani (voz del cielo), Kalma (sonido interior), Kun (Palabra o Shabad), Logos y Espíritu Santo. También se le conoce como la corriente del sonido. Decimos "corriente" porque siempre está en movimiento, siempre fluye. También la llamamos la corriente audible de la vida o el resplandor sonoro, porque todo en esta creación entera está en constante movimiento; la luz y el sonido son la expresión del poder creativo en todas las cosas.
¿Qué hace el agua?
El agua no solo nos permite vivir y nos da sustento, sino que limpia, es portadora de vida y proporciona energía (produce electricidad). Al igual que el agua física tiene estas capacidades, la corriente de agua viva también las tiene. Así como el agua puede generar electricidad, el agua viva genera vida. Esta corriente nos suaviza, como el agua suaviza incluso las rocas más duras. Nos lleva de vuelta a nuestra fuente, así como los ríos fluyen de vuelta al mar. Lava nuestra escoria, nuestros karmas, nuestras impurezas.
Seamos sijs, hindúes, cristianos, judíos o ateos –no importa de qué país procedamos, si somos ricos o pobres–, todos necesitamos agua. Pero los santos nos dirigen a esa agua que alivia no solo nuestra sed física, sino también la del alma. Esta agua siempre fluye dentro de nosotros, pero solo cuando el maestro nos inicia podemos tener un contacto consciente con ella. El agua viva, como se describe en el libro El Nombre sagrado, "no riega un terreno físico, sino el desierto reseco de un corazón vacío de amor y devoción”4.
Los místicos vienen a hablarnos de esta corriente de agua divina y de cómo podemos beber de ella. Veamos, pues, cómo nos cuenta esta historia divina un místico del siglo I de nuestra era, en las Odas de Salomón:
Sacad para vosotros agua del manantial vivo del Señor,
Porque se ha abierto para vosotros.
¿De dónde brota esta agua? ¿Qué significa un manantial vivo? Solo en la forma humana puede realizarse al Señor. El tercer ojo es el lugar desde el que la corriente del alma desciende hacia la forma humana y el lugar donde podemos subirnos a esa corriente para regresar a nuestra fuente. Ese manantial vivo está dentro de nosotros.
¿Cómo se nos ha abierto? ¿Está abierto para todos? A través de las enseñanzas de los maestros y los santos nos damos cuenta de que el agua espiritual que necesitamos para sobrevivir no proviene de los libros, por muy santos y edificantes que sean, ni de los edificios de ladrillo y cemento, ni de los rituales y las ceremonias. Esa agua que necesitamos beber viene del manantial vivo que está dentro de nosotros, y se puede realizar mientras estamos vivos. Necesitamos entrar en contacto con el Shabad, tomar conciencia del Nam, esa agua viva, para poder beberla.
Al igual que no podemos obtener agua potable de un pozo vetusto o de un charco de barro, necesitamos obtener agua de un manantial fresco, el manantial vivo. Nuestras escrituras religiosas solo nos indican el camino o nos inspiran para encontrarlo. Necesitamos obtener nuestra agua del manantial vivo, que los santos nos dicen es el tercer ojo, el tisra til, ese punto interior, justo encima de los ojos, donde nos concentramos. Ahí es donde el Nam, el agua viva, fluye hacia nosotros.
Esta agua, el Shabad, siempre está fluyendo dentro, pero solo cuando el maestro nos inicia entramos en contacto consciente con ella:
Es una fuente infinita que fluye eternamente en el tercer ojo, la entrada a la casa del Señor. De hecho, la palabra hebrea para fuente, ma’ayan o ‘ayin, es la misma que la palabra para "ojo", que revela la importancia del reconocimiento del ojo (el tercer ojo) como la fuente de las aguas divinas de la vida5.
Al recibir la iniciación de un maestro verdadero vivo este manantial se abre, lo que significa que podemos hacer uso de esa Palabra o Shabad. El agua siempre está ahí, pero sin la ayuda del maestro, no podemos acceder a ella. Es como si el maestro nos enseñara a abrir el grifo. En nuestras casas, siempre hay agua fluyendo por las tuberías, pero hasta que no abrimos el grifo, no podemos acceder al agua ni beberla. El agua corre por las tuberías subterráneas, pero tenemos que registrarnos con un proveedor y conectarnos para acceder a ella.
Los maestros son como los adivinos del agua: tienen el conocimiento especial. Los maestros no tienen más que nosotros, es una cuestión de conciencia. Los maestros nos muestran dónde encontrarla y nos dan el método para extraer el agua: nos recomiendan que sigamos un determinado estilo de vida y que hagamos meditación, lo que nos permitirá experimentar la luz y el sonido de esa corriente vital vibrante y radiante. No es la luz que podemos ver con estos ojos físicos, no es el sonido que escuchamos con estos oídos físicos. La meditación sintoniza nuestra percepción espiritual y expande nuestra conciencia.
Ser vegetarianos –no consumir carne, pescado o huevos, ni bebidas alcohólicas o drogas que afecten a la mente, y llevar un estilo de vida puro y honesto– todo esto hace que nuestra copa esté limpia. Atender a la meditación diaria limpia nuestros pensamientos, nuestra visión y comprensión limitadas, y nos prepara para que nuestra copa se llene. Pero la copa no nos proporcionará agua. La copa es una cosa, el agua es otra.
Venid, todos los sedientos, y bebed,
Y descansad junto al manantial del Señor.
Porque es hermoso y puro y da descanso al alma.
Nacemos sedientos
El escritor dice bellamente: si tienes sed, ven a beber.
Todos nacemos sedientos en este mundo. Venimos a esta creación con la necesidad de beber para sobrevivir. Un ser humano no sobrevivirá mucho tiempo sin agua. La naturaleza nos ha dado la sed para que sintamos el ansia de beber del líquido vital que necesitamos para crecer en esta creación. Sin esa sed no sentiríamos la necesidad de beber.
Así como a nuestros cuerpos se les ha dado el potencial de sentir sed para poder sobrevivir, a nuestras almas también se les ha dado la sed, para que busquemos aquello que nos permita sobrevivir espiritualmente. Sabemos que necesitamos mucho más que el sustento físico en la vida. Necesitamos amor, necesitamos el soporte de nuestros padres, nuestras familias, nuestras comunidades, nuestros amigos. Pero incluso aquellos que tienen amor mundano en abundancia a menudo sienten una sed que es difícil de entender. Esta sed es de algo más elevado, algo más puro, algo divino; algo que, por mucho que nos esforcemos, no podemos encontrar en el mundo que nos rodea.
Intentamos saciar esta sed por todos los medios posibles que conocemos: a través de las relaciones, de nuestras actividades, del trabajo, de las aficiones, de los actos sociales y políticos. Sin embargo, nuestra sed espiritual no se sacia. Y la sed del devoto del Señor es única. Puede llegar una terrible aridez en la vida, cuando nada nos satisface y nada nos sostiene en este mundo.
Esta sed espiritual se nos da para que busquemos nuestra naturaleza verdadera y nuestra fuente, esa agua viva, para mantener viva nuestra alma. Esa sed es en realidad una bendición.
Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados... Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados6.
¿Por qué no bebemos?
¿Por qué no bebemos automáticamente si tenemos sed? Estamos tan ocupados tratando de satisfacer nuestra sed en el mundo a través de los sentidos. Y, además, hay tanto ruido en el mundo. Hemos oído la historia del caballo que es conducido al pozo, pero cuando la rueda está girando para elevar el cubo de agua, hace ruido, y el caballo no quiere beber a causa del ruido. Cuando la rueda se detiene, está tranquilo, pero no hay agua. Cuando la rueda gira, hay agua, pero ruido. Una y otra vez se le guía, pero no quiere beber. Finalmente, hay que azotarlo para que, a pesar del ruido, beba. Esto es como la mente y la meditación.
¡Tenemos que hacernos cargo de nuestros caballos, azotar la mente para que atienda a nuestro bhajan y simran a pesar del ruido del mundo, a pesar de todos nuestros problemas, de todas nuestras preocupaciones! El maestro vivo nos ayuda a aprender a hacernos cargo de nuestra mente en medio del ruido del mundo para que aquí, en el centro de todo, podamos atender a nuestra meditación y simran.
Sí, nos damos cuenta del verdadero poder de la mente y de lo difícil que es controlarla cuando nos sentamos cara a cara con ella en el silencio y la quietud de la meditación, pero sin nuestro esfuerzo, sin esa lucha, no podremos conseguir el agua.
Los maestros nos llaman y nos dicen: "¡Si tienes sed, bebe!". Los santos invitan a beber a aquellos que tienen sed, a aquellos cuya sed no puede ser saciada por ninguna agua mundana, ni por ninguna actividad mundana, ni por ningún amor mundano. Invitan a beber a aquellos cuyas almas están cansadas y buscan descanso. Como dice la Biblia:
Los zorros tienen guaridas y las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza7.
Solo el hombre puede tomar conciencia de su situación, de que no hay descanso en esta creación. El alma va de forma en forma, de vida en vida, buscando volver a su fuente. Por mucho que lo intentemos, nada nos da paz.
Baba Ji nos recuerda a menudo que lo que necesitamos es paz mental. ¡Es solo que estamos buscando en la dirección equivocada! El maestro nos dice dónde buscar para encontrar esa paz permanente.
En el Adi Granth leemos:
La ambrosía del néctar, la melodía incesante,
llueve continuamente.
En lo profundo de mi mente y mi cuerpo
han llegado la paz y la tranquilidad8.
Del mismo modo, el autor de esta oda dice:
Venid, todos los que tenéis sed, y tomad un trago,
Y descansad junto al manantial del Señor.
Incluso en el mundo buscamos el descanso cerca de las masas de agua: junto al mar, junto a los ríos y junto a las fuentes en nuestros jardines. ¡Cuántos miles de libras (o dólares, o rupias) gastamos para ir de vacaciones y encontrar lugares de refugio! Pero cuando llegamos allí, ¿lo disfrutamos realmente? ¿encontramos algún tipo de descanso?
De la misma manera que no podemos disfrutar y encontrar descanso si nuestra mente está totalmente inquieta y cargada de ansiedades mundanas, o si la gente está siempre charlando y quizá nos perturba, tampoco podemos disfrutar de nuestro tiempo junto a la fuente de agua viva. Cuando nos vamos de vacaciones y tratamos de encontrar un poco de descanso, distraemos nuestra mente con actividades que comprometen su naturaleza activa: tal vez leemos, jugamos, nadamos o hacemos algún otro deporte. Así también en la espiritualidad, cuando buscamos encontrar descanso, el maestro nos da el satsang, el seva y, en última instancia, la técnica de la repetición y la contemplación, que conducen a la concentración y al disfrute de la corriente del sonido, para ocupar y aquietar la mente.
Más dulces que la miel son sus aguas,
Y el panal de las abejas no puede compararse con ella...
Los místicos intentan describir una dulzura que ni siquiera podemos imaginar. Se cita a Sheikh Farid:
El azúcar, la miel y la leche de búfala son dulces,
pero incomparable es la dulzura del Señor9.
¿Cómo podemos describir el amor? Las palabras nos fallan... ¡Cuántas palabras se han escrito sobre el amor, pero no hay palabras que puedan describirlo! ¿Cómo pueden los místicos describir ese río de luz y sonido, esa luminiscencia vibrante? ¿Cómo pueden ellos describir la dicha que llega cuando la probamos? Describimos la sed del pájaro de la lluvia, pero ¡cómo podemos describir la alegría que siente cuando finalmente cae la lluvia y puede beber! Así que los místicos eligen las cosas más dulces y dicen: "más dulce que eso...".
¿Por qué es más dulce?
Porque brota de los labios del Señor,
Y del corazón del Señor es su Nombre.
El Nam, la Palabra, la música incesante, el Logos –dale cualquier nombre– fluye de los labios del Señor. El Shabad fluye en la creación, dando vida y sustento. Es la energía de la vida misma. El maestro es el portavoz del Señor, los labios del Señor.
En la literatura oriental, al centro del ojo a menudo se le denomina corazón. El maestro y nuestra conexión con él en el tercer ojo es el punto de donde fluye esta agua, este Nam, este Shabad. Del maestro recibimos el conocimiento de ese Nam, esa Palabra; somos conectados al Nam en el centro del ojo por el maestro a través de la iniciación. Se nos enseña a meditar, a fundir nuestro corazón en el suyo.
Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba.
El que cree en mí...
de su corazón brotarán
ríos de agua viva10.
De su pecho, de su amor infinito, bebemos en su presencia; su amor fluye en nosotros, su gracia desciende sobre nosotros. Decimos que vierten su amor en nosotros: "fluye de los labios del Señor".
Los místicos, nuestros guías espirituales, no vienen solo a hablar de estas cosas. Hablan de lo que han experimentado. Si hablaran solo con el conocimiento de los libros, serían profesores en lugar de santos. Acudimos a los místicos porque son centrales de energía de espiritualidad viva. Ellos mismos son portadores de esta agua viva; ellos mismos han bebido hasta saciarse y nos muestran dónde encontrar esta agua.
Si alguien se pusiera a predicar sobre las maravillas del agua, pero tuviera un aspecto marchito, reseco y sediento, sabríamos que no hay nada que podamos aprender de esa persona. Podría decir: “Aquí es donde se encuentra el agua”. Pero si realmente lo supiera, entonces él mismo la habría bebido, ¡y podríamos ver esa frescura en su rostro! Se cita a Rumi:
La señal está en la cara.
Puedes mirar un huerto
y saber si llovió anoche.
Esa frescura es la señal11.
Así que los santos vienen a ayudarnos porque tenemos sed, y nos dicen dónde encontrar esta agua para aliviar nuestra sed intolerable, para que podamos beber. Lo saben por su experiencia del agua, no solo porque han oído hablar de ella. ¡Vemos, sentimos que no tienen sed!
Y llegó sin obstáculos y sin ser vista,
Pero hasta que surgió dentro de ellos, los hombres no lo supieron.
Llegó sin obstáculos y sin ser vista: está siempre presente y, sin embargo, no somos conscientes de ella. Esa corriente está latente en los seres humanos, pero vamos por ahí absolutamente ignorantes de su existencia. Estamos de pie en el río, con el agua fluyendo a nuestro alrededor, locos de sed, diciendo: "¿Dónde está el agua?". Como describe Rumi nuestro estado, "igual que una perla en el fondo profundo, preguntándose, dentro de su concha: ¿dónde está el océano?"12.
Hasta que no estemos conectados con el Shabad, hasta que no practiquemos la devoción a la Palabra, la corriente; hasta que nuestra conciencia no se eleve hasta el manantial vivo a través de la concentración, no podremos realizarlo, no podremos imaginarlo. Podemos leer sobre ello, podemos escuchar sobre ello, pero hasta que no lo experimentemos, no podemos conocerlo.
Si hemos visto el océano, no importa si la gente que vive en el desierto nos dice que estamos delirando, sabemos que el océano existe. Cuando tenemos la experiencia, entonces nada puede hacernos flaquear. Por eso los maestros nos piden que pongamos en práctica las enseñanzas, para que podamos experimentar esta agua por nosotros mismos, la paz, la seguridad, el amor. Al principio tenemos que seguir adelante con un poco de fe y confianza en que vamos en la dirección correcta.
Con su gracia
La gracia del maestro siempre está fluyendo, pero no siempre la percibimos. ¿Cómo nos llega su gracia? Sin obstáculos y sin que la veamos. Fluye abundantemente, aunque no lo sepamos, no la veamos, no la reconozcamos. La gracia no siempre es lo que creemos que debe ser. La gracia es lo que nos acerca al Señor. Cuando estamos más sedientos, es cuando nos volvemos hacia el Señor. Y, sin embargo, como decía Hazur, cuando nuestras copas no están vueltas hacia arriba, no pueden recibir esa gracia. Tenemos que hacer todo lo posible para voltear nuestras copas hacia arriba, para que podamos recibir esa agua viva. La gracia y el esfuerzo van de la mano.
Bienaventurados los que han bebido de ella
Y han encontrado descanso en ella. Aleluya.
Bienaventurados, porque es a través de la gracia del Señor que llegamos a entender las enseñanzas, somos puestos bajo la guía y protección del Señor, y ponemos las enseñanzas en práctica. Somos capaces de vivir ese estilo de vida puro; somos capaces de beber de esa meditación, de ese amor, de esa corriente, de ese Nam, de ese Shabad, del agua viva. Solo entonces podremos encontrar verdaderamente el descanso y el sosiego. Solo entonces podremos volver a nuestra fuente y la gota se fundirá de nuevo en el océano. El salmista bíblico cantaba:
El Señor es mi pastor; nada me falta.
En verdes praderas me hace reposar;
Me conduce junto a las aguas tranquilas.
Él restaura mi alma13.
Y en el evangelio de Juan:
El que beba del agua que yo le daré nunca tendrá sed.
Pero el agua que yo le daré
se convertirá en él en una fuente de agua
que brota para la vida eterna14.
En conclusión
Hablar del agua, alabar el agua, pensar en el agua, no es lo mismo que beberla.
- En primer lugar, sentimos sed, sin la cual nunca buscaríamos el agua.
- Leer los libros de Sant Mat o las escrituras es como leer sobre el agua.
- Venir al satsang es como oír hablar del agua.
- Sentarse en la presencia del maestro es como nadar en el agua.
- Pero solo atendiendo a nuestra meditación podemos beber esa agua.
Sacad para vosotros agua
Del manantial vivo del Señor,
Porque se os ha abierto.
- John Davidson, The Odes of Solomon, Ode 30, p. 134
- Maharaj Charan Singh, Discursos espirituales, Vol. II, p. 151
- John Davidson, The Song of Songs, p. 38
- Miriam Caravella, The Holy Name, 4th ed., 2003, p. 113
- Ibíd
- Biblia, Mateo 5:4, 5:6
- Biblia, Mateo 8:20
- Adi Granth, p. 105
- Adi Granth, p. 1379; citado en El sendero, 1975 ed., p. 1
- Biblia, Juan 7:37-38
- Jelaluddin Rumi, This Longing: Poetry, Teaching Stories, and Letters of Rumi, ed. Coleman Barks & John Moyne; Threshold Books, 1988, p. 13
- Ibíd, p. 71
- Biblia, Salmo 23
- Biblia, Juan 4:13