Señales de un ego que se desvanece
Los santos nos dicen que lo único que podemos entregar al Señor es nuestro ego. Únicamente eso nos separa de Dios.
Señalan que Sant Mat es un sendero de transformación dinámica y que, con una autorreflexión honesta y meditación consistente, finalmente apreciaremos signos de crecimiento espiritual. También recalcan que es un gran error medir nuestro crecimiento espiritual basándonos en las experiencias interiores de la meditación. El razonamiento detrás de eso es que el maestro, como todo buen padre, custodiará esas riquezas por nosotros hasta que seamos lo suficientemente maduros como para valorarlas y digerirlas sin alimentar nuestro ego, lo que nos encadenaría aun más a esta creación. De hecho, puede que no seamos plenamente conscientes de nuestro progreso interior hasta el momento de nuestra muerte. Sin embargo, los maestros aclaran que sí hay una forma de evaluar nuestro progreso, aquí y ahora. Podemos hacerlo reflexionando sobre el grado en que nuestro ego domina nuestras vidas.
Si bien el ego es necesario para funcionar en este mundo físico, si dejamos que sus tendencias egocéntricas más bajas nos dominen, se apodera de nuestra felicidad. Entonces vivimos en un pantano oscuro de ego, donde nos pasamos la vida en un estado constante de descontento, tensión y emociones negativas, obsesionados con todos nuestros antojos, aversiones y problemas.
Las señales de que los aspectos negativos del ego nos dominan son:
- Tenemos miedo a estar solos sin estímulos constantes, gratificaciones sensuales y distracciones. Vivimos en un estado incesante de ansiedad, miedo e inquietud. Sentimos desprecio por nuestros defectos y los de los demás. Nuestro objetivo es ser siempre únicos, correctos y especiales. Nos tomamos todo como algo personal y nos sentimos fácilmente heridos, resentidos y rencorosos. Vivimos en constante juicio y somos felices cuando nos sentimos superiores, infelices cuando nos sentimos inferiores, y celosos y resentidos cuando otros tienen lo que nosotros queremos. Creamos historias personales y construimos casos para justificar nuestros deseos y debilidades. Estamos totalmente volcados en conseguir lo que queremos y evitar lo que no queremos, cueste lo que cueste. Y, por último, sentimos que tenemos el derecho a quejarnos y lamentarnos cuando la vida y los demás no se adaptan a nuestros deseos. La renuncia del ego es el núcleo de todas las tradiciones espirituales. No podemos corregir las tendencias negativas de nuestro ego, pero podemos desviar nuestra atención de ellas y superarlas. Sin embargo, solo lo conseguiremos cuando nuestro deseo de paz interior y satisfacción se convierta en la fuerza motora de nuestra vida. Entonces, la meditación y la autorreflexión honesta se convierten en las herramientas que nos ayudan a alcanzar nuestro objetivo. Los signos de que el crecimiento y la madurez espiritual se están desarrollando dentro de nosotros son:
Pensamiento claro. Maharaj Jagat Singh subraya que los satsanguis deben desarrollar el hábito de pensar con claridad. Los que piensan con claridad se dan cuenta de que la felicidad permanente solo llega cuando empezamos a reconocer la unidad divina de nuestra alma, Dios y Nam, y actuamos de forma que se fortalece esa relación. Los que piensan con claridad viven en el presente y ven cada momento como una oportunidad para refugiarse en el simran, dejarse llevar y vivir en la presencia de lo divino. Como consecuencia, son testigos de que Dios, a través del Nam, está presente en todos, haciéndolo todo. Entonces sus problemas, la depresión, la ira y el miedo se disipan y son sustituidos por el amor, la satisfacción y la compasión.
Los que piensan con claridad dejan de lado el pasado y no intentan recrearlo, porque se dan cuenta de que vivir en el pasado no sirve de nada y solo conduce a la decepción. Solo recuerdan el pasado lo suficiente para aprender de sus errores y no repetirlos. Tampoco rumian los posibles escenarios del futuro, porque se dan cuenta de que hacerlo les genera principalmente ansiedad y miedo.
Además, los que piensan con claridad mantienen un equilibrio entre sus vidas mundanas y espirituales. Baba Ji nos recuerda a menudo que el mundo es circular y que las repercusiones de nuestro comportamiento acabarán volviendo a nosotros. Nos dice que hay veinticuatro horas en el día y es nuestra responsabilidad estructurar nuestras vidas de manera que tengamos tiempo para nuestro trabajo espiritual y mundano, nuestra familia, amigos y para mantener la salud. Si lo hacemos, nuestras vidas serán más productivas y transcurrirán con relativa facilidad; si no lo hacemos, provocaremos caos y sufrimiento en nosotros mismos y en quienes traten con nosotros.
- Paciencia. Para la mayoría de nosotros, alcanzar la realización espiritual no es rápido ni fácil, y nuestra falta de progreso puede ser frustrante. Pero el crecimiento espiritual nunca se produce menospreciándose ni castigándose, sino siendo pacientes y utilizando nuestras fortalezas positivas para superar las debilidades. Baba Ji siempre dice: "No estaríamos iniciados si no pudiéramos lograr el éxito".
- Aceptación. Mientras vivimos en el cuerpo nos afectan las personas y las situaciones. La cuestión es, si las cosas no salen como queremos, ¿explotamos como un cartucho de dinamita o utilizamos cada situación como una oportunidad para hacer lo mejor posible, para mantener nuestro equilibrio y aceptar los resultados como la voluntad del Señor? Pagamos el precio de nuestro comportamiento. Nuestras acciones y reacciones pueden cortar nuestras cadenas kármicas y conducirnos a la liberación o simplemente encadenarnos a nuevos grilletes que nos cargan y atan aun más aquí.
Valentía. La valentía consiste en estar dispuestos a enfrentarnos a nuestras debilidades y reconocer el papel que desempeñamos en las situaciones problemáticas y, después tomar medidas para corregir nuestros errores. Los críticos son nuestros mejores maestros; si sus comentarios son veraces, podemos usarlos para cambiar; si no lo son, no debemos guardar rencor y pasar página. Como ha señalado Baba Ji, ¿quiénes somos nosotros para decirles a los demás lo que deben pensar o cómo deben sentirse?
Si somos valientes, aceptamos la responsabilidad de que nuestra felicidad y satisfacción están en nuestras manos. Al igual que podemos eliminar el correo basura de nuestra bandeja de entrada sin leerlo, podemos decidir si aceptamos o eliminamos lo que nos ofrecen nuestras mentes y las opiniones y el comportamiento de otras personas.
Honestidad. Para llevar una vida feliz, es imprescindible mantener relaciones honestas y solidarias. Se nos aconseja ser sinceros y no presumir. A menudo fingimos ser quienes no somos para ocultar nuestras carencias, por miedo a que los demás nos rechacen si descubren quiénes somos realmente. Pero cuando emprendemos esta búsqueda inútil para proteger nuestro ego, no solo es agotador, sino que requiere una memoria mejor de la que tenemos la mayoría de nosotros. Y lo que es peor, esta farsa nos hace sentir aun más aislados, así como indignos de amor y amistad. Así pues, anímate, ríete mucho, sé sincero, mantén buena compañía, perdona, acepta y da amor libremente.
Autodisciplina. Los santos nos enseñan que hay mil excusas para las conductas destructivas, pero nunca una buena razón. A todos los iniciados en este sendero se les ha enseñado lo que es bueno para nosotros y lo que no. Nunca podemos usar la excusa de "no lo sabía".
Altruismo. El servicio desinteresado, o seva, es la piedra angular de Sant Mat. Lo llevamos a cabo con el cuerpo, la riqueza, la mente y el alma en la meditación. Cualquier cosa que hagamos de forma desinteresada, solo por amor, es seva. El seva es importante porque, a medida que aprendemos a dar de forma desinteresada, nos damos cuenta de la inmensa alegría que supone dar en lugar de recibir. Todo seva nos prepara para la mayor sumisión y alegría de todas, someter esa ilusión de separación del Señor a través de la meditación y darnos cuenta de nuestra unidad con él.
En conclusión, Baba Ji siempre hace hincapié en que ninguno de nosotros es perfecto; de lo contrario no estaríamos aquí. Lo importante es que al final de nuestras vidas podamos mirar a los ojos a nuestro satgurú y decirle: "Haz conmigo lo que quieras, pero quiero que sepas que lo he hecho lo mejor posible en Sant Mat; no he dejado nada en el tintero".