La magia de la vida
Debemos apreciar los regalos del Señor; recibimos mucho más de lo que merecemos. Baba Ji continuamente enfatiza este punto cuando los discípulos le piden gracia o, más gracia de la que ya tienen o merecen. Nos recuerda que no debemos pedirle nada al Señor. Ya nos ha dado todo lo que necesitamos. La única oración que debemos ofrecerle no debe ser una súplica sino agradecimiento. Expresar nuestra gratitud ha de convertirse en una forma de vida que nos lleve al núcleo de nuestro ser espiritual, lo que conlleva una consciencia más profunda de lo divino, que nos rodea en una multiplicidad infinita de formas.
Existe una conexión misteriosa entre todos los seres vivos y nosotros, de la que somos cada vez más conscientes a medida que nos comprometemos a construir esa relación con lo divino. En el viaje descendente del alma desde su origen divino hacia lo más profundo de la creación, esta relación se ha echado a perder. Sin embargo, una vez que el alma emprende su vuelta a casa, esta relación se restablece gradualmente. La vida adquiere un brillo que la llena de un sentido de espiritualidad, un sentimiento de vuelta a casa. Empezamos a sentirnos como en casa en otra dimensión, en una dimensión espiritual.
Esa realidad espiritual nos llena de una sensación de presencia de lo divino. Para un discípulo de un maestro vivo, esto está estrechamente ligado a su relación con ese maestro. El maestro vivo siempre se referirá a sí mismo como siervo del Señor, maestro espiritual o guía espiritual. En todas estas capacidades él es una fuente de inspiración y nos señala el camino hacia nuestro destino, profundizando nuestra comprensión de la espiritualidad. Él, infatigablemente, imparte las enseñanzas que llegamos a amar, porque en este plano terrenal es probablemente lo más cercano que podemos llegar a la verdad. Un buscador en el sendero de la realización de Dios, cuyo ser está lleno de anhelo por lo divino, experimenta estas enseñanzas como un bálsamo para su alma. No son las palabras sino lo que hay detrás de las palabras lo que capta toda su atención; es invisible para los oídos y los ojos externos, hay que experimentarlo en el interior. Al saborear una dulzura interior que va más allá de las palabras, el buscador se encuentra cada vez más a gusto en su santuario interior. Es como encontrarse cara a cara con el carácter sagrado de la vida, llenándose de una sensación de asombro y maravilla.
En el volumen 9 de A Treasury of Mystic Terms, que trata de guías y practicantes espirituales, hay algunas descripciones fascinantes de las prácticas de los santones indígenas americanos. En la actualidad, casi no queda huella de esa sabiduría tradicional ancestral, aunque aún se conservan algunos aspectos de ese valioso legado espiritual. Fools Crow, un santón lakota, relata lo siguiente:
El viejo santón y otros curanderos me habían enseñado que cuanto más tiempo dediques (a la concentración) y más profundices, mayor será el éxito de tu búsqueda. El objetivo principal es alcanzar un estado de suprema unión con Wakan-Tanka (el Gran Espíritu) y los ayudantes. Una vez logrado esto, pueden iluminarte y guiarte, dándote consuelo, esperanza y poder. El tiempo dedicado a la inmersión nunca es tiempo perdido, invierte el proceso habitual que seguimos cuando nos enfrentamos a tareas críticas y que requieren mucho tiempo.
Normalmente, pensamos que debemos apresurarnos y organizarnos para llegar al trabajo porque tenemos muy poco tiempo. Si logramos rezar a pesar de la situación, es solo brevemente, porque tenemos mucho que hacer. Además, nos pasamos todo el día haciendo las tareas y acabamos frustrados y agotados. Con la inmersión, pasas mucho tiempo rezando, obtienes la fortaleza y la guía que necesitas de los poderes superiores y acabas haciendo esas mismas tareas en una fracción de tiempo sintiéndote realizado y nuevo1.
En el pasaje anterior, Fools Crow describe los efectos de la oración, de la meditación o, como dice él, de la “inmersión”. En esencia, se refiere al proceso de transformación, de dirigirse al interior. Lo maravilloso de este proceso es que causa un impacto directo sobre lo que llamamos nuestra vida cotidiana. Mientras experimentamos este impacto, nuestra vida no es nada cotidiana, ya que todo lo que hacemos, cada pensamiento, surge de un nivel de consciencia superior. Los poderes superiores están trabajando en el interior. Wakan-Tanka y, como dice tan bellamente Fools Crow, “los ayudantes” guían al buscador en su búsqueda espiritual en cada paso del camino. Es como vivir entre dos mundos simultáneamente; el mundo terrenal en el que existimos queda impregnado por el mundo espiritual. Estamos en un estado intermedio de existencia en el que gradualmente nos inclinamos más y más hacia esa presencia sagrada interior.
Otro santón lakota, Wallace Black Elk, en Sacred Ways of a Lakota (Los caminos sagrados de un lakota), también da testimonio de nuestra conexión con todos los seres vivos. Esta realización es la que nos eleva por encima de lo mundano, dándonos una profunda comprensión de la magia de la vida.
Nuestro padre verdadero es Tunkashila (el Creador), y nuestra madre verdadera es la Tierra. Ellos dieron nacimiento y vida a todos los seres vivos, por eso sabemos que “todos estamos relacionados”, o como ellos dicen: “mitakuye oyasin”. Decimos esas palabras cuando entramos en la cabaña o lugar de culto y también al final de cada oración. Viene a significar “todos somos parientes”. Nos ayuda a recordar que estamos relacionados con todo lo que existe2.
- Cita en A Treasury of Mystic Terms, Vol. 9, pp. 29-30
- Ibíd, p. 29