El silencio interior
El santo del siglo XIX, Tulsi Sahib, dijo:
En el mundo, dice Tulsi, no hay más que cinco joyas:
la compañía de los santos, el refugio del satgurú,
la compasión, la humildad, y la benevolencia1.
Aquí Tulsi Sahib describe los atributos de un discípulo perfecto, un santo. Y hace poco, Baba Ji describió a aquel que se somete completamente a su propio maestro y se convierte en un maestro, es decir, un alma absolutamente evolucionada que ha realizado a Dios, sin importar que sea un santo que enseña e inicia, o no. Cada alma que ha realizado a Dios desempeña su labor en el espíritu y servicio de su propio maestro. En el diario de mesa de Hazur Maharaj Ji, escrito en urdu durante su último día en su oficina, dijo: “Al servicio de mi gurú, el maestro perfecto, Hazur Baba Sawan Singh Ji”2.
La relación de amor entre maestro y discípulo llega a ser tan intensa que el discípulo pierde su propia identidad y se transforma en otro ser, fundiéndose completamente en el Shabad. Para convertirse en un `gurú´ –literalmente en “una puerta hacía la luz”– aquel que concede la iniciación, enseñanza, luz divina, y conocimiento, depende del hukam del Señor. Él es el único capaz de tomar esta responsabilidad. Es poco probable que lleguemos a convertirnos en santos de la enseñanza, pero nuestro amor profundizará tanto que, al final, con paciencia y práctica constante, nos fundiremos en el Shabad, el poder creativo de Dios que se manifiesta como una luz melodiosa, que es en sí misma consciente, dichosa, intensamente amorosa y resuelta. Es la propia vida en sí. Hablamos de la vida y la muerte, pero la situación aquí trata del nacimiento y la muerte. La vida –el Shabad– permanece para siempre. Nuestra esencia es inmortal. Baba Ji ha afirmado que todos pueden potencialmente escuchar el Shabad sean iniciados o no. Pero hasta que no contactemos con un maestro que nos pueda explicar cómo es, posiblemente interpretemos el sonido que entra por nuestros oídos o que emana desde la frente, como una especie de zumbido o migraña o simplemente lo ignoremos. Si decidimos no hacerle caso, parafraseando a Baba Ji, “simplemente sigue adelante...”.
No es posible conectar con el Shabad a través de los sentidos o verbalmente. Es muy sutil, y para llegar a contactar con él, nosotros mismos debemos convertirnos en sutiles.
El filósofo, místico del siglo XVII, Baruch Spinoza, enseñó y escribió que todo está en Dios. Todos estamos dentro de la unicidad de Dios. Se enfrentó a Descartes, que aseguró, “Pienso, luego existo,” una afirmación que era un ejemplo de la división del ser en cuerpo, mente y espíritu. El tiempo, el pensamiento, la emoción, la naturaleza, el raciocinio, todo está en Dios. No existe nada que no sea el Señor. Somos nosotros quienes diseccionamos y analizamos. La comprensión de Spinoza concuerda con lo que dice Gurú Nanak:
Del Shabad emana la tierra, del Shabad se engendra el cielo,
del Shabad emana toda luz.
La creación entera reside en el Shabad
y este Shabad, oh Nanak, mora dentro de todos nosotros3.
No podemos percibirlo, ni escucharlo, ni siquiera tocarlo a través de los sentidos. Únicamente el poder del Señor mismo, puede conectarnos con él. El Señor nos atrae hacia él por medio de la encarnación como ser humano. Maharaj Ji solía referirse a los santos como olas que emergen desde el océano de Dios –en el cual ya estamos dentro–pero debido a que nuestra atención está dirigida hacia afuera en el mundo, no nos damos cuenta de que somos seres espirituales. Observamos cómo las olas desembocan en la orilla, y llegan una tras otra fundiéndose, tanto en la orilla como en el mar. Esta es una metáfora visual de la esencia de los santos que podemos comprender. Estamos expuestos a la luz y el amor del Señor mediante la presencia y enseñanzas de estas magnéticas almas realizadas en Dios, los santos, los maestros verdaderos y, al final, a la realidad del Shabad a través de la meditación.
Estamos muy dispuestos a creer en la mente, pero no en el alma. Los santos enseñan que la mente es una entidad poderosa que está bastante enfrascada en construir, sostener y destruir; medir y analizar: como un gran ordenador, que sustrae su poder del Shabad. Hazur Maharaj Ji afirmó:
“El alma no puede evitar amar a su propio origen”4. No está absorta, sino atada a la mente en el centro del ojo, presionada por los sentidos centrífugos, las consecuencias mentales y físicas de acciones pasadas (karmas) y los deseos de la mente. Sin embargo, dijo, “el alma soporta una carga tan pesada que su amor sencillamente se aplasta bajo ese peso”5.
Así que tenemos que volvernos sutiles para atravesar todo esto, el tamiz de los karmas y deseos. Los cuatro votos se refieren a la transformación de lo burdo a lo sutil. Nuestra dieta vegetariana estricta es compasiva; ¿por qué dejar morir a las criaturas de miedo y dolor solo para satisfacer nuestros paladares, especialmente cuando los mamíferos, en concreto, nos miran con tanta confianza? Sabemos que hemos reencarnado en la forma animal varias veces. Esta dieta también es conveniente ya que reduce las futuras consecuencias que se generan al quitar la vida.
El Gran Maestro escribió que comer carne “endurece el corazón y entristece y abruma al alma”6. En otras palabras, tiene un efecto dañino, físico y psíquico. Lo mismo se puede decir del consumo de alcohol y drogas que alteran el estado de la mente. Nosotros sencillamente nos transformamos en animales que una vez fuimos al perder nuestro poder de discernimiento. Una vida limpia, moral significa no hacer trampas, ni mentir, ni robar. El comportamiento inmoral nos convierte en personas más calculadoras de lo que ya somos. Ser calculador es lo contrario de nuestra propia, original unicidad, porque significa que siempre buscamos nuestro propio beneficio.
El cuarto voto es la meditación diaria, puntual y constante de dos horas y media. En este tiempo de pandemia, quizá podemos hacer aun más meditación que de costumbre. Baba Ji afirmó parafraseando que corona se ha convertido en karuna (obra compasiva). Sin duda, el virus ha desprendido olas de compasión en la sociedad humana, porque todos estamos juntos en esto, y como iniciados podemos ser más compasivos hacía nosotros mismos dedicando más tiempo a la meditación. Otra ventaja de esta época es que la vida se ha convertido en más silenciosa físicamente y por tanto, puede que incluso más silenciosa mentalmente.
Tenemos la costumbre de confundir la actividad religiosa con la actividad espiritual, con sonidos exteriores; recitar, cantar con instrumentos musicales; sermones y discursos. Sin embargo, si observamos a fondo todas las tradiciones yóguicas, silenciar el cuerpo y la mente son condiciones necesarias para contactar con Dios. El Gran Maestro ha citado en La llamada del Gran Maestro: “La función del yoga es detener ese constante ondear de la superficie de la mente, es decir, suspender el trabajo mental e interrumpir todo pensamiento”7.
Hay muy poca actividad mundana que no esté asociada con el sonido. Podemos decir que este no es un mundo “adorable y contemplativo” según este relato, porque independientemente de lo que sentimos por esta creación, si la consideramos bella, deprimente o terrible, todos estaremos de acuerdo en que indudablemente es ruidosa. Todos tenemos criterios distintos sobre lo que consideramos que es un ruido “molesto” a diferencia de sonidos “tolerables”. Para algunos, el ruido es la música alta; para otros el molesto graznido de los cuervos, el ladrido de perros, o una conversación escandalosa. Lo que todos los sonidos del mundo tienen en común, nos gusten o no, es que todos son externos, ya sea fuera o dentro del cuerpo (ruidos del estómago, huesos que crujen). Todos son parte del juego de este mundo de la mente. Vivir es ruidoso; el nacimiento y la muerte son ruidosos. Nos enfrentamos a la vida con silencio hablando sobre el “silencio absoluto” y el “silencio absoluto” es lo que deseamos alcanzar; muertos hacia el mundo y silenciosos en mente y cuerpo.
Incluso antes de nacer, mientras aún estamos flotando dentro del vientre, a no ser que estemos completamente sordos, nuestra atención posiblemente se atraiga hacía afuera. Podemos reaccionar a la música y los sonidos externos. Los bebés tienen la capacidad de reproducir los sonidos claves de todos los idiomas antes de desviar la atención hacía el lenguaje de su cultura. El Gran Maestro solía decir que la mayor parte de nuestra atención se esparce a través de los ojos y los oídos. Esos son los sentidos dominantes.
Los maestros enseñan que el lugar natural de la atención reside en el centro del ojo, donde la mente y el alma están anudados juntos. El Gran Maestro afirmó: “Los cinco tattwas (tierra, agua, fuego, aire y éter), las tres gunas (cualidades de la materia), los órganos de los sentidos, la mente y la materia, todos ellos son inanimados”8. Solamente nuestra atención, nuestra corriente del alma, nuestra consciencia, está viva; por tanto, para que la mente experimente algo, tiene que transportar al alma consciente a través de las nueve aberturas del cuerpo.
Podemos decir que todos los sonidos externos son un reflejo de esa energía creativa interior, el Shabad. Podemos asegurar que todos los sonidos son manifestaciones burdas o distorsiones de ese Shabad que suena a través de la materia, que todos los sonidos externos son una impresión. Cuando somos iniciados por un maestro verdadero, obtenemos la oportunidad mediante la práctica espiritual de alcanzar la meta definitiva, el origen de todo sonido –el sonido verdadero– el sonido que jamás desearíamos dejar de escuchar, la voz de Dios, en el cual podemos fundirnos.
Jamás se podrá hallar al Señor entre los sonidos de este mundo, incluso si él ha sido descrito con palabras bonitas y música desde el principio de la creación. Aunque nos pasáramos toda la vida escuchando las palabras de los maestros en satsang, nunca hallaríamos al Señor en el interior, aunque un arduo deseo de encontrarlo se genere debido a esos satsangs. ¡No!, ¡tenemos que buscar a Dios en el silencio! Los sermones, las buenas obras llamativas, cánticos celestiales de poemas e himnos sagrados, deben de llegar a su fin, porque únicamente dentro de un profundo y hondo silencio seremos capaces de escuchar la voz de Dios.
Todos los maestros han mencionado la clase de silencio que necesitamos practicar con el fin de desplazar nuestra atención del mundo de la mente y sus deseos y enfocarla en la eternidad del alma. Podemos hacernos una idea de la importancia de las palabras que Maharaj Ji repite con frecuencia: el alma siempre añora regresar al Padre y no tiene ningún interés en absoluto en este mundo. Así que, nuestra esencia, nuestra verdadera identidad, no tiene ningún interés por este mundo. Por tanto, la única parte de nosotros que sí muestra interés por este mundo, es la mente, todo lo que nos interesa, sea lo que sea –la naturaleza, la ciencia, las artes, la filosofía, la política, la filantropía, el dinero, la moda– todos son intereses de la mente. Sea una mente superior o inferior, es solo la mente que, desparramada por los sentidos a través de las nueve aberturas del cuerpo, arrastra consigo la energía del alma.
La mente está inquieta porque tampoco está en su morada. Desea fundirse en la paz y la tranquilidad de esa capa de materia sutil denominada “mente universal”. Sin embargo, no quiere perder su fuente de energía; el alma. La segunda capa de subterfugio generada por la mente astuta para que nuestra preciada atención permanezca divagando hacía afuera, es la ley del karma y la reencarnación. En realidad, estamos indefensos intentando esquivar nuestro destino. No es posible eludir el destino, como Maharaj Ji solía decir: “Todo lo que acontece ya ha acontecido”.
El alma no es capaz de comprender su verdadera identidad hasta que nuestra cuenta kármica no se liquide. Maharaj Ji afirmó claramente que todos tienen que enfrentarse a sus karmas antes de ir más allá del reino de Kal. Recalcó que, si eliminamos nuestros karmas pasando por ellos, o por medio de la meditación, o a través de su gracia –el medio no importa– deben ser saldados y eliminados. Dijo: “Hasta que todos los karmas no sean saldados, nuestra alma no podrá unirse de nuevo con el Señor. Tenemos que enfrentarnos a este destino como si fuese el mandato del Señor”9.
Y a nuestra alma tampoco le interesan nuestras relaciones o actividades kármicas. Así que sin duda somos marionetas. La única forma de dejar de ser las marionetas de la mente y convertirnos en las marionetas del maestro, es revertir el flujo de atención negativa desde el exterior descendente, hacía el interior ascendente. El Gran Maestro dio una descripción muy positiva de este proceso:
Cuando el agua de un depósito que ha estado goteando a través de un gran número de agujeros y grifos, se hace pasar por un único grifo, ¡qué gran fuerza y velocidad adquiere! De igual forma, las corrientes de nuestra alma, saliendo por los oídos, ojos, nariz y demás aberturas, se han apegado a la esposa, hijos, padres, otros familiares, amigos y demás objetos del mundo material, animado e inanimado. Cuando todo este amor se concentra exclusivamente en el maestro, difícilmente puede imaginarse el poder y energía que genera o las maravillas que realiza10.¡La autorrealización, la realización de Dios! Qué alegría tan grande para nuestras almas que han estado abatidas aquí durante incontables periodos de tiempo para alcanzar el objetivo deseado. Para comenzar este proceso, necesitamos desplazar nuestra atención de los ruidos de este mundo y enfocarla en el silencio mental interior, para convertirnos en fervientes devotos de nuestro maestro. Esto al principio conlleva imponer una disciplina interna y externa. No podemos imaginar o exteriorizar nuestro camino hacia la devoción por el maestro. Hay un proceso claro para desarrollar o intensificar nuestro amor y devoción por el Señor. Cuando al Gran Maestro le preguntaron, “¿Qué es amor verdadero y devoción?” Él respondió citando un poema del quinto gurú, Gurú Arjan Dev:
“Independientemente de lo que te otorgue el maestro, obedecer es amar al maestro implícitamente” ...Amar al gurú es amar a Dios. Perfecciona tu amor por el maestro. Como el maestro está saturado con amor de Dios, cuando nosotros amamos al maestro, automáticamente nos llenamos con el amor de Dios. Este es el único camino para fundirnos en el Señor. El amor del maestro, por así decirlo, es una condición previa a la realización de Dios11.
Como Hazur Maharaj Ji escribió en su último mensaje dirigido a nosotros: “Que el amor por la forma culmine en amor por el sin forma”12. El gurú-bhakti conduce al Nam-bhakti, pero no es una evolución, es una realización, y no nos olvidamos del gurú-bhakti cuando alcanzamos el Nam-bhakti.
Seguir un sendero espiritual conlleva desarrollar una aptitud por el silencio exterior e interior. Todo movimiento genera sonido, incluso el movimiento de los átomos dentro de nuestro cuerpo, así que parte del camino para desarrollar el silencio mental interno, es la disciplina de nuestra rutina exterior, del movimiento externo en obediencia al mandato del maestro.
Baba Jaimal Singh Ji escribió en muchas cartas dirigidas al Gran Maestro sobre el ser discípulo. Y esto, sin duda alguna, también es nuestro destino. No podemos ignorar el consejo, pensando: bueno, ese consejo va dirigido a un maestro que se está preparando. Los principios expuestos en las cartas se aplican a nosotros también. Lo que podemos hacer es intentar imitar lo que Baba Jaimal Singh Ji le estaba otorgando al Gran Maestro: una estructura, una rutina, una disciplina a seguir, impregnada con la meditación diaria. Esto es para que vivamos con conciencia y enfoque, no yendo a ciegas durante todo el día de manera negligente. En el siguiente pasaje, Baba Jaimal Singh detalla nuestras obligaciones muy claramente:
Haz bhajan y simran todos los días, hijo mío. Si dices que estás ocupado con demasiado trabajo, eso no sirve de excusa, porque la mente, el surat y el nirat continúan estando desocupados.
La mente está embriagada con el mundo, lo mismo que una persona borracha de alcohol: completamente embriagada, la mente no se entrega al bhajan y simran, y presenta la excusa de que no hay tiempo libre para meditar. Esto es totalmente falso; es un engaño de la mente. Nuestras respiraciones, nuestra comida, paseo y sueño, de todo hay que rendir cuentas. Excepto el satgurú, nadie va a liberar a la persona. ¡Incluso ahora, intenta comprender! Mantén tu atención en el Shabad-dhun, y piensa cuánto de tu tiempo se ha perdido en charlas inútiles. Ese tiempo no volverá nunca. ¡Piénsalo! Recuerda tu propia muerte. No vamos a vivir aquí para siempre. Nuestros días, tiempo, horas, segundos, respiraciones, todos están contados. Saca tu mente de los deseos mundanos y fija la atención en el Shabad13.
Esto no significa que nos volvamos severos, distantes o infelices. Incluso al Gran Maestro se le concedió tiempo para hablar y socializar con los demás. Somos seres sociales por naturaleza; nos encanta reunirnos y conversar. Si no deseamos hablar mucho, siempre podemos optar por sonreír. También hay muchas cosas en el mundo que queremos hacer; no es posible escapar o salir corriendo de un “dar y recibir” de nuestros karmas.
Hay que prestar atención al comentario de Baba Jaimal Singh Ji que afirma que si no atendemos a nuestra práctica espiritual, la mente, surat (la facultad de escuchar del alma) y nirat (el poder del alma para ver), “siguen sin estar ocupados”. Las facultades se “desperdician”, por así decirlo.
Si no somos capaces de conectarnos con el Shabad, entonces podemos ocupar al surat mediante la repetición del simran durante el día, y cuando sea posible, ocupar el poder del nirat imaginando la forma del maestro delante de nosotros. Hemos escuchado a Baba Ji repetir con frecuencia –“bhajan simran karo”– haz tu simran y bhajan. Los santos no nos exigen hacer dhyan (contemplar la forma del maestro) porque el dhyan, la facilidad de visualizar al maestro, no está en nuestras manos. Es el efecto del amor, que va brotando lentamente mientras repetimos nuestro simran con el maestro en mente. Pero sí nos dicen que el dhyan es una gran ayuda, y todo lo que sea una gran ayuda en la meditación es más que bienvenido. Hazur Maharaj Ji profundizó sobre este punto:
El propósito del simran es retirar la conciencia hasta el centro del ojo. El propósito del dhyan es mantener la atención allí. Es difícil mantener la atención en un vacío. Se hace un poco más fácil si se contempla sobre la forma de alguien. Por eso se aconseja contemplar la forma del maestro, porque su forma definitiva es el Shabad, con el cual deseamos fundirnos. El dhyan es solamente una ayuda adicional, no es un requisito. El simran es imprescindible. El Shabad es una necesidad. Naturalmente, solo aquellas personas que han visto al maestro pueden practicar la contemplación…14.
Así que, ya que repetimos el simran del nombre del Señor, también tenemos que contemplarle para mantener nuestra atención en el vacío, porque nos apegamos a todo aquel que contemplamos, consciente o inconscientemente. Nos enamoramos de ellos, por así decirlo. Nos encariñamos tanto con ellos que incluso empezamos a soñar con ellos, y a la hora de la muerte sus formas aparecen ante nosotros como una pantalla de cine. Y esas ataduras a menudo nos arrastran hacia abajo al nivel de esta creación. Por tanto, debemos analizar a quién contemplar, ya que no conocemos la forma del Padre.
Los santos nos aconsejan contemplar sobre la forma del maestro porque su forma verdadera es el Shabad. Como hemos leído en la Biblia, los maestros son el Verbo hecho carne, la encarnación del Shabad. No existe nadie más en esta creación que merezca nuestra contemplación…15.
Maharaj Ji prosigue explicando el dhyan:
En realidad, el verdadero dhyan es posible cuando contemplamos la forma radiante del maestro interior, porque cuando vemos la luz, significa que hay algo allí para retener nuestra atención… Una vez que comiences a ver la luz y otras visiones, no tienes que intentar contemplar sobre la forma del maestro si se convierte en un problema o un esfuerzo para ti. Entonces, cuando contemples la forma radiante del maestro, automáticamente aparecerá el dhyan. Ese es el dhyan verdadero, cuando vemos al maestro en el interior y contemplamos sobre su forma o estamos absortos en su resplandor allí. Ese dhyan verdadero no permite que nuestra atención se desvíe.
Así que el dhyan no es fundamental en la meditación, pero es de gran ayuda. Incluso aunque no fuera así, al mantener nuestra atención en el centro del ojo o en la oscuridad, seremos capaces de mantener nuestra atención allí, pero tenemos que aplicar un cierto grado de esfuerzo. Con el dhyan se hace mucho más fácil mantener nuestra atención allí. Y una vez que contemplamos la forma radiante del maestro, automáticamente esa forma absorbe tu atención y no permitirá que se desvíe16.
De este modo, la mente, nuestro nirat y surat (facultades para ver y oír), comienzan a interiorizarse. Es como ejercitar un músculo. Si no andamos para mover las piernas, ellas se debilitan y se vuelven inútiles; necesitamos ejercitar los músculos de la espiritualidad. De este modo, nuestra atención interior puede estar ocupada mientras trabajamos o nos socializamos. Si estamos intentando hacer esto, seremos menos propensos a hablar de nosotros mismos hasta la saciedad o, peor aún, a deleitarnos con cotilleos inútiles, calumnias o comentarios ofensivos.
Sardar Bahadur Jagat Singh Ji observó cómo una gran cantidad de energía física y espiritual se disipa mientras hablamos, porque al hablar, la mente recibe muchísimas impresiones e imágenes. Hablar demasiado excita las ondas de la mente. Queremos aquietar y concentrar la mente, detener todo pensamiento. Así que Sardar Bahadur Ji aconseja que debes hablar lo menos posible y cuando lo hagas, “hazlo de la manera más amable y cortés”17.
Por eso somos afortunados si obtenemos un cierto grado de soledad en nuestras vidas. No tenemos ninguna necesidad de sentirnos solos; la soledad es una bendición absoluta y un obsequio para que podamos concentrarnos en la práctica espiritual. Incluso si estamos viviendo rodeados de una multitud como es el caso de los maestros, se puede practicar la soledad interior hablando lo menos posible (sin ser desagradables), visualizando la forma del maestro, escuchando el Shabad, repitiendo el simran. Esto no hace daño a nadie, de hecho, nos convierte en más tranquilos y positivos. Y lo que es más importante, es el trabajo de ir cincelando nuestro egocentrismo, el cual es el mayor velo entre nosotros y la certeza de que nuestro maestro ha estado dentro de nosotros en todo momento.
El silencio es oro. El silencio exterior conduce al silencio interior y viceversa. Para que nuestra atención se retire del cuerpo, el cuerpo debe estar inmóvil y en silencio. Cuando nuestra mente se aquieta y se silencia permitiendo así contactar con el Shabad interior, es entonces cuando comenzamos a percibir al Creador en la creación. El silencio interior transforma nuestra vida externa.
Por tanto, aspiramos a alcanzar un silencio de compañerismo con el Señor, es decir, al estar constantemente conscientes de su presencia, escuchándole. No hace falta que lo gritemos a los cuatro vientos o que lo compartamos con alguien, pero como dos viejos y queridos amigos seremos capaces de sentarnos juntos sin necesidad de hablar, preguntar, o exigir que se cumplan nuestros deseos. De este modo, lograremos comprender el mensaje frecuente de Baba Ji: “el silencio es el comienzo de la sabiduría”.
La forma radiante de nuestro maestro nos está esperando. El Gran Maestro escribió:
When you reach the tisra til (tercer ojo) detrás de los ojos, encontrarás al maestro esperándote allí... después ya nunca te dejará. Él siempre estará contigo, todo el tiempo y en todo lugar. Estás sentado en tu habitación con todas las puertas cerradas, piensas en el maestro y ¡he aquí! él está ante ti. Hazle cualquier pregunta y él responderá. Él te ayudará a salir de tus dificultades. En cada dolor y en cada problema, él te guiará. En las montañas, colinas, bosques y océanos, él te guiará y te protegerá. Este es el auténtico camino de la devoción, el resto es todo maya (ilusión). Únicamente la riqueza del Nam nos servirá en este mundo y en el más allá18.
El maestro no está prometiendo el fin de nuestra aflicción y nuestras dificultades. Está diciendo que su ayuda seguirá allí, aunque no hayamos contemplado su forma radiante. Y esto solo es el comienzo. Al final nos fundiremos en nuestro maestro, perderemos nuestra propia identidad y nos convertiremos en ese otro ser. Entonces, ¡no hace falta conversar! Soami Ji ha escrito que en la región más elevada de la espiritualidad únicamente existe el silencio y la maravilla.
El silencio definitivo que se nos requiere trata de digerir cualquier experiencia espiritual y no argumentarla; en primer lugar, porque si lo hacemos, entonces nos será arrebatada, debido a que esa clase de charla infla nuestro ego y detiene el progreso interior, y, en segundo lugar, porque esas experiencias son muy personales y especiales. El Gran Maestro escribió sobre la contemplación de la forma radiante:
No hay nada en este mundo con lo que se pueda comparar o equiparar esa forma. Lo mismo que la esposa que viene de estar con su esposo y cuando su hermana (compañera) le pregunta sobre el placer de haberse encontrado con su amado, el discípulo se expresa en silencio y sonríe. Esta es su más grande elocuencia19.
El Shabad está reverberando y llamando desde el interior a cada uno de nosotros; está resonando por toda la creación formando y reformando mundos, galaxias, universos. Cualquier silencio es significativo, lleno de Shabad, repleto de amor, solo necesitamos ese microscópico cambio de atención desde el exterior al interior para escucharlo, con la forma física del maestro ayudándonos en este mundo y al maestro interior atrayéndonos desde dentro. Por medio de la práctica del silencio en sus diversas formas, llegamos al amor espiritual, nuestro propio patrimonio.
- Santbani Sangrah, parte 1, p. 214
- Legacy of Love, portada
- Puratan Janamsakhi, p. 137
- Spiritual Perspectives, Vol. III, P #506
- Ibíd
- Joyas espirituales, carta 170
- Daryai Lal Kapur, La llamada del Gran Maestro, 1ª edición, 1996, p. 13
- Amanecer de la luz, carta 5
- Spiritual Perspectives, Vol. I, P #67
- La llamada del Gran Maestro, p. 49
- La llamada del Gran Maestro, p. 49
- Legacy of Love
- Baba Jaimal Singh, Cartas espirituales, p. 156
- Spiritual Perspectives, Vol. II, P #250
- Spiritual Perspectives, Vol. II, P #244
- Spiritual Perspectives, Vol. II, P #245
- La ciencia del alma, “Ramillete espiritual”, #10, p. 220
- La llamada del Gran Maestro, p. 50
- Joyas espirituales, carta 25