El océano y la nave del Nam
Busco refugio en ti, oh Señor;
llévame al otro lado del océano de la existencia.
Sant Mirabai Ji1
Es habitual que los santos hagan uso de la analogía del océano para describir muchos aspectos diferentes de las enseñanzas espirituales. En este caso la santa Mirabai hace referencia a una de ellas que a menudo oímos: el océano de la existencia.
Sabemos que el mundo y nuestra existencia en él pueden asemejarse a un océano, con las aguas de la vida que nos inundan sin cesar; ola tras ola, acontecimientos y situaciones que se suceden continuamente, una emoción, un pensamiento tras otro. Y no solo cada minuto, sino que cada segundo provoca un oleaje, un chapoteo, como espuma y agua que se estrellan a nuestro alrededor. Sí, podemos disfrutar de la experiencia, como cuando navegamos, surfeamos o buceamos, sin embargo, ¡a menudo sentimos que nos ahogamos! El santo indio del siglo XII, Basavanna, escribió:
Observa, el mundo, como en un oleaje,
golpea mi cara.
¿Por qué ha de subir hasta mi corazón, dime tú?
Oh dime, ¿por qué llega ahora hasta mi garganta?
Señor, ¿cómo puedo decirte nada cuando se eleva
hasta lo alto de mi cabeza.
Señor, Señor, escucha mis lamentos
Señor de los ríos del encuentro, ¡escucha!2
Los devotos imploran al Señor que les salve de las olas del océano de la vida, de las olas de los acontecimientos, de sus pasiones, de las olas de sus mentes. A veces hay olas más grandes que otras, y otras olas que se agitan suavemente y la luz del sol brilla en el agua. En ocasiones vienen grandes olas que destruyen todo a su paso, hacen zozobrar los barcos y pueden ahogar a aquellas almas desafortunadas que han sido abandonadas a su suerte.
No, el océano nunca está quieto, no es como un lago que a veces brilla como el cristal y refleja el cielo con gran claridad. Las olas del océano se agitan y se arremolinan continuamente.
¿Cómo sobrevivir en el océano?
Intentamos sobrevivir en este océano de la vida. Tal vez los tiburones no nos atrapen, o quizá tengamos suerte y nos encontremos con un delfín amistoso o una ballena curiosa que tal vez no tenga intención de comernos como almuerzo. No lo sabemos. La pregunta fundamental es: ¿cómo sobrevivir?
Si estuviéramos varados en medio del océano, nos aferraríamos a cualquier cosa que pudiéramos para mantenernos a flote, pues de lo contrario, nos ahogaríamos. La gente busca desesperadamente todo tipo de elementos a los que aferrarse en el vasto océano de la vida: familias y amigos, carreras, actividades, política y causas sociales. En el océano, algunas cosas flotan mejor que otras; algunos materiales no nos sirven de ayuda y otros nos mantienen a flote. En el curso de la vida nos apegamos a una cosa tras otra, averiguando cuál de estos elementos nos ayudará a mantenernos a flote. Al final nos damos cuenta de que vamos a fracasar en el intento, pues nada puede mantenernos a flote permanentemente. Empezamos a buscar un barco que no solo nos mantenga a flote, sino que nos lleve hasta la orilla.
Nunca seríamos capaces de desprendernos de nuestros apegos mundanos sin tener algo superior a lo que aferrarnos. Si tenemos problemas para mantenernos a flote en el mar, no dejamos de lado el tablón de madera a la deriva a menos que veamos un bote salvavidas o un barco, y entonces nadamos con todas nuestras fuerzas para nadar hacia él.
Nuestra situación
Los santos y los místicos vienen a ayudarnos con amor y paciencia a comprender nuestra situación y a ofrecernos consejos. ¿Sabemos dónde estamos? ¿Sabemos a dónde queremos ir? ¿Sabemos cómo llegaremos? ¿Cuáles son los peligros? ¿Cómo sobreviviremos? ¿Cómo cruzaremos? ¿Cómo llegaremos a la orilla? ¿Disponemos de un barco capaz de llevarnos a través de estos mares tormentosos? Ellos vienen con respuestas, una solución, una manera de ponernos a salvo.
Explican que nuestra alma, la esencia de nuestro ser, es una gota del océano divino. Para funcionar aquí en nuestra existencia mundana, el alma se asocia a la mente. La mente está unida a la creación a través de los sentidos, y por ello nos vemos sometidos a las pasiones mundanas. El santo Kabir nos dice que las olas en el océano del mundo son mortales a raíz de estas pasiones: la lujuria, la ira, la codicia, el ego y el apego.
En el océano mortal del mundo
Surgen las olas del deseo y la avaricia,
Las olas de la lujuria y la ira
Vuelven las aguas turbulentas.
Los tiburones del ego y la envidia
Están al acecho para capturarte;
La alegría y la tristeza, el placer y el dolor
son sus orillas en constante cambio3.
Debido a estas pasiones la vida pasa constantemente de la alegría a la tristeza, del placer al dolor y viceversa. No se trata solo de los acontecimientos o las cosas de este mundo, sino de nuestra reacción ante ellos. Lo ideal sería que nuestra mente nos ayudara a tener un pensamiento claro y nos permitiera mantenernos equilibrados y positivos, pero los santos nos dicen que estas pasiones agitan las aguas y empañan nuestro pensamiento.
- Evidentemente el deseo, es necesario para la vida. (Baba Ji a menudo nos dice que todo lo que hacemos se basa en el deseo, incluso la realización de Dios es un deseo). Sin deseo alguno no nos sentiríamos motivados para hacer nada en absoluto. Pero el deseo puede surgir de la codicia: querer lo que es dañino para nosotros, y desear intensamente algo más de lo que necesitamos; ¡o malgastamos todo nuestro tiempo y recursos en desear y adquirir todo aquello que no nos es útil! O simplemente estamos muy confundidos sobre lo que queremos realmente, y acabamos andando en círculos.
- La ira puede ser una muestra saludable de autoconservación, como cuando es necesario regañar a nuestros hijos para que se comporten. Pero habitualmente la ira nos inflama debido a nuestros egos heridos y porque las cosas van en contra de lo que creemos que es correcto, o bueno para nosotros. Con la ira podemos incluso hacernos daño a nosotros mismos y a los demás.
- La riqueza no es mala en sí misma, ya que la necesitamos para sobrevivir. Pero deberíamos usar la riqueza para vivir, no vivir nuestra vida para amasar fortuna, pues resulta perjudicial cuando nos lleva a excesos y a cometer actos que nos obligan a ir en contra de nuestros principios para conseguirla.
- El ego, hasta cierto punto, es necesario en la vida, pero en exceso puede llevarnos a un orgullo indebido, a causa del cual nos aislamos.
Nunca estamos libres de estas pasiones; Kabir dice que están al acecho como los tiburones en las profundidades del océano, y nunca sabemos cuándo saldrán a la superficie para atacarnos. Por eso la escena de la película "Tiburón" da tanto miedo, porque se ve a gente nadando, riéndose, divirtiéndose sin darse cuenta del peligro que acecha debajo: el tiburón monstruoso. Solo cuando estamos viendo la película vemos lo que hay debajo de esos nadadores. Así somos nosotros en el mundo: mientras chapoteamos en el océano esas pasiones nos pillan por sorpresa. Los santos y los maestros son como los socorristas: nos observan desde la orilla, ven el problema que tenemos y quieren salvarnos. Acuden con una barca para rescatarnos.
El barco del Nombre del Señor
Kabir, el esclavo del Señor, declara:
El Nombre del Señor es la barca, el maestro su adepto remero4.
El maestro viene a hablarnos del barco del Nombre del Señor. El maestro nos ayuda a comprender qué es este Nombre, dónde se encuentra y cómo se puede hacer realidad. No se trata de una mera palabra escrita o hablada, sino del poder creativo que dio origen a la creación y la sostiene incluso ahora. Es la corriente de la vida misma, esa esencia que brilla y reverbera dentro de nosotros y en todas las cosas. Como dijo Hazur Maharaj Ji:
El Shabad ha creado todo este universo y lo mantiene. El universo entero existe con la fuerza de este poder, y el Señor también ha depositado este mismo poder dentro de cada uno de nosotros5.
En todas las religiones se hace mención a este poder: Los hindúes lo llaman Ram Nam (nombre de Dios), Ram Dhun (música interior de Dios), Nirmal Nad; los musulmanes lo llaman Kalma (sonido interior), Kalma-i-Ilahi (la voz de Dios); Guru Nanak lo denominó Nam o Shabad (sonido espiritual); Jesucristo lo llamó Verbo o Logos. En el Rig Veda se llama Vak (Palabra). En el judaísmo se traduce como Memra (expresión), Shem (Nombre), Hokhmah (Sabiduría) y Shekhinah (presencia de Dios). ¿Y qué dice la ciencia? La ciencia lo llama Energía.
Este Nam o Shabad, también llamado la Corriente del Sonido, es el vehículo que va a transportarnos hacia el Señor y fundirnos con él. La práctica del Nombre es, pues, nuestra barca. El maestro es el remero experto porque es capaz de cruzar el mar embravecido de la existencia: es el vivo ejemplo de ello para nosotros. Lo más importante es que puede impartir la técnica para que nosotros también podamos cruzarlo. Nos ayuda a comprender cómo navegar en ese océano de la existencia, cómo mantenernos a flote y cómo llegar a nuestro destino, nos enseña a reconocer lo que se interpone en el camino para alcanzarlo, la manera de superar los obstáculos, no cuando morimos, sino en esta misma vida, y de esta manera no solo logramos sobrevivir, sino también podemos cruzar estos mares tormentosos. El santo Kabir dice:
Señor, Dueño de toda la creación,
Tu Nombre es el barco robusto
Para cruzar el terrible océano de la existencia.
Si el Señor no hubiera diseñado este barco
El mundo entero habría sido consumido
por las furiosas llamas de la pasión.
Mi bondadoso Señor en su misericordia
levantó la nave de Nam,
Y su timón lo confió
a los santos6.
Maharaj Charan Singh explica en Discursos espirituales, Vol. I:
En el salvaje desierto del vasto océano, el barco de nuestra mente está siendo zarandeado de un lado a otro sin ni siquiera un timón y un remo, sin ni siquiera un timonel. Es azotado por una ola tras otra y se ve sacudido sin cesar por las tormentas. Haciendo aguas y casi abatido, no conoce ninguna vía de escape hacia un remanso de paz.
Si en nuestro barco tuviéramos a un timonel perfectamente familiarizado con el océano y sus peligrosas tormentas, indudablemente arribaríamos a la orilla sanos y salvos. Existe un timonel así. Es el maestro perfecto, y el navío que utiliza es el Shabad7.
El maestro no solo nos brinda una guía sensata en la vida, sino que, aún más importante, a través de la iniciación en el Nam-bhakti, la devoción al Nombre, nos permite navegar en el barco.
El Nam es el destructor de todo dolor,
El adorno de toda la creación;
La fuente de todo amor y devoción,
Es el remanso de paz y dicha.
El mismo Señor ha construido esta nave,
que se llama el Nam del Señor8.
Así pues, el maestro nos dice que si queremos sobrevivir en este océano de la existencia, si deseamos cruzar este océano y dominar nuestras pasiones –y alcanzar la paz y la dicha, el amor y la devoción, y realizar el verdadero potencial de la vida–, si queremos fundirnos de nuevo en el océano divino, necesitamos embarcarnos en el barco del Nombre del Señor que el maestro envía a nuestro rescate. ¡Y sabemos que ciertamente necesitamos un barco fuerte para navegar por los océanos no solo del mundo, sino de nosotros mismos! Si queremos cruzar un océano, necesitamos un transatlántico, pues un simple bote con remos no nos sería de utilidad, pues las olas lo destrozarían. El océano no es un lugar tan traicionero si navegamos en un barco robusto tal como dijo Hazur Maharaj Ji:
Únicamente cuando abandonamos la agujereada barca de la mente y subimos al resistente navío del Verbo sorteamos los peligros del mar y arribamos a puerto seguro9.
El santo Ravidas escribió:
El océano de la existencia es absolutamente terrible.
¿Por qué no entiendes esto, oh ser insensato?
Debes saber que el Nam es el barco
Y el gurú es su timón, dice Ravidas10.
Podemos hablar de un barco, podemos leer sobre un barco, describirlo a otras personas, o prestar servicio en el muelle donde se encuentra, pero esto no es lo mismo que subir a él y zarpar. El capitán nos llevará al otro lado, si subimos a bordo.
Pero, ¿cuál es la manera de subirnos al barco del maestro? Él nos ha recomendado un cierto estilo de vida (mantener una dieta vegetariana sin carne, pescado ni huevo; no contaminar nuestros cuerpos y mentes con alcohol y drogas que alteren la mente, ni siquiera fumar tabaco; vivir según un código moral estricto, ser seres humanos buenos, amables y compasivos), y lo más importante, nos imparte la técnica de la meditación. El simran (la repetición de los cinco nombres sagrados que recibimos en el momento de la iniciación), se imparte para aquietar las ondas de nuestra mente y así poder lograr la concentración. El dhyan (contemplación en la forma del maestro que nos ha iniciado) es para mantener nuestra concentración, y el bhajan es escuchar la corriente del sonido.
Si nos estamos ahogando, con solo gritar "ayuda, ayuda" no nos salvaremos. Es necesario que alguien escuche nuestro grito de ayuda, que venga y nos lance una cuerda, y luego nos ponga a salvo. El simran es, por así decir, nuestro grito de ayuda. El dhyan es cuando fijamos nuestra atención en el que nos salva. El bhajan es como agarrarnos a la cuerda que el maestro nos ha lanzado, y a través de su gracia nos rescata del agua en ese barco de Shabad, Nam, Verbo. El simran juega un papel muy importante. En las escrituras védicas se dice:
Para los hombres perdidos en este mundo, ciertamente no hay mayor ganancia que repetir los nombres del Señor, a través del cual se alcanza la paz perfecta y la liberación del ciclo interminable de nacimiento y muerte11.
El océano es tan inmenso
El océano es tan inmenso que resulta insondable. Nuestro objetivo final de fundirnos de nuevo en el océano divino es imposible de comprender, por lo que los maestros nos dan algo para concentrarnos, para enfocar nuestra atención: nuestro simran y bhajan.
Una vez tuvimos el privilegio de estar con un niño pequeño que veía el mar por primera vez. Su padre lo llevó al borde de la orilla y las olas se acercaban, remontándose poderosas, salpicando, precipitándose. El pequeño estaba aterrorizado, conforme llegaba una ola, se daba la vuelta y echaba a correr. Su padre sabía que a los niños les gustan los objetos pequeños, así que cogió unas cuantas piedras y le mostró a su hijo cómo podía lanzarlas a las olas. Fue fascinante ver lo rápido que cambió el niño de actitud, pues tenía sus piedras para lanzar, y mientras se concentraba en esa tarea, se olvidó de su miedo al océano.
Las palabras que recibimos en el momento de la iniciación son como las piedras que lanzamos a las olas de nuestra mente. Cuanto más nos enfocamos y concentramos, más tranquilos nos volvemos. Empezamos a perder el miedo al océano. Según dijo Hazur Maharaj Ji: "A través del simran aprendemos a confiar en un poder superior y nos volvemos despreocupados"12.
Baba Ji nos dice a menudo que el simran es lo único que tenemos bajo nuestro control, lo único que podemos hacer: sentarnos, empezar a repetir nuestro simran y dejarnos llevar. Muchas personas le dicen a Baba Ji que no pueden hacer simran, pero él nos dice que la mente es solo una criatura de hábitos. Cuanto más seamos capaces de devolver la mente al simran, más fácil resultará.
Tras la iniciación, subir al barco implica vivir el estilo de vida recomendado y dedicarnos a la meditación. Una vez a bordo, nuestras preocupaciones pasan a ser las del capitán y podemos despreocuparnos. Al igual que nos embarcamos en un crucero, primero investigamos a dónde queremos ir, hacemos los preparativos necesarios y, en cuanto subimos al barco, nos relajamos. Solo tenemos que dejar que el capitán haga su trabajo, sin tener que preguntarle si lo está haciendo, porque ya supusimos que lo haría cuando compramos el billete. Hemos comprado nuestro billete de vuelta a casa. Solo tenemos que dejar de lado las preocupaciones innecesarias y disfrutar del viaje. Hazur Maharaj Ji dijo:
Únicamente encontrándonos con maestros que están inmersos en la devoción al Shabad y siguiendo sus indicaciones, podremos cruzar el océano de los fenómenos, rasgar el velo que enmascara la realidad, atravesar la barrera que oculta de nuestra vista al Señor, trascendernos a nosotros mismos y transformarnos y fundirnos en el propio Señor, haciéndonos uno con él13.
Además, el Gran Maestro nos insta a que nos preguntemos: ¿cuál es el objeto de nuestra vida?
El hombre ha nacido para fundir su alma en su fuente. El mayor servicio que se puede prestar es sumergir su alma (liberándola del apego de la mente y la materia) en ese océano de paz y dicha del cual forma parte, como partícula que es14.
Poner el esfuerzo es nuestra responsabilidad, pero los resultados están en manos del capitán. La meditación es nuestro esfuerzo sin esfuerzo, nuestro remanso de paz, el lugar en el que podemos refugiarnos de las olas de nuestra vida cotidiana. Las mareas pueden entrar y salir, las olas pueden subir y bajar. El vaivén de las mareas es lo único seguro en la vida, pero podemos refugiarnos en la repetición de los nombres sagrados, y la práctica del Nam-bhakti. El santo Dariya Sahib de Bihar dice:
Practica cuidadosamente la repetición del bendito don del maestro.
Es el más agraciado y provechoso de todos...
La repetición de los nombres sagrados
Es la barca para surcar el océano del mundo15.
Nuestro barco
En este momento, nos encontramos navegando en nuestro propio barquito, este pequeño yo. Si queremos emprender este difícil viaje, tenemos que asegurarnos de que sea un barco fuerte y ser capaces de dirigirlo y controlarlo. De lo contrario, las olas nos zarandearán y el barco seguramente volcará o zozobrará. El maestro nos ha dado las indicaciones, la técnica, para realizar la tarea, y muchos consejos más.
¿Cómo ser fuertes? Tenemos que cuidar nuestro pequeño barco. Tenemos que intentar tripular el barco de nuestra vida como un buen primer oficial y comprobar que todo está en orden para el viaje. Podemos mantener la cubierta limpia, y hacer las reparaciones necesarias. Se nos han dado pautas para vivir bien de forma impoluta a fin de disponerlo todo para nuestro viaje, como cumplir con los votos, y aprender a no dejar que nos atormenten pensamientos y emociones negativas, y según recomienda Baba Ji, centrarnos en las soluciones y no en los problemas, encontrando siempre lo positivo en cada situación, para aprender del pasado y proteger nuestro futuro.
Adquirimos la fuerza dedicándonos a la meditación. Baba Ji lo ha explicado de diferentes maneras en muchas ocasiones:
- Ninguno de nosotros posee la fuerza necesaria para cumplir con todas nuestras responsabilidades y llevar la carga de nuestros karmas por nuestra cuenta, por lo que necesitamos apoyo.
- Cuando meditamos, estamos tratando de apegarnos al Shabad, el poder que creó y sostiene todo el universo. Si nos apegamos a ese poder, empezaremos a fortalecernos.
- El mismo propósito de la meditación es hacer que nuestra mente esté tan tranquila que, pase lo que pase en la vida, permanezca en calma. Esa fuerza la obtenemos de nuestro interior.
El timón: Con las herramientas de un marinero somos capaces de dirigir nuestra embarcación hasta la orilla. Los santos nos dan las herramientas: el mapa, la brújula. Pero si nos sentamos en la barca observando las olas, el cielo, ocupándonos de no exponernos al sol y de calentarnos por la noche, haciendo unas cuantas comidas ligeras, sin intentar dirigir nuestra barca, ¿cómo llegaremos a casa? Tenemos que observar, comprender, y luego seguir el camino a casa, mantener nuestras barcas a flote con un rumbo firme hasta la orilla.
- Cada repetición de los nombres es un golpe de remo.
- Dhyan es mantener la mirada fija en nuestro destino, como el faro que nos señala la orilla.
- Escuchar el Shabad-dhun es escuchar ese viento divino, el aliento de Dios que insufla nuestras velas y nos conduce de vuelta al hogar.
- La devoción y el amor nos proporcionan la determinación y la energía para remar.
El control: Tenemos que controlar nuestro barco, arriar las velas según el viento y el tiempo que haga. ¿Qué capitán puede permitirse el lujo de navegar siempre en un mar en calma? No hay mar sin olas; pueden ser grandes o pequeñas, pero olas al fin y al cabo.
La destreza del capitán consiste en maniobrar a través de las olas. ¿Qué necesidad habría de destreza si no hubiese olas? No podemos decir que nuestra meditación no es un buen barco porque las olas existen. En la vida, tenemos que ajustarnos a los altibajos. La verdadera fuerza es la capacidad de amoldarse a las situaciones, y atender a nuestra meditación nos proporciona esa fuerza y la actitud para adaptarnos.
Si estamos de pie en un bote de remos, este se tambaleará, pero si nos sentamos y remamos, se deslizará por el agua; y con fuerza y perseverancia llegaremos a nuestro destino. Meditar es como sentarnos en nuestra barca y empezar a remar. La meditación nos ayuda a ejercer control.
El equilibrio: Tenemos que equilibrar la carga de nuestro barco: el trabajo, el hogar, los amigos, la familia, el estudio, los pasatiempos, nuestro trabajo espiritual; tenemos muchas responsabilidades. Baba Ji nos recuerda que tenemos que crear ese equilibrio en la vida porque nadie más lo hará por nosotros. Cada individuo tiene sus propias fortalezas y debilidades, y nuestro equilibrio dependerá de ello.
En nuestra vida diaria, el amor por el maestro, el amor por las enseñanzas, la compasión por los demás, la comprensión, el perdón; ese es nuestro barco. Poner en práctica las enseñanzas: ese es nuestro barco. Vivir una vida moralmente impoluta y atender a la meditación: ese es nuestro barco.
Un bote salvavidas inflable sin aire no es más que un gran trozo de goma. Si se infla, se convierte en un barco de rescate. Del mismo modo, si estamos llenos de amor y devoción, podremos salvarnos. Meditar, asistir a satsang, hacer seva, es como insuflar aire en nuestro bote.
Consejos de Baba Ji
Baba Ji nos habla de la importancia de tener un ancla fuerte en la vida. Él explica que si nuestro anclaje es débil nos veremos arrastrados con cada ola, con cada tormenta, y que vivir de acuerdo con las enseñanzas y la meditación en el Nombre del Señor ancla nuestras pequeñas barcas al barco del maestro. La devoción al Verbo y la práctica de la meditación son los pilares sobre los que se sustenta nuestra vida, algo a lo que aferrarnos, que nos estabiliza. Son nuestro apoyo y nuestra fuerza.
Baba Ji nos ha dicho que las pasiones que tenemos dentro, que Kabir describió como "llamas virulentas", son residuos de nuestra naturaleza animal. Paulatinamente, mediante la práctica de la meditación lograremos liberarnos del control que ejercen sobre nosotros. Aprenderemos a mantener el equilibrio para que el deseo y la avaricia den paso a la satisfacción; la ira sea sustituida por el perdón; la lujuria dé paso a la continencia; el ego y el orgullo sean sustituidos por el discernimiento y la humildad. Esto no sucederá de la noche a la mañana, pero poco a poco, conseguiremos dominar las pasiones y que no nos consuman.
Un buscador preguntó cuál de los males era el último en abandonarnos, y Baba Ji aconsejó que siempre tenemos que ser cautelosos, pues todos son iguales y pueden atacarnos con la misma intensidad. Tenemos que estar atentos a sus ataques. Hasta que no estemos por encima de la mente y de maya, seremos vulnerables.
Baba Ji nos ha explicado que actualmente todos somos esclavos de la mente aunque digamos lo contrario. Todos tenemos las impresiones de nuestras acciones pasadas grabadas en nuestra mente. Entonces por mucho que nos esforcemos, esas impresiones pueden llegar a dominarnos y acabaremos cometiendo errores. Explica que por eso se nos ha dado la meditación, para que podamos eliminar gradualmente esas impresiones, diluirlas y borrarlas con el tiempo. Si aprendemos de nuestros errores, si adoptamos el camino correcto, el Señor derramará su gracia.
Baba Ji nos recuerda el ejemplo que Hazur Maharaj Ji solía dar sobre la gota de agua y el océano. Un poco de suciedad en una gota de agua parecerá enorme, pero si esa gota de agua se funde en el océano, se convierte en el mismo océano, ya que el océano tiene la capacidad de fundir esa gota en sí mismo y ya nada le afectará.
¿Hacia dónde se dirigen nuestros barcos?
Al principio puede que hayamos partido con la ilusión de explorar nuevos horizontes, con nuestros barcos rumbo a costas lejanas; pero cuando llegábamos no estábamos satisfechos con la carga, o ansiábamos tener más, y volvíamos a zarpar. Nunca encontraremos la paz ni la satisfacción, independientemente de lo que consigamos o poseamos. En realidad, solo tenemos que dar la vuelta al barco y encaminarlo en la dirección que nos lleve al estado de unidad y felicidad que anhelamos. El anhelo es el mismo, pero orientado hacia una dirección diferente.
Imaginemos lo que ocurre cuando intentamos dar la vuelta a un barco, el proceso de darle la vuelta. Primero, tenemos que detenernos y girar. Es por ello que esa fase nos parece tan larga y lenta, pues hemos estado yendo en la dirección equivocada durante mucho tiempo y este es un proceso que requiere de un gran esfuerzo para darle la vuelta.
Cuando nos embarcamos en el viaje espiritual, llevando un estilo de vida sano y practicando la meditación según se nos enseña en el momento de la iniciación, estamos repostando e impulsando el barco en la dirección correcta.
Los santos son océanos que surgen
No es solo el mundo lo que los maestros describen como un océano. También los santos son océanos de amor y de misericordia del Señor. El Gran Maestro dijo:
Los santos son océanos que surgen del amor de Dios y actúan como faros en el viaje de nuestra vida en este mundo... Muchos santos han dejado sus huellas en las arenas del tiempo para guiarnos. Sus vidas fueron océanos de amor. Si estudiamos sus escritos, se despertará en nuestra mente el amor por la espiritualidad. Pero por encima de todo, debemos encontrarnos con un maestro... a fin de que nos sirva de guía y obtengamos en nuestro interior el néctar del amor16.
El amor es autosuficiente. Es un océano de fe y fortaleza. Es un océano de fuerza17.
Sultán Bahu describe los aterradores "vendavales de innumerables pensamientos" que obstaculizan su contemplación del Señor y la gracia que lo salva.
En el océano de mi corazón
se levantan las olas de la gracia de mi maestro.
En ellas aparecen remolinos
y soplan los feroces vientos de los incontables pensamientos y discusiones
que obstaculizan mi contemplación del Señor18.
A pesar de que esas oleadas mentales y emocionales estén golpeándonos y arremolinándose a nuestro alrededor y en nuestro interior, su océano de amor siempre está presente, así como su gracia. Atender a la meditación es la forma de invocar su gracia. El santo Bahu da una maravillosa descripción de lo que ocurre durante la meditación: Surgen remolinos, vendavales feroces, innumerables pensamientos y discusiones. Pero, dice, ahí es donde aparecen las olas de la gracia del maestro. Kabir dice:
Ten piedad de mi situación, oh maestro.
Estoy siendo zarandeado en los mares turbulentos;
Seré arrastrado por sus tempestuosas olas
si no me sostienes del brazo y me rescatas.
El Gran Maestro subraya lo importante que es aferrarse a la corriente del sonido:
Un barco sujeto a sus amarras verá pasar las aguas de la inundación; pero si se desprende de ellas, puede que no sobreviva. La corriente es nuestra base, nuestras amarras. Un alma que está unida a la corriente está a salvo19.
Al refugiarnos, somos capaces de emprender el viaje, no tan solo de sobrevivir, sino de cruzar el océano.
El océano de Shabad en nuestro interior
Los santos también hacen referencia al océano de Nam dentro de nosotros. Este es el poder vital que se encuentra en nuestro interior, la corriente divina del Señor que impregna nuestro propio ser, aunque no siempre seamos conscientes de ello.
Los océanos del mundo existen, aunque no los veamos. Si vivimos en el interior, no vemos el océano. Algunas personas han nacido lejos del océano y nunca lo han visto, nunca lo han experimentado. No son capaces de imaginar su inmensidad o su fuerza. Del mismo modo, aunque viviésemos al lado del océano, a tan solo una corta distancia de nuestra casa tampoco escucharíamos el ruido de las olas. Y si está oscuro y hay nubes densas, aunque estuviésemos en la orilla, podríamos oír las olas pero no veríamos ese enorme océano justo debajo de nuestros pies.
De igual modo, estamos en presencia de un gran océano dentro de nuestro propio cuerpo, pero como hemos estado residiendo en una parte diferente del país, o encerrados a cal y canto, todavía no hemos podido sentirlo. Está siempre presente; nunca desaparece. Hay una niebla densa y por eso no lo vemos. ¿cuál es esa niebla densa? Nuestros deseos, nuestras inquietudes, nuestras preocupaciones, nuestra negatividad, el cúmulo de acciones de otras vidas.
Sumergirse en las profundidades
Se nos dice que tenemos que aquietar las olas de nuestra mente para entrar en contacto con ese océano de Nam. Pero sabemos que a menudo, cuando nos sentamos a meditar, nuestra mente está muy inquieta y nos preguntamos que cómo vamos a ser capaces de calmar las olas de nuestros pensamientos. No, ¡no es posible! pues los océanos nunca están en calma.
Sin embargo, somos conscientes de que la superficie del océano es diferente de las profundidades. La superficie se ve afectada por el clima y los vientos, pero en las profundidades hay otro mundo. La meditación es la forma en que nos sumergimos bajo la superficie para encontrar un lugar en el que no nos azoten esas olas. ¡Y qué perlas hay allí, perlas de felicidad, de satisfacción, de amor!
Historia: El tamiz
Un maestro instruía a sus discípulos en la práctica de la meditación. Les dijo: "El proceso es como llenar un colador con agua". Esto confundió a los estudiantes, y algunos lo interpretaron como que la meditación era muy difícil, y otros, que solo podrían esperar logros temporales de su práctica espiritual.Desanimados, la mayoría dejó de meditar. Sin embargo, un estudiante se acercó al maestro y le pidió que le diera explicaciones. Él llevó al estudiante a la orilla del océano con una taza y un colador. Allí se pararon sobre una roca mientras el mar rompía a su alrededor en grandes remolinos espumosos. "Muéstrame cómo llenas el colador con agua", dijo el maestro. El discípulo se agachó y llenó el vaso de agua. La vertió en el colador, y siguió vertiendo una taza tras otra, pero por muy rápido que lo hacía apenas quedaba un rastro de humedad en el fondo… En todo ese tiempo el maestro lo observaba, sin decir nada.
Al final, el discípulo, encogiéndose de hombros, miró al maestro. La tarea era inútil. Entonces, el maestro habló: "También sucede lo mismo en la vida del espíritu humano", dijo. "Mientras nos mantengamos sobre la roca del "yo"... e intentemos verter la vida divina en esa cáscara, es seguro que la vida se esfumará. Esta no es la manera de llenar un colador con agua, ni el espíritu humano con la vida de lo divino".
Entonces el maestro alargó la mano y, cogiendo el tamiz del discípulo, lo lanzó lo más lejos que pudo, a las profundidades. Solo por un momento estuvo brillando bajo la luz del sol de la mañana en la superficie del agua para después hundirse lentamente hasta lo más profundo. "Ahora está lleno de agua", dijo el maestro. "Y siempre lo estará. Así es como se llena de agua un colador y de vida divina, el espíritu. La meditación no consiste en acumular pequeñas cantidades de espíritu en tu vida personal, sino en sumergirte en el océano del espíritu y fundirte con él"20.
En resumen:
Mediante su gracia nos damos cuenta de nuestro problema; mediante su gracia nos muestra el camino para sobrevivir en el océano de la vida, nos enseña a dirigir y a cuidar nuestra barca. Nos invita a subir a su barco. Hazur Maharaj Ji subrayó que debemos evitar los mares tempestuosos y nadar con las olas, no contra ellas.
A través de su gracia nos subimos a su barco. Él nos pone en contacto con el océano de su amor, el océano de la corriente audible de la vida. Por ella nos sumergimos y la gota de nuestra alma se funde en el océano del Todo. Según cantó Mirabai:
Ruego que te apiades de mí,
Olvida todas mis faltas
y bendíceme con tu darshan.
Busco refugio en ti, oh Señor;
llévame a través del océano de la existencia21.
Un compositor contemporáneo escribió sobre la búsqueda y el anhelo espiritual y su culminación en nuestra unión final con el Señor.
Estamos navegando, estamos navegando
de nuevo al hogar
cruzando el mar
estamos navegando
aguas tormentosas
para estar cerca de ti
para ser libres
¡Oh Señor, estar cerca de ti, ser libre!22
- Voice of the Heart, Radha Soami Satsang Beas, 2013, p. 73
- Translated with an introduction by A.K. Ramanujan, Speaking of Siva, Penguin Books Ltd., p. 67
- Kabir, The Weaver of God’s Name, p. 318
- Ibíd
- Maharaj Charan Singh, Spiritual Perpectives, Vol I, p. 177
- Kabir, The Weaver of God’s Name, “The Ship of Nam,” p. 209
- Maharaj Charan Singh, Discursos espirituales, Vol. I, p. 140
- Kabir, The Weaver of God’s Name, “The Ship of Nam,” p. 209
- Discursos espirituales, Vol. I, p. 38-39
- Guru Ravidas, The Philosopher’s Stone, 2009, p. 51
- Shrimad Bhagavatam 11.5.37
- Maharaj Charan Singh, Luz sobre Sant Mat, carta 21
- Maharaj Charan Singh, Discursos espirituales, Vol I, 2020 ed., p. 161
- Joyas espirituales, carta 150
- K.N.Upadhyaya, Dariya Sahib, Saint of Bihar, p. 259
- Philosophy of the Masters, Vol. II, pp. 232-33
- Philosophy of the Masters, Vol. II, p. 116
- Sultán Bahu, ed. 2007, p. 292
- Joyas espirituales, carta 205
- Maurice Lynch, in “RE Today” (online), Summer 2001
- Saint Mirabai, Voice of the Heart, 2013, p. 73
- Song by Maurice Sutherland, sung by Rod Stewart