Un cambio de perspectiva
A todos nos gusta pensar que amamos lo suficiente al maestro a nuestra manera. ¿Y qué ocurre si no siempre meditamos? Estamos presentes en el seva y el satsang. Evitamos la carne y la bebida y no hacemos daño a nadie, ¿no es eso un sacrificio suficiente? Pero la pregunta que debemos hacernos es esta: ¿debemos amar a nuestro maestro según nuestra conveniencia o la suya? ¿Acaso no hacer nada malo es suficiente para ganarse su preciada felicidad? ¿Acaso un atleta logra un nivel óptimo de forma física simplemente por no comer alimentos dulces? Tiene que entrenar constantemente los distintos aspectos del cuerpo y la mente, ya sea la fuerza, la flexibilidad, la habilidad, la coordinación manos-ojos, los reflejos, etc. Solo así mejora en el deporte poco a poco con el tiempo. Lo mismo ocurre con la espiritualidad. ¿No deberíamos aspirar a complacerle con el corazón y el alma, y seguir todas sus instrucciones como hijos obedientes? Eso incluye algo más que simplemente no hacer nada malo, sino también hacer acciones positivas siempre que podamos. Y esa acción positiva es la meditación. A través de nuestra práctica diaria, podremos hacer crecer las diferentes facetas de nuestra salud espiritual, ya sea nuestra concentración, nuestra resiliencia, nuestro amor, nuestra humildad y nuestra resignación a su voluntad. Solo si obedecemos la instrucción de meditar todos los días de nuestra vida hasta nuestro último aliento, podremos ganar su infinita gracia.
Cuando estamos cerca del maestro sentimos una gran atracción y amor que emana de él. No podemos evitar mirarle con devoción. Pero los místicos nos dicen que este apego a su presencia física está un poco fuera de lugar. El maestro no se limita a la forma física. Está dentro de cada uno de nosotros en su forma cautivadora, ilimitada y siempre presente de Shabad, esperando nuestra llegada al centro del ojo. Él está más cerca de lo que podemos imaginar y todo lo que necesitamos es realizarlo a través del bhajan y el simran. En el libro Vida honesta leemos:
Cuando le damos prioridad a nuestra meta espiritual, comprobamos que aumenta nuestro contento y felicidad. Cuando nuestra vida es sencilla, armoniosa y equilibrada, dormimos bien durante la noche porque estamos en paz con nosotros mismos. A través de nuestra propia experiencia descubrimos, por nuestro bien, que todo lo que tenemos nos viene a través del orden natural de la creación de Dios, y que no recibimos lo que tenemos mediante nuestros esfuerzos1.
Efectivamente, si lo pensamos, todo lo que tenemos nos lo ha dado el Señor -nuestra educación, nuestra familia, nuestras influencias culturales, nuestro aspecto físico y nuestras circunstancias son cosas que nunca han estado bajo nuestro control. Nos gustaría creer que somos nosotros los que somos inteligentes, ricos, o amables. Pero ¿no es un don suyo que debemos valorar? Él vela por nosotros de un modo que ni siquiera nos damos cuenta. Es él quien nos hace volver a la dirección correcta cuando la mente se deja influenciar fácilmente por las atracciones del mundo. Se nos han concedido incalculables dones del seva y el satsang, que sirven como muros de contención para la cosecha que estamos tratando de cultivar, para que esté bien protegida y no se pierda por los trucos de la mente.
Las cimas del éxito y las tentaciones del mundo pueden parecer atractivas, pero son una trampa letal. Si no mantenemos la mente bajo control, estas tentaciones son las que pueden alejarnos de nuestros votos. Debemos permanecer ajenos a los altibajos que se nos presentan en la vida. Cuando nos ocurre algo malo, siempre tendemos a preguntarnos: ¿por qué a nosotros? ¿Pero somos igual de analíticos o suspicaces cuando nos ocurre algo bueno? Simplemente lo aceptamos sin detenernos a apreciarlo.
Estas nociones del bien y del mal surgen de nuestra limitada comprensión de la vida. La realidad es que todo en la creación del Señor está en perfecta armonía. El "bien mundano" no siempre equivale al "bien espiritual", y las cosas que etiquetamos como "malas" son a menudo bendiciones ocultas. A menudo, en los momentos difíciles, cuando nos sentimos realmente desamparados y solos, volvemos a recordar al maestro y nos damos cuenta de nuestra debilidad. Interpretamos las situaciones mundanas como buenas o malas porque olvidamos que nuestro objetivo final es crecer espiritualmente, y no entregarnos al juego fugaz de la creación. Nuestra meta es lograr la unión con el Señor en esta misma vida, y nunca debemos perder de vista ese objetivo.
El Gran Maestro escribió a un discípulo:
La vida humana es muy valiosa y se debe al buen karma pasado. No se nos ha concedido para tener niños o para que disfrutemos. Los animales inferiores realizan todas estas funciones. La única diferencia entre el ser humano y la creación inferior, es que la vida del hombre aquí está concebida para ver al Señor y alcanzar el plano espiritual mas elevado en esta vida2.
Hay un gran bienestar en la quietud. Es cuando la mente, en un momento de paz poco frecuente, se ha doblegado a la sumisión y a la calma. Desde una perspectiva espiritual, cuanto más quietos y enfocados estemos, más cerca estaremos de escuchar el sonido divino. Olvidamos que podemos dirigirnos y fundirnos con la forma astral del maestro interior. No tenemos que "ir a ninguna parte" en nuestra meditación; ya estamos ahí. La creación entera ya está dentro de nosotros, simplemente debemos realizarla. Y para hacerlo, debemos estar llenos de devoción, obediencia y amor. Maharaj Charan Singh afirma en Muere para vivir:
Solo cambia tu modo de vida de acuerdo con las enseñanzas y atiende a la meditación. Eso es todo lo que se precisa. De la meditación vendrá el amor, la sumisión y la humildad. Todo vendrá3.
El amor en todas sus formas es maravilloso y poderoso porque es lo contrario al ego y es capaz de destruir nuestro concepto del yo. Sentimos un amor inmenso que irradia un maestro verdadero vivo. Él nos ha bendecido con una existencia humana y con la iniciación a pesar de nuestros evidentes defectos. Él solo mira el potencial divino que hay en nosotros e incluso nos ha dado cierto grado de control en la forma en que vivimos nuestras vidas a partir de ahí. Debemos aprender de nuestras debilidades y defectos. Si elegimos perdonar, con amabilidad y amor, es posible que nos traten igual. Si contabilizamos cada buena acción que realicemos, entonces también se contabilizará cada mala acción nuestra. Todos podemos elegir la manera con la que queremos ser juzgados y la forma en que queremos construir nuestras vidas. Construyamos nuestras vidas en base a nuestra meta espiritual y sometámonos a su bondadosa voluntad.
- M.F. Singh, Vida honesta, p. 57
- Maharaj Sawan Singh, Joyas espirituales, carta 21
- Maharaj Charan Singh, Muere para vivir, Pregunta 352