Hoy te deseo alegría en tu corazón… - RSSB Satsangs & Composiciones

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Hoy te deseo alegría en tu corazón…

…la alegría que ríe y canta,
la alegría que encuentra la felicidad en las cosas sencillas.
Que la vida te traiga sus más preciosos regalos
y que nunca te falte un amigo honesto, real y verdadero”.

Estas palabras alentadoras, plasmadas en una sencilla tarjeta de felicitación, nos recuerdan que debemos abrir nuestro corazón y reconocer las muchas oportunidades de expresar la generosidad y la gratitud. Los santos y los místicos vienen al mundo como nuestros verdaderos amigos y, por su abundante amor y generosidad, desean compartir con nosotros sus “más preciosos dones”. Nos invitan a buscar el verdadero propósito de la vida, que, como ellos dicen, consiste en desenmarañar el misterio de lo divino en nuestro interior y reunir nuestra alma con Dios. Con su ejemplo, nos inspiran a ser seres humanos más amorosos y magnánimos.

Al reflexionar sobre el verdadero significado del amor y la generosidad, ambas cualidades se vuelven intercambiables en relación con nuestras interacciones con los demás seres humanos. Definimos la generosidad como la entrega gratuita de nuestro tiempo para ayudar a los demás o la entrega de regalos de considerable valor sin esperar ningún reconocimiento o recompensa a cambio. El amor tiene las mismas características. No podemos ser verdaderamente generosos sin ser verdaderamente amorosos. Para algunos, los actos sustanciales de generosidad o el amor desinteresado incondicional pueden seguir siendo un ideal al que aspiramos, mientras esperamos el momento adecuado o los medios para poner en práctica nuestras buenas intenciones.

Sin embargo, extender la amabilidad y la empatía sincera, pequeños gestos para nosotros; puede dar a quien la recibe una esperanza renovada. Dar esperanza a alguien necesitado es uno de los regalos más significativos que podemos compartir: conectar con otro ser humano necesitado y reconocer que tanto el que recibe como el que da se necesitan mutuamente, porque en un nivel más profundo todos estamos conectados como una familia humana, hijos del único y verdadero Creador.

Los autores del libro Being Generous (Ser generoso) nos dan una pista sobre el poder de la generosidad:

Los actos generosos producen respuestas generosas, lo que significa que se extiende no solo el bien que se da o se comparte, sino también el optimismo que lo inspira. Esto no quiere decir que la generosidad sea fácil, ni que suscite una reciprocidad instantánea. La alegría, en cambio, proviene de estar conectado a una fuente creativa sublime y siempre constante que fluye a través de la historia humana y lleva a la humanidad hacia el futuro1.

Cuando podemos alegrar el corazón de alguien, las consecuencias imprevistas de incluso el más pequeño acto de bondad vuelven a recaer en quien lo da. En su libro In the Heart of the World (En el corazón del mundo), la Madre Teresa relata un suceso de su visita a Australia:

Algunas de mis hermanas trabajan en Australia. En una reserva [en una zona remota del país] había un anciano. Les puedo asegurar que nunca he visto una situación tan difícil como la de ese pobre anciano. Todo el mundo lo ignoraba por completo; su casa estaba desordenada y sucia.

Le dije: “Por favor, déjame limpiar su casa, lavar tu ropa y hacer tu cama”.

Él respondió: “Estoy bien así. Déjalo así”.

Volví a decirle: “Estarás aún mejor si me permites hacerlo”.

Finalmente accedió. Así que pude limpiar su casa y lavar su ropa. Descubrí una hermosa lámpara, cubierta de polvo. Solo Dios sabe cuántos años habían pasado desde que la encendió por última vez.

Le dije: “¿No enciendes tu lámpara? ¿Nunca la usas?”.

Respondió: “No. Nadie viene a verme. No tengo necesidad de encenderla. ¿Para quién la encendería?”.

Le pregunté: “¿La encenderías todas las noches si vinieran las hermanas?”.

Respondió: “Por supuesto”.

A partir de ese día, las hermanas se comprometieron a visitarlo todas las noches.

Limpiamos la lámpara y las hermanas la encendían cada noche.

Pasaron dos años. Había olvidado por completo a ese hombre.

Él envió este mensaje: “Dile a mi amiga que la luz que encendió en mi vida sigue brillando todavía”.

Pensé que fue algo muy pequeño. ¡A menudo descuidamos las cosas pequeñas!2.

Aunque empecemos con pasos pequeños en el viaje espiritual que nos lleva a nuestro verdadero hogar, también aquí, cada paso cuenta, ya sean pequeños pasos o grandes zancadas. Cuenta cada esfuerzo que hagamos para seguir las instrucciones del maestro, ya sea fácil o difícil. El maestro conoce y ve los esfuerzos que hacemos. Cuanto más nos esforcemos y más generosos seamos en dedicar tiempo a la meditación, más evidente será la gracia del maestro.

Con la gracia del maestro, seremos cada vez más conscientes de que el verdadero amor y la verdadera generosidad son divinos, y son regalos otorgados por el maestro para el acto supremo de generosidad: liberar nuestra alma de su esclavitud en el ciclo continuo de nacimientos y muertes y volver a su origen divino. Como dice Hazur Maharaj Ji:

Primero llega la gracia de Dios, luego la bondad y la misericordia del gurú que nos inicia en los misterios del Nam y, finalmente, nuestros propios e incesantes esfuerzos por recorrer el sendero siguiendo las instrucciones3.

Todo lo que tenemos que hacer es buscar espacio en nuestro “tiempo” y dedicarlo generosamente a nuestra práctica de la meditación. Más práctica conduce a más amor. El amor hace que nos entreguemos, y es en la entrega donde podemos fundirnos con el Ser supremo. Como escribió el místico indio Sarmad:

El océano de su generosidad ilimitada no tiene orillas.
La lengua no tiene poder para agradecer,
el corazón está demasiado desconcertado para comprender.
Aunque son muchos mis pecados,
su compasión es aún mayor.
Nado en los mares de la desobediencia
Pero no me ahogo4.

  1. Lucinda Vardey & John Dalla Costa, Being Generous: The Art of Right Living; Knopf Canada, 2009, p. 14
  2. Madre Teresa, In the Heart of the World, New World Library, 1997, p. 53 (slightly edited)
  3. Luz sobre Sant Mat, p. 67
  4. Sarmad, Martyr to Love Divine, p. 289