Del tropiezo compulsivo a la vida consciente
Hay muchas encuestas, hechas a las personas mayores en todo el mundo, para descubrir si se arrepienten de algo de lo que hicieron en su vida, y si es así, de qué se arrepienten. El arrepentimiento que encabezaba la lista era:
Ojalá me hubiese permitido ser más feliz.
Muchos se dan cuenta muy tarde en la vida, de que la felicidad es una elección del presente y no un objetivo que tenga que alcanzarse en el futuro. Deseaban no haber vivido la mayor parte de su vida intentando complacer a los demás, o haber vivido según se esperaba de ellos; o preocupados acerca de si tendrían lo suficiente para mantenerse en el futuro.
Todo (y todos) lo que nos rodea parece tener el control remoto sobre cómo pensamos, qué decimos, cómo actuamos. Seguimos tropezando de un pensamiento al siguiente. Hemos oído muchas veces que nuestra vida se ha convertido en una gran reacción tras otra. En algún momento, uno debe pararse a reflexionar sobre la vida, cómo hemos llegado hasta aquí; y qué nos haría falta para vivir una vida consciente y poder tomar la decisión de ser felices.
Todos los seres vivos son considerados una combinación de cuerpo, mente y alma (poder divino o energía divina). Sabemos que tenemos un cuerpo, sabemos que tenemos una mente. Los santos nos informan de que estos dos instrumentos han de utilizarse para realizar o conocer el alma. Y es esa la autorrealización que nos proporciona una clara comprensión de una vida llena de gratitud, que nos dirige a la felicidad en el momento presente.
Si nuestros instrumentos o herramientas no están en buenas condiciones, la tarea para la que los usamos no se podrá completar de la manera más exitosa y definitivamente no nos llevará al resultado deseado. Por lo tanto, si estamos buscando la autorrealización, veamos cómo podemos usar la conciencia y tener un enfoque consciente para asegurar primero que estas herramientas del cuerpo y la mente están en buen estado de funcionamiento.
Este cuerpo físico, mientras que su constitución está programada genéticamente, en principio se basa en una acumulación y asimilación de comida. Lo que comemos, se hace parte de nosotros. Los alimentos que ingerimos tienen una influencia tremenda sobre la manera en que pensamos y actuamos, además de sus implicaciones kármicas. De ahí, el refrán, “eres lo que comes”. Por eso los santos nos recomiendan una simple dieta vegetariana. Una dieta equilibrada, con algo de ejercicio regular, se considera necesaria para mantener un cuerpo en óptimas condiciones.
Este enfoque no es nuevo ni está basado solamente en investigaciones científicas recientes. Desde tiempos antiguos, los yoguis y sabios han practicado el vegetarianismo, y han realizado alguna forma de ejercicio físico, ejercicios de yoga tales como el hatha yoga, asanas, posturas beneficiosas para el cuerpo, en apoyo a sus prácticas meditativas. Si al cuerpo no se le lleva hacia un equilibrio, es obvio que en cuanto nos sentemos a meditar, no va a cooperar. Esto resultará en que tendremos dolores, molestias e inquietudes, que dificultarán que tengamos quietud. No solamente el tipo de comida, sino también la cantidad y el horario de comida, tienen un efecto directo sobre la meditación. Hazur Maharaj Ji también nos ha aconsejado “dormir con el estómago ligero”1. Por ello, el esfuerzo consciente y la toma de decisiones son de una importancia primordial cuando elegimos lo que acabará en nuestro plato o entrará a través de nuestros labios.
Tal y como el cuerpo físico está hecho de cinco elementos y en gran parte es el resultado de la acumulación de comida, la mente consiste en cinco elementos sutiles y es primordialmente el resultado de acumular pensamientos e impresiones (además de la influencia de los karmas pasados o sanskaras). Todos y cada uno de nuestros días recogemos las impresiones del mundo, y según lo conscientes (o inconscientes) que seamos y cómo nos afecten determinarán nuestro “estado de ánimo”.
Solo tiene sentido practicar la discreción según las impresiones que queremos “acumular”. Por ello, los santos nos aconsejan tener buena compañía o satsang. En un nivel mental y físico, ir (o escuchar) satsangs, hacer seva, o leer literatura espiritual juega un papel importante para mantener las impresiones negativas bajo control. Ahora bien, la herramienta superior para mantener la mente bajo control es la práctica de la meditación. La tradición budista recomienda:
En público, observa tu discurso.
En privado, observa tu mente2.
Al igual que el primer paso para deshacerse de un mal hábito es tomar conciencia de ello, el proceso del simran nos permite hacernos conscientes de lo caprichosa que es la mente, y luego, gradualmente, la va controlando. Este proceso fortalece la habilidad de la mente de hacerse más consciente y clara y menos reactiva. Con la práctica regular de la meditación, el resultado de un pensamiento consciente se convierte en exponencial y crece en espiral. Es como un músculo (mental) haciéndose más fuerte con cada ejercicio.
Cuanto más conscientes seamos de nuestros pensamientos y acciones, más capaces seremos de pausar y reflexionar sobre la clase de efecto que estos tienen en nosotros y en los que nos rodean. También nos convertimos en más sensibles y conscientes de nuestra dependencia en el universo respecto a nuestra vida y bienestar. Todo lo que necesitamos y tenemos proviene del universo. No le prestamos mucha atención al árbol que está en nuestro patio trasero, pero nos da oxígeno cada día. Tener conciencia de nuestra interdependencia nos llena de una sensación de gratitud y nos armoniza con los demás, lo que naturalmente nos ayuda a estar alegres y felices en cada momento. En “Abre corazón, aclara mente”, el gran sabio Shantideva dice:
Lo que hay de alegría en el mundo
todo viene de desear a los demás ser felices.
Y lo que hay de sufrimiento en el mundo
todo viene del (egoísta) deseo de ser nosotros felices.
¿Pero qué más hay que tenga que decirse?
Las personas infantiles trabajan para su propio beneficio;
los Budas trabajan en beneficio de los demás.
¡Fíjate en la diferencia entre ellos!3
La práctica regular de la meditación enseñada por un maestro verdadero nos capacita para vivir una vida consciente y alegre en el presente, mientras nos ayuda a realizar nuestra verdadera naturaleza, dirigiéndonos a una felicidad permanente.
En otras palabras, nos enseña a apartar nuestro yo compulsivo de nuestro camino y a vivir nuestra vida de la manera más consciente posible. Entonces, no hay lugar para arrepentimientos.
- Spiritual Perspectives, Vol. II, P. 415
- Thubten Chodron, Abre corazón, aclara mente NY: Publicado en Snow Lion, 1990; p. 65
- Ibíd, p. 156