Los días de nuestra vida
Hace años, cuando estaba pasando por un mal momento, una amiga de la infancia que no estaba iniciada, me dijo: “Eres vegetariano, no bebes ni consumes drogas, meditas ¡y aun así sigues siendo un desastre! ¿Qué es lo que te ocurre?”. Esto me hubiera avergonzado de no estar partiéndome de risa. Mi respuesta fue algo así como: “¡Imagínate en que lío estaría yo metido, si no meditara y no me abstuviera de carne, alcohol y drogas!”. Ella no pudo rebatir eso.
Está claro que no soy un buen ejemplo de las enseñanzas, si bien mi vieja amiga sí admite que me he mantenido en este sendero durante más de 50 años, y que parezco más feliz (la mayor parte del tiempo) a medida que pasan las décadas.
Muchos de nosotros, cuando recibimos la iniciación, imaginamos que podemos “interiorizarnos”, contemplar la forma radiante del maestro, o escuchar el Shabad en cuestión de unos cuantos años. Trabajaríamos intensamente, superando nuestras debilidades, veríamos al maestro en persona tan a menudo como nos fuera posible, y el gozo interior sería nuestra recompensa, junto con una trayectoria profesional de éxito y una familia encantadora.
Pero llegados a un cierto punto, tuvimos que admitir que posiblemente nuestro viaje espiritual en nada se parecía a conducir durante tres días desde Nueva York a Los Ángeles, tal y como estábamos acostumbrados a hacer cuando éramos jóvenes estudiantes en la universidad, capaces de sobrevivir durmiendo poco y con escasas comodidades materiales. A medida que fuimos envejeciendo y experimentando los altibajos normales de la vida, nos percatamos de que este sendero es un camino largo y sinuoso, que se recorre a ritmo de caminata trabajosa, en vez de un salto rápido a través del tiempo y del espacio, en el resplandor de la gloria astral.
Todo esto es positivo. Baba Ji ha estado enfatizando la importancia de aprender por medio de la experiencia propia y de nuestros errores. Los que fuimos iniciados siendo muy jóvenes y hemos logrado llegar a la vejez, podemos ver el largo transcurso de nuestras vidas y darnos cuenta de cómo todas las vicisitudes han formado el destino por el que tuvimos que pasar, aceptar y aprender de él. Las enfermedades, los fracasos, las pérdidas, los años de penumbra, junto con las alegrías y los triunfos, han profundizado nuestra comprensión de los enigmas de la vida y nuestra increíble enorme suerte de haber sido iniciados en este sendero de la corriente del sonido. ¡Ah sí! hemos cometido errores, tomado decisiones incorrectas… pero aun así seguimos luchando y esforzándonos, aprendiendo y madurando. Seguimos aquí, agradecidos por haber sido iniciados, por tener un maestro y la oportunidad diaria de fortalecer la relación con él y así mejorar.
Hemos aprendido muchas cosas: que en realidad no sabemos nada en absoluto, sobre todo de espiritualidad; que necesitamos ser responsables de nuestras acciones; que nada en este mundo puede hacernos realmente felices; que nada aquí es eterno: ni la felicidad, ni la desdicha, ni el placer, ni el dolor; y que el maestro es verdaderamente nuestro respaldo. Incluso cuando no podemos sentir su presencia, nos hacemos conscientes de que nuestras vidas van por buen camino, especialmente cuando no conseguimos lo que pensábamos que necesitábamos. Hemos aprendido que es realmente cierto: el maestro no nos juzga; él nos desea el éxito aun más que nosotros mismos. Si seguimos mirando hacia adelante y no hacía atrás, interiorizándonos y no enfocando al exterior, recibiremos guía y apoyo.
Frecuentemente ha dicho Baba Ji que el Shabad y la experiencia interior no son lo que pensamos. Sin duda, viajar por este sendero no es lo que creíamos que iba a ser. Deberíamos estar agradecidos y mostrar aprecio por todo lo que él nos ha dado y ha hecho por nosotros. Pero como él mismo ha dicho, todos necesitamos algo que esperar. Hay algo con lo que podemos contar: que lo mejor está por llegar.