Claridad de propósito
Es esencial tener claro nuestro propósito, entendido como nuestra razón de ser, si queremos la felicidad permanente. A la mayoría nos han programado y lavado el cerebro, y reaccionamos a lo que tenemos delante de nosotros sin mantener nuestros objetivos en mente. Baba Ji equipara esta forma de vivir a un perro que persigue a un coche, y nos dice que, sin una meta en mente, simplemente acabaremos como ese pobre animal que no tiene ni idea de qué hacer una vez que alcanza al coche.
Los santos recalcan que el propósito primordial detrás de todas nuestras metas es hallar la felicidad y la satisfacción eterna. Pero desgraciadamente, debido a nuestra falta de discernimiento, la mayoría continuamos engañados creyendo que encontraremos el contento cumpliendo nuestros deseos mundanos. Así que malgastamos una gran parte de nuestro tiempo corriendo una interminable maratón para conseguir lo que deseamos, aferrarnos a lo que tenemos, despojarnos de lo que no queremos, y luego juzgar nuestra valía comparándonos con los demás. Suponemos que la felicidad forma parte de nuestro futuro: un momento mítico en el que podremos arreglar todas las situaciones y controlar a todas las personas que nos rodean. Ni siquiera nos planteamos la inutilidad de participar en esta carrera, que no se puede ganar y que nunca termina, ni siquiera con nuestra muerte, porque nuestro próximo nacimiento está a la vuelta de la esquina. Claro que, cumplir nuestros objetivos mundanos tiene sus gratificaciones, y no hay nada malo en esforzarnos para conseguirlos. Pero debemos darnos cuenta de que junto con el gozo de alcanzar nuestras metas, aparece el dolor del miedo, la ansiedad y la pérdida. De hecho, cada emoción negativa que experimentamos es el resultado directo de algún apego mundano, que se define como un estado emocional de estar aferrado, causado por nuestra creencia de que sin algún objeto o persona en particular, no podremos ser felices. El Bhagavad Gita explica:
Los deleites derivados de los objetos externos son vientres de sufrimiento.
Tienen sus comienzos y sus finales.
Ningún sabio busca la alegría entre ellos1.
Los santos nos cuentan que experimentar esta verdad por nosotros mismos es un gran regalo de Dios, porque entonces naturalmente daremos prioridad a la espiritualidad por encima de cualquier otro objetivo. La espiritualidad significa ser conscientes de Dios eliminando todo lo que impide que nos demos cuenta de que solo él es real. Solo entonces seremos capaces de detener nuestra incesante carrera por obtener la paz mental duradera corriendo tras las metas mundanas. Los santos dejan claro que únicamente podemos llegar a cumplir nuestras aspiraciones más profundas de gozo y contento permanente cuando entablamos una relación con Dios y experimentamos nuestra naturaleza fundamental. Señalan que el Señor eterno y sin forma posee todos los atributos que más deseamos: la sabiduría, el contento, la inteligencia, el amor y la compasión.
Lo místicos nos dicen que nuestra verdadera naturaleza es ser felices para siempre. Sin embargo, no conseguimos sentir esto debido a que creemos que somos una entidad aparte: nuestro ego, con sus incesantes deseos, preferencias y juicios. Desgraciadamente, es nuestra propia mente la raíz de nuestra infelicidad en todo momento, al competir, comparar, coaccionar y manipularlo todo y a todos. A medida que vamos despertándonos a esta realidad de pesadilla creada por nosotros mismos, empezamos a darnos cuenta de que si deseamos la felicidad duradera, la finalidad primordial debería ser despojarnos de todo esto y regresar a la verdad y al Señor. Pero lograr esto no es fácil. A menudo es un proceso lento y a veces frustrante, que se complica por nuestros numerosos apegos, obsesiones, actitudes equivocadas, y los altibajos de la vida. En del yo al Shabad, el autor escribe:
Nuestra transformación comienza cuando nos percatamos de dónde ponemos nuestra atención. Para la mayoría de nosotros, la atención está puesta en el drama de nuestro karma. Estamos más interesados en manipular nuestros karmas que en aceptarlos. Más interesados en tener y hacer que en ser. Tener y hacer no conducen a la paz mental. El ser lo hace.
Si pudiésemos conceder media centésima de nuestro tiempo a aquello que podría despertarnos de este sueño, ya habríamos despertado. Pero desgraciadamente mantenemos toda nuestra atención en nuestra experiencia humana. Nosotros podemos cambiar eso, pero mantener la calma ante las terribles circunstancias es un estado que solo se alcanza con meditación diaria y con mucho simran a lo largo del día. Solo con esa disciplina diaria puede nuestra mente anclarse en la pacífica serenidad del Shabad2.
Mientras vamos madurando, tres cosas se convierten en obvias: Primero, si no decidimos claramente lo que queremos, nunca podremos conseguirlo. Segundo, si no sabemos lo que debemos hacer o lo que necesitamos para cumplir nuestro objetivo, nunca conseguiremos alcanzarlo. Y tercero, cualquier cosa que merezca la pena, muchas veces no viene por sí misma. La pregunta que deberíamos formularnos es: ¿cómo estamos intentando alcanzar nuestro objetivo de obtener la felicidad eterna? ¿Acaso por medio de la queja, el ruego y la exigencia o a través de la dedicación, disciplina, perseverancia, valentía, aceptación y consciencia activa? Los santos nos recuerdan que todos cometemos errores, pero lo que importa es que luchamos por mantenernos positivos, aprendemos de nuestros errores, no los repetimos y realizamos los cambios necesarios. No tiene sentido hacer las mismas cosas de siempre y comportarse de la misma manera y luego esperar algo más que los mismos resultados de siempre.
Los santos también nos alertan de no ser extremistas para alcanzar metas espirituales. Nos dicen que si reprimirnos demasiado nuestras aspiraciones innatas mundanas, la mente se rebelará, y –convencidos de que nos falta algo– reaccionaremos de forma perjudicial para nuestro propio bienestar. Pero al mismo tiempo, si no nos centramos lo suficiente en nuestros objetivos para realizar a Dios y la verdad internamente, nuestro progreso espiritual se estancará. Así que debemos encontrar nuestra propia manera equilibrada de perseguir la autorrealización y la realización de Dios basándonos en nuestras propias y excepcionales fortalezas y debilidades.
Nuestro propósito primordial tiene que ser mantener las promesas que hicimos en el momento de la iniciación. Si logramos esto, con el paso del tiempo nos despojaremos automáticamente de la arrogancia que obstaculiza nuestro progreso espiritual. Luego, mientras vivimos dentro de las enseñanzas y desempeñamos nuestras obligaciones mundanas, a la vez podremos enfocarnos sobre otros objetivos que nos contenten y sean importantes. De este modo, seremos capaces de vivir una vida equilibrada y positiva.
Los santos son enfáticos al asegurar que si no estamos contentos con este sendero, debemos cambiar nuestro enfoque. Nos cuentan que sencillamente son las falsas creencias y los pensamientos distorsionados los que nublan nuestra inherente felicidad. Sant Mat es un sendero de amor, fe, devoción, esperanza y alegría. No se nos habría concedido la iniciación si no tuviéramos el potencial para pensar con claridad y superar nuestra propia negatividad.
No es posible alcanzar la felicidad duradera si aún seguimos llenos de ego esperando que desaparezca por arte de magia y nuestro satgurú nos muestre visiones y sonidos en el interior eliminando todos los errores y cargas. De hecho, Baba Ji es tajante al asegurar que si seguimos insistiendo en implorar a nuestro satgurú que eso ocurra, estaremos rogando durante un tiempo muy, muy largo, porque jamás va a pasar. Cada uno de nosotros es responsable de su propio bienestar. El propósito primordial del satgurú no es hacernos felices sino demostrarnos cómo podemos ser felices aquí y ahora.
La felicidad es una actitud de la mente que siempre está presente dentro de nosotros, no importa dónde estemos, lo que hagamos y lo que tengamos en la vida. Comenzamos a experimentar una felicidad cada vez mayor cuando dudamos menos y depositamos más fe en la bondad y voluntad de Dios, y en el satgurú y sus enseñanzas. Entonces automáticamente comenzamos a pensar menos, y hacer más simran, juzgar menos y aceptar más, gruñir menos y apreciar más, odiar menos y amar más, temer menos y ser más valientes.
Como buscadores de la verdad solo unas pocas cosas realmente importan. Esas son cómo de bien vivimos en la voluntad del satgurú siguiendo sus enseñanzas; lo bien que vivimos en la voluntad de Dios haciendo todo lo posible, y luego dejándonos llevar y aceptando lo que tenga que pasar; y lo bien que servimos a los demás de manera desinteresada. Mientras hacemos lo posible por vivir así, debemos también relajarnos, ser pacientes, aprender de lo que está sucediendo a nuestro alrededor, y disfrutar del espectáculo de la vida. Así que dejemos que el Señor nos llene de sabiduría espiritual y del amor que hemos perdido y que tanto anhelamos obtener de una manera simplemente perfecta para cada uno de nosotros. Los santos afirman con claridad que, podemos cometer solo dos errores que pueden hacer que sea imposible la realización de Dios. El primero es no mantener las promesas que hicimos en el momento de la iniciación, y el segundo es no ser persistentes, darnos por vencidos y abandonar.
- BG, 5:22 in Bhagavad Gita: A New Translation, tr. S. Mitchell. New York: Random House, 2000, p. 85.
- Héctor Esponda, del yo al Shabad, RSSB, pp. 97- 98.