Olvida tu ofrenda perfecta
¿No sentimos a veces que todo se ha vuelto demasiado tranquilo en este sendero? ¿No se ha convertido en algo banal, un poco corriente y demasiado familiar? ¿Como un largo matrimonio en el que todo es bastante rutinario? Si es así, necesitamos adoptar medidas para recuperar la emoción y redescubrir el entusiasmo de nuestra relación con el maestro. No a través de manifestaciones verbales, sino con acciones positivas y sinceras que nos devuelvan ese sentimiento de amor. Nunca debemos olvidar, ni siquiera por un minuto, que este es el viaje más maravilloso, misterioso e incluso, incompresible que jamás emprenderemos.
Debemos seguir preguntándonos por qué vinimos a este sendero e igualmente debemos recordar la respuesta. De lo contrario, puede volverse monótono, como un matrimonio en el que el amor se ha agotado, convirtiéndose en una relación de tópicos, en la que ‘Radha Soami’ solo significa ‘hola’, ‘Sant Mat’ se reduce a un santo y seña, y ‘satsangui’ no es más que una identidad en internet.
¿Nos limitamos a decir las cosas correctas, las palabras que se espera que digamos para parecer devotos? Si nuestra relación con el sendero se ha degradado hasta ese punto, debemos adoptar medidas drásticas. Tenemos que pulsar el botón para restablecer los ajustes de fábrica, para eliminar todo el desorden y la suciedad que se han acumulado y oscurecen nuestra meta, debilitando nuestra intensidad y entusiasmo en el sendero.
¿Recuerdas aquellos primeros días en los que nada importaba excepto el maestro y la meditación? ¿Cuándo eran el punto central de nuestra atención? Cuando no nos importaba lo que ocurría en el mundo de la política, los negocios, y la diversión, etc. Cuando las distracciones del mundo –por muy sutiles que fuesen– mostraban sus verdaderos colores y las considerábamos distracciones y no atracciones. Cuando podíamos decir con toda honestidad: “Maestro, ¡lo único que quiero es tenerte a ti!”. Incluso si todavía decimos esas palabras, ¿no las contradicen nuestras acciones?
¿No somos como algunos de los discípulos de Cristo, de quienes dijo: “Y por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que os digo?”1. En otras palabras: “Me llamáis Dios, pero está claro que no lo decís en serio, ya que no seguís mis consejos”. Esta es la definición misma del hablar por hablar.
Cristo continúa en Lucas 6:47–48:
Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica… es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien edificada.
Así que Cristo dice que al seguir las enseñanzas espirituales de nuestro maestro estamos construyendo unos cimientos sólidos que no se derrumbarán cuando estemos bajo presión. Él continúa diciendo en el siguiente versículo:
Pero aquel que oye y no hace, es como un hombre que sin cimientos, edificó una casa sobre la tierra, y cuando la corriente golpeó con violencia, inmediatamente se derrumbó, y la destrucción de esa casa fue grande.
En otras palabras, debemos practicar lo que él aconseja si queremos tener cimientos sólidos en el camino de la espiritualidad.
¿Somos realmente desobedientes, e indiferentes a los ruegos del maestro de que hagamos al menos dos horas y media de meditación concentrada cada día? Realmente necesitamos ‘volver al jardín’ de la frescura y la inocencia, y florecer en su amor. Pero las buenas palabras no sirven por sí solas, necesitamos esfuerzo, determinación y un deseo verdadero de reordenar y volver a establecer prioridades en nuestras vidas antes de que se haga de noche o, como Cristo dijo: “mientras todavía es de día”, antes de que seamos demasiado frágiles o estemos incapacitados para para librar un buen combate con la mente. Si lo negamos al Señor –al no seguir sus enseñanzas al pie de la letra–, ¿cómo podemos esperar que cuide de nosotros? Sí, el Señor es todo misericordioso, pero ama nuestros esfuerzos; como suelen decirnos los maestros. Al igual que la leche de la madre fluye cuando el bebé llora –la leche que siempre estuvo ahí, pero que necesitó el estímulo del llanto para fluir–, la misericordia y la gracia del Señor, que siempre están ahí, las sentimos fluir cuando gritamos en nuestra total impotencia y conscientes de que solos no podemos hacer nada. Todo es su gracia.
Respecto a la afirmación de los maestros de que el Señor ama nuestros esfuerzos –y nuestra propia disposición a repetir esta afirmación– los escépticos podrían decir: “¿Cómo lo sabes?”. Pues bien, lo hemos escuchado de almas de tal belleza y resplandor, de tales expertos en el campo de la espiritualidad, que nos sentimos inclinados a creerles. Muchas cosas que nos han dicho sobre la meditación, el sonido y la luz, han resultado ser ciertas, por lo que es normal creer en otras afirmaciones, cuya verdad puede que aún no hayamos experimentado. Si lo pensamos, esto es lo que hace todo el mundo en cualquier ámbito científico. Escuchamos lo que dicen los expertos y, naturalmente damos más crédito a sus afirmaciones que a las de algún bloguero de internet que piensa que sus opiniones son tan validas como las de Albert Einstein. ¿A quién creeríamos?
Así es que empezamos creyendo, ponemos la teoría a prueba, y si nuestra experiencia la confirma, entonces llegamos a la etapa del conocimiento. Ponemos en práctica las creencias con la meditación, este es nuestro laboratorio en el que ponemos a prueba las teorías. Si nos negamos a entrar en el laboratorio, ¿cómo podemos alcanzar el conocimiento? Esto es lo que se conoce como la Ciencia del alma. Este laboratorio requiere científicos dedicados que perseveren contra todo pronóstico. Una y otra vez las personas se quejaban a Hazur Maharaj Charan Singh de que no podían meditar, a lo que él invariablemente respondía: “No te preocupes, solo haz tu meditación”. Puede sonar contradictorio, pero ¿qué esperaban que dijera?: “No te preocupes. No te molestes en meditar hasta que vuelvas a sentir el impulso”. ¡No lo creo!
¿Le diría un atleta de alto nivel a su entrenador: “Quiero ser campeón del mundo pero no tengo ganas de entrenar ahora mismo, ¿puedo tener unas semanas de descanso?”. Mediante este símil podemos ver claramente lo absurda que resulta nuestra petición implícita de tiempo de descanso. Nosotros también queremos conquistar el mundo, pero en el sentido de elevarnos por encima de él y de no vernos excesivamente influenciados por él. Es un proceso largo y requiere dedicación, esfuerzo y amor al Señor.
Este es un sendero para amantes, no para perdedores. Este es un sendero para guerreros; no para preocupados. Preocuparse solo demuestra falta de fe. Todo sucederá exactamente como debe suceder, así que preocuparse no tiene sentido; un desperdicio de energía. Si no podemos meditar con amor en nuestros corazones y si no podemos sentarnos con la mente concentrada, entonces por lo menos deberíamos sentarnos físicamente. Deberíamos presentarnos y dejarle el resto a él. En esos momentos en que la meditación era fluida ¿pensábamos realmente que nosotros lo estábamos haciendo? El Señor hace la meditación a través de nosotros.
En vez de desanimarnos cuando parece que no se consigue nada, recordemos que la calidad de la meditación no está en nuestras manos. Los maestros dicen frecuentemente: “Tráeme tus fracasos”. No debemos pretender que la meditación sea “perfecta”. En Sant Mat es la práctica con la que se consigue la perfección. La perfección es la culminación de toda una vida de esfuerzo y devoción y no el punto de partida. Como dice Leonard Cohen de forma muy bella en la canción “Anthem”:
Que repiquen las campanas que aún pueden sonar.
Olvida tu ofrenda perfecta;
hay una grieta en todo,
así es como entra la luz.
Hagamos al menos el esfuerzo de dedicar el tiempo recomendado de dos horas y media diarias a la meditación. Si no nos presentamos, ¿cómo podemos esperar que el Señor nos colme con sus dones? Como nos dice el anuncio de la Lotería Nacional: “Tienes que participar para ganar”, o como Baba Gurinder Singh dijo recientemente: “Tienes que comprar el décimo”. El Señor nos pide que estemos allí –o más bien aquí– para poder ponerse en contacto con nosotros. Y sin embargo, ni siquiera esto es siempre cierto al cien por cien, ya que “Dios realiza sus milagros de forma misteriosa”2. Podemos estar sentados en silencio durante horas y no oír nada y luego, en las situaciones más inverosímiles del día, el Shabad puede manifestarse de repente con fuerza y claridad.
En El hambre del alma, Nancy Pope Mayorga escribe de manera similar:
Entonces este extraño fenómeno hace que a veces te levantes de la más frustrante sesión de silencio para hallar la alegría que brota en cuanto empiezas alguna actividad. Te sientas a meditar… y nada. Te levantas a trabajar y todo vuelve de nuevo, como si alguien te estuviera gastando una broma3.
Su libro es realmente inspirador. Contiene anotaciones de un diario entre 1948 y 1980, y refleja la emoción de seguir un sendero espiritual. Escuchad lo siguiente, escrito en diciembre de 1953:
Una vida interior en esta fase, después de seis años de un intenso y sincero esfuerzo, es algo como lo siguiente: habrá tres o cuatro días, tal vez una semana, que Dios y el arrobamiento estarán disponibles de inmediato. Lo único que tienes que hacer es mantener el pensamiento quieto por un instante y relajar cualquier tensión física o mental que pudiera resultar un impedimento, y entonces la corriente de te invadirá como una oleada y se extenderá como un calor delicioso hasta llegar al más minúsculo capilar. Tu mente, tu espíritu quedarán hechizados de sobrecogimiento y gratitud4.
Probablemente te preguntes: “¿después de solo seis años?” o “¿es eso todo lo que tienes que hacer?”, pero como Hazur Maharaj Ji frecuentemente decía, no hay antigüedad en el sendero espiritual. Citando a Cristo, él diría que los últimos pueden ser los primeros y que los primeros pueden ser los últimos, pues nadie sabe desde donde empieza cada uno. Algunos podemos haber hecho un gran progreso espiritual en vidas anteriores, mientras que otros pueden haber llegado al sendero por primera vez en esta vida. Esto explicaría el hecho de que mientras algunos avanzamos con dificultad durante décadas, otros parece que progresan rápidamente y disfrutan de experiencias interiores muy intensas.
Por supuesto, es irrelevante lo que experimentan los demás, pues el maestro administra los karmas de cada persona para que se liberen precisamente en el momento señalado por el destino, ni un segundo antes ni un segundo después. Así que eso es lo que se encargará del ‘cuando’ sucederá, y el ‘si’ sucederá ha sido tratado por la repetida garantía de los maestros de que solo aceptan iniciar a sus ovejas marcadas, y que una vez aceptadas, el discípulo tiene la certeza de que tendrá éxito. La conclusión es que es tan inevitable como que el día siga a la noche, y que un día cada uno de nosotros irá al interior, y se encontrará con la forma radiante del maestro y emprenderá el viaje espiritual descrito por Soami Ji Maharaj en el libro Sar Bachan Poesía, al que me referiré más adelante.
Mientras tanto, ¡hace un rato que dejamos a Nancy, hechizada de sobrecogimiento y gratitud! Ella continúa:
Y esos momentos no siempre se pueden calcular. A veces te arrastran de forma inesperada cuando estás realizando alguna actividad, en los lugares más extraños: entre los pasillos de los supermercados, poniendo la mesa para la cena, incluso al volante del coche5.
Es como si el Señor estuviera haciendo algún pequeño truco zen con nosotros, haciéndonos cuestionar la relación entre causa y efecto. La Palabra, Logos o Shabad nos llama cuando quiere, no siempre viene corriendo cuando lo llamamos. No debemos ignorarlo cuando nos llama, sino que debemos reconocerlo como Samuel hizo en el Antiguo Testamento (1 Samuel, 3:4–10). Antes de que la lámpara del templo se apagara, Samuel siendo niño se acostó a dormir. Entonces, “El Señor llamó a Samuel: y él respondió: Aquí estoy”. El capítulo continúa:
Y (Samuel) corrió donde Elí diciendo: “¡Aquí estoy, porque me has llamado!”. Pero Elí le respondió: “Yo no te he llamado; vuélvete a acostar”. Él se fue y se acostó.
Volvió a llamar Yavé: “¡Samuel!”. Se levantó Samuel y fue donde Elí diciendo: “Aquí estoy, porque me has llamado”. Elí respondió: “Yo no te he llamado, hijo mío, vuélvete a acostar”.
Aún no conocía Samuel a Yavé, pues no se le había revelado la palabra de Yavé.
La tercera vez llamó Yavé a Samuel y él se levantó y fue donde Elí diciendo: “Aquí estoy, porque me has llamado”. Comprendió entonces Elí que era Yavé quien llamaba al niño, y dijo a Samuel: “Vete y acuéstate, y si te llaman, dirás: Habla, Yavé, que tu siervo escucha”. Samuel se fue y se acostó en su sitio.
Vino Yavé, se paró y llamó como las veces anteriores “¡Samuel, Samuel!”. Respondió Samuel: “¡Habla, que tu siervo escucha!”.
Algunas veces cuando visitamos una iglesia o monasterio, donde durante siglos los fieles han dirigido su atención hacia a Dios, podemos sentir –o bien oír– la santidad del lugar. El sonido se manifiesta alto y claro, y podemos simplemente sentarnos y disfrutar de estar envueltos en él. Podemos decir mentalmente: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. La razón por la que estos momentos son escasos es porque incluso durante la meditación, y mucho más tarde durante el resto del día, la mente, que aborrece el silencio, parlotea incesantemente sin parar. Todos conocemos personas así: personas que no saben disfrutar del silencio. Pues bien, ¡nuestra mente es una de esas personas! Así que tenemos que aquietar conscientemente a la mente por medio del simran –repetición de los nombres sagrados que nos dieron cuando nos iniciaron– muy concentrado y consciente. Estos nombres son sagrados –y absolutamente extraordinarios– porque abren nuestra visión interior y hacen posible lo aparentemente imposible.
Comenté que volvería a la descripción que hace Soami Ji del viaje interior, así que veamos como él lo describe en Sar Bachan Poesía (Selecciones). Como dije antes, el sendero –mientras lo recorremos– puede convertirse en algo rutinario y podemos olvidarnos de lo que está por venir. Nos levantamos y seguimos el proceso de la meditación, asistimos a satsang y escuchamos discursos versados, realizamos seva, pensando que estamos haciendo ‘nuestro’ seva, cuando el único seva real es suyo. Si nos encontramos en alguna de estas situaciones podemos consultar la poesía del Sar Bachan y leer la apasionante descripción de Soami Ji sobre el sendero interior. A continuación, una breve descripción del bachan 20, shabad 28:
Sujeta en tu mano la llave del maestro,
dale vueltas con el simran al rosario de tu mente.
Sintoniza la melodía incesante del Shabad
y atraviesa la nube en el cielo de trikuti.
Dispara tus flechas de anhelo,
escucha la imponente resonancia
y continúa hasta el lago Mansarovar.
Establécete en la cima de sunn,
después escucha la melodía del Shabad
y alcanza sach khand.
Fluye a través de alakh y agam
hacia la morada eterna de Radha Soami.Continúa cantando cada día la canción de alabanza;
¡la gracia del maestro estará contigo!
En Joyas espirituales Maharaj Sawan Singh escribe:
Tus sueños o imaginaciones más extraordinarias, nunca podrán representar la grandeza que hay en el interior. Pero el tesoro te pertenece y está ahí para ti; puedes conseguirlo cuando vayas al interior. Puedes creerme de una vez por todas, todo está dentro de ti, incluyendo al mismo Creador, y todos los que lo han experimentado, lo han conseguido entrando dentro del foco del ojo6.
¿Podría estar más claro que esto?
En El peregrino ruso, un peregrino ruso describe el tesoro que obtuvo con la repetición constante:
Al cabo de tres semanas, sentí un dolor en el corazón y luego un calor muy agradable, así como consuelo y paz. Esto… me impulsó cada vez más a ejercitarme en la oración, de modo que todos mis pensamientos se concentraron en ella y sentí una gran alegría… A veces, mi corazón sentía como si estuviera burbujeando de alegría, pues había en él tanta ligereza, libertad y consuelo. A veces, mis ojos se llenaban de lágrimas de agradecimiento a Dios… A veces, esa sensación de cálida alegría en mi corazón se extendía por todo mi ser y me conmovía profundamente al comprobar la presencia de Dios en todas partes. A veces… me sentía abrumado por la felicidad y ahora conocía el significado de las palabras “El reino de Dios está dentro de vosotros”7.
Alguien le preguntó a Hazur: “Maharaj Ji, ¿puede el maestro a veces conceder al discípulo ir ‘al interior’ …para motivarlo, antes de que el discípulo haya alcanzado el nivel de verlo interiormente?”. Él respondió:
Sí, hermana, esto pasa. Tenemos algunas visiones tan solo para darnos fe o para mantenernos firmes en el sendero. E incluso a veces después de la iniciación, antes de que hayamos alcanzado el nivel de entrar a voluntad, tenemos visiones, tenemos vislumbres aquí y allá, solo para mantenernos en el sendero. Pero mediante la práctica espiritual tenemos que abrirnos camino hacia arriba, y entonces ser conscientes de todas estas cosas8.
Tal vez nos preguntemos por qué, si somos sinceros en nuestro deseo de volver a unirnos con el Señor, no estamos ya allí con él. Hazur Maharaj Ji dice:
Tenemos que hacer ambas cosas. Tenemos que vivir en el mundo, pero también tenemos que meditar. Tenemos que mantener un equilibrio, porque una determinada carga de karma puede limpiarse solo afrontando la vida y no solo meditando. Cuando nos absorbemos demasiado en la meditación, a veces el maestro nos retira la gracia para que trabajemos también en el mundo. No tienes que dejar tu trabajo mundano. Más bien, incluso puedes ser empujado hacia el mundo para que lo afrontes9.
Esta respuesta realmente explica muchas cosas. Me gustaría ampliar esta idea de una manera sencilla haciendo referencia a la canción titulada: “¿Cómo vas a retenerlos en la granja, ahora que han visto París?”. La canción se escribió después de la Primera Guerra Mundial, en medio de las dudas acerca de si los granjeros americanos serían capaces de volver a su medio rural de vida después de conocer la deslumbrante Ciudad de la Luz, como era conocida Paris hace un siglo. Después de todas esas emociones, ¿Cómo iban a ser capaces de volver a una existencia mundana en una zona rural americana? ¿Cómo podrían vivir sus vidas haciendo las mismas cosas rutinarias de siempre, como si nada hubiera pasado, como si sus ojos no se hubieran abierto a otro mundo más atractivo?
Tal vez esta es una analogía muy apropiada para explicar por qué el maestro retiene la experiencia interior, porque una vez que hemos entrado en los mundos resplandecientes de luz y dicha, ¿cómo podríamos volver a nuestra antigua forma de vida como si nada nos hubiera ocurrido en la Ciudad de la Luz? ¿Cómo podríamos seguir relacionándonos con el mundo; y, lo que es más importante, ¿cómo podríamos terminar con nuestros karmas pralabdh (el destino de nuestra vida actual), posiblemente lo único que se interpone entre nosotros y la liberación, la liberación de nuestra alma? Como Hazur dijo: “Una cierta carga de karma solo se puede limpiar enfrentándose a la vida”. No tenemos que convertirnos en reclusos sino permanecer como inquilinos de la casa en el mundo, pero sin ser de él.
¿Queremos seguir entreteniéndonos con las limitaciones paralizantes de este mundo o queremos morar en la luz del Shabad? ¿Realmente queremos unirnos con el Señor o tan solo queremos cómodamente leer acerca de la unidad? ¿Queremos practicar Sant Mat o queremos que sea nuestra ‘póliza de seguros’ para usarla en caso de alguna emergencia futura? Es hora de reconfigurar nuestra mente, porque el tiempo apremia y nada dura para siempre. No dejemos que hoy sea otro día en el que traicionemos nuestros principios.
¡Eso es todo! Pero vamos a finalizar con dos citas de Maharaj Ji para animarnos a continuar resistiendo cuando estemos luchando con la mente. La primera es: “Y todo el tiempo que pasas luchando con la mente mientras meditas es en sí mismo meditación”10.
Por último, en el libro En busca de la luz leemos: “Sin duda que al principio necesitamos realizar grandes y constantes esfuerzos, pero esto es nada comparado con las fatigas y tribulaciones por las que pasamos para ganar basura mundana. Siéntate a meditar con toda regularidad, considerando esto como tu principal deber hacia el Señor, sin preocuparte de si la mente coopera o no, pero persistiendo en conseguirlo”11.
- King James Bible, Luke 6:46
- William Cowper, Himno cristiano siglo XIX.
- Nancy Pope Mayorga, El hambre del alma, p. 27
- Ibíd, p. 26-27
- Ibíd, p. 27
- Maharaj Sawan Singh, Joyas espirituales, carta 147
- Anonymous, The Way of a Pilgrim; And, The Pilgrim Continues His Way, ed. Reginald Michael French, Faith Annette Sand, pp. 38–9
- Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. II, #298
- Spiritual Perspectives, Vol. III, pregunta 212
- Spiritual Perspectives, Vol. III, pregunta 164
- Maharaj Charan Singh, En busca de la luz, carta 173 p. 97