Cerrando la brecha - RSSB Satsangs & Composiciones

Descargar | Imprimir

Cerrando la brecha

En su libro Dios está más cerca de lo que crees, John Ortberg explica el fresco pintado por Miguel Ángel en la bóveda de la Capilla Sixtina. Él escribe:

La figura de Dios se extiende hacia el hombre con gran vigor... Su cabeza está orientada hacia el hombre, y su mirada fija en él. El brazo de Dios está estirado, el dedo índice extendido hacia delante; todos los músculos están tensos... Es como si, incluso en medio de toda la creación, todo el ser de Dios estuviera envuelto en su deseo impaciente por cerrar la brecha entre él y este hombre. No puede esperar. Su mano se acerca a un milímetro de la mano del hombre... Sin embargo, habiéndose acercado tanto, deja un poco de espacio para que Adán tome la decisión. Espera a que Adán haga su elección...

Adán es más difícil de interpretar en la pintura. Su brazo está parcialmente extendido hacia Dios, pero su cuerpo se reclina en una posición perezosa, inclinándose hacia atrás, como si no tuviera ningún interés en establecer una conexión. Quizá supone que Dios, habiendo llegado hasta ese punto, cerrará la brecha. Tal vez sea indiferente a la posibilidad de tocar a su creador. Tal vez le falten las fuerzas. Solo tendría que levantar un dedo1.

A través del maestro, Dios también intenta llegar a nosotros, y asimismo lo que nos separa es una brecha muy pequeña. Hemos estado vagando en esta creación de una forma a otra durante vidas, pero ahora tenemos una forma humana, hemos entrado en contacto con un maestro verdadero y hemos sido iniciados, estamos más cerca que nunca de nuestro destino; casi hemos llegado. Si queremos, podemos llegar a él.

Por desgracia, no parece que hagamos ese esfuerzo por captarlo. ¿Por qué? Al igual que Adán, ¿no tenemos interés en establecer esa conexión? ¿Sentimos que nos faltan las fuerzas? ¿Pensamos que nuestro maestro, habiendo llegado hasta aquí, cubrirá también el resto de la distancia? ¿O es que creemos que realmente nuestra meditación no nos está llevando a ninguna parte?

¿Nos interesa establecer esa conexión?
¿Qué le diríamos a un hijo que repite constantemente los mismos errores después de decir que lo siente? ¿Qué le diríamos a un cónyuge fiel que afirma que nos quiere mucho pero no es capaz de dedicarnos tiempo? ¿Qué diríamos de los discípulos que afirman querer la realización de Dios, pero no consiguen hacer un pequeño sacrificio para conocerlo?

Si alguien o algo nos importa lo suficiente, siempre nos esforzaremos por demostrarlo con nuestros actos, por difícil que sea la tarea. Así que, si descuidamos nuestra meditación, ¿es que no nos interesa establecer esa conexión con Dios?

Cuando hacemos balance de nuestros actos, nos damos cuenta de que no es necesariamente así. Porque si lo fuera, ¿por qué habríamos pedido la iniciación? ¿Por qué seguimos intentando levantarnos cada mañana para sentarnos y esforzarnos en la meditación, por débil que sea este esfuerzo? ¿Por qué buscamos constantemente inspiración a través de los satsangs y la literatura de Sant Mat si en realidad no nos importara?

Por lo tanto parece que sí queremos establecer una conexión con Dios; de lo contrario, no nos esforzaríamos en absoluto. Pero hay un problema; el problema es que no queremos establecer esa conexión ahora mismo: creemos que todavía tenemos tiempo suficiente y también contamos con que tendremos fuerzas suficientes en el futuro para hacer nuestro trabajo.

No nos damos cuenta de que cada día que pasa nuestros hábitos se vuelven más rígidos y somos menos flexibles en nuestra forma de pensar, menos resistentes al cambio; y nuestros cuerpos tampoco cooperan mucho con nosotros. Entonces, ¿cómo vamos a meditar mejor en el futuro si no podemos hacerlo ahora?

Cualquiera que sea la situación en que nos encontremos hoy, es la mejor situación para cumplir el trabajo.

La verdad es que no podemos darnos el lujo de perder el tiempo. Necesitamos el apoyo del Shabad interior. Somos demasiado débiles para vivir en este mundo sin un fuerte sistema de apoyo. Estamos demasiado necesitados para estar holgazaneando, y las dificultades en este mundo son muy grandes y aterradoras.

Luego, queremos establecer esa conexión, pero no nos esforzamos al máximo porque seguimos pensando que aún tenemos tiempo y que podemos permitirnos el lujo de perder el tiempo, es hora de que nos demos cuenta de la realidad. No podemos contar con ello. Lo que haya que hacer, ¡hay que hacerlo ya!

¿Sentimos como que nos faltan las fuerzas en este momento?
Nuestro maestro no nos pide más de lo que podemos dar. No necesitamos una fuerza sobrehumana para recorrer este camino. La meditación es un proceso muy simple que cualquier persona puede realizar; el proceso puede ser largo, pero eso no significa que sea difícil.

Constantemente meditamos, ya que siempre estamos hablando del mundo y visualizando constantemente sus formas y rostros. Ya somos buenos en esta práctica, lo único que tenemos que hacer es cambiar la dirección de nuestra atención. Si nuestro simran constante y la contemplación de los objetos y actividades mundanas pueden llevarnos al mundo, entonces el mismo método puede devolvernos a donde estábamos antes de empezar a dispersar nuestra atención.

Cuando nuestro maestro nos inició, vio nuestro potencial para alcanzar la meta en esta misma vida. Si nuestro maestro cree que tenemos la capacidad, ¿por qué dudamos de nosotros mismos? ¿Pensamos que nos conocemos mejor que él?

¿Hará el maestro la meditación por nosotros?
A todos nos gusta pensar en la historia del pastor que tiene 100 ovejas y una de ellas se descarría. El pastor sale a rescatar a esa oveja, a pesar de tener 99 más. Lo que nos pasa es que todos estamos confiados en ser rescatados como esa “oveja perdida”. ¡Tenemos que recordar que a veces el pastor también envía a su perro pastor detrás de la oveja perdida!

Pero hablando más en serio, ¿pensamos realmente que el maestro debe hacer por nosotros más de lo que ya está haciendo? ¿Creemos que cuando nos pide que meditemos dos horas y media cada día, nos está pidiendo demasiado?

Tenemos que darnos cuenta de que cuando nos pide que hagamos nuestra meditación, es lo menos que podemos hacer, y también tenemos que recordar que lo estamos haciendo en nuestro propio beneficio. Él no tiene ningún interés personal en pedirnos que meditemos, ¿qué puede ganar con ello? Hazur solía decir que la meditación es lo único que nos beneficia y a la vez complace al maestro.

Meditamos o hacemos seva y generalmente decimos que lo hacemos por nuestro maestro, cuando la verdad es que lo hacemos para nosotros mismos. Nos esforzamos un poco y pensamos que nos acercamos bastante, o que hacemos tanto como lo que él hace por nosotros.

Y si no fuera así, ¿por qué sentimos constantemente la necesidad de pedirle más gracia, más ayuda? ¿No será que pensamos que hacemos todo lo que podemos, pero que él no nos recompensa lo suficiente?

Santa Teresa de Ávila dice: ¿Y qué pedimos, si cuanto más le servimos más en deuda estamos con él? Si pagamos por ello un maravedí, él a cambio nos da mil ducados2.

Esta pequeña meditación que hacemos, el poco seva que hacemos, cada vez que damos un paso, él da mil pasos hacia nosotros. Esto significa que cada vez que hacemos un poco por él, él hace mucho por nosotros, por lo que nuestra deuda con él es cada vez mayor.

Por mucho que hagamos, siempre nos quedaremos tremendamente cortos en comparación con lo que él hace por nosotros. En primer lugar, nos trajo a su redil; nos concedió el precioso don de la iniciación, aunque nunca hubiéramos hecho nada para ganárnoslo, y quizá tampoco lo mereciéramos.

En la iniciación, nuestro maestro prometió estar siempre a nuestro lado en su forma radiante. A partir de ese momento, nunca estuvimos solos. Nuestro maestro no solo nos guía a través del viaje espiritual, sino que también nos lleva de la mano en cada paso de nuestra vida mundana.

Nuestro maestro nos da el simran (los cinco Nombres) que llevan su propio poder. Y a través de estos nombres, estamos facultados para afrontar todas las dificultades, enfrentarnos a la muerte y emprender el camino de regreso a nuestro hogar verdadero.

En la iniciación, el maestro nos toma bajo su responsabilidad. Se le entregan los registros de nuestros karmas. Ya no tenemos que rendir cuentas a nadie más que a nuestro maestro. Él administra nuestros karmas como lo considera oportuno. Y él mismo se erige en garante ante el “señor de la justicia”, defendiendo nuestra petición de libertad.

El místico sufí Hazrat Nizamuddin explica que el discípulo de un maestro espiritual no será juzgado por el juez implacable, sino por la mano misericordiosa de su propio maestro. Él escribe:

Significa que quien está conectado a un maestro espiritual sabe que el día del juicio sus actos serán puestos en la balanza de su maestro3.

Ni siquiera podemos empezar a entender o imaginar lo que nuestro maestro hace por nosotros. Hazur Maharaj Ji dice:

Hay tantas relaciones de amor, pero ninguna relación es más fuerte, ningún lazo es más fuerte que el del discípulo y el maestro. Ningún amor es más fuerte que el del discípulo y el maestro4.

A veces podemos estar separados mentalmente del amado y a veces físicamente, pero siempre tendremos su amor. Nuestro maestro nos ha amado durante mucho más tiempo que la eternidad, y nos ha dado todo de sí mismo desde el momento en que nos volvimos suyos.

En realidad, él ya lo ha hecho todo por nosotros. Solo tenemos que cumplir nuestro compromiso de esforzarnos honestamente en la meditación. Si estamos confiando en que él lo haga todo por nosotros, entonces ni es justo ni posible.

¿Sentimos que nuestra meditación no nos lleva a ninguna parte?
A medida que seguimos trabajando en nuestra meditación, nos hacemos cada vez más conscientes de las pequeñas cosas que nuestro maestro hace por nosotros en nuestro día a día; sentimos su mano en los momentos difíciles, sentimos su guía cuando tenemos que tomar ciertas decisiones, y sentimos que nos detiene de hacer algo malo.

Tendemos a olvidar estas pequeñas experiencias, pero si nos sentamos a recordar todos estos momentos, sabremos a ciencia cierta que nuestra meditación ciertamente nos está dando resultados. Puede que no lo veamos, pero cada ratito de meditación está dejando huella en nuestra mente.

Cuando se trata de meditar, tenemos que estar tan decididos como si estuviéramos atravesando un túnel en la más absoluta oscuridad, sin saber cuándo llegaremos a la luz. Puede ser hoy, mañana o dentro de algunos años. Hay dos cosas seguras: en primer lugar, no llegaremos a la luz a menos que sigamos perforando y, en segundo lugar, una vez que hayamos entrado en la luz, no habrá vuelta a la oscuridad.

El maestro nos da la iniciación; nos da su guía; nos toma bajo su responsabilidad; y, sobre todo, nos da su amor incondicional. Debemos tener fe en que, si él nos ha traído hasta aquí, con un poco de cooperación de nuestra parte, nos acompañará hasta el final.

Depende de nosotros actuar ahora; depende de nosotros intentar tomar su mano y cerrar la brecha que existe entre nosotros.

Si queremos establecer esa conexión interna con él, si sabemos que tenemos el poder y la capacidad para lograr nuestra meta, si apreciamos todo lo que ya ha hecho por nosotros y si sabemos que la meditación nos está llevando definitivamente a alguna parte, entonces, ¿a qué estamos esperando?

Es hora de darle un buen uso a todo esto, y el momento es ahora…

Hafiz dice: “Llevas todos los ingredientes para transformar tu existencia en alegría. ¡Mézclalos, mézclalos!”5.


  1. John Ortberg, God Is Closer than You Think, Zondervan Publishing, Grand Rapids, MI, 2005; pp. 11, 12, Copyright 2005.
  2. The Life of Saint Teresa of Avila by Herself, Penguin Classics, 1957, p. 301.
  3. Citado en The Spiritual Guide, Vol. 2, p. 205.
  4. Spiritual Perspectives, Vol.3, P #38.
  5. Citado por Spring Washam, en A Fierce Heart: Finding Strength, Courage, and Wisdom in Any Moment, Hay House, 2017 (E-book).