Nuestro propio rincón de paz
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios1.
Hazur Maharaj Ji comenta esta bienaventuranza del “Sermón de la Montaña” de Cristo y explica qué se entiende por “paz”. Arroja luz sobre el significado más profundo y esotérico de la paz, que no tiene nada que ver con la paz en el mundo material.
Seremos pacificadores cuando podamos conseguir la paz en nuestro interior… Cuando tengamos paz en nuestro interior, el mundo entero nos parecerá pacífico. Por ello, no podemos crear la paz en el mundo, pero sí podemos encontrar nuestro propio rincón de paz en el interior2.
Nuestro propio rincón de paz es una forma maravillosa de referirse a ese lugar interior al que siempre podemos retirarnos. El lugar de refugio donde podemos entrar en contacto con el maestro del Shabad, a quien se dirigen todos nuestros esfuerzos en la meditación; donde podemos experimentar la atracción desde nuestro interior, dándonos una sensación de vuelta a casa, a donde pertenecemos. En la quietud de la meditación podemos saborear esa paz interior, ese sentimiento de satisfacción, que nos llena de gratitud, y estamos agradecidos de que se nos permita trabajar y caminar con nuestro maestro. En el aquí y ahora yace el cumplimiento de tanto anhelo por lo divino, que se ha ido acumulando en nuestro interior en el transcurso de tantas vidas. Conocer a nuestro maestro físicamente y saber que ha lanzado sobre nosotros su mirada de misericordia y compasión, es la culminación de los esfuerzos pasados y de la gracia divina. Ya no se desciende a lo más profundo de la creación, sino que se asciende en el viaje interior. El ritmo regular y la rutina de la meditación hacen maravillas en el transcurso de la vida. Verdaderamente, despacio y con constancia se gana la carrera.
Por lo tanto, aquellos que han alcanzado la paz en su interior mediante el amor y la devoción por el Padre, perdonando y teniendo misericordia por los demás, son los bienaventurados porque ellos también propagan la paz por el mundo3.
Permaneciendo lo más posible en nuestro rincón de paz, crecerá nuestro amor y devoción por el maestro y la divinidad. Solo mediante la práctica constante, comprometiéndonos con la sagrada tarea del proceso meditativo, tendrá efecto la transformación de nuestra vida. Al ir más allá de los parámetros de lo físico, al soltar el yo y el ego, tiene lugar un profundo proceso de cambio radical. Cuanto más se desplaza el foco de nuestra atención hacia el interior y más nos asentamos en la dimensión espiritual, mayor será nuestra paz mental. En la devoción silenciosa y la contemplación tranquila, la mente se despoja de los fuertes impulsos del ego. Siguen ahí, pero ejercen menos impacto. La serenidad ganada con el esfuerzo de toda una vida es demasiado valiosa para perderla. El aumento de la conciencia, uno de los beneficios de la meditación, nos ayuda a reconocer lo que nos acerca a Dios y lo que nos aleja de él.
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo4.
En Luz sobre San Juan, Hazur Maharaj Ji enfatiza que la paz de la que habla Cristo viene directamente del Padre.
Cristo les dice: La verdadera paz, que es del Padre, la tengo dentro de mí porque estoy conectado con el Espíritu Santo y esa paz os la doy uniéndoos al Espíritu Santo. Al seguir mis instrucciones, también vosotros irradiaréis esa paz desde vuestro interior5.
El maestro es el verdadero pacificador, uno con el Espíritu Santo, el Shabad. Como hijo amado de Dios, da la verdadera paz a aquellas almas que se le han asignado. Es la paz que da alivio a los buscadores que comprenden plenamente que este plano terrenal nunca conocerá la paz. La única forma de encontrar esta paz es volverse hacia el interior, “entra en tu aposento”6, el tercer ojo, elevándote por encima del forcejeo, la lucha y el conflicto. Al poner en práctica las enseñanzas, siguiendo las instrucciones del maestro, nosotros también irradiáremos esa paz desde nuestro interior. Su regalo de paz nos convertirá en buenos seres humanos, requisito indispensable para llevar una vida espiritual. La comprensión de lo que significa ser un discípulo de un maestro vivo llega en diferentes etapas. Y todas estas etapas traen consigo alegría, gratitud, y un anhelo cada vez más profundo por seguir el camino de la realización de Dios.
Mientras intentamos cumplir nuestra parte del trato divino que hicimos en el momento de la iniciación, el maestro nos prepara un lugar en la casa del Padre. “Voy a preparar un lugar para vosotros”7, nos dice. Lo que nos tiene reservado el maestro va más allá de nuestros sueños mas descabellados. ¿Que otro incentivo podríamos necesitar para animarnos a hacer nuestro simran y sentarnos en bhajan? El simran es nuestro vínculo directo con el maestro y nos conecta con el Shabad. Repetirlo y tener en mente su presencia no es una cuestión de rutina sino un acto de amor. Como el maestro actual, Baba Ji, ha dicho repetidamente en sesiones de preguntas y respuestas: “el núcleo de nuestro ser es el amor”. En la iniciación la forma radiante del maestro se sitúa dentro de nosotros. Es esa forma la que nos llama desde nuestro interior. Su presencia está siempre con nosotros y es en el bhajan cuando podemos sentirla.
“Mas el fin de todas las cosas se acerca”8. No hay tiempo que perder. En esta vida se nos ha dado una oportunidad de oro para trabajar con el maestro. Se han creado para nosotros las circunstancias perfectas. Lo que el mundo ofrece con todos sus atractivos es totalmente insignificante a la luz de lo que hay en nuestro interior. Tenemos nuestro propio rincón de paz al que podemos retirarnos en cualquier momento para experimentar la quietud, la nada y la dicha.
- Biblia, Mateo 5,9
- Luz sobre San Mateo (1994), p. 24
- Luz sobre San Mateo (1994), p. 24
- Biblia, Juan 14,27
- Luz sobre San Juan (1985), p. 204
- Biblia, Mateo 6,6
- Biblia, Juan 14,2
- Biblia, Pedro 4,7