Intelecto y racionalidad en la práctica espiritual - RSSB Satsangs y Composiciones

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Intelecto y racionalidad en la práctica espiritual

El tema de este satsang es el papel del intelecto en el sendero espiritual y la racionalidad que subyace en la práctica de la meditación. Probablemente no haya nadie entre nosotros que desconozca que la meditación según las instrucciones de los maestros es la esencia de Sant Mat – “las enseñanzas de los santos”. Como dice Maharaj Charan Singh en Muere para vivir:

El acercamiento de los místicos ha sido diferente en cada época, de acuerdo con la gente a la que iban a explicar las enseñanzas. Pero el punto más importante de los santos es el de que debemos atender a nuestra meditación1.

Explicar las enseñanzas es lo que han hecho los santos y místicos a través de los siglos, haciendo siempre hincapié en las diferentes facetas de la mente humana, que –especialmente en estos tiempos– es básicamente intelectual. En Spiritual Perspectives, vol. II, Hazur Maharaj Ji explica:

En tanto el intelecto esté activo, debe ser satisfecho. El ‘porqué’ y los ‘cómo’ son los soberanos de esta era. La llamamos la era científica. El ‘porqué’ es lo primero: ¿Por qué tengo que hacerlo? ¿Cómo lo hago? Como el intelecto se hace patente debemos tratar de satisfacerlo, al menos hasta cierto punto; de lo contrario ni siquiera nos dejará intentar meditar. El intelecto es un gran obstáculo en nuestro camino y nuestro deber consiste en perforar esa barrera con el propio intelecto2.

El intelecto puede ser un obstáculo en el sendero espiritual, y muchas veces lo es. Pero por otro lado, si nos falta fe y devoción –si a veces no somos capaces de entregarnos a lo que Hazur Maharaj Ji y Baba Ji (Baba Gurinder Singh) nos aconsejan– el intelecto puede ayudarnos a entender o recordar por qué la meditación tiene que ser prioritaria en nuestra vida. Y con la ayuda del intelecto puede que entendamos por qué debemos escuchar y continuar escuchando, y actuar según las instrucciones en la iniciación que tanto deseábamos. Como dice Hazur en Muere para vivir: “Si satisfaces tu intelecto, con él llegarán la fe y la práctica, que te llevarán luego a tu destino”3.

La importancia de combinar práctica y comprensión se ilustra en el budismo chino con la siguiente historia:

Un ciego y un inválido vivían juntos en una misma residencia familiar. Había varias personas más que vivían con ellos y les ayudaban. Un día, sin embargo, todos se fueron a pescar, comprar, y hacer ese tipo de cosas que a la gente le gusta hacer. El ciego y el inválido eran los únicos que permanecían en la casa. Ese día, en la casa se produjo un incendio. El ciego no podía ver y no podía escapar. El inválido podía ver, pero no tenía piernas. ¡Vaya situación en la que se encontraban! Los dos iban a morir quemados.

En ese momento un consejero bueno y sabio les dio un consejo: “Vosotros dos podéis libraros de la muerte. Podéis escapar de esta casa en llamas. ¿Cómo? Inválido, deja que el ciego use tus ojos. Ciego, deja que el inválido use tus piernas”. Siguieron su consejo …El inválido se subió a la espalda del ciego y le dijo por dónde debía ir. “Ve a la izquierda, ve a la derecha, sigue recto”. El ciego tenía piernas y, aunque no podía ver, podía oír las instrucciones del inválido. Gracias al acertado consejo, los dos consiguieron salvarse4.

Sin embargo, solo experimentaron la sabiduría del consejo cuando lo pusieron en práctica. Esta historia ilustra cómo la comprensión favorece la práctica y cómo la práctica favorece la comprensión. Más aún, se benefician mutuamente. Y como afirma el maestro zen coreano del siglo XV, Kihwa (1376–1433):

Una comprensión sin práctica está vacía. Y una práctica sin comprensión se estancará5.

Así que hay buenas razones para asegurar que hay pensamiento racional detrás de nuestra práctica.

Sin embargo, al profundizar más en la lógica que hay tras la meditación, leemos una perspectiva en apariencia diferente del Gran Maestro (Maharaj Sawan Singh) en Filosofía de los maestros:

Las enseñanzas de los santos apuntan al conocimiento de la realidad, que se consigue sin leer ni escribir6.

Es una frase corta, pero es importante que la tengamos en cuenta. Si las enseñanzas de los santos se refieren al conocimiento de la realidad, que se obtiene sin leer ni escribir, entonces, ¿qué lugar ocupa la racionalidad en relación con la meditación?

Podemos argumentar que vivir –en el sentido de sentir, ver, oír, saborear, tocar, pensar, etc.– es también un proceso de obtención de conocimientos sin leer ni escribir. En otras palabras, un proceso basado en la experiencia. Y por un momento podemos concluir que Sant Mat es como la vida. De ser así, tendríamos razón. Nos familiarizamos con lo que experimentamos a través de los sentidos a lo largo del día, y de ese modo, efectivamente, adquirimos conocimientos sin leer ni escribir. Sin embargo, según los santos y místicos, no adquirimos el conocimiento de la realidad a través de ese tipo de experiencia.

Baba Jaimal Singh habla sobre experimentar nuestra vida como algo distinto a la realidad en una de sus cartas a su discípulo Babu Sawan Singh Ji, que más tarde se convertiría en el Gran Maestro:

Así que ten al mundo por falso: cree firmemente que el mundo y sus relaciones son parecidas a un sueño. Lleva tu empleo mundano sabiendo en tu corazón que es irreal7.

Y en las escrituras sijs podemos leer:

Oh Nanak, nada perdura en este mundo de ilusión. Conoce que este mundo es un sueño8.

Para quienes duden de esto, Hazur Maharaj Ji simplemente hace una pregunta: “¿Cómo podemos decir que algo es real cuando nada es permanente, hoy es y mañana no?”9. Nada que experimentemos en este mundo permanece.

Además, el hermano explicó el viernes pasado en el satsang que la vida que vivimos es un sueño, aunque el sufrimiento que experimentamos es real para nosotros. Y la causa del sufrimiento es que no vemos la vida como el sueño que es.

¿Y para qué sirve este sufrimiento? El maestro del siglo VI Bodhidharma (440–528), que es considerado tradicionalmente como el que llevó el budismo a China, dice:

La vida y la muerte son importantes. No las sufras en vano. No conviene engañarse a uno mismo. Incluso si tuvieras montañas de joyas y tantos sirvientes como granos de arena hay a lo largo de la rivera del Ganges, los verías mientras mantienes abiertos los ojos. ¿Pero qué ocurrirá cuando los cierres? Deberías darte cuenta entonces de que todo lo que ves es como un sueño, una ilusión10.

Así que cuando nos preguntamos cuál es el fundamento racional de la meditación, las enseñanzas de los santos y místicos responden que un buen punto de partida es ser conscientes de que nuestra vida, tal como la experimentamos normalmente, no es real. Lo que experimentamos es una ilusión que sufrimos, una ilusión sin propósito.

Puede que esto sea cierto, pero es difícil de entender. Sobre todo porque todo lo que experimentamos parece muy real.

Además, decir que la vida es sueño plantea interrogantes. Por ejemplo, si estamos soñando esta vida, ¿eso significa que no existimos? Para entender la lógica de la meditación, al menos deberíamos ser capaces de entender nuestra situación, el contexto en el que estamos meditando. Así que ¿cómo debemos entender esta situación? ¿Qué significa vivir en un sueño, vivir una ilusión?

Podemos ilustrar nuestra situación de diferentes formas, por ejemplo como en la enseñanza zen de la luna llena reflejada en el agua, y como la enseñanza tibetana del elefante en un sueño.

En el budismo zen (en chino ‘chan’ en coreano ‘son’) la realidad a la que se refiere el Gran Maestro se simboliza con la luna llena. Existe la posibilidad de que percibamos la luna llena directamente. Pero en nuestro estado actual no podemos experimentar directamente la realidad. Es posible, ver el reflejo de la luna llena en el agua de un estanque en el que el agua está tranquila como en un espejo. En esta imagen, el estanque es nuestra mente, y solo podemos percibir el reflejo de la realidad.

Pero esto no describe completamente nuestra situación.

Percibimos la realidad a través de los sentidos y con una mente inquieta. En el zen, esto se simboliza con el reflejo de la luna en el estanque, que a su vez se proyecta en una pared contigua. El zen enseña que la experiencia que tenemos es causada por la realidad; pero como experimentamos esta realidad a través de nuestros sentidos con una mente inquieta, solo vemos un simple reflejo de un reflejo de esa realidad. Y debido a esto, también percibimos solo un simple reflejo de un reflejo de nuestra verdadera naturaleza.

Las enseñanzas verbales del budismo tibetano nos ayudan a ver nuestra situación desde una perspectiva ligeramente distinta:

Supongamos que se le pide a un lama tibetano que explique el hecho de que, según las enseñanzas, todo es un sueño. Sin embargo, sentimos que lo que experimentamos es real, que somos reales, que existimos como individuos. Él podría responder: Todos estamos de acuerdo en que los sueños existen. No hay duda de que este fenómeno existe. Podemos hablar de nuestros sueños. Todos conocemos los sueños. Así que, en ese sentido los sueños forman parte de nuestra realidad. Que yo te diga que los sueños no existen no tendría sentido para ti. Pero al mismo tiempo también estamos de acuerdo en que el elefante del sueño no es real.

Decir que el elefante de un sueño es real sería una locura. Sin embargo, sin el elefante no habría sueño. La realidad de la existencia de un sueño solo es posible a través de la ilusión del elefante. Entonces, ¿quién experimenta el elefante? Es nuestra mente. ¿Y cómo aparece el elefante? Mediante la misma mente. Entonces, ¿cómo apareces tú? ¿Cómo aparezco yo? Yo soy solo un elefante que habla en tu sueño. Fin de la enseñanza.

Además, también podemos plantearnos que nuestra vida tal y como la vivimos, requiere tiempo. Un tiempo precioso. En este contexto hay una bonita historia sobre un joven monje llamado Samiddhi. La historia tiene casi 2500 años de antigüedad y se encuentra por escrito en los sutras pali, los primeros textos budistas:

Así lo he escuchado. En una ocasión, el Buda se encontraba en un parque con aguas termales cuando uno de sus discípulos, el venerable Samiddhi, se despertó al amanecer y se dirigió a las aguas para bañarse. Tras bañarse en las aguas termales y volver a salir, estaba de pie con su túnica secándose el cuerpo cuando se le acercó un ser espiritual femenino, una deva de impresionante belleza que iluminaba todas las aguas termales. Flotando en el aire le dijo a Samiddhi: “¿Por qué perder el tiempo en una vida espiritual? Primero disfruta de ti mismo. ¡No dejes escapar el tiempo!”

Al escuchar lo que ella dijo, Samiddhi respondió, refiriéndose al momento de su muerte: “No sé en qué momento se producirá. El tiempo está oculto y no se puede ver. Por eso vivo una vida espiritual sin disfrutar antes de una vida mundana. ¡De hecho, no quiero que el tiempo se me escape!”.

Pero la deva no se conformó con esa respuesta.

Se posó en la tierra y dijo: “Te convertiste en monje siendo joven, bhikku, un muchacho de pelo negro, dotado con la bendición de la juventud, en la flor de la vida, sin haberte deleitado con los placeres sensuales. Disfruta de los placeres sensuales humanos, bhikku; no abandones lo que es claramente visible para perseguir lo que lleva tiempo”.

Y Samiddhi respondió: “No he abandonado lo que es claramente visible, amiga, para perseguir lo que lleva tiempo. He abandonado lo que lleva tiempo para perseguir lo que es directamente visible”11.

Las palabras de este joven monje pueden ser inspiradoras cuando tenemos dificultades para alejarnos del mundo y centrarnos en nuestra práctica. Al igual que Samiddhi, cuando nos centramos en nuestra meditación empezamos a ‘abandonar lo que lleva tiempo’, a abandonar el mundo de los sentidos, el mundo en el que existe el tiempo. Y lo hacemos para ‘perseguir lo que es directamente visible’, para tener la experiencia directa de la realidad. Ese es el objetivo más elevado de la vida humana.

Conclusión: despertar a la realidad
El enfoque de los místicos es diferente en cada época, según las personas a las que explican sus enseñanzas. Pero el tema principal de todos los santos es que debemos atender a nuestra meditación. La racionalidad de esto es que no vemos la realidad tal como es, y por lo tanto no vemos quiénes somos realmente, cuál es la verdadera naturaleza de nuestra mente. Estamos atrapados en un sueño creado por nuestra propia mente que, como todos sabemos, no es un sueño agradable.

El Gran Maestro explica en Joyas espirituales que incluso cuando no dormimos y nos creemos despiertos, como ocurre en este mismo momento, existe un estado más allá de este físico al que podemos despertar:

El sueño es real mientras la persona está soñando. Solo cuando se despierta o se encuentra en el otro estado (consciente) y compara los dos estados, llama al consciente, lo real y al sueño, lo irreal, o una ilusión. Cuando la atención deja el plano físico, entra en el astral y compara los dos, solo entonces el mundo físico se vuelve irreal y el astral, real12.

Entonces, ¿cuál es el camino para salir de aquí? Es imposible descubrirlo por nosotros mismos.

El maestro japonés del siglo XIII Dōgen Zenji (1200–1253), dice en su texto Points to Watch in Practicing the Way:

¡Practicantes! Debéis comprender que el camino está más allá del pensamiento, el discernimiento, la visualización, la contemplación, la percepción y la intelectualización. Si el camino estuviera contenido en estas funciones mentales, ¿cómo es que no habéis despertado todavía, ya que siempre habéis vivido y actuado en ese ámbito?…

Si te miras a ti mismo, que siempre eres influenciado por cosas como el pensamiento, esto estará tan claro como mirarse en un espejo reluciente. La puerta a través de la que puedes entrar en el camino solo puede indicártela un maestro que haya alcanzado el dharma13.

Afortunadamente tenemos un maestro así. Sin él estaríamos indefensos. Para adquirir conocimientos sobre la realidad sin leer y escribir, tenemos que estar bajo su influencia y seguir sus instrucciones.

Y si el intelecto no nos ayuda mientras realizamos la práctica, recordemos la historia del inválido y el ciego. La comprensión y la práctica van de la mano. Pero si nuestra comprensión es demasiado limitada, descubriremos que el mero hecho de continuar con la práctica nos ayuda a comprender gradualmente por qué la hacemos. O como dice Baba Ji, solo hazlo. No analices.

Me gustaría terminar este satsang con un poema del siglo XVII del místico indio Mankoji Bodhla, porque este poema –a decir verdad– lo explica todo, independientemente de cualquier otra enseñanza.

Escuchad, oh inocentes devotos,
  repetid vuestro simran sin descanso
  y todas vuestras malas acciones serán incineradas.
Si podéis servir al gurú
  esta era de oscuridad no os dañará
  y conoceréis la liberación.
El gurú
 –casa del tesoro del conocimiento,
  montaña de valor–
  llevará vuestro barco a la libertad
  si practicáis su simran.
Él es la fuerza de la vida en el centro de la creación.
Donde él está, hay liberación.
Si practicáis su simran
  todos los dioses y diosas serán vuestros.
Gloria a mi gurú –mi padre y mi madre–
  que me ayuda a abandonar este venir e ir,
  este vivir y morir en incontables formas.
Concentrándose en lo más profundo del corazón,
  Bodhala ha visto a su propio ser14.


  1. Maharaj Charan Singh, Muere para vivir, #10
  2. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. II, #55
  3. Muere para vivir, #27
  4. The Surangama Sutra, Volume One; with Commentary by the Ven. Master Hsuan Hua, tr. Buddhist Text Translation Society, p. 18
  5. The Sutra of Perfect Enlightenment: Korean Buddhism’s Guide to Meditation; with commentary by the Son Monk Kihwa, tr. A. Charles Muller, p. 86
  6. Maharaj Sawan Singh, Philosophy of the Masters, Vol. IV, 4th ed., p. lix
  7. Baba Jaimal Singh, Cartas espirituales, carta 111
  8. Adi Granth, p. 1429, pareado 15
  9. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. I, #288
  10. Bodhidarma, Las enseñanzas zen de Bodhidharma, trad. Red Pine, pp. 13–14
  11. Discursos compilados del Buda, trad. Bikkhu Bodhi, pp. 97–98
  12. Maharaj Sawan Singh, Joyas espirituales, #106
  13. Dōgen Zen, tr. Shohaku Okumura, p. 25
  14. Mankoji Bodhla in Many Voices, One Song: The Poet Mystics of Maharashtra, p. 136