El olvido
Una densa niebla de olvido cubre la tierra. Esta niebla prepara el escenario para el gran juego de la vida que se juega en este mundo, en este campo de karma y reencarnación. Hay cuatro tipos principales de olvido que hacen que el juego siga en marcha a través de los siglos.
El primer gran olvido se produce al entrar en nuestro siguiente nacimiento humano. En el camino a nuestro cuerpo de bebé, nuestra memoria se limpia de todo recuerdo de nuestra existencia anterior, de las regiones interiores y de nuestro origen divino. Salimos a la superficie de la conciencia y crecemos creyendo que empezamos al nacer.
La segunda amnesia se produce inmediatamente después la muerte. En cuanto abandonamos este mundo, nuestro recuerdo de todas las relaciones con nuestros seres queridos desaparece. Los recuerdos de todas aquellas personas que dieron sentido a nuestra vida y nos llenaron de sentimientos de amor y pertenencia se desvanecen como una pompa a la luz del sol. Los santos nos dicen una y otra vez que no debemos olvidar que todas nuestras amistades y relaciones son transitorias y fugaces. Nada, ni siquiera nuestro propio cuerpo, nos acompañará cuando abandonemos este mundo.
Estos dos “olvidos”, antes de nacer y después de la muerte, demuestran que se nos ha preparado para una obra de teatro, un juego. Todos los maestros dicen que este mundo es como un inmenso sueño: no tiene nada de real. Sin embargo, es un juego al que no podemos negarnos. Es el juego del Señor, y él ha ordenado que salgamos a la cancha. Una vez comienza el juego, hay otros dos aspectos importantes del olvido que se producen durante nuestra vida.
Olvidamos el propósito principal de la vida y, como consecuencia de esto, olvidamos que vamos a morir. En una de las primeras citas de Baba Ji, de una sesión de preguntas y respuestas en Dera en 1991 y publicada en la revista sudafricana Science of the Soul, vino a decir algo así:
¿No olvidamos que nuestras vidas son cortas? ¿Qué la vida es solo cuestión de un número de respiraciones y latidos? Démonos prisa porque no sabemos cuánto tiempo nos queda. Cuando inhalamos, no sabemos si viviremos para la exhalación. El tiempo para el Señor es ahora, si no tenemos tiempo para él ahora, ¿cómo podemos esperar que él tenga tiempo para nosotros más adelante?
Por eso, los santos dicen que no debemos dudar en aprovechar al máximo esta maravillosa oportunidad de tener un cuerpo humano con el que podemos practicar la devoción al Señor. Este es el único propósito de la vida humana. Este es nuestro verdadero trabajo. Lamentablemente, cuando nacemos como seres humanos, nos olvidamos por completo del propósito de la vida humana. Por eso el papel del maestro es recordárnoslo repetidamente. Toda su misión consiste en fomentar el recuerdo, que es el antídoto, la cura, para el olvido.
El olvido no es una simple irritación, distracción, debilidad o problema secundario. ¡No! Es todo el juego, todo el desafío, la verdadera amenaza que tenemos que superar. Si nos olvidamos de repetir el simran, no debemos irritarnos ni frustrarnos. Debemos reconocer que esa es precisamente la amenaza que estamos luchando por superar. Los maestros nos enseñan que alcanzamos la liberación a través del recuerdo frente a ese tirón descendente del olvido. Es por esto que tenemos un satsang semanal, pues llegado el viernes, el mensaje ya se ha desvanecido.
El cuarto gran olvido es que nos olvidamos de las consecuencias de nuestras acciones. Ahora bien, puede ser comprensible que repitamos los errores de vidas pasadas porque no los recordamos. Suponemos que si pudiéramos recordar esos errores, no los repetiríamos. Pero cuando consideramos lo que ocurre durante esta vida, esa hipótesis resulta ser falsa. Nos enfadamos. Vemos el daño que eso causa. Nos avergonzamos; nos arrepentimos y decidimos no volver a enfadarnos nunca más, y luego nos olvidamos. Chismorreamos. Vemos el daño que eso causa. Nos avergonzamos; nos arrepentimos y decidimos no volver a chismorrear, y luego nos olvidamos. Comemos en exceso y sentimos malestar, y decidimos no volver a comer tanto nunca más… ¡hasta el próximo bufé libre!
El verdadero reto para cualquier persona en el sendero espiritual es recordar. El recuerdo es la clave de la liberación. Pero, ¿acaso no hay gente de toda condición que recuerdan al Señor todos los días? ¿No rezan todos al Señor? Lo hacen, pero no es el tipo de recuerdo que lleva al despertar espiritual. Este tipo de rezo en realidad no es más que una forma de mendigar. Todo el mundo quiere que Dios esté de su parte. Algunos incluso afirman que Dios está de su parte. Las madres rezan a Dios para que mantenga a sus hijos a salvo en la guerra. Esos hijos intentan matar a los hijos de las madres del otro bando, que también rezan a Dios para que mantenga a sus hijos a salvo. Los padres ruegan a Dios que cure a su hijo enfermo. La gente reza en busca de orientación en sus decisiones mundanas.
Los satsanguis en las sesiones de preguntas y respuestas con Baba Ji se especializan en suplicar su ayuda. Quieren consejos sobre el matrimonio, la carrera profesional, la salud, y quieren bendiciones. Básicamente, todos quieren que Dios o el maestro se una a su equipo, que forme parte de su equipo de apoyo, que se una a su programa. Quieren que Dios o el maestro utilice sus superpoderes para hacer cumplir los deseos, planes e intenciones de sus propias mentes. Queremos a Dios de nuestro lado.
Consideremos los papeles que le asignamos a Baba Ji. Conseguimos el trabajo que queríamos, así que decimos: “Gracias, Baba Ji”. Hemos hecho del maestro nuestro agente de empleo. Hacemos un viaje y llegamos a nuestro destino a salvo, así que decimos: “Gracias, Baba Ji”. Ahora el maestro se ha convertido en nuestro agente de viajes. Encontramos una plaza de aparcamiento justo delante de la clínica en un día ajetreado y decimos: “Gracias, Baba Ji”. Entonces el maestro es nuestro ayudante de estacionamiento. Este tipo de recuerdo es como el del hijo que llama a casa únicamente cuando necesita dinero. Esa no es una relación de amor y devoción.
La pura verdad es que todo este rezar por bienes materiales es una pérdida de tiempo y energía. Dios no toma partido. Esta región se rige por la ley de Dios, y su ley es absoluta. Cada uno recoge lo que siembra, y no hay excepciones a la ley del karma.
En lugar de rogar para que Dios sirva a nuestras mentes, deberíamos preguntarnos: “¿Estoy de parte de Dios?”. La misión de los santos es que pasemos del bando de la mente y del mundo al bando de Dios: “¡Hágase tu voluntad!”. En lugar de rezar por cosas mundanas, deberíamos rezar para pedir sumisión a su voluntad y aceptación de sus planes. Ese es el recuerdo que nos liberará de este ciclo de nacimientos y muertes.
La adoración que complace al Señor es la forma de recuerdo que sintoniza la mente con el Shabad y pone la conciencia de nuestra alma en contacto con la melodía celestial. Para esto debemos insensibilizar la mente del mundo exterior. No podemos involucrarnos de forma intensa y apasionada en asuntos mundanos sin perjudicar nuestra capacidad de retirar la mente de este mundo. Debemos renunciar a los deseos mundanos, incluso al deseo de mejorar el mundo o de “marcar la diferencia”.
Quizás un poco de perspectiva pueda ayudar. Por ejemplo, cada generación piensa que su época es la más crítica de la historia y que las cosas nunca habían estado tan mal. De hecho, el historiador social Michael McCormick, de la Universidad de Harvard, designa el año 536 como el peor para haber vivido, es decir, hace 15 siglos. Al parecer, en 536 las cenizas volcánicas nublaron la Tierra, como si de un eclipse solar se tratara, durante 18 meses. Las temperaturas en pleno verano no superaron 1.5 °C. Las cosechas se perdieron, y la Tierra quedó a oscuras. La vida fue absolutamente horrible durante los cuatro años siguientes.
Otro ejemplo es la pandemia de covid. En el momento de escribir estas líneas, han muerto más de 3 millones de personas. Sí, es una tragedia terrible, pero la “gripe española” de 1918 se cobró la vida de aproximadamente 100 millones de personas. Como porcentaje de la población mundial, el covid tendría que matar a 480 millones de personas para estar al nivel de la gripe española.
La cuestión es que las guerras, las enfermedades y las calamidades siempre han sido, y siempre serán, parte de la vida en este mundo. Nuestro trabajo es salir de aquí, no arreglar las cosas.
¿Cuánto recuerdo se requiere? ¿Cuánto quiere Baba Ji de nosotros? A veces sentimos que ya hemos dado suficiente. Es como cuando una organización benéfica hace una gran colecta. Por la mañana se nos acerca un voluntario y le entregamos algo de dinero. Más tarde se nos acerca otro voluntario y le decimos: “ya doné esta mañana”. De la misma forma, después de meditar por la mañana, podemos sentir que “ya hemos dado”, y que el maestro debería dejarnos en paz y dejarnos seguir con nuestras vidas el resto del día. Pero él quiere mucho más. En la sesión de Dera celebrada en febrero de 1991, y publicada más tarde en un número de la revista Science of the Soul Science of the Soul, se cita a Baba Ji refiriéndose a que tenemos que vivir Sant Mat, tenemos que impregnarnos de Sant Mat con cada respiración, y que vivir y caminar Sant Mat con cada respiración es el espíritu correcto.
Hay un saludo religioso muy conocido: “Que Dios te acompañe”. Pero en realidad, no queremos que Dios nos acompañe, queremos unirnos a Dios. Así que quizás un saludo mejor sea: “Que estés con Dios”.