Hay tiempo para ir más despacio
Durante la pandemia el ritmo de nuestras vidas se detuvo durante unos años debido a que redujimos nuestras relaciones sociales y solo hicimos lo necesario. Ahora parece que estamos excesivamente activos.
Las tareas son interminables, los eventos y los viajes están a la orden del día, y el mundo parece haber reanudado su ritmo donde lo dejó. Sin apenas mirar atrás, vamos a toda velocidad y se requiere nuestra atención y nuestro tiempo con más intensidad que nunca. Sienta bien liberarse de la incertidumbre y del dolor que trajo consigo la pandemia, pero en el fondo tal vez añoremos la sencilla tranquilidad de días pasados.
En un mundo en el que nos encontramos de nuevo en plena marcha, me pregunto: ¿recordaremos cómo ir más despacio para poder tomarnos tiempo para cuidar de nuestros hijos, para sentarnos junto a las personas que amamos y para ayudar a los necesitados? Y lo que es más importante, ¿dedicaremos nuestro tiempo a eso que nos acerca cada vez más a la puerta de nuestro maestro?
Afortunadamente para quienes buscan y practican la espiritualidad, siempre se fomenta el camino más pausado y constante.
Moderar nuestra forma de pensar, sentir y asimilar el mundo está directamente relacionado con estar centrados. Todas las tradiciones de sabiduría tienen alguna forma de meditación u oración que nos lleva a estar centrados1.
Esta incomodidad que experimentamos de forma consciente en el caos del día a día, puede ser esperanzadora. Viene con la reflexión de que necesitamos aferrarnos a la meditación, al satsang y al seva mientras nos encontramos en un mundo que está cambiando de nuevo. Los místicos siempre nos advierten de que debemos reflexionar sobre nuestras prioridades. Si nos damos cuenta de que tenemos demasiadas cosas entre manos, quizá podamos suprimir las actividades que agotan nuestras energías y nos alejan de lo que sabemos que es importante. Al comprender que, en última instancia, esta vida no es más que un breve respiro, podemos dedicar nuestro precioso tiempo a cultivar una relación con lo divino.
En Martyr to Love Divine (Mártir del amor divino), Sarmad dice:
No te regocijes en este reino perecedero;
Seas rey o mendigo
no permanecerás aquí para siempre.
En este drama de unos pocos días, permanece despierto,
ni por un instante olvides al Amigo2.
Cuando hay tanto que hacer, ver y conseguir en esta vida, ¿cómo podemos ir más despacio para no olvidar nunca al amigo?
Maharaj Charan Singh dice:
Lo principal es que debemos vivir con nosotros mismos. Debemos vivir con nuestra meditación y no involucrarnos tanto en estas cosas externas que nos arrastran hacia abajo y nos hacen olvidar el verdadero propósito de esta vida humana3.
Moviéndonos con la multitud en un mundo más activo, acumulando interminables posesiones y gastando el mayor recurso de nuestra atención en logros sin sentido, solo llegamos a la distracción, la confusión y el sufrimiento. Mediante el simran y el bhajan apartamos nuestra atención constante del mundo y la dirigimos a los pies de nuestro maestro. Recordamos el valor de dedicar nuestro tiempo a la meditación diaria y nos damos cuenta de que nuestros logros mundanos tienen poco valor si vemos la situación en su conjunto.
Nuestros verdaderos tesoros son las joyas de una mente en paz, un corazón contento y una vida dedicada a las enseñanzas del maestro, al camino del Shabad. Esto se alimenta y se construye con la acción y el amor constante. Solo la práctica de la meditación, el tiempo y la energía que dediquemos enteramente a su recuerdo, nos darán la verdadera recompensa.
Los maestros son partidarios del equilibrio, de modo que aunque demos prioridad a nuestro deber espiritual, no podemos descuidar el tiempo y la atención que hay que prestar a nuestros asuntos mundanos. Con una atención cuidadosa, podemos disfrutar de nuestras vidas, formar una familia, tener una carrera profesional y contribuir a la sociedad mientras Sant Mat teje todo ello como un hilo de oro. Nuestro maestro es nuestro compañero incondicional y está a nuestro lado mientras cumplimos con todas nuestras obligaciones. Podemos recordar su amor cuando preparamos una comida para nuestra familia, cuando somos amables con un amigo, cuando paseamos por la naturaleza y contemplamos la belleza de los árboles y el cielo.
Podemos elegir ir más despacio y movernos a otro ritmo. Aunque el descanso físico es beneficioso para nuestra salud, un tiempo de tranquilidad lejos de la frenética carrera de la vida humana es lo que realmente nos sirve. Si sacamos tiempo cada día para sentarnos a meditar, estamos reduciendo la velocidad, nos demos cuenta o no. No podemos tener prisa y al mismo tiempo lograr el silencio inmóvil necesario para centrar la mente. Cuando ralentizamos el ritmo de nuestras vidas, dejamos de hacer varias cosas a la vez, recordamos nuestro simran, recordamos a nuestro maestro y nos damos el espacio necesario para pensar con claridad.
Al ir despacio, nuestra mente no se ve sobrepasada por un millón de pensamientos y arrastrada en todas direcciones, sino que confiamos en que somos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos en cada momento. Pausados, vemos, fluimos y permitimos que la vida se mueva a través de nosotros.
Al ir despacio, quizá lleguemos a estar junto a Dios.
- Mark Nepo, The Book of Awakening, p. 338.
- Sarmad, Martyr to Love Divine, Rubai 153, p. 11.
- Spiritual Perspectives, Vol III. P. #234.