Él tan solo está esperando
“Él tan solo está esperando a que tu mente esté limpia”. Esa cita es de una carta que Maharaj Sawan Singh escribió a un discípulo en América. Aquí está el párrafo en el que aparece:
Tendrás todo lo que deseas, las cosas más maravillosas y extraordinarias que jamás hayas podido soñar. Aquel que tiene que dártelo todo está dentro de ti en el tercer ojo. Tan solo está esperando que se limpie tu mente, y vigila todas tus acciones1.
Todos tenemos fantasías sobre el camino espiritual y sobre cómo sería adentrarnos en nuestro interior y experimentar estados elevados de conciencia. Nos preguntamos: ¿cómo sería estar completamente en paz?, ¿estar llenos del éxtasis de escuchar el Shabad?, ¿o encontrarnos con nuestro maestro en nuestro interior y luego fundirnos con nuestro divino creador?
Estas son las experiencias a las que aspiramos, y cualquier idea que podamos tener sobre ellas, el Gran Maestro nos dice que lo que nos espera es mucho más maravilloso y extraordinario que cualquier cosa que podamos imaginar.
Y dice que lo tendremos todo. De hecho, esas experiencias son nuestro derecho de nacimiento. El que nos las tiene que dar –el maestro, el Shabad– está sentado en nuestro interior en el tercer ojo. Podemos preguntarnos: ¿a qué está esperando? Tan solo a la limpieza de nuestra mente.
Todos hemos oído que la limpieza está cerca de lo divino. Sienta bien estar limpio, y es beneficioso limpiar nuestro cuerpo, nuestro hogar, nuestra ropa e incluso nuestro coche. Pero ninguna de esas cosas limpia nuestra mente.
Los santos nos dicen que solo hay una cosa que limpiará la mente: la práctica de escuchar el Verbo o Shabad.
Nuestras religiones han llevado el concepto de limpieza al plano físico. Por ejemplo, se supone que el rito de bañarse en aguas sagradas nos limpia de nuestros pecados. ¿No sería maravilloso si fuera tan fácil? No tendríamos que luchar contra la mente para aquietarla. No tendríamos que enfrentarnos a nosotros mismos ni aniquilar el ego. No tendríamos que morir en vida. ¡Solo saltar al agua!
Kabir Sahib escribió:
Si bañarse y remojarse en agua
condujese a la salvación,
¿qué pasaría con las ranas
que se bañan día tras día?
Los hombres se bañan igualmente que las ranas,
y como ellas serán arrojados
una y otra vez al vientre materno2.
La verdadera agua bendita es ese espíritu que fluye en nuestro interior, y es allí donde podemos bañarnos en el Shabad y realmente limpiarnos de nuestros karmas. Solo a través de la práctica de la meditación podemos contactar con el Shabad, y eso es lo único que tiene el poder de limpiarnos y llevarnos de vuelta al Señor.
El maestro está sentado en el centro del ojo, y, como escribió el Gran Maestro, vigila todas nuestras acciones. Conoce nuestros deseos. Conoce nuestros pensamientos incluso antes de que los pensemos, y conoce nuestras acciones incluso antes de que las realicemos. Está esperando a que nos acordemos de él, a que le prestemos nuestra atención, a que seamos conscientes de él. Pero nosotros estamos dormidos en un estado de ignorancia. Nuestra atención corre hacia abajo y se aleja del centro del ojo. Nos aferramos a nuestras antiguas ilusiones, pensando que podemos encontrar la verdadera felicidad o satisfacción en el mundo exterior. Todo eso es un engaño. Pensamos que podemos poseer cosas, pero en el momento de la muerte, todas nuestras posesiones pasan a pertenecer a otra persona. Pensamos que tenemos una verdadera conexión con nuestros seres queridos, mientras nuestro único amigo de verdad nos está esperando en el centro del ojo. Solo allí podremos empezar a encontrar la felicidad duradera que buscamos.
El Shabad y el maestro son puros, y si queremos comunicarnos con él, debemos alcanzar nosotros también un cierto nivel de pureza.
Tulsi Sahib afirma lo mismo que el Gran Maestro en su icónico shabad “Limpia la recámara de tu corazón para la llegada de tu amado”3. Si queremos ver al maestro en nuestro interior, nuestra mente debe purificarse, y eso solo puede ocurrir como resultado de nuestra meditación.
Dos obstáculos bloquean nuestro camino. En primer lugar, hemos acumulado una montaña de karmas a lo largo de muchas vidas, y esas capas gruesas de karma actúan como un velo que nos impide conocer nuestra verdadera identidad y nos impide conocer al Señor. Por eso los santos se refieren a esos karmas como suciedad o mugre que debemos limpiar de la mente.
En segundo lugar, la mente está acostumbrada a correr hacia abajo y hacia afuera, desparramándose por el mundo y buscando allí el placer a través de nuestros sentidos. Anhelamos día y noche formas terrenales y posesiones materiales. Generalmente, la mente está dispersa por las nueve puertas y nunca se concentra en la décima puerta, el centro del ojo. En este estado, seguimos creando karmas que nos atan aquí.
Nuestra meditación no solo limpia el recipiente de nuestro cuerpo y mente, sino que también retira nuestra atención de los sentidos para que nuestras acciones no sigan añadiendo más suciedad a nuestro depósito kármico.
Cómo vivimos en el mundo es esencial en nuestro proceso de purificación. Por eso, llevar una vida sana y honesta ha de ser la base de nuestra práctica espiritual. Esto implica adoptar una dieta vegetariana (no provocar la matanza de animales para nuestra alimentación); evitar el alcohol y las drogas, incluidos la marihuana y el tabaco; y llevar una vida moral y ética. Siempre debemos intentar ser amables, cariñosos y solidarios con los demás. Sin seguir estos tres primeros principios, sería muy difícil, si no imposible, que nuestra meditación lograra controlar nuestra mente.
Maharaj Charan Singh nos decía que si la mente está bajo nuestro control, no podemos tener mejor amigo. Y si la mente no está bajo nuestro control, no podemos tener peor enemigo. En la actualidad, la mente no está bajo nuestro control porque se ha manchado con nuestras acciones en innumerables encarnaciones. Ahora tenemos la oportunidad, a través de la práctica de la meditación, de purificarla y devolverla a su estado puro original.
Baba Ji nos ha dado el ejemplo de un vaso de agua lleno de tinte rojo. El tinte es la mugre que cubre la mente. ¿Cómo se elimina el tinte rojo? Añadiendo agua pura hasta que el tinte se diluya tanto que desaparezca por completo. Cada vez que nos sentamos a meditar, estamos diluyendo la suciedad de nuestra mente al añadir la pureza de nuestro simran y bhajan.
Tulsi Sahib también se refiere a nuestra meditación en el segundo verso de su shabad:
De tu atención, quita todo lo demás
para que él pueda sentarse ahí4.
¿No es esa la definición de concentración? Lo dejamos todo fuera excepto el objeto de nuestra atención y ponemos toda nuestra atención en una cosa. Utilizamos la concentración en cierta medida en nuestra vida cotidiana para aprender y lograr cosas. Es una fuerza poderosa; cuanto más capaces seamos de concentrarnos, más éxito tendremos. En nuestra vida espiritual, la concentración es esencial. Si nuestro objetivo es espiritual, es decir, conectar con el maestro en nuestro interior, entonces necesitamos eliminar todo lo demás de nuestra atención.
El maestro nos ha dado la técnica para dirigir nuestra atención y concentrarnos en lo espiritual. Y aquí es donde entra en juego nuestro esfuerzo. Debemos bloquear todos los demás pensamientos y deseos mediante la práctica del simran y el dhyan, concentración y contemplación. Nuestra atención ha de estar por completo en la repetición de las palabras y en la visualización o conciencia constante de la presencia del maestro.
Para tener esa conciencia debemos invertir el rumbo de la mente, que corre a través de los sentidos hacia el mundo, donde cada acción está teñida por una o más de las cinco pasiones: lujuria, ira, codicia, apego y ego. En este estado seguimos acumulando la suciedad de la creación, que conduce a más dolor y sufrimiento.
Mientras estemos operando por debajo del centro del ojo, nada de lo que hagamos podrá considerarse puro. El maestro quiere que seamos amables, cariñosos y serviciales con los demás, ya que esto nos ayudará en nuestra búsqueda. Pero por debajo del centro del ojo, hasta las buenas acciones siempre tendrán un componente de apego o ego, y nuestro amor estará siempre contaminado de egoísmo. Jamás se podrá encontrar la felicidad duradera por debajo de los ojos.
Pero cuando nuestra atención comienza a operar por encima del centro del ojo, la cosa empieza a cambiar. En lugar de ensuciarse, ahora la mente se limpia. Nuestros lazos con el mundo se aflojan porque hemos entrado por la puerta de los reinos espirituales. Todas nuestras preocupaciones, ansiedades y miedos quedan atrás. Aquí obtendremos todo lo que deseamos, las cosas más maravillosas y extraordinarias que jamás hayamos podido soñar. Y aquí nos encontramos con nuestro amado maestro.
Parece increíble, pero no es tan fácil. Hazur solía decirnos que todos somos almas luchadoras, y en cuanto empezamos a meditar, aprendemos exactamente contra qué estamos luchando y que esta será una lucha de por vida. Pero el maestro sabe que podemos hacerlo. Nuestras vidas están repletas de elecciones, algunas más importantes que otras, y cada elección nos acerca o nos aleja del maestro. Constantemente somos arrastrados en ambas direcciones, así que tenemos que elegir conscientemente. Tomar las decisiones correctas requiere que cambiemos toda nuestra forma de vida y adaptemos nuestro estilo de vida y nuestra actitud a Sant Mat. Si queremos abrir la puerta interior, debemos cerrar las puertas exteriores renunciando a las tendencias externas y aquietando la mente. Cristo dijo: “Nadie puede servir a dos señores… No podéis servir a Dios y a las riquezas”5. Es una situación mutuamente excluyente. Miramos hacia el Señor o hacia el mundo. No podemos mirar en ambas direcciones a la vez. ¿Cómo podemos elevarnos a los reinos espirituales mientras estamos cubiertos de la suciedad del ego y de los apegos terrenales? Antes de que el alma pueda regresar a su verdadero hogar, la mente debe limpiarse hasta el último deseo.
Nuestra práctica, con su gracia, separa lo puro de lo impuro y al alma de su antiguo enredo con el cuerpo físico y la mente.
Hazur nos explica:
La condición de cada una de las almas es semejante a la del agua pura y limpia cuando se manifiesta como nubes en el cielo. Cuando cae como lluvia en la tierra, recoge tanto polvo y tantas impurezas que no solo se estanca y empieza a oler mal, sino que también empieza a identificarse con la suciedad. Solo cuando se separa de la suciedad, cuando es expuesta al calor del sol y transformada en vapor, ve que el agua es una cosa y la suciedad otra distinta. Por ignorancia, el agua ha confundido su identidad con la identidad de la suciedad. Una vez que está en condiciones de conocer su propia naturaleza, una vez que se percata de que es la misma que la de las nubes del cielo, deja inmediatamente la suciedad y vuelve a elevarse para fundirse en las nubes. Esta es la condición de cada una de las almas6.
Este es el efecto que el amor del maestro tiene sobre el alma. Es su amor el que nos despierta de nuestro falso sentido del yo para que nos demos cuenta de quiénes somos en realidad. Es su amor el que nos separa de la suciedad de este mundo y nos eleva para sacarnos del ciclo de renacimientos. El agua nunca se podría separar de la suciedad sin el calor del sol. Y nosotros tampoco podríamos salir de este mundo sin la gracia que el maestro derrama sobre nosotros.
En el último párrafo de la carta del Gran Maestro al discípulo americano, escribe: No hay duda de que somos débiles y no tenemos ni fe ni amor, pero también hay una esperanza que nos mantiene, que él se compadezca de nosotros y perdone nuestros pecados. Nos hemos refugiado en sus santos pies y, lo merezcamos o no, somos sus hijos. Por lo tanto, te corresponde a ti realizar todos los días sin falta los ejercicios devocionales. No discutas con los demás y continúa caminando por el sendero, mientras cumples con los asuntos diarios de la vida con paz y esmero. El maestro está dispuesto a ayudar a sus hijos.
Quizá nunca sepamos por qué el Señor ha decidido derramar su misericordia sobre nosotros. Pero, lo merezcamos o no, aquí estamos, sentados a los pies del maestro. Somos sus hijos, y siempre está dispuesto a ayudarnos.
- Joyas espirituales, 2a ed., carta nº 171
- Citado en Kabir: El Tejedor Del Nombre De Dios, 1a ed., p. 540
- Citado en Discursos Espirituales, Vol. II, 1a ed., p. 159
- Ibíd.
- Sagrada Biblia, La Biblia de las Américas, Mateo 6:24
- Discursos Espirituales, Vol. II, pp. 382-83