Una larga cadena de amor infinito - RSSB Satsangs & Composiciones

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Una larga cadena de amor infinito

En todas las épocas ha habido emisarios del Ser supremo compartiendo generosa y desinteresadamente su tiempo en la tierra con nosotros. Como enviados de Dios, vienen a recordarnos el derecho universal auténtico de que la paz, la verdad y el amor son parte integrante del legado que pertenece a la gente de todas las naciones, religiones o creencias, sin excepción. Como verdaderos amigos de la humanidad, han sido acreditados por el Ser supremo para ayudar a despertar una conciencia a través de la cual estamos conectados con lo divino y entre nosotros.

En Sant Mat, que son las enseñanzas de los maestros verdaderos y místicos, examinamos y buscamos alinearnos con la verdad espiritual esencial contenida en todas las religiones y tradiciones espirituales cuyo objetivo es la reunión con Dios. Un estudio comparativo exhaustivo de las experiencias de los místicos revelará un mensaje universal: Dios es uno y el camino hacia la realización de Dios es también uno para toda la humanidad. Sus escritos y discursos abundan en sabiduría espiritual y nos inspiran a reflexionar sobre dónde nos encontramos en la escala de la paz, verdad y amor en nosotros mismos, con otros seres humanos y en el mundo.

Y lo que es más importante, los santos y místicos nos dan un “aviso” espiritual para evaluar donde nos encontramos en nuestra relación con el Creador, el fundador de toda paz, verdad y amor, y de cómo se está desarrollando nuestra relación. Así que nos vemos impulsados a reconsiderar nuestros problemas más importantes y las cuestiones más significativas de la vida: ¿De dónde venimos? ¿Cuál es nuestro propósito o destino supremo? ¿Hay una conciencia universal, un Ser supremo que gobierna nuestro destino?

Sardar Bahadur Maharaj Ji escribe:

Vinimos a este mundo sin saber de dónde y por qué veníamos ni adónde iremos. Pero, ¿no son estos hechos dignos de saberse? Entonces, ¿por qué no intentas resolver estos importantísimos problemas? Se pueden solucionar. Busca a un profesor que sepa la solución1.

Aquí el maestro nos insta a profundizar más y a no quedarnos solo reflexionando sobre estas preguntas una y otra vez, sino a dar pasos para encontrar las respuestas. Buscar un maestro vivo de nuestro tiempo que sepa y que pueda instruirnos y guiarnos personalmente en nuestra búsqueda del significado de la vida.

Huzur Maharaj Charan Singh Ji lo dice claramente: “La realización de Dios es el fin primordial de la vida humana, por lo que debemos aprovecharnos de ella al máximo”2.

Equiparamos la “realización” con tener conocimiento de algún suceso o tomar conciencia de él; describiendo un hecho o momento en el que empezamos a comprender una situación. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos percibir, tomar conciencia de Dios, por no hablar de comprender al Ser supremo, cuando ni siquiera estamos seguros de si Dios existe?

Hazur Maharaj Sawan Singh Ji (el Gran Maestro) presenta una perspectiva espiritual mediante la cual podemos descubrir nuestro potencial para expandir nuestra conciencia y darnos cuenta de la omnipresencia del Señor:

Los santos ven a Dios en acción, en toda la naturaleza y acatan su voluntad. Para ellos la ley cósmica, los movimientos planetarios, la naturaleza, el clima, todas las formas de vida y su actividad son expresiones externas de Dios en acción.

Y:

Cada hoja de un árbol es un indicador de la existencia de Dios… Cada átomo refleja la belleza de su hacedor. Pero nuestra inteligencia es muy limitada y es una guía muy pobre en el camino de la realización de Dios. En ese sendero tenemos que confiar en la intuición. Mediante ejercicios espirituales, el ojo interior debe abrirse. Cuando él es visto en el interior, se hace visible en cada partícula y en cada hoja. Los santos lo ven en todo momento y en todas partes3.

Solo en la forma humana tenemos la oportunidad de encontrarnos con un alma iluminada por Dios, un sant satgurú (maestro verdadero) que nos inspire a abrir nuestro corazón espiritual o intuitivo concentrando nuestra atención en el centro del ojo u “ojo interior” y llegar más allá de las limitaciones intelectuales de la mente. Y solo a través del recuerdo y la contemplación en el Nam, el Shabad, según las indicaciones del maestro, y su presencia amorosa guiándonos a cada paso, podemos alcanzar la realización de Dios, es decir, regresar a nuestro hogar original de paz y dicha perfectas.

Huzur Maharaj Ji explica:

Si miras a tu alrededor en todo el mundo, no encontrarás paz en ningún lugar. ¿De qué nos sirve, entonces, esta forma humana, a la que llamamos la cima de la creación, si no podemos encontrar paz? Solo encontraremos paz cuando el alma vuelva al Señor. Esta es la razón de que lo busquemos. Sin encontrarle, sin unirnos nuevamente con él, nunca encontraremos paz eterna4.

Y el Gran Maestro dice que la verdad que buscamos también la encontraremos en nuestro interior:

La verdad está dentro de ti, dentro de todo el mundo. Sin esa verdad, no podríamos vivir ni un segundo. Al igual que el sol está en el firmamento, pero sus rayos iluminan la tierra, de la misma manera la verdad se encuentra dentro de nosotros –en el cerebro, detrás del foco del ojo–, pero sus rayos activan el cuerpo entero. La verdad siempre ha estado dentro de nosotros. Se encuentra presente tanto en el maestro como en el estudiante. La única diferencia entre el maestro y el estudiante consiste en que el maestro, habiendo concentrado su atención, ha establecido su conexión con la verdad y la ha estudiado, mientras que el estudiante se encuentra aún desconectado de ella5.

El satgurú vivo actual, Baba Ji, indicó que la instrucción en el sendero espiritual comienza con el maestro en el cuerpo físico enseñando a un discípulo con un cuerpo físico. El maestro físico está allí para enseñar el método de la meditación en la Palabra de Dios o Shabad Dhun, la melodía divina y para guiar nuestros esfuerzos en este proceso meditativo.

A medida que nuestras corrientes del alma se funden en las corrientes del alma de nuestro maestro como la emanación del amor de Dios, el Shabad se vuelve audible dentro de nuestro propio ser. Fundidos en el amor de nuestro satgurú, nos volvemos espiritualmente conscientes del amor de Dios en nuestro interior.

Los santos y místicos, con su ejemplo y guía constante, nos capacitan a creer en nuestro potencial de ser capaces de elevarnos por encima de las limitaciones y adversidades, distracciones y discordias en este plano físico, que son experimentadas por la mente. Los maestros nos aconsejan “ver a través” de la ilusión y discernir las tendencias caprichosas que la mente conjura al interpretar estos acontecimientos. A través del proceso meditativo, sostenido por la gracia del maestro, aprendemos a “ver dentro” y a llevar nuestra mente a la quietud y la claridad dentro del foco del “centro del ojo”.

En una carta a un discípulo, Huzur Maharaj Ji escribe:

…Cuando nuestra atención se concentra en el centro del ojo y comienza a subir, no hay penas ni sufrimientos allí, ya que estas cosas están por debajo de los ojos. Cada uno de los iniciados es cuidado por el maestro, y todo lo que les suceda (bueno o malo, desde el limitado punto de vista del discípulo) acaece con el conocimiento del maestro y es para el propio bien del discípulo. El Señor mantiene su mano protectora extendida sobre todos aquellos a los que él ha traído al sendero. Cualquier clase de penas, sufrimientos, temores, desdichas y demás cosas semejantes a que el discípulo hace frente, es todo ello ajuste de sus cuentas kármicas, lo que significa aligeramiento de sus cargas6.

Las cargas que llevamos son los ‘karmas’ individuales asignados a cada uno de nosotros. Son las consecuencias de nuestras acciones pasadas, que influyen profundamente en nuestra visión de la vida y nuestra actitud en la búsqueda espiritual. Por eso, un aspecto importante de recorrer el camino espiritual es ser capaces de reconocer la verdadera naturaleza de nuestra propia mente. La mente tiende a aferrarse a experiencias, conceptos, imaginaciones que le parecen interesantes, dejando profundas impresiones que influyen en nuestro comportamiento y actitud en la vida, y en cómo vemos y tratamos a los demás, y a menudo sin discernir si nuestro comportamiento y acciones se ajustan a nuestro objetivo espiritual o lo perjudican.

La práctica de la meditación en el Shabad nos ayuda a calmar la mente inquieta y a devolverla a un estado de concentración y calma. Con la gracia de nuestro maestro, la atmósfera de paz y amor que experimentamos durante la meditación se traslada a nuestra vida cotidiana. Cada vez somos más conscientes de cómo la presencia del maestro nos ayuda a atravesar nuestro destino con valentía y a mantener el equilibrio en la adversidad.

Cuando ayudamos a alguien que lo necesita o participamos en una misión solidaria, cumplimos el mandato de nuestro maestro de vivir como un “buen ser humano” y nos ocupamos de la tarea con bondad y amor, respetando –con humildad y compasión– que cada uno tiene su propio destino y los acontecimientos del mundo tienen su propio curso que seguir. Que, por ello, si nos rendimos a la voluntad del Señor de la creación, fuente de todo amor y compasión, obtendremos una nueva perspectiva, que nos ayudará a mantenernos centrados en nuestro objetivo espiritual.

Los maestros dicen que el sublime estado de dicha cuando nos rendimos y vivimos en la voluntad del Señor es tal que ya no distinguiremos entre lo que llamamos bueno o malo, en cualquier cosa que nos suceda.

Citando al poeta místico Eknath:

…Ya sea que el cuerpo esté inmóvil en meditación, o moviéndose en la espesura de la vida, que la mente permanezca en el medio, siempre quieta, pura y libre – este es un yogui7.

Nuestro maestro está siempre a nuestro lado para protegernos y guiarnos, y desde la abundancia del amor y la compasión, nos tranquiliza y anima repetidamente a mantenernos centrados en nuestra práctica de meditación y a no dejarnos abrumar por acontecimientos que no están bajo nuestro control. Si perdemos el equilibrio, no podremos ayudar a nadie ni autoayudarnos. Si seguimos su consejo, nos ayudará a alcanzar su don supremo y más preciado: contemplar al maestro en su forma de Shabad, experimentado como el amor de Dios. Aquí es donde nos “perdemos” y nos rendimos. Donde nos hacemos intuitiva y espiritualmente conscientes y alcanzamos ese estado de pureza en el que el maestro puede conducirnos a la realización de Dios sintonizándonos con el Shabad, el sonido divino, la voz de Dios. Porque, en palabras del Gran Maestro:

Mientras el alma no entre en contacto con el sonido interior, permanecerá privada de la “realidad”. Es como un pájaro que imita los cantos de los demás, pero no comprende su significado8.

Para algunos de nosotros, atender a la práctica de la meditación con regularidad y durante un período prolongado puede no ser siempre una tarea fácil, debido a que la mente se perturba fácilmente o se ve afectada por las circunstancias de nuestra vida o del mundo. Y sin embargo el maestro nos insta continuamente a no abandonar la práctica de la meditación, independientemente de cualquier dificultad o acontecimiento que nos rodee y nos aleje del “centro”. Cuando perseveremos con la práctica espiritual –nuestro seva de meditación– con amor y devoción y con la gracia y el apoyo del maestro, seremos capaces de mantener nuestra atención en la oscuridad y el silencio interior. La oscuridad se convertirá en luz, y el silencio revelará que la melodía divina oculta es la voz de Dios que desciende a nuestro insignificante nivel para traernos a casa.

Como dice el Gran Maestro:

Esta melodía resuena incesantemente en cada ser humano. Emana de Dios mismo. Resuena día y noche, pero es un don de Dios. Al obtenerla el alma se funde en el Señor. La música resuena en el interior. Sin embargo, solo un alma muy evolucionada puede ponernos en contacto con ella. Es a través de su gracia que uno puede alcanzarla. El sahaj dhun solo se puede obtener en compañía de los santos9.

Solo un alma que ha realizado a Dios, liberado de las limitaciones de la mente y los sentidos, alguien que domine el viaje espiritual y esté familiarizado con todos sus aspectos, puede ponernos en el camino que conduce a nuestro hogar verdadero. Solo por la gracia ilimitada del maestro el alma se sintoniza con el sahaj dhun, es decir, el estado natural del alma en el dhun o sonido divino, donde el alma reconoce su propia naturaleza o identidad verdadera y se siente atraída fácilmente y de forma natural hacia la fusión completa con Dios.

El maestro nos guía a través de los muchos desafíos de esta vida y del territorio desconocido e inexplorado del viaje espiritual interior. Estos son los maestros de la época que, con su propio ejemplo y su amor y compasión sin límites por la humanidad, nos inspiran a profundizar en el significado y el propósito de la vida. Vienen a nuestro nivel para que nos atrevamos a creer que toda la creación y todos los seres que hay en ella son una expresión del amor de Dios.

La corriente de amor del Dios único fluye por todo el universo.
¿Qué piensas cuando miras a un ser humano? Mírale con atención.
No es un ser humano, sino una corriente de la esencia de Dios (Amor) que lo impregna10.

Si nos tomamos en serio cambiar la trayectoria y el modo de vida, que hasta ahora nos ha mantenido en la oscuridad, atados a los apegos y enredos del mundo, separados e inconscientes de la presencia de lo divino, el maestro nos ha proporcionado algunos pasos prácticos que podemos dar para apoyar nuestra búsqueda espiritual:

  • Vivir con una dieta lactovegetariana: si deseamos alinearnos con la fuente de toda compasión y amor, el Ser supremo, no podemos justificar ser parte de un proceso que implica matar criaturas indefensas –causándoles indecible dolor y sufrimiento– solo para alimentarnos. Hay abundancia de alimentos sanos y nutritivos que no implican la matanza de animales.
  • No consumir alcohol o sustancias que alteren la mente: nublan y confunden la mente y nos impiden pensar con claridad. Bajo su influencia, podemos decir y hacer cosas que perjudiquen a los demás y a nosotros mismos, de lo que nos arrepentiremos amargamente.
  • Se nos aconseja vivir como un “buen ser humano”, basándonos en principios morales y éticos sólidos: un consejo sencillo y realista. Los santos nos recuerdan que el Señor habita en todos. Al causar daño intencionadamente a los demás de cualquier manera, en última instancia nos estamos haciendo daño a nosotros mismos. Limitarnos a aquellas actividades que solo son agradables para la mente y el cuerpo, es perjudicial para nuestra alma. En palabras del poeta místico Eknath: “Si utilizas el cuerpo solo para disfrutar, multiplicas tus apegos y profundizas tus deseos. Por tu propio bien, usa tu cuerpo para el bienestar de tu alma”.
  • Practicar meditación diariamente durante 2 horas y media según las instrucciones del maestro a la hora de la iniciación. Durante la parte del simran, es decir, la repetición de los nombres sagrados con amor y devoción, recogemos nuestra atención en el centro de los ojos. Como resultado, nos invaden corrientes concentradas de recuerdo amoroso del maestro que tienen un efecto purificador y calmante de la mente. Empezamos a apreciar y valorar la dicha de la paz interior a medida que la mente se interesa por la meditación.
  • A su debido tiempo, la forma de Shabad del maestro se hace visible en su forma interior radiante y audible como la melodía divina, la voz de Dios que resuena en toda la creación. Entonces la mente se siente motivada a aumentar el tiempo de la práctica de la meditación. Como Huzur solía decir, de la cantidad vendrá la calidad.

El camino hacia Dios es a través del amor por la meditación en su nombre. Como dice Huzur: “Cuanto más apegado estés al Shabad (corriente del sonido), tanto más próximo al maestro te encontrarás, y tanto más intenso será tu amor hacia él… Cuanto más tiempo destines a ejercicios piadosos con fe, amor y humildad, tanto más vivo será tu amor al maestro y a Dios11.

Nuestro viaje en busca del amor verdadero nos ha traído al sendero del amor divino, donde los maestros verdaderos, los amantes verdaderos del Señor, nos invitan a despertar a la realidad de nuestra afinidad con lo divino, a reconocer nuestra unidad con él, y de que nunca nos hemos marchado. Porque los maestros dicen que ya estamos allí; ¡solo es cuestión de darnos cuenta!

Sardar Bahadur Maharaj Ji describe nuestra unidad como parte de una trinidad divina:

La trinidad formada por Dios, alma y satgurú es realmente una larga cadena de infinito amor.
El devoto del Señor manifiesta también el mismo amor. El alma individual es gota, el satgurú la corriente y Dios el vasto océano. Lo mismo que una gota de lluvia se mancha con materia tosca durante su caída a la tierra, así también el alma, en su descenso al mundo físico, recoge capas de materia y mente y pierde su brillo. En sach khand, la morada de la realidad última, solo hay amor puro. Allí no hay lugar para la ilusión. Es verdaderamente el manantial del amor puro, eterno, exclusivo e infinito. Únicamente los santos tienen acceso a esa región y solo el adepto perfecto reside allí. Por consiguiente, desarrolla extrema devoción y amor perdurable al satgurú12.

  1. La ciencia del alma, 9ª edición, 1994, “Un ramillete espiritual” #80, p. 249.
  2. Luz divina, carta #21.
  3. Joyas espirituales (como se cita en Glimpses of the Great Master” p.80).
  4. Perspectivas espirituales, Volumen I, p. 204.
  5. Joyas espirituales, carta #151, p. 249-250.
  6. En busca de la luz, carta #358.
  7. Muchas voces, una canción, p. 9.
  8. Philosophy of the Masters, Vol. I, p. 96.
  9. Ibíd, p. 97.
  10. Rumi, como se cita en Legacy of Love, p. 542.
  11. En busca de la luz, carta #79.
  12. La ciencia del alma, p. 113-114.