Dios se une a nosotros
“Cuando un hombre está dispuesto y anhela, Dios se une a él”
Esquilo
En el sendero espiritual, a menudo creemos que la mente es el enemigo, una entidad con la que hay que luchar y a la que tenemos que vencer. Sin embargo, incluso la mente busca esencialmente la felicidad eterna, igual que nosotros.
El Gran Maestro decía a menudo que si la mente se orienta hacia el interior, no hay una amiga mejor que ella. Así pues, nuestra lucha consiste en hacer que la mente esté dispuesta a buscar la felicidad en una dirección con la que no está familiarizada en absoluto, es decir, hacia el interior. Para comprender inicialmente esto, necesitamos un maestro, o profesor, que nos muestre que esa dirección (o lugar) efectivamente existe. Durante milenios, la atención ha deambulado y ha permanecido en el exterior, haciéndonos correr tras los objetos y rostros mundanos.
Para complicar terriblemente nuestra situación, esta mente está siempre en movimiento. No sabe estar quieta ni siquiera por un momento. El mundo entero se dedica a perseguir febril e intensamente objetos que proporcionan un placer pasajero. Derramamos muchas lágrimas por el dinero, las relaciones, y posesiones, y sufrimos desconcierto y decepción a cada paso. Sardar Bahadur Jagat Singh dice:
La vida es semejante a un sueño vacío. Nada es real en ella. La vida, lo mismo que una flor, no dura mucho. Al igual que, en una representación dramática, los diversos actores se juntan para interpretar su papel de rey, reina, villano, etc. y, al terminar, se dispersan yendo cada cual por su camino, olvidándose de sus efímeras relaciones, también el mundo es un colosal teatro al que venimos a interpretar los papeles que nos ha asignado el destino y partir inmediatamente después de terminada la función. Como en la representación dramática, nuestros apegos de la vida son irreales y no tiene más objeto que realizar las tareas asignadas.
La ciencia del alma, p.120
Todo eso se debe al hábito de la mente de estar en constante movimiento y de saltar de una cosa a otra. Una vez más nos apoyamos en la ayuda y la sabiduría de las almas realizadas, los maestros, para que nos impartan y enseñen el método adecuado para meditar y que la mente se quede inmóvil.
Una vez conocidas la dirección y la técnica, la siguiente importantísima tarea es hacer el esfuerzo. El dilema es a quién o a qué hay que convencer para que se esfuerce. La mente. Hazur nos recuerda que, el alma siempre anhela volver al Padre, y si se la libera, regresará inmediatamente a su origen.
Es aquí donde hacemos uso del “vivek”, el sentido del bien y del mal, que según los santos es un don que solo se concede a los humanos. Aunque en general puede aplicarse en cualquier contexto de la vida, el vivek verdadero es el sentido del bien y del mal para nuestro ser auténtico. El bien supremo para nuestro ser verdadero, o alma, es la liberación y la unión de nuevo con su fuente. Nuestra voluntad en orientar cada pensamiento, cada acción, para apoyar esta noble causa de liberación definitiva, es lo que complace a Dios y hace que él se una a nosotros.
Una vez que hemos señalado el objetivo que tenemos ante nosotros, ¡qué lugar hay para la apatía y la complacencia! Los santos nos animan a meditar con entusiasmo para alcanzar ese objetivo. Dada la naturaleza transitoria de la vida, cada aliento que abandona nuestro cuerpo es un aviso de que el tiempo pasa. Un sentido de urgencia debe prevalecer en esta tarea tan importante. No debemos juzgar nuestros esfuerzos. Un paso adelante es un paso adelante. Winston Churchill dijo:
El éxito es ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.
Estar impaciente y entusiasmado por trabajar hacía un objetivo, nos da un sentido y un propósito. Y cuando ese objetivo es la unión con el Señor, entonces lógicamente nos atrae más hacía la armonía con lo divino. La vida entonces adquiere un aspecto renovado, se llena de gratitud y aprecio por todo. Hazur Maharaj Ji dice:
Nuestra actitud hacía la meditación tiene que ser de gratitud. El Señor nos ha dado la oportunidad de esta forma humana además del ambiente en el cual podemos practicar la meditación. Por lo tanto, debemos siempre tener una actitud de gratitud al meditar. Le debemos nuestra propia existencia y todos estos privilegios, únicamente al Padre. Este nacimiento humano no es más que su gracia. Por lo tanto a cada paso tenemos que darle las gracias. Debemos encontrar cualquier pretexto para darle las gracias.
Spiritual Perspectives, Vol. III, p.401-402
Mostrémonos dispuestos y anhelando expresar nuestra gratitud en la meditación cada día tan intensamente que, él también se una.