El propósito de esta forma humana
¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es la razón de nuestra existencia? Los místicos de todos los tiempos han explicado que el verdadero propósito de nuestras vidas es la “autorrealización” y la “realización de Dios”.
Esta preciosa forma humana que hemos recibido es muy valiosa. Es una oportunidad única de realizar a Dios y fusionarnos o unirnos con él. ¿Por qué es tan valiosa? Después de viajar durante millones de años en este universo en una forma u otra, finalmente somos bendecidos para encarnar en la forma humana, que es la cima de la creación. Este cuerpo humano es el templo de Dios: nuestro portal, salida, puerta o entrada para unirnos con nuestro Creador. Nos preguntamos por qué. Incluso los ángeles anhelan esta encarnación. Basándonos en nuestra carga kármica, somos bendecidos con esta forma humana. Tulsidas describe esta forma como el barco que nos llevará a nuestro destino.
Debemos darnos cuenta de que la vida no es permanente. Nadie puede asegurar o predecir el día en que partiremos de aquí. Puede que en un momento disfrutemos de una deliciosa comida y al siguiente no estar ni siquiera para despedirnos de nuestros seres queridos. Solo tenemos una relación mundana con ellos, hasta el crematorio. Estamos tan acostumbrados a medir los ciclos de la vida en segundos, minutos, horas, días y años. Lo cierto es que no se basa en el tiempo. Podemos estar de acuerdo o no, pero se basa en el número de respiraciones. Una vez que exhalas, no puedes estar seguro de que volverás a inhalar. Así como el tic tac del reloj hace que las manecillas se muevan, así también el número de respiraciones nos mantiene en movimiento.
Tenemos constantemente la ilusión de que todo lo que nos rodea es permanente. Nos aferramos a nuestra juventud, nuestra salud, nuestras relaciones y nuestras posesiones como si pudieran proporcionarnos una felicidad duradera, como si pudieran durar para siempre. Hacemos todo lo posible por detener el proceso de envejecimiento, nos teñimos el pelo, utilizamos medios estéticos, pero finalmente, sabemos que el tiempo no puede detenerse para nadie.
La realidad llega o nos despierta de nuestro letargo cuando estamos acostados en nuestro lecho de muerte, tomando nuestro último aliento. Nos damos cuenta de que hemos desperdiciado nuestros valiosos alientos, acumulando dinero, ropa, casas y amigos: y nadie puede venir a ayudarnos en ese momento. Hay un sentimiento de arrepentimiento, pero por desgracia no podemos hacer nada al respecto. Los santos y místicos nos recuerdan una y otra vez que el hombre puede construir imperios y posiciones, pero todo está limitado a su tumba. Estamos desperdiciando nuestro aliento y el tiempo pasa muy rápido. Somos como el barco Titanic que se hunde lentamente. Cuando estamos en un barco que se hunde, la muerte es inevitable, pero aquí estamos empolvándonos la nariz y peinándonos. Nuestro cuerpo humano es como el Titanic que se hunde, y todavía nos aferramos a la esperanza de que viviremos para siempre. Todo lo que tiene vida perecerá en última instancia.
Ten presente la muerte y luego haz tu trabajo mundano. Con cada respiración debemos temer si nuestro próximo aliento vendrá o no. Hay una historia que dice así: Un faquir musulmán encontró una calavera y se la llevó a casa. La mantuvo sobre la mesa. Los miembros de su familia se molestaron y le dijeron que había niños en casa y que se asustarían al ver la calavera. Les dijo que es un recordatorio para todos de que un día serán como esta calavera. Como dice el dicho: “Espera lo mejor y prepárate para lo peor”. En Sant Mat, esto se puede traducir como “prepárate para tu muerte mientras vives”. Los místicos describen la muerte como el fin del sufrimiento, como fundirse en la luz, como unirse con el amado, el Señor, y volverse uno con él.
Un rey, complacido con su súbdito, le dio una daga de oro como regalo. El hombre aceptó humildemente el regalo, se lo llevó a casa y lo colgó en la pared. Al día siguiente, su esposa lo cogió y empezó a cortar verduras. Podría haber usado un cuchillo normal. La cuestión es que esta daga de oro es como nuestra vida humana. La tratamos como un cuchillo normal y seguimos con nuestros deberes mundanos en lugar de hacer nuestro verdadero trabajo.
En uno de los satsangs se explicó que estamos atrapados en esta rutina mundana y somos prisioneros de este ciclo de nacimiento y muerte. Pero hay un plan de escape: ¡debes mantenerte concentrado y hacer tu meditación!
El propósito de asistir al satsang y meditar no se limita a crear amor por el Señor, sino también a limpiar nuestra mente y hacer que nuestro corazón sea más receptivo. Una vez que entramos en esta atmósfera de paz, se pone en evidencia nuestras carencias o defectos; tomamos conciencia de nuestros pensamientos y nos sentimos avergonzados de lo que hemos llegado a ser, y comenzamos a cambiar lentamente. Necesitamos controlar nuestro proceso de pensamiento y asegurarnos de estar enfocados en nuestro objetivo principal. Todos nuestros pensamientos crean dificultades en la meditación y nos alejan de nuestro objetivo.
Hemos sido muy afortunados de estar en compañía de un maestro vivo, pero lo damos por sentado. Él nos ha iniciado, nos ha guiado, nos ha dado el don del Nam. Decimos que lo amamos, pero muy pocos de nosotros hacemos lo que él quiere que hagamos.
Cuando recibimos la iniciación, comenzamos a diferenciar y elevarnos de los cinco ladrones (apego, codicia, lujuria, ira y ego). Empezamos a ver la bondad en todo lo que el Todopoderoso creó. Si guardamos rencor o malos sentimientos hacia otros seres, nuestro corazón no puede ser receptivo a su amor. Si no aprendamos a perdonar a los demás, no podemos esperar que el Señor nos perdone.
Cada mañana, cuando nos despertamos y decidimos posponer nuestra meditación, estamos perdiendo la oportunidad de conectarnos con el Señor. Así como todos llevamos una lista de tareas pendientes para las actividades diarias, la meditación debería encabezar nuestra lista.
Cualquiera que persista en el sendero reconocerá que hay altibajos; dudas surgirán de vez en cuando, es normal. Un corredor aficionado que espera terminar una maratón comenzará lleno de energía y entusiasmo. A mitad de camino, cuando el entusiasmo inicial se haya desvanecido y no sienta nada más que trabajo duro y dolor, puede pensar: “¿Por qué estoy haciendo esto?”. Y tal vez incluso desista.
Es entonces cuando necesita una palabra de ánimo y un recordatorio de su objetivo. Un corredor profesional, sin embargo, ha entrenado y entrena vigorosamente, por lo que entiende lo que le sucede al cuerpo y a la mente en cada etapa. De manera similar, alguien que ha dedicado tiempo a la meditación regular durante muchos años reconocerá los altibajos que surgen durante la práctica, y sabe que con fe y confianza en el maestro espiritual, puede superarlo todo.
Muchos de nosotros pensamos de vez en cuando que simplemente no somos buenos en la meditación y que nunca lo seremos. ¿Quizás el maestro cometió un error al iniciarnos? ¿Quizá todo esto es solo un cuento de hadas? ¿Quizá seríamos más felices si nos tomaremos un descanso de la meditación? La práctica se construye fracaso tras fracaso. Pensamos que el fracaso es negativo, pero eso es un gran malentendido. Todos estos fracasos son parte de nuestro éxito final. Debemos seguir intentando una y otra vez. El maestro siempre está ahí para ayudarnos, siempre alentándonos, siempre apoyándonos, y nos guía siendo un ejemplo. Siempre dice que somos más fuertes de lo que creemos y que podemos hacerlo.
El aplazamiento es un ladrón de tiempo. No debemos dejar de lado nuestra meditación y pensar que cuando sea mayor tendré paz y entonces comenzaré a meditar. ¿Podemos estar seguros de esto? ¿Qué pasa si no mantenemos una buena salud?
El supervisor de obras de un edificio, desde la decimosexta planta llamaba a su ayudante, que estaba en la planta baja. Debido al ruido, no escuchó su llamada. Para atraer su atención, arrojó una moneda delante del ayudante, quien la recogió y la guardó en su bolsillo. Nuevamente, para llamar su atención, el supervisor esta vez arrojó un billete de diez dólares. El trabajador hizo lo mismo y guardó el billete sin levantar la vista. Ahora el supervisor se enfadó, cogió una pequeña piedra y se la tiró al trabajador. Esta vez el trabajador inmediatamente levantó la vista.
En nuestra vida, el Señor quiere comunicarse con nosotros, pero estamos tan ocupados con nuestro trabajo mundano. Muchas veces, nos da pequeños regalos y luego también otros grandes, simplemente los guardamos sin preguntarnos de dónde los sacamos. Simplemente guardamos los regalos sin tan siquiera agradecerle; simplemente pensamos que hemos tenido suerte. Y luego, cuando somos golpeados por una pequeña piedra, a la que llamamos “problema”, solo entonces miramos hacia arriba y nos quejamos ante él, ¿por qué nos ha dado problemas? Por eso se dice que él da, da y perdona; y nosotros recibimos, recibimos y olvidamos.
No hay nada malo en tener éxito o vivir una vida cómoda. La satisfacción es una cualidad interior. Podemos no tener nada y estar contentos, o tenerlo todo y no estar contentos. Los santos nos dicen que nuestra preocupación por las cosas mundanas no cambiará nuestro destino, pero seguramente nos quitará la oportunidad de tener progreso espiritual.
Solo piensa, ¿podríamos vivir la vida sin el don de la iniciación y un maestro que nos guíe y proteja en este mundo de dolor y sufrimiento? Imagina cómo habrían sido nuestras vidas si no tuviéramos un maestro, si no hubiera simran, ni satsangs a los que ir, ni seva… ¿Nos atrevemos a pensar qué dirección habrían tomado nuestras vidas? Así pues, debemos estar agradecidos al maestro por lo que nos ha dado.
El esfuerzo es nuestro deber, pero los resultados no están en nuestras manos, así es como debemos vivir nuestra vida. Esto también es una prueba para nosotros, y no debemos perder nuestro equilibrio mental, sino darnos cuenta de que ésta es la voluntad del Señor, y debemos aceptarla con toda humildad. ¡Quién sabe si las cosas podrían haber sido peores!
Recapitulando: el problema es que olvidamos que la razón principal por la que se nos ha concedido este cuerpo es para meditar. Lo olvidamos muy fácilmente. Debido a nuestros deberes mundanos, nos dejamos influenciar por nuestras mentes. Necesitamos meditar como nuestro maestro nos ha indicado, comprender que el alma y el Señor son la misma energía, están dentro de nosotros, y el Señor está atrayendo al alma hacia él, debemos hacer el esfuerzo, que es parte del diseño divino para nuestro viaje de regreso, y él hará el resto.
El maestro nos dice repetidamente: “¿A qué estás esperando?”. Y cuando nos pregunta “¿Cuáles son tus prioridades?”, en realidad nos está diciendo “¡Vamos, apúrate!”. Tan pronto como hacemos lo que se nos dice, nos damos cuenta y experimentamos EL ALMA, EL MAESTRO y EL SEÑOR en su forma verdadera. Entonces nos fundimos en él y nos volvemos UNO con él para siempre.