Él está muy presente
Así que donde nos reunamos en nombre del Padre, donde se hable sobre el Señor, donde nos llenemos con su amor y devoción, y fortalezcamos la fe para honrarlo, creo que eso es satsang, porque de manera natural, en nuestras conversaciones, nuestro maestro está presente, el Señor está presente. Sin eso, el satsang no tiene significado. Siempre hablamos de las enseñanzas, ya sea que el maestro esté físicamente presente o no, pero naturalmente cuando se habla de él, él está muy presente1.
Cuando Baba Ji visita un centro de satsang en el extranjero, ya sea en nuestro propio país o en un país cercano al que estamos invitados, acuden un gran número de satsanguis. Es normal, ya que estar en compañía del maestro vivo es uno de los momentos más importantes de nuestra vida como practicantes de Shabad. El magnetismo de su presencia es tal que experimentamos una elevación espiritual que toca lo más profundo de nuestro ser. El impacto en la audiencia está descrito maravillosamente por el Gran Maestro:
Puedes ser bueno o malo. No hay qué preocuparse. Debes buscar la compañía de un santo y escuchar su satsang. El aire fresco de su espiritualidad revitalizante te proporcionará la misma salud y frescura espiritual, y en poco tiempo tú mismo te convertirás en bueno.... Escuchando el satsang con la mente y el corazón, y disfrutándolo, ganarás fácilmente el control sobre tus sentidos, y tu alma alcanzará la calma en la compañía de los santos y místicos2.
Así que asistir al satsang de un maestro vivo es una experiencia única, que nos inspira una nueva y renovada determinación para seguir el sendero espiritual. Sin embargo, aquí existe una maravillosa paradoja. En cada encuentro con Baba Ji, ya sea un satsang o una sesión de preguntas y respuestas, él siempre recalca la importancia de las enseñanzas, haciendo hincapié en que él es un maestro, un guía. Y las enseñanzas nos dicen que el maestro físico, por muy inspirador que sea, no lo es todo en el sendero. El verdadero maestro es el Shabad, que solo puede encontrarse en el interior, trascendiendo los límites de lo físico.
Durante las últimas décadas hemos visto un elevado número de centros de satsang en todo el mundo. Han generado oportunidades para el seva, dando al sangat su propio Dera y lugares para los programas de Baba Ji. Pero lo más importante de todo es que estos centros de satsang son un precioso regalo del maestro al sangat en el que celebrar satsang. Para mantenernos firmes en este sendero necesitamos toda la ayuda y el apoyo que podamos tener. El satsang es crucial en este sentido. Lo necesitamos más de lo que nos imaginamos. Satsang es nuestro sistema de soporte vital, nos da inspiración para nuestra meditación. Nuestro principal seva es comprometernos en el proceso meditativo, es hacer el trabajo del maestro, trabajar con él hombro con hombro.
El satsang sin la presencia del maestro físico no es de menor calidad espiritual. Como subraya Hazur en la cita inicial: “Siempre hablamos de las enseñanzas, esté él físicamente presente o no, pero naturalmente cuando se habla de él, él está muy presente”. Es su presencia invisible la que está detrás del satsang incluso cuando él no está físicamente presente. El orador comparte su mensaje divino con el sangat. El orador es su agente, se dé cuenta o no, a través del cual el maestro está haciendo su trabajo. Porque el satsang es siempre obra suya, y el orador no es más que un instrumento en sus manos.
El satsang es “donde nos llenamos de su amor y devoción, fortalecemos la fe de cada uno para adorarle”. En el satsang se produce una unión espiritual. Porque todos somos hijos del Padre, incluso privilegiados de ser llamados familia del maestro. Esto también está bellamente explicado por Hazur Maharaj Ji en Luz sobre San Mateo:
Cuando Cristo estaba hablando a sus discípulos, alguien le dijo que sus hermanos y su madre estaban esperándole fuera para hablar con él. Cristo dijo: “¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos?”. Él explica que ‘mi única madre y hermanos son los que viven en la voluntad del Padre, los que siguen el sendero y están apegados al Shabad y Nam. Éstos son mis familiares y yo el suyo; porque ésta es una relación eterna en la que no nos separaremos nunca3.
A menudo Baba Ji dice que debemos apreciar los regalos del Señor, porque acaso ¿no recibimos mucho más de lo que merecemos? Él nos ha dado una familia espiritual, con la que estamos relacionados y con la que estamos conectados. Es una relación espiritual y la conexión también es espiritual. En el satsang nos toca el alma del maestro y, a un nivel más profundo, todos estamos interconectados. Se genera amor y devoción cuando estamos en compañía de los demás. En una atmósfera cargada de espiritualidad nos hacemos receptivos a las corrientes espirituales presentes.
En sus descripciones de los beneficios del satsang, el Gran Maestro esclarece de forma fascinante el proceso de transformación que experimenta un devoto.
En el satsang, el maestro, a través de sus corrientes espirituales, concede el don de una nueva vida a los devotos, con el resultado de que, como polillas se sacrifican ante la fuente de luz y se convierten en uno con ella. A partir de ese momento, su vida ya no les pertenece. Se convierte en la del maestro. Así alcanzan el estado de fusión total con el maestro4.
Es este estado de ser descrito por el Gran Maestro al que aspiramos las almas luchadoras. Es la culminación de un proceso de meditación incesante que dura toda la vida. Lo maravilloso es que nos dan pequeños ejemplos de lo que significa que nuestra vida no siga siendo nuestra. Esto puede ocurrir en el satsang, con o sin la presencia del maestro, es la sensación de que él se hace cargo. Va acompañado de un sentimiento de total impotencia, que se apodera de todo nuestro ser, un intenso anhelo de estar con el Amado.
Hay otro aspecto importante en el satsang. Allí se imparten enseñanzas espirituales valiosas. La profundidad de las enseñanzas tarda en asimilarse. El significado de los pasajes que leemos a lo largo de nuestras vidas se aclara de repente. Pero no se trata de una lucidez de percepción cualquiera, sino que está estrechamente relacionada con un sentimiento de felicidad interior. Rumi habla de que las palabras son velos. Es como si los velos se levantaran.
Lo que marca la diferencia es la actitud con la que nos sentamos en el satsang. No que el maestro esté físicamente allí o no. Como afirma Hazur Maharaj Ji enfáticamente:
Incluso si el maestro está sentado allí, pero nosotros no estamos presentes mentalmente –estando allí, no estamos allí–, eso no es satsang para nosotros. Por otro lado, aunque el maestro no esté físicamente, si lo está en nuestra mente, él está allí. Eso es satsang para nosotros5.
- Perspectivas espirituales, Vol. III, p. 120, pregunta 116.
- Philosophy of the Masters, Vol. 1, p. 165.
- Luz sobre San Mateo, p. 163.
- Philosophy of the Masters, Vol. 1, p. 169.
- Perspectivas espirituales, Vol. III, p. 121, pregunta 166.