Llegarás a mi país, a mi hogar - RSSB Satsangs & Composiciones

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Llegarás a mi país, a mi hogar

Probablemente conozcas las siguientes palabras de Huzur Maharaj Ji: “Este mundo no es nuestro verdadero hogar. Todo lo que vemos aquí es transitorio y pasajero”. Estas palabras provienen del libro Muere para vivir. Nada es permanente. Nada de este mundo ha seguido jamás a nadie después de su muerte.

Y, sin embargo, aunque hemos escuchado estas palabras tantas veces, seguimos continuamente ocupados con nuestras ajetreadas vidas. Eso absorbe toda nuestra atención. Y si no cambiamos esta tendencia, en algún momento nos enfrentaremos a la decepción y la desilusión.

Por eso los maestros nos dicen: “Despierta. Despierta, esta vida es solo temporal. Sé sabio y dirige tu atención hacia algo que sea de valor duradero”.

Huzur repite: “Solo la meditación y el maestro son eternos, y solo ellos merecen nuestra atención”.

¿Por qué nos dicen esto los maestros? Lo hacen por amor y compasión hacia nuestra situación. Porque ven cómo nos perdimos y nos enredamos en la ilusión de esta confusa vida. Especialmente en estos tiempos de sobrecarga de información, multitarea, inteligencia artificial, incertidumbre y preocupaciones.

Sin embargo, a pesar de esta confusión e incertidumbre, hay buenas noticias. La buena noticia es que el Creador no desea otra cosa que traernos a casa. Y no solo quiere, sino que nos traerá a casa. Y no solo a nosotros, sino a todos y a todo: cada ser, cada criatura, ser humano, animal, planta o piedra.

En algún momento, todo volverá a su origen, porque el Creador quiere reunirlo todo con su origen, su estado de unidad. Él ha dado vida a todo y usa la atracción magnética de la esencia divina, el Shabad, para devolverlo todo a casa, porque es muy cercano y querido para él. Siempre fuiste parte integrante de mí.

“Siempre fuiste parte integrante de mí”, dice Soami Ji en uno de sus poemas. Siempre parte integrante, siempre una parte cercana y querida, dice.

En realidad, el Señor nos extraña aún más de lo que nosotros lo extrañamos a él. Y por eso su llamamiento constante nos recuerda nuestro verdadero hogar. Un llamamiento continuo, a lo largo de toda la creación. Una llamada que suena como una campana que nos informa de que es hora de volver a casa.

La siguiente historia, que contó un maestro en espiritualidad, ilustra esta llamada continua. Trata de un hombre que había ido a dar un largo paseo. En cierto momento, se perdió. No sabía dónde estaba ni qué dirección tomar. A casi un kilómetro de distancia, vio una casa, así que fue allí a preguntar. Al llegar, vio a una mujer sentada en el porche frente a la casa. Sin embargo, se dio cuenta de que era ciega, y en la conversación que surgió, se hizo evidente que había perdido la vista hacía poco. Al mismo tiempo, oyó algo proveniente del campo de detrás de la casa: unos hermosos tonos de alguien que silbaba.

“¿Quién es?” preguntó el hombre, y la mujer respondió: “Es mi esposo, solo acércate a él”. Al llegar a la parte del campo donde el hombre trabajaba, preguntó: “¿Por qué silbas todo el tiempo?”. Y el hombre respondió: “Para que mi querida esposa ciega sepa siempre que estoy cerca y que está a salvo”.

Un sonido que siempre nos está llamando de una forma similar, ¿por qué está siempre esta llamada, este sonido en la creación? Es porque el Creador quiere que sus queridos hijos, perdidos y ciegos, sepan que él está cerca y que están a salvo.

Esa llamada del Creador es el sonido que resuena por toda la creación para recordarnos constantemente dónde está nuestro verdadero hogar.

Sin embargo, la mayoría de las veces no lo escuchamos. No lo oímos porque estamos demasiado ocupados viviendo nuestras vidas y escuchando el ruido de nuestros pensamientos, nuestra mente y el del mundo que nos rodea.

Pero lo cierto es que ese sonido está ahí. Es el sonido del que hablan los maestros.

De hecho, todos los místicos, tanto de Oriente como de Occidente, hablan de ello. Y no solo los místicos, sino también muchísimos filósofos, artistas y músicos.

Algunos ejemplos:

Pitágoras habló de la Música de las Esferas.

Mozart, cuya ópera “La Flauta Mágica” trata sobre la naturaleza ilusoria de la creación, hace que el protagonista diga: “Escucha el sonido de la flauta interior”.

Piensa en la hermosa obra “El Mesías” de Haendel, con palabras como: “Abrid en el desierto una calzada para el Señor”.

Recientemente, incluso los Rolling Stones cantaron sobre Dulces Sonidos del Cielo y Alabado sea el Padre. ¿Será eso una señal de que su canción “Simpatía por el Diablo” se ha transformado en respeto por el Señor?

¿No acabamos de decir: En algún momento todo volverá a su origen?

Toda la creación está llena de ese sonido, incluso la onda de energía entre la planta y la abeja que se mostró en un documental de David Attenborough y que Baba Ji mencionó anoche. Toda la creación vibra con él.

Pero, por desgracia, como acabamos de decir, no lo oímos porque estamos demasiado ocupados escuchando el ruido de nuestros pensamientos.

Sin embargo, ese sonido se vuelve audible para nosotros cuando aquietamos por un momento esos pensamientos agitados, cuando volvemos nuestra atención hacia adentro.

¿Cómo volvemos nuestra atención hacia el interior?

Nosotros, que hemos tenido la fortuna de encontrar a un maestro que nos hizo conscientes de este aprisionamiento en el mundo y que, por su gracia, nos ha dado un método para aquietar nuestros pensamientos y dirigir nuestra atención hacia adentro, sabemos cómo: simran.

El simran que se nos da como el regalo más preciado en el momento de la iniciación.

El simran que aquieta nuestros pensamientos, aparta nuestra atención del mundo y todas sus preocupaciones, y la dirige hacia ese sonido, hacia esa música de las esferas.

El simran que está disponible para nosotros en cada momento de nuestras vidas.

Entonces, ¿qué nos impide escuchar esa llamada, ese sonido, y seguir su sendero interior, el sendero hacia nuestro verdadero hogar?

Como dijimos en la primera parte de este satsang, lo que nos detiene es la forma en que nos dejamos atrapar por la red de este mundo, en todas sus relaciones y actividades.

Son esas relaciones y actividades las que nos mantienen tan ocupados que no escuchamos la llamada de ese sonido celestial, ese sonido que nos llama para ir a nuestro verdadero hogar.

En resumen, mientras se nos presenta el diamante más preciado, seguimos jugando con conchas.

Ya conocéis la brillante descripción que hace Huzur de la manera ingeniosa en que funciona esta creación: perfectamente imperfecta.

Siempre deseando reencontrarnos. Si bien el Creador nos ha colocado en esta creación, en esta vida, en estas circunstancias, nos ha dejado con una fuerza de atracción que nos atrae hacia él. Es la fuerza magnética del Shabad que actúa día y noche, atrayéndonos constantemente, y no se agota, sus baterías nunca se agotan.

¿Cómo se expresa esa fuerza magnética en nosotros?

¿Qué es lo que nos infunde el deseo de volver a casa, de volver al Creador?

¡Anhelo! Un anhelo que nunca nos abandona.

Nunca nos abandona, porque es la llamada del Creador que quiere traernos a casa.

Si fuera por nosotros, habríamos renunciado hace mucho tiempo y habríamos intentado encontrar la felicidad en el mundo, o habríamos empezado a buscar otra manera de salir de este lugar.

Pero lo cierto es que él, el Creador, quiere reunirnos consigo mismo, y por eso nos atrae.

Y para que volvamos a casa, crea en nosotros un sentimiento de hambre, y al mismo tiempo nos pone un plato de néctar divino delante; un néctar tan dulce que no podemos hacer otra cosa sino comerlo.

Ese sentimiento de hambre es similar a un sentimiento de soledad. Una soledad que automáticamente nos motiva a buscar compañía, un hogar seguro.

Esa separación y soledad se retrata con hermosas palabras en los primeros versos del “Masnavi” de Rumi:

“Escucha la caña de la flauta cómo narra una historia, quejándose de la separación, diciendo: ‘Desde que me separé del cañaveral, mi lamento ha hecho gemir a hombres y mujeres’. Todo aquel que se aleja de su fuente anhela volver al tiempo en que estaba unido a ella”.

Separada de su fuente, su verdadero hogar, la caña experimenta el dolor de ser separada de su cañaveral, y su soledad la lleva a expresar su anhelo de regresar a su fuente.

¿Y qué hace que la caña emita su sonido? Es el viento que sopla a través de ella, haciéndola funcionar como una flauta”.

Si no hay viento, no hay sonido, no hay vida. Pero con el viento, la flauta cobra vida y así puede expresar su dolor.

¿Y qué es ese viento? Ese viento es la expresión de la esencia divina, del Shabad, de la fuerza que da vida a esta creación.

Le da vida y, como el sol, hace que la creación cante de alegría y felicidad, pero, al mismo tiempo, hace que la flauta lamente su soledad y exprese su anhelo de regresar a su fuente.

¿No es esto similar a cómo el Creador se ama a través de nosotros? ¿Cómo el amor que él irradia nos hace amarlo y, de este modo, reflejarle su amor de nuevo?

Y así es como se expresa esa esencia divina, que a menudo experimentamos o expresamos con los términos “sonido y luz”. Sin embargo, el sonido y la luz pertenecen al ámbito de nuestros conceptos, pero esto es todo lo que conocemos, y por lo tanto, tenemos que conformarnos con ellos. Sin embargo, en realidad, la esencia divina va mucho más allá de nuestros conceptos. Es indescriptible.

Así que no te limites a esos conceptos. No te limites esperando sonidos o luces concretas. Ve más allá de lo que te limita. Ve más allá de los conceptos, más allá de la mente, más y más profundamente hacia dentro, hacia esa esencia divina.

Un hecho peculiar es que, al tener sentimientos de naturaleza espiritual, sentimientos de “entrar”, algunas personas tienden a marearse o a sentirse incómodas. Estos sentimientos pueden surgir porque la sensación de familiaridad, la sensación de suelo firme, parece desaparecer, y al ocurrir esto, se tiende a buscar algo tangible, en este caso sensaciones de sonido o luz; sensaciones que nos resultan familiares y que encajan en nuestro mundo de conceptos, en nuestras dimensiones. Pero, como la esencia divina es indescriptible, trasciende esas dimensiones.

Esta esencia divina es la fuerza que da vida a esta creación, la fuerza que nos da vida y nos impulsa a jugar en el jardín de esta creación. Es la misma fuerza que nos hace sentir solos y nos permite expresar nuestro anhelo de regresar a nuestra fuente.

Es la compasión del Creador por nosotros en nuestra ilusión; con la ilusión de que esta creación, este patio de recreo en el que vivimos, es real, pero que al final nos conduciría a una profunda sensación de decepción.

“Escucha la melodía del Shabad y llegarás a mi país, a mi hogar”, dijo Soami Ji en el mismo poema que citamos anteriormente en este satsang:

Siempre fuiste parte integrante de mí.

Y continúa:

Cada vez que te veía sufrir, la compasión me movía
  a venir para ayudarte.
Abandona ya esta creación originada por la gota, vuelve y
  regocíjate en el reino del Océano.
Querida surat, ya es hora de que escuches mi consejo:
Escuchando constantemente la melodía del Shabad llegarás
  a mi país, a mi hogar.

Escucha constantemente la melodía del Shabad; en otras palabras, medita.

Medita con amor, devoción y concentración, descartando todo lo demás.

Es básicamente el único mensaje que los maestros tienen para nosotros; un mensaje con la mejor voluntad.

Escucha ese sonido que resuena en tu interior y que quiere llevarte consigo, guiando el camino hacia dentro. Ese sonido es la melodía del Shabad, el poder que dio vida a esta creación; el poder que te dio vida a ti. Y es exactamente el mismo poder que te atrae de vuelta a tu fuente, a tu verdadero hogar.

Ese sonido, ese poder, está justo dentro de ti. Para oírlo, solo necesitas mirar en la dirección correcta, concentrar tu atención en él, con total dedicación, y luego esperar.

Espera hasta que aparezca, como el sol, que aparece y brilla cada día. Brilla para darte luz, no para mirar el mundo que te rodea, sino para iluminar tu camino interior, para mostrarte el camino a tu verdadero hogar.

Así que espera hasta que veas ese sol brillar. Espera hasta que escuches esa melodía en tu interior.

Simplemente dirigiendo tu atención hacia tu interior y dejándote llevar por la música de esa melodía.

Como decía Huzur: Simplemente adéntrate en tu interior, y, como suele decir Baba Ji: Simplemente relájate.

Simplemente adéntrate en tu interior, relájate y déjate llevar por la corriente del Shabad que te lleva hacia adentro, a tu verdadero hogar.

O, para concluir con las palabras de Soami Ji:

Al escuchar constantemente la melodía del Shabad, llegarás a mi país, llegarás a mi hogar.