Anhelo de amor - RSSB Satsangs y Composiciones

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Anhelo de amor

La gravedad de la materia
Cuando estamos lejos del maestro y miramos a nuestro alrededor, podemos decir que cada paso que damos en la superficie del planeta tierra es un paso en un enorme campo de fuerza. Cada paso que damos está influenciado por el poder de la gravedad. Esto limita nuestra capacidad de movimiento; cada paso que damos es una lucha contra la fuerza de gravedad de nuestro planeta tierra.

Cuando emprendemos un viaje desde al punto A al punto B sobre la faz de este planeta tenemos que superar su gravedad. Debemos esforzarnos ante este poder de la materia cuando levantamos nuestras piernas; debemos superar este poder simplemente para levantar nuestras manos. Y tenemos que vencer este poder cuando queremos resurgir de lo ‘muerto’.

En nuestro estado actual, nuestra conciencia está dispersa atraída por los objetos del universo físico y los acontecimientos que involucran al universo físico de una u otra forma. Nos centramos constantemente en la materia, que adopta miles de formas, y en los miedos, los placeres y los deseos relacionados con esta materia. En realidad, estamos totalmente absorbidos por la materia en nuestros actos y pensamientos.

Pero hay una acción que llevamos a cabo en la que la gravedad de la tierra no se interpone en nuestro camino. Al contrario, a esta acción nuestra, la ayudará enormemente la fuerza de la gravedad; denominada nuestra caída. Y ya sea una caída física o una caída moral el resultado es dolor y sufrimiento. Los maestros nos dicen que hay cinco pasiones que se agitan en nuestros corazones y que bloquean nuestro libre paso hacia Dios. Todas ellas nos retienen en el campo de la materia, y por lo tanto se interponen en el camino de la realización de Dios.

La lujuria está muy relacionada con la materia. No es más que otra forma de gravedad material cuando el puro anhelo espiritual de alcanzar la unidad con el Señor se distorsiona y se sustituye por el anhelo físico de ser un solo cuerpo; unificar dos cuerpos para reproducirse.

La ira: Nos enfadamos cuando lo que ocurre no está en línea con lo que queremos o lo que creemos que es correcto. Mi voluntad está conectada con el funcionamiento de este mundo material y con cómo me gustaría que funcionara. Nos enfadamos cuando nuestra actitud de ‘tiene que hacerse mi voluntad’ se frustra, en vez de sentirnos en paz con la actitud de ‘hágase tu voluntad’.

Julian Johnson dice en El sendero de los maestros que mientras la lujuria nos arrastra al nivel animal, la codicia nos arrastra aún más bajo, a un nivel más profundo, al nivel mineral de la creación1. Deseamos cosas. Queremos nuestras casas en forma de arena, piedras y mortero. Ansiamos el acero y el plástico de nuestros coches; codiciamos el oro y las piedras preciosas. Queremos comida sofisticada. Pero bajo todos estos anhelos, se encuentra simplemente nuestro deseo de encontrar la felicidad, un sentimiento de seguridad, la sensación de ser especial. Y, sin embargo, todos nuestros deseos materiales, cuando nos obsesionamos con ellos, nos arrastran desde nuestro nivel de seres humanos al nivel de los cadáveres y las piedras.

Los maestros nos dicen que la cuarta pasión es el apego. Estamos apegados a los conceptos sobre todas las cosas y personas que nos rodean. Estas cosas no tienen realidad desde un punto de vista elevado, desde un nivel de conciencia más alto. Hazur Maharaj Charan Singh solía decir: “La pena es que lo que vemos, lo que sentimos y lo que tocamos no es real. Lo que no vemos, eso es real”2. En otras palabras, solo creemos saber cómo es la realidad, y estamos muy apegados a nuestros conceptos acerca de ella.

Por último y no por ello menos importante, nuestro egoísmo se interpone en el camino hacia la experiencia de Dios. Bloquea nuestro camino diciéndonos que somos este cuerpo físico, que somos esta posición o aquella posesión, que somos esta casa o aquel coche, que somos este hijo o aquel cónyuge. Pero los maestros nos dicen que no somos seres físicos esforzándonos por tener una experiencia espiritual; nos dicen que somos seres espirituales pasando por la experiencia física.

La gravedad del espíritu
Hasta ahora hemos hablado de la gravedad física. Pero si nos llevamos al maestro a casa en nuestros corazones cuando volvemos de Dera, entonces podemos decir que hay –gracias a Dios– otras fuerzas en juego también. Pensemos ahora en la gravedad espiritual.

Ahora podemos decir que cada paso que damos sobre la faz del planeta tierra es también un paso en ese enorme campo de poder. Por suerte, la fuerza gravitatoria de la materia es solamente una parte de un poder mucho más grande. Los místicos nos revelan que la atracción de esta energía es mucho mayor que la gravedad de la materia y de la propia tierra. Este es el poder de la atracción espiritual.

La fuerza gravitatoria atrae nuestro cuerpo y mente hacia una dirección material, como seres humanos estamos bajo la influencia de las leyes físicas y forzados a enfocar nuestra forma de vida en un mundo de limitaciones físicas. Aun así, el poder de la atracción espiritual es mayor; influye no solamente en nuestros cuerpos y pensamientos, sino también en nuestro espíritu –nuestro ser interior– el que el maestro nos enseña a realizar. El maestro nos da la bienvenida a un nivel de poder totalmente nuevo. Nos da la bienvenida al poder supremo del campo de gravedad del Señor. Este poder supremo que ha creado todo y sostiene todo, es puramente amor. Una vez que somos atraídos por la gracia del Señor hacia ese campo de energía –a su campo de gravedad– comenzamos a anhelar ese amor.

Por la gracia del Señor se nos pone en contacto con un maestro vivo verdadero, cuya intención es unirnos a nuestro origen, al Señor, con amor. Y ¿cómo lo hace? A través del amor. Este es nuestro mayor beneficio, nuestro consuelo y esperanza. Porque el amor es la única fuerza que puede liberarnos de las cadenas de la ley del karma. El amor es tan poderoso que es la única fuerza que puede sobrepasar la gravedad de la materia.

¿Cómo podemos experimentar ese amor? Los maestros nos dicen que el nombre principal de este juego es meditación. Todos sabemos muy bien que hay una sola cosa que pesa sobremanera en las conciencias de los satsanguis: romper uno de los cuatros votos que hemos tomado en el momento de la iniciación. Y al mismo tiempo, sabemos muy bien que solo hay una cosa en esta creación que puede aportarnos felicidad y paz mental. Todos sabemos que es la meditación, llevada a cabo según las instrucciones que nos ha dado nuestro maestro.

Nuestro Padre es considerado y compasivo. Ama nuestras almas incluso más que nosotros amamos nuestros egos. Todavía no somos capaces de percibir la intensidad del amor que él tiene en su corazón. Es un poder tan grande que va más allá de nuestros sueños más increíbles.

Puede que a veces nos sintamos abatidos. Otras veces nos vemos incapaces cuando nos damos cuenta de nuestras limitaciones, nuestras debilidades, todos nuestros pecados. Vemos que no somos tan buenos como nos gustaría. Y aun así, Hazur Maharaj Charan Singh dice que todo lo que tiene que ocurrir ya ha ocurrido. Y sabemos que una vez que el alma ha sido iniciada por un maestro verdadero vivo, no hay absolutamente ninguna posibilidad de que algo vaya mal. No existe la posibilidad de que en última instancia, y a su debido tiempo, no lleguemos a nuestro destino final. No porque nosotros queramos ser perfectos, sino porque él quiere que nos hagamos perfectos. Porque él quiere que volvamos a él; moremos en él y nos convirtamos en él.

Vivimos en medio de este bello poder, un poder encantador que fluye a nuestro alrededor, que nos abarca, nos envuelve y nos sostiene. Este poder es nuestro amigo; es el origen de nuestra fuerza. Es al mismo tiempo conocimiento y amor. Por eso, estamos flotando en las olas del conocimiento y en la corriente del amor. Lo único que tenemos que hacer es ser conscientes de él. ¿Cómo podemos ser conscientes? Dejando atrás los conceptos, los pretextos y las perspectivas que nuestra propia mente ha creado en nosotros. Nosotros mismos, a través de nuestras mentes, hemos diseñado la prisión más efectiva que existe: la prisión de maya, de la ilusión. Esta cárcel se ha construido con nuestros pensamientos, nuestros conceptos, miedos, esperanzas y apegos. Somos nuestro peor enemigo hasta el momento en que comprendemos que en este nivel de consciencia no podemos conseguir satisfacción. Somos nuestro peor enemigo hasta que nos damos cuenta de que lo que consideramos ‘yo’ es realmente una cáscara vacía.

Sabemos que lo que nos ofrecen los placeres sensuales es de naturaleza transitoria. Sabemos que no hay placer sensual que pueda concedernos lo que de verdad buscamos: el placer eterno. Los seres humanos estamos programados para buscar el placer y la seguridad eternos. Y los maestros vienen a nuestro nivel de conciencia para mostrarnos el camino que conduce a este estado. Los maestros no están muy interesados en los juguetes con los que tanto tiempo nos gusta jugar: nuestras casas, coches, ropa elegante, atracciones físicas y los juegos mentales con los que intentamos dominar a los demás. No han descendido a nuestro nivel de conciencia simplemente para abandonarnos en la trampa del mundo. Para ellos, somos los hijos del Padre, y el Padre nos está llamando para entrar en su corte. Su corte es mucho más noble y gloriosa de lo que pudiéramos imaginar. Nuestra alma es de sangre real y el maestro está aquí para explicárnoslo. Y no solamente para explicárnoslo; está aquí para guiar a nuestra alma, ayudarnos a pagar nuestras deudas y llevarnos a casa.

Por eso los místicos y los maestros nos dicen cómo regresar a la corte del Señor:

No amontonéis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre corroen,
y donde hay ladrones que socavan y roban;
sino amontonad, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre
que corroan, ni ladrones que socaven y roben3.

No somos conscientes de los grandes tesoros que hay ocultos en nuestro interior, por eso los maestros vienen a explicarnos cómo alcanzar estos placeres superiores que nos llevan al regazo del Padre.

Una persona le preguntó al maestro Charan Singh: “¿Podemos experimentar la felicidad en esta vida?”. Hazur le aclaró el camino hacia la felicidad:

Observa las guerras, la gente cortándose el cuello unos a otros. Lee los periódicos. Escucha la radio. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Es esto felicidad? Todas las bombas, tanques y armas que se fabrican día y noche, ¿es para alegrarse? Nos engañamos a nosotros mismos creyendo que estamos disfrutando. El miedo a la muerte es constante. La muerte nos puede llegar en cualquier momento, en cualquier lugar. Entonces, ¿dónde está la felicidad? Es un autoengaño….

Esforzarse en meditar significa intentar escapar de la desdicha del mundo. Cuanto más abrimos los ojos para encontrar la alegría en el exterior, más desdichados e infelices nos sentimos. Cada día nos frustramos más… ¿Dónde está esa paz que buscamos fuera? Simplemente, vivimos en la ilusión y el autoengaño. Cuanto más buscamos la paz en el exterior más desdichados nos volvemos cada día. Si existe la alegría, esta se halla en nuestro interior, no puede, para nada, estar fuera4.

Para terminar, hay dos campos en la vida humana. El primero es el campo de la materia y el ser material: la gravedad de la materia. El segundo campo es el del espíritu o ser espiritual: la gravedad del espíritu. Estamos atrapados en medio de estas dos grandes fuerzas: la gravedad de la materia y la gravedad del amor. ¿Cuál de las dos será la fuerza dominante en nuestra vida?

Sabemos cuál será el resultado. No porque nosotros queramos que sea así, sino porque él quiere que sea así. Él quiere que volvamos a casa. Él nos atrae, nos ayuda. Está aquí para nosotros las veinticuatro horas del día. Estamos abocados al éxito a pesar de nuestras preocupaciones, de nuestra poca fe y nuestras limitaciones. Es solo cuestión de tiempo que lleguemos a ser parte de él, que nos unamos a él en nuestra casa eterna, el palacio del amor. Se trata solamente de su gracia. Y siempre debemos tener presente que solo la gravedad del amor puede superar la gravedad de la materia. Y recordar permanentemente que será la atracción del maestro y su amor lo que vencerá.

Por supuesto, hemos de hacer la parte que nos corresponde y meditar. Cuanto más meditemos, menos tendrá que sufrir nuestro maestro. Tenemos que meditar, para que por cada pequeño paso o tropiezo que demos en la dirección correcta hacia él, él pueda dar mil pasos gigantes hacia nosotros. Y de esta forma, finalizaremos con una bella cita de Jesucristo, que va de la mano con lo que nuestro maestro nos dice:

Más buscad primeramente el reino de Dios, y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura5.

En casi todos los satsangs, Baba Ji nos indica que sigamos el siguiente consejo: Debemos aplicarnos y meditar. Y después dejar que el maestro nos ayude con el resto.


  1. Párrafo del libro El sendero de los maestros,de Julian Johnson, 2a ed., p.297
  2. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives Vol. I, pregunta 16
  3. Biblia, Mateo 6:19–20
  4. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives Vol. I, pregunta 425
  5. Biblia, Mateo 6:33