Receta para la vida
En 2013, al parecer Baba Ji habló de lo que podría denominarse una receta para la vida, que hemos de seguir y que tiene cuatro partes:
- Practica la meditación.
- No analices demasiado.
- No te preocupes demasiado.
- Sé feliz.
Parece factible, por tanto, analicemos cada parte por separado:
Para empezar, para los que seguimos este sendero, sabemos que nuestra mayor responsabilidad en la vida es practicar la meditación, pues es este el propósito por el que estamos en este mundo en forma humana. Este es el propósito de la vida, dicen los santos, porque a través de la meditación podremos volver a nuestro verdadero hogar, a Dios, al Padre, a la divinidad.
La profundidad y amplitud de Dios es una realidad incomprensible. Nosotros no podemos entender la profundidad ni el alcance de Dios y nuestra mente es incapaz de procesarlo, porque el enigma de qué o quién es Dios está más allá del nivel de la mente universal, por no hablar de nuestra mente individual, a este nivel. Si observamos la naturaleza de la mente, se nos dice que a este nivel está entrelazada con el alma. Sin embargo, la mente tiene sus limitaciones y es incapaz de comprender lo que hay más allá de su alcance; por tanto, en un intento de comprender recurre a la creación de conceptos, con sus restricciones, dentro de su propia programación. Sin embargo, los maestros verdaderos ven las cosas de manera diferente porque son uno con el Padre, que está a un nivel superior de la mente, y perciben la realidad directamente. Hasta que nosotros vivamos también una experiencia interna y podamos saber, los conceptos son lo más aproximado que tenemos.
Maharaj Charan Singh dijo:
La vida humana es un viaje, no un hogar; es un camino, no una ciudad para habitar. No nos quedaremos aquí para siempre. Por lo tanto, debemos sopesar cuidadosamente lo que hacemos. …Tenemos que utilizar el cuerpo para su verdadera tarea, y esta verdadera tarea es la realización divina… La verdad es que el cuerpo no es un fin, sino un medio1.
Nos dice que la vida, nuestro cuerpo, este mundo, no son permanentes, pues son únicamente instrumentos, medios, una oportunidad para acercarnos a nuestra verdadera misión –la realización divina. El cuerpo humano es una gran bendición, y somos afortunados de tenerlo porque es un vehículo esencial para volver al Señor.
Pero desarrollar todas las cualidades del ser humano y realizar las acciones correctas son solo la base que nos acerca a la realización divina. Las buenas acciones son un medio, un buen medio, para purificarnos, pero no son la meta en sí misma. La meta, el objetivo de la realización divina, únicamente puede obtenerse mediante la práctica de la meditación que nos enseña un maestro verdadero. Es un proceso interior, no exterior. El elemento fundamental de la meditación es contactar con el sonido, la Palabra, el Logos, el Shabad, el Nam interior, para fundirnos en él y seguirlo de vuelta hacia el Señor. Parece sencillo, pero no lo es, porque la mente sigue interponiéndose con todos sus altibajos, temores, dudas y tendencias negativas.
Maharaj Sawan Singh, el Gran Maestro, escribió:
Todos los santos son hijos de Dios y su misión es que los demás también sean hijos de Dios. Su método es el Verbo, la corriente de sonido. No existe otro método …el Verbo es luz. Resuena por toda la creación –material, mental, y espiritual– dentro y fuera de nosotros. Es tanto luz como sonido2.
Pero como hemos mencionado, no es tan fácil contactar con esta luz y sonido porque nuestra mente se niega a concentrarse y permanece atada debido a sus tendencias negativas y orientadas hacia fuera. Nosotros continuamos en la lucha hasta que nos damos cuenta de que necesitamos al maestro para viajar por este sendero interior. Y por mucho que este sendero tenga como propósito esencial la necesidad de esforzarnos en controlar la mente, también es cierto que todo se debe a la gracia del Señor, particularmente al papel que el maestro representa como canal, puente, la personificación del Señor y el Shabad. El Gran Maestro escribió:
El Verbo ha sido, es y será la realidad básica. Es imperecedero y omnipresente en todo ser vivo. Si la gente pudiera obtener beneficio de este Verbo omnipresente, o si este pudiera ayudar a la gente directamente, nunca habría sido necesario que los maestros o ‘Cristos’se reencarnaran entre nosotros. Si en el pasado hubo necesidad de su aparición, en el presente también se requiere su presencia3.
Por tanto, necesitamos al maestro y practicar la meditación, que es el sendero para contactar con el Verbo o Shabad interior, el camino de regreso a Dios, lo divino. Según escribió el Gran Maestro: “No existe ningún otro método”. Y meditamos regular y puntualmente cada día. Esa es la tarea que se nos ha asignado, y al cumplir con ella expresamos nuestro amor y gratitud.
Ahora llegamos al segundo componente de la receta para la vida: No analices demasiado. ¿A qué se refieren los maestros con analizar demasiado? Es evidente que un contable tiene que analizar las cifras de las cuentas para presentar sus informes, al igual que lo hace también mucha gente ya que muchos trabajos requieren de un análisis. Pero ese tipo de análisis no parece ser al que se refieren los maestros. Se le preguntó a Hazur: “¿Por favor, puedes explicarnos la diferencia entre pensamiento claro, discernimiento y análisis?”. A lo que él respondió:
Cada persona tiene una idea propia de lo que significa pensamiento claro. Incluso un ladrón cree que tiene claro lo que va a hacer. Todo el mundo está siempre analizándose a sí mismo. No importa lo que hagamos o dejemos de hacer, siempre nos estamos analizando internamente. En lo que se refiere al discernimiento, hemos de aprender a saber lo que nos conviene o no nos conviene hacer para desarrollar el discernimiento y tomar las decisiones correctas y descartar las que no lo son4.
Así pues, el discernimiento, saber diferenciar lo que es correcto de lo que no lo es, es esencial en el sendero y hemos de aprender a desarrollarlo. El discernimiento no es a lo que los maestros se refieren con analizar demasiado.
Sin embargo, Hazur puntualiza que no importa lo que hagamos o dejemos de hacer, nuestra mente siempre está analizando, y al analizar nos asaltan las dudas sobre si hemos conseguido suficiente progreso espiritual. ¿Nos hemos desprendido lo suficiente de este mundo? ¿Sentimos suficiente amor por el maestro?, y así sucesivamente. La mente puede hacernos caer en la trampa porque como seres humanos que somos a este nivel, nunca llegaremos a ser perfectos, ni llegaremos al ideal, por lo que la mente se desespera y entonces empieza a debilitar nuestros esfuerzos en el camino.
En una ocasión le preguntaron a Hazur: “Cuando era buscador sentía ese anhelo intensamente, y ahora, después de llevar en el sendero un tiempo, siento que la meditación ha pasado a formar parte de una rutina diaria, y me pregunto si conformarse con esto es un obstáculo para el progreso espiritual”. A lo que Hazur respondió:
No, no se convierte en ningún obstáculo. Como podrás apreciar, tras la iniciación comenzamos a analizarnos demasiado, si hemos logrado desapegarnos de este objeto, de esa cara, o no… cuánto progreso hemos logrado… Este cálculo no nos lleva a ninguna parte. Deberíamos simplemente continuar con la meditación, y el desapego será el resultado automático de la meditación5.
Otro discípulo le preguntó a Hazur: “Maestro, en ocasiones me cuesta reconciliarme conmigo mismo, pues a veces siento mucho amor y devoción por el maestro, y al momento me veo haciendo algo que simplemente carece de amor y devoción”. Él respondió:
Hermana, nuestro problema es que nos analizamos en exceso: ‘Ahora estoy enamorado, ahora no, ahora siento indiferencia’. …El Señor ha sembrado la semilla del amor y cuida de la semilla del amor constantemente en nuestro interior, y no deja de crecer. Sin duda alguna la fruta madura en el árbol; sin embargo, a veces viene un viento que se lleva la fruta –incluso las flores se cae– pero el árbol vuelve a dar sus frutos de nuevo6.
Reflexiona sobre ello. Nos dice que el Señor ha sembrado esta semilla de amor dentro de nosotros, la cuida constantemente
y no deja de crecer hasta que da frutos.
Los maestros también comentan cómo este autoanálisis puede llegar a deprimirnos, a desesperarnos. La mente se activa sola y nos arrastra hacia el lado negativo. No se cumplen nuestras expectativas cuando queremos, y eso es exigir demasiado por nuestra parte. Los maestros nos dicen, y quieren, que seamos positivos: que continuemos con nuestra meditación y que sigamos el camino que el Señor va abriendo ante nosotros. De nuevo dice Hazur:
Cada día nos juzgamos a nosotros mismos. Hacemos de juez y acusado a la vez. Y es esta la manera en que la mente se mete en un círculo vicioso7.
Nos dice que primero nos sentimos jueces, luego críticos, para volver a convertirnos en nuestro pobre, ruin y desdichado yo. Nuestra mente interpreta todos estos papeles una y otra vez. Todo esto está en nuestra cabeza. Hazur continúa explicando:
Este autoanálisis no nos lleva a ninguna parte. La autocompasión a veces llega a deprimirnos. Dejemos que juzgue el Señor y que sepa lo que necesitamos. Nuestra labor es hacer nuestra tarea. Nuestra tarea es llamar a la puerta y él es quien tiene que abrirla y nosotros tampoco podemos cargar con el peso de su responsabilidad, pues de él depende abrirnos la puerta8.
Así pues, si creemos que nos estamos acercando al Señor gracias a nuestros esfuerzos estamos equivocados. Nosotros no somos capaces de lograrlo a no ser que el Señor así lo disponga y que el maestro nos acoja, a través del Shabad. No podremos alcanzar la meta hasta que el ego se aniquile, lo cual sucede al entrar en contacto con el Shabad y el amor. Pero también necesitamos la meditación para desarrollar ese amor, para enfocarnos y concentrarnos e intensificar ese amor que hará que el ego se desvanezca y nos permita alcanzar la unión.
La tercera parte de esta prescripción para la vida –no te preocupes demasiado– es similar a la anterior –no analices demasiado– en el sentido de que ambas aconsejan que la mente no corra hacia el lado negativo. Ambas nos llevan por un camino de preocupación, tal vez de desesperación, de modo que nos volvemos restringidos, tensos y limitados por nuestra propia sensación de limitación. Olvidamos que nuestra alma, esa gota de lo divino, puede volar alto, puede con la ayuda del maestro desatarse de la mente y volver a su hogar original. A Hazur le preguntaron por qué un satsangui no tenía nada de qué preocuparse, y respondió:
Es muy sencillo. Si un suceso está predestinado y tenemos que cumplir con lo que el destino nos tiene deparado, ¿acaso preocuparnos solucionará el problema? Si esta preocupación no aporta solución alguna, ¿de qué sirve torturarnos?
Interesante: Preocuparnos es una manera de torturarnos, y pregunta, ¿de qué sirve este castigo? Continúa diciendo:
La preocupación puede adoptar distintas formas dependiendo de cada individuo y de los problemas que tenga. Pero nuestra actitud general debería ser que como las cosas están predestinadas y tenemos que afrontarlas, sean circunstancias malas o buenas, ¿de qué sirve preocuparnos? ¿Por qué no solucionar esos problemas, afrontarlos, superarlos en lugar de preocuparnos innecesariamente por ellos?9.
Recomienda que adoptemos un enfoque práctico: de cara al mundo que solucionemos esos problemas, que los afrontemos e intentemos superarlos; y al interiorizarnos nuestro enfoque práctico tiene que ser reconducir nuestra mente y elevarla hacia el Shabad y el Nam.
También nos dice que el enfoque práctico implica también aprender a aceptar lo que nos sucede en la vida, en nuestro destino, y encaminarnos hacia el sendero del Señor confiando en que desea lo mejor para nosotros. De nuevo explica Hazur:
Así pues, nos estamos preparando. La meditación nos prepara para aceptar lo que nos depara el destino, si no alegremente, al menos con una sonrisa10.
Por tanto, existen dos aspectos en el enfoque práctico: realizamos nuestra meditación, que redirige nuestro enfoque hacia arriba, e intentamos aceptar lo que el Señor nos envía en nuestro camino, a aceptar nuestro destino y afrontarlo. Esto forma parte de lo que se denomina seva de la mente. Intentamos preparar a la mente para aceptar los resultados, tanto en nuestra vida mundana como espiritual, encomendándonos al Señor y al maestro.
Esto nos lleva al cuarto componente de la receta para la vida: ser felices. De nuevo, hay una doble vertiente: una actitud de la mente, un entrenamiento de la mente, que con la experiencia interior trae consigo la verdadera felicidad. Una vez más, esta actitud de la mente está relacionada con los otros tres componentes. Se solapan entre sí. Y el mensaje es similar. De nuevo Hazur explica:
Si dejamos de preocuparnos, automáticamente seremos felices… Por naturaleza, el ser humano es feliz y está satisfecho. Lo que nos hace desdichados son nuestros deseos, exigencias, ambiciones. Cuando no se cumplen, somos desdichados. Sin embargo, si carecemos de deseo alguno, automáticamente somos felices11.
Muy interesante lo que él dice, que por naturaleza somos felices y estamos satisfechos. ¿Quién lo podría creer? nuestra mente es el obstáculo que se interpone entre nosotros y esa felicidad y satisfacción, la que nos hace creer que, si pudiéramos tener esto o lo otro, o ser jóvenes de nuevo, o tener salud, o casarnos, o incluso volver a ser solteros, seríamos felices. Todos estos deseos ocultan nuestra verdadera naturaleza, que es la de ser felices. Todos nuestros deseos –algunos de ellos conflictivos– no pueden cumplirse en esta vida. No solo tendríamos que renacer para cumplirlos, sino también puede que no sean lo que más nos convenga. Nosotros no tenemos una visión general para poder ver lo que es mejor para nosotros, lo que debe suceder para poder saldar nuestra deuda kármica y qué rumbo tenemos que seguir. Los santos poseen visión y nos aconsejan deshacernos de esos deseos, ambiciones, a fin de poder ser felices. Si algo está en nuestro destino, pasará de todos modos. Si no lo está, nuestros esfuerzos para obtenerlo no tendrán sus frutos; y todos esos deseos no cumplidos simplemente se suman a la montaña de deseos incumplidos que se interponen entre nosotros y el Señor, y lo único que se consigue es que expandamos nuestro ego.
En el sendero interior, la meditación por sí misma nos proporciona felicidad interna debido a que la concentración trae consigo paz y felicidad. Y los maestros nos dicen que sentimos los efectos de la meditación incluso antes de que podamos ver algún progreso interior. Puede que sintamos una sensación en nuestro interior, una creciente satisfacción que nos haga sentir menos apego a los sucesos mundanos, lo cual es muy positivo y nos hace felices.
Así que intentemos ser nuestro yo feliz, natural y divino, y continuemos con nuestros esfuerzos tanto en el mundo exterior como en nuestro interior, pero aprendiendo a aceptar lo que nos ocurra, sin importar si se manifiestan o no los resultados que esperamos. Y es que estamos en sus manos y siempre lo hemos estado, y ahora tenemos la oportunidad de ser más conscientes de ello.
Concluimos con una cita de Hazur:
Si podemos aceptar que todo lo que nos llega viene a través de él, entonces no importa lo que sea, se convierte en divino en sí mismo… Todo adopta el sabor del Señor y se convierte en divino; todo lo que sucede es por intervención de Dios. Cuando la mente de la persona funciona de ese modo, todo lo que le sucede tienen este único sabor… por tanto… busquemos esa felicidad que no está condicionada, que es segura y no se desvanece12.
- Maharaj Charan Singh, Discursos espirituales I, 1a ed., pp. 6–7,
- Maharaj Sawan Singh, Joyas espirituales, carta 104
- Joyas espirituales, carta 105
- Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. II, #446
- Spiritual Perspectives, Vol. II, #446
- Spiritual Perspectives, Vol. II, #447
- Spiritual Perspectives, Vol. II, #448
- Spiritual Perspectives, Vol. II, #448
- Spiritual Perspectives, Vol. III, #256
- Spiritual Perspectives, Vol. III, #254
- Spiritual Perspectives, Vol. III, #253
- Discursos espirituales I, p. 17