¿Por qué ser vegetariano?
Hoy en día ser vegetariano está de moda, y eso es algo bueno. Parece como si cada vez que te das la vuelta, hay alguna celebridad, algún directivo, gurú de la salud, genio de la informática, o nuestro vecino que ensalza los beneficios y virtudes de una dieta vegana o vegetariana, llamada hoy en día una dieta a base de vegetales. La gente quiere estar sana, tomar decisiones alimenticias más responsables con el medio ambiente, y ser seres humanos éticos que respetan la vida, no solo la de otros seres humanos, sino también la de los animales. En la mayoría de los países sin tradición de vegetarianismo, ser vegetariano (o vegano) ya no es considerado como algo extraño, como era antes. Es simplemente la elección de un estilo de vida entre otros muchos en los que personas de todas las edades, razas y orígenes culturales, son libres para elegir sin tener que causar divisiones en sus familias, ni ser considerados raros por los compañeros de trabajo, ni por camareros fastidiosos, reacciones que no hace mucho, eran las comunes.
Una de las muchas ventajas de esta tendencia es que ahora es mucho más fácil ser vegetariano de lo que solía ser antes. Ahora hay muchos más restaurantes, especialmente en los principales centros urbanos, que atienden a vegetarianos, o que por lo menos se adaptan a ellos. Además, muchos mercados y supermercados ofrecen productos como tofú y pizzas veganas –solo por mencionar dos ejemplos– algo que era inaudito, o por lo menos difícil de encontrar, en un pasado tan reciente como el siglo pasado.
Por lo tanto, no ha habido mejor época para ser vegano o vegetariano, en lo que respecta a la conveniencia y a la aceptación cultural.
Por eso, es importante tener claro por qué precisamente nosotros, como seguidores del Surat Shabad Yoga, somos vegetarianos, y concretamente lacto vegetarianos (una dieta que incluye lácteos, aunque muchos decidan evitarlos, además de carne, pescado, aves y huevos). Esto no quiere decir que los seguidores de Sant Mat sean mejores que otros vegetarianos, ¡en absoluto! Pero hay razones importantes y específicas por las cuales en Sant Mat el vegetarianismo es un requisito, y cuanto mejor entendamos las razones, menor será la probabilidad de que demos nuestra dieta por hecho. El peligro de dar nuestra dieta por sentada es que –por ejemplo, si crecimos en una familia satsangui, y el ser vegetariano fue simplemente la manera en que nos criamos– será más fácil descuidarnos en nuestro compromiso. Si no elegimos ser vegetarianos a conciencia, la próxima vez que estemos hambrientos, y el único alimento disponible sea un paquete de galletas, quizá no seamos tan cuidadosos al leer los ingredientes antes de comérnoslas. Esto puede parecer un ejemplo tonto, pero incluso personas iniciadas desde hace décadas pueden volverse perezosas a la hora de comprobar los ingredientes, que pueden cambiar con el tiempo. No podemos permitirnos dar nuestra dieta por sentada.
La verdad es que se requiere esfuerzo, atención y una elección consciente ara embarcarse en una dieta vegetariana (o vegana), y lo que es más importante, seguirla a rajatabla durante el curso de nuestras vidas. Es por ello que tenemos que examinar nuestro compromiso hacia este estilo de vida para asegurarnos de que entendemos nuestra elección. Ya que, si el ser vegetariano no está presente en nuestros valores de una forma práctica, si seguimos la dieta a ciegas y no basamos nuestras acciones en nuestras convicciones más profundas y suposiciones sobre el propósito de la vida humana, entonces no tendremos la perseverancia y el coraje de vivir nuestros principios día tras día, incluso cuando sea un inconveniente o sea aburrido.
En Luz divina, Maharaj Charan Singh escribió una explicación breve sobre por qué los seguidores de Sant Mat son vegetarianos: Comer “huevos y carne (incluida la de aves y peces), retrasan nuestro progreso espiritual”. “Quitar la vida endurece el corazón y crea una pesada deuda de karmas. Las aves, ganado, peces etc. que matamos, no quieren morir. De qué forma tan lamentable gritan y chillan cuando los atrapamos para sacrificarlos. Dado que ellos son sensibles al placer y al dolor, el Señor misericordioso, que es tanto su Padre como el nuestro, nos llamará sin falta para que rindamos cuentas por haberlos matado tan despiadadamente. En la ley de Dios no hay lugar para injusticias”.
El término “la ley de Dios” se refiere a la ley del karma, que es la ley universal de causa y efecto. Esta ley se ha expresado de distintas maneras: todo lo que siembres, cosecharás; cada acción tiene una reacción igual y opuesta; todo cae por su propio peso. Todo lo que hacemos incurre en una deuda kármica. La ley kármica desempeña un papel durante la transmigración de nuestras almas, que son una y otra vez reencarnadas para vivir las consecuencias de las acciones previas.
Nuestra esencia verdadera es el alma, que nace, muere y luego renace en incontables cuerpos hasta que somos capaces de liberarnos fundiendo nuestras almas en el Señor. Estamos atrapados en este ciclo por nuestros karmas, o acciones. En cada cuerpo, realizamos acciones, que, debido a su naturaleza, tienen como resultado, reacciones. Como cometemos demasiadas acciones en una vida, para poder experimentar la consecuencia de sus reacciones, debemos renacer de nuevo para cosechar sus efectos. Y así el ciclo continúa hasta que conseguimos liberarnos de una vez por todas del ciclo kármico.
La matanza de cualquier ser vivo incurre en una deuda kármica, que debe pagarse. Queremos contraer la mínima deuda posible para poder aligerar la carga que hace que nuestras almas estén atrapadas en este mundo, por eso somos vegetarianos porque esta dieta implica quitar la forma de vida lo más inferior posible. Pero incluso entonces se aplica la ley del karma.
En efecto, no podemos vivir en este mundo sin matar. En el libro Being Vegetarian, el autor explica: “Aunque todo ser vivo debe comer para vivir ya sea comer plantas u animales los humanos pueden elegir causar el menor daño posible y consumir una dieta basada en vegetales, quizás incluyendo productos lácteos. Incluso un niño pequeño entiende que, si coger una flor del protegido jardín de un vecino es una travesura, causarle daño a su gato es una infracción mayor. Y causarle daño al propio vecino es aun mucho peor. De la misma manera, cuando consumimos frutas, verduras y cereales, también implica matar una forma de vida, las plantas son menos conscientes que los animales marinos, de aire o terrestres. Podemos mantener el nivel de nuestra matanza al mínimo de consciencia posible, evitando un sufrimiento inmenso.
Los karmas en los que incurrimos por matar vida vegetal pueden neutralizarse a través de nuestra meditación, y por otro lado, llevando una vida ética.
Aparte de las razones éticas y kármicas por las que no destruimos vida únicamente para satisfacer nuestro paladar, también hay una dimensión mental. Los santos nos dicen que destruir vida con el propósito de alimentarnos afecta a la estructura de nuestra mente. Nuestra mente está dispersa por todo el cuerpo y por el mundo exterior, que la mente percibe a través de los sentidos. Los místicos nos dicen que el sendero hacia la autorrealización y la realización de Dios están en nuestro interior y que, por tanto, debemos recoger nuestra atención dentro, en el tercer ojo, su punto clave natural, en lugar de dejar que se disperse en el exterior.
Maharaj Charan Singh escribe en Luz divina: “Los alimentos, como las acciones afectan a la mente, y por tanto a su capacidad para concentrarse en el punto central natural. El matar a un ser humano suscita una reacción mental más intensa que matar a una cabra. Similarmente, el matar a una cabra causa una reacción mental más fuerte que el arrancar una manzana de un árbol. Por consiguiente, la concentración de la mente sería, por regla general, proporcionalmente más difícil en el caso de un ser humano que haya cometido un asesinato que en el caso de un ser humano que haya matado a una cabra o uno que haya arrancado una manzana de un árbol. La razón es que la forma de vida manifestada en un ser humano, en una cabra y en un manzano tiene diferentes grados de consciencia o sensibilidad. En consecuencia, la extinción de vida en cada uno de esos casos suscita diversos grados de reacción mental, y, por tanto, de obstrucción a la concentración espiritual de la mente”.
Por ello, conforme más alto sea el nivel de vida que matemos para comer, más dispersa estará la mente y por lo tanto, será más difícil retirar la atención al centro del ojo durante la meditación.
¿Cómo nos vincula todo esto en relación con la ingesta de huevos, y el daño que causa comer huevos no fecundados? La naturaleza los ha creado para que nazcan pollitos. El hecho de que los huevos no fecundados no contengan vida es irrelevante; estaban destinados a ser un medio de vida y por ello debemos evitarlos. En palabras de Maharaj Sawan Singh: “La carne, los huevos (fecundados o no fecundados) y los alimentos altamente concentrados e intoxicantes no convienen a quienes quieren dominar su naturaleza animal, desean calmar su mente y ganar el acceso a los planos sutiles”.
Los santos y místicos recomiendan una dieta vegetariana para que podamos aligerar nuestra carga kármica y así progresar espiritualmente en nuestra meditación y en nuestra vida diaria. Pero el ser vegetariano tiene sentido, aunque no estemos interesados en la liberación de nuestras almas del ciclo de nacimientos y muertes. Paul McCartney ha dicho: “Si los mataderos estuviesen hechos de paredes de cristal, todos serían vegetarianos”. Una vida de no violencia –no matar para comer ni para el deporte– promueve la paz en el mundo y paz en nuestro interior. También está comprobado que ser vegetariano puede hacernos más sanos físicamente y también podemos mejorar considerablemente la salud del planeta, ya que comiendo carne contribuimos al cambio climático, a la destrucción de los bosques, de la tierra, y al envenenamiento de nuestra atmósfera y agua.
Entre todos los animales y plantas de la tierra, solo los humanos tienen el poder de discernimiento. A diferencia de otros animales, que son esclavos de sus instintos naturales, nosotros podemos tomar decisiones conscientemente. Podemos elegir el no convertir nuestros cuerpos en cementerios llenando nuestros estómagos con la carne de los animales, que tienen almas como las que tenemos nosotros. Podemos conscientemente elegir ser vegetarianos, y no porque nos hayamos criado de esta manera, o porque esté de moda, sino simplemente porque es lo correcto.
Fuentes
- Luz divina,carta 438 (“…los huevos y la carne …”)
- Being Vegetarian, by Rebecca Hammons, publ. Radha Soami Satsang Beas, 2017; pp. 5–6 (“While every creature…”)
- Luz divina,carta 439 (“Los alimentos, como las acciones…”)
- Joyas espirituales,carta 55 (“La carne, los huevos…”)
- Being Vegetarian,Endnote 2 (“If slaughterhouses…”)
- Being Vegetarian, 72–81 (“Also, it is by now well documented…”)