Devoción y amor
¿Cuál es nuestra situación en la vida? ¿Acaso no somos como un barquero, un pequeño insecto que puede correr por el agua sin atravesar la superficie, recorriendo un lago de realidad sin probabilidad de conocer su profundidad o su alcance? El barquero solo puede conocer aquello que está en la superficie; lo que hay debajo seguirá siendo un misterio hasta que no se atraviese la superficie.
En el corazón de todos, resuena un eco de nuestro hogar verdadero. Pero no comprendemos la profundidad ni el objetivo de esa llamada, por tanto, nuestra respuesta es simplemente sumergirnos en la próxima experiencia que se presenta, con la esperanza de que el vacío se pueda llenar. Verdaderamente somos “extranjeros en tierra extraña”, esencialmente viviendo la vida como “buscadores de emociones”, con la esperanza de que la próxima emoción nos brinde paz, realidad o incluso dicha. Incluso en nuestra meditación muchos de nosotros nos aferramos a un deseo de experimentar algún tipo de emoción, algún resultado para demostrar que hemos progresado.
No tenemos ni idea de por qué somos quien somos: de por qué hemos nacido en la familia en la que estamos, por qué hablamos el idioma que hablamos, por qué tenemos el color que tenemos, y quizá, lo más importante, por qué creemos en lo que creemos.
En la película Pequeño gran hombre un jefe nativo americano observa: “Creo en aquello que se me hizo creer”. El destino ha decidido su perspectiva y su entendimiento de la vida, y él, al igual que nosotros, es solo un ser atravesando un drama predeterminado que no puede alterar. Solo puede atravesarlo pensando y reaccionando de acuerdo con su carácter, creencias y karmas.
Todos sabemos que hay un vacío en nuestras vidas que buscamos llenar, pero no podemos concluir nuestra búsqueda acudiendo al mundo para obtener las respuestas. Antes de llegar al sendero, quizá todos sentimos que estábamos descontentos con nosotros mismos y con la vida en general; pero sin alternativa alguna, simplemente persistimos en el intento de hallar la paz y la dicha en el mundo. Este hábito no se subsana de repente cuando llegamos al sendero; se filtra en nuestro tiempo, y tenemos que esforzarnos para ir en la dirección contraria –hacia nuestro interior– para conocer el verdadero amor y realidad, el Shabad o el Verbo.
Hazur Maharaj Ji explicó en una ocasión que a nuestro nivel no podemos conocer nuestra alma, y esta realidad se manifestará cuando nuestra atención se recoja en el centro del ojo. A nuestro nivel presente, vivimos la vida casi como autómatas. Sabemos que existimos, pero desconocemos quién somos realmente. Por tanto, hasta que no descubramos la realidad de nuestra alma, efectivamente estamos viviendo en un desierto de conocimiento árido, incesantemente buscando la realidad en un lugar donde no puede haber nada que encontrar.
Kabir Sahib comentó el desafío de conocer la realidad interior:
La luna brilla en mi cuerpo, pero mis ojos invidentes
no lo pueden ver:
La luna está en mi interior, además del sol.
El tambor no audible de la eternidad ha sonado
en mi interior; pero mis oídos sordos no lo pueden escuchar1.
Kabir Sahib nos dice que los sentidos externos son inútiles para comprender la realidad interior. Con nuestros ojos externos no podemos ver la luna ni el sol interior. Nuestros oídos externos no pueden escuchar el sonido interior. Tenemos que desarrollar nuestro ojo interno y facultad auditiva interior, a través de la meditación, para comprender la realidad interior. No se puede acceder al Shabad con nuestras facultades superficiales.
Kabir sigue diciendo:
Mientras que el ser humano reclama el yo y el mío,
sus trabajos son nulos:
Cuando todo amor por el yo y el mío mueren,
entonces se cumple el trabajo del Señor2.
Si perseguimos cosas mundanas y canalizamos todos nuestros esfuerzos hacia ese fin, entonces nuestra vida se habrá desperdiciado. Solo cuando el amor por lo mundano, por el “yo y el mío” mueren, se cumplirá el trabajo del Señor, y nuestro propio trabajo espiritual.
El conde León Tolstói observó que cuando hay un vacío en la vida, algo debe llegar para llenarlo. Podemos llenar ese vacío con conocimiento y posesiones mundanas, o con verdadero conocimiento interior y entendimiento espiritual. Tenemos esta elección en todo momento.
Ahora, por alguna razón desconocida, el Señor ha decidido traernos junto a la compañía de un maestro vivo verdadero para llenar el vacío de nuestras vidas. Él quiere que conozcamos el sol y la luna en nuestro interior y que escuchemos el redoble de los tambores de la eternidad.
En la Biblia está escrito que Jesús explicó el papel primordial del maestro a la hora de llevar nuestras almas de vuelta a casa:
Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, salvo el Padre; ni nadie conoce al Padre, salvo el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar3.
Por tanto, únicamente el maestro es el portal hacía la realidad interior, y a través de él tenemos que convertirnos en el “Hijo”. El Evangelio de Juan 3:35 afirma:
El Padre ama al Hijo, y ha puesto todo en su mano4.
En el Bhagvad Gita está escrito que el Señor Krishna dijo:
Dame todo tu corazón,
dedícate a mí,
adórame y entrégate a mí.
De este modo habiendo fijado tu corazón en mí,
siendo yo tu meta suprema,
vendrás hacia mí5.
Este es el mensaje de todos los maestros. Sin embargo, es nuestra naturaleza adorar al mundo y amar a los seres y objetos dentro de él, y por ello se nos tiene que arrastrar hacia el sendero de la devoción. Cuando alguien está perdido, a menudo se da el caso de que, para llegar a su destino previsto, precisa de un guía para ayudarle a atravesar tierra extraña a él. En nuestro caso, desconocemos el camino hacia nuestro destino interno, o en efecto, lo lejos que nos encontramos de él. Nuestro propio sendero particular hacia nuestro hogar verdadero puede estar cubierto de obstáculos y dificultades imposibles de predecir. Pero si nuestro guía conoce el camino y también lo que se precisa para que lleguemos a nuestro destino final, entonces es su deber evaluarnos antes de que embarquemos en el camino para asegurarse de que somos aptos para el viaje.
El maestro nos dice que no se nos hubiese atraído al sendero a menos que él supiese que podemos alcanzar la meta final y unirnos con él. A menudo esta afirmación va en contra de nuestra propia evaluación de nuestras capacidades y experiencia. Sin embargo, el maestro permanecerá con nosotros en la dicha y en la adversidad. El maestro quiere que le entreguemos nuestro corazón a él; dedicarnos a él, ya que la devoción a él es la única acción que se precisa. Hazur escribió en una ocasión:
Siempre es mejor el progreso interno lento; por consiguiente, no debe uno impacientarse. Sigue practicando tu meditación (bhajan y simran) con amor y fe. El progreso interior es lento por naturaleza. La operación de retirar la consciencia de los centros inferiores (donde ha estado residiendo durante millones de edades), no es tarea fácil, y requiere tiempo y constante esfuerzo. El amor y la fe son, por supuesto, maravillosos aceleradores, pero el proceso es esencialmente lento.
No debe uno sentirse desalentado porque no vea señales externas de avance, ya que el progreso es ciertamente pausado. Tal persona debe dedicar más tiempo a la meditación y mantener en todo momento la mente en la repetición de los Nombres sagrados (simran). No debe uno inquietarse. El maestro se ocupará del resto6.
En la reciente película india Jodhaa Akbar, un sufí relata la siguiente fábula al emperador Akbar:
Se les preguntó a los ángeles:
¿Qué es el paraíso?
Y respondieron:
Cada corazón en el que mora el amor es amor en sí mismo.
Luego se les preguntó:
¿Y qué es el infierno?
Ellos respondieron:
Un corazón sin amor es el infierno mismo.
Por tanto, estamos viviendo en una especie de infierno cuando nuestra consciencia está enfocada en el mundo, pero cuando tenemos amor en nuestro corazón nos encontramos en el paraíso. No hay ‘pero’ que valga en este asunto: estamos en el cielo o en el infierno; tenemos amor en nuestros corazones o no lo tenemos; somos uno con nuestro maestro o no lo somos.
No solo queremos conocer lo que es el amor; queremos estar enamorados. Y todas las escrituras verdaderas nos indican la forma para lograr este amor. En el Bhagvad Gita, el Señor Krishna dice:
Aquel que me sirve con constante
devoción de amor
es digno de alcanzar al Señor supremo7.
Entonces, el amor significa seguir fielmente las instrucciones del maestro, con incesante devoción, y atender a nuestra meditación. El amor por el maestro físico se desarrolla automáticamente. Si vivimos el modo de vida de Sant Mat y atendemos a nuestra meditación, afianzamos el amor y la fe por el maestro. Nuestro amor y nuestra fe crecen con nuestra meditación y finalmente nos conducen a ser uno con el maestro, y, en definitiva, con el Señor.
He escuchado más de 2000 satsangs desde que llegué al sendero, y aun así el mar de palabras y conceptos sobre los que he reflexionado durante este periodo parece, al menos para mi mente consciente, haber cambiado poco en mí. No obstante, recientemente Baba Ji señaló que no ser conscientes de que está ocurriendo algo como resultado de nuestros esfuerzos en la meditación no implica que no esté ocurriendo nada.
Nuestro problema es que estamos perdidos en un desierto sin rastro; estamos ciegos ante la realidad de nuestro progreso porque todavía nos centramos en lo físico principalmente, así que ¿cómo pretendemos tener conocimiento sobre el progreso interior? Y las preguntas intelectuales nunca pueden resolver nuestra sensación de andar perdidos; las respuestas a estas preguntas meramente recubren por un tiempo con un parche endeble nuestra sensación de estar perdidos, permitiéndonos perseverar en la lucha por experimentar la realidad interior.
Sin embargo, Hazur en una ocasión ofreció ánimo:
Una vez que el discípulo ha sido aceptado, debe regresar al Padre. El maestro no abandona al discípulo. Tiene la responsabilidad de llevar a esa alma de regreso al Padre8.
En El libro de Mirdad, el místico Mirdad les dice a sus discípulos:
El ser humano se cansará tanto de los cambios que todo en él anhelará y deseará apasionadamente aquello que es más poderoso que los cambios. Y ciertamente lo encontrará en sí mismo9.
Hasta me atrevería a decir que todos estamos abatidos por el cambio; sabemos que un coche nuevo, una casa nueva, un cónyuge nuevo no sacia nuestro deseo intenso de dicha y contento. Debemos mirar hacia el interior. Mirdad sigue diciendo:
Felices son aquellos que anhelan, pues ellos ya se encuentran sobre el umbral de la libertad. A ellos estoy buscando, y por ellos predico. ¿Acaso no te he elegido porque he escuchado tu anhelo?10.
Entonces, el maestro ha escuchado nuestro anhelo, nuestros gritos de exasperación y desesperación, nuestras súplicas desde el desierto de nuestra existencia. Y nos está llevando hacia él.
La aritmética en la tradición mística es distinta a la del mundo: uno mas uno es igual a uno, y también, uno más un millón es igual a uno, cuando el uno es un maestro vivo verdadero. La devoción empleada para llevar a cabo las instrucciones de nuestro maestro automáticamente nos aporta un corazón que está lleno de amor, y así nos convertiremos en el hijo y de este modo llegaremos automáticamente a conocer al Padre.
Bhai Gurdas reveló un corazón lleno de amor por su propio maestro:
El maestro es lo más bondadoso;
Su gloria está más allá de nuestro entendimiento;
Yo me inclino una y otra vez
Ante el único e incomprensible maestro11.
- One Hundred Poems of Kabir, tr. Rabindranth Tagore, p. 5
- Ibíd.
- La Biblia (Versión King James), Mateo 11:27
- La Biblia (Versión New King James), Juan 3:35
- Bhagavd Gita, 9.34, in Pathways to Liberation, p. 238
- Luz divina, #19
- Bhagavad Gita, 14.26
- Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. III, #2
- Mikhail Naimy, El libro de Mirdad, p. 95
- Ibíd.
- Bhai Gurdas, Kabitt Svaiyye, citado en Hector Esponda Dubin, Meditación viva, p. 52