Maravilla
En la penúltima página de Legacy of Love hay una imagen al final de Hazur Maharaj Ji. En la foto, está de espaldas a nosotros. Está de pie en una puerta sombreada del satsang ghar construido por su maestro – está mirando desde el exterior del edificio donde el aire está iluminado con un tenue resplandor dorado.
Frente a esa foto, en la última página del libro, aparece uno de los últimos mensajes de Maharaj Ji: “Que vuestro amor por la forma culmine en el amor por el que no tiene forma”1. Está de espaldas, no podemos ver su rostro. Podríamos imaginar que nos está recordando que sigamos con nuestra práctica de amor, que amemos ese rostro, ese ser, pero que no nos detengamos ahí, que vayamos donde él ha ido, que veamos lo que él ve, que amemos más allá de cualquier límite. Es lo que desea para nosotros.
Soami Ji Maharaj también habla de ir más allá de todos los límites. Describe con mucho detalle las escenas y los sonidos de las regiones espirituales interiores. Pero cuando llega al destino del alma en el Sin nombre, las palabras y las descripciones fallan. Él simplemente dice:
¿Qué más puedo decir? Allí no había nadie…
Lo que había te lo cuento ahora:
Maravilla maravillosa era todo en él–
¡Maravilla, maravilla, maravilla!
Pero luego ocurrió algo:
La maravilla entonces tomó una forma…
Con la forma de los santos viene al mundo,
Y él mismo revela su secreto2.
Y esta es la clave de toda la historia. La maravilla adopta una forma. Con la forma de los santos, viene al mundo para devolvernos al Uno sin forma.
Incluso ahora, aquí abajo, en nuestras pequeñas y peculiares vidas, en las que corremos de un lado para otro como hormigas en un huracán; incluso con todo el ruido y las distracciones, la gente siempre experimenta momentos tocados por la conciencia de una presencia inmensa, momentos llenos de asombro y alegría ante una belleza que no podemos percibir totalmente.
Los bebes y los niños pequeños parecen estar en contacto con ese estado; parecen vivir allí durante un tiempo, antes de que la vida en el cuerpo los llene con la basura de los deseos y los miedos, del ego, y les haga olvidar ese lugar. El Evangelio según Mateo nos dice:
En aquel tiempo los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?”. Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”3.
Recorrer el camino interior significa cambiar, convertirse de nuevo en un niño: puro, vacío, abierto a dar y recibir amor. Esto, dice Jesús, significa un segundo nacimiento, un nacimiento en el espíritu, y esta vez es para siempre: significa liberarse de ser arrastrado al mundo una y otra vez para encontrar y amar y luego dejar una procesión interminable de padres y madres. Significa volver a descansar en el Padre sin forma.
Pero la pregunta de todo buscador es: ¿Cómo experimentaré alguna vez esta maravilla? ¿Cómo llegará a ser algo más que breves indicios del más allá? Maharaj Ji nos da el sencillo gráfico del regreso:
Profundamente absorto en la esposa y los hijos, en los amigos y parientes, en la riqueza y las posesiones, te conviertes en una parte de la rueda que se mueve constantemente. Mediante una profunda devoción al Nam, abandonas el movimiento perpetuo de la rueda y regresas al eje con su equilibrio, su quietud, y su dicha inefable. Más aún, te conviertes en uno con el Señor.
Aquí tenemos una imagen impactante: o la vida en la periferia exterior de la rueda, o la vida en el centro radiante. Todos los días de nuestra vida nos despertamos y nos ponemos en movimiento; nos despertamos y nos movemos tenazmente por el sendero de nuestra mente. Este sendero de la mente se aleja del eje sagrado. Vivimos y nos movemos y tenemos nuestro propio ser no en la divinidad, sino, profundamente absorto en esta frágil burbuja del cuerpo que confundimos con nuestro ser verdadero.
No sabemos nada sobre cómo salir del movimiento perpetuo en la periferia, nada sobre el camino hacia el centro. Estamos aquí agitándonos en el inmenso océano de la ilusión, con olas constantes, sin puntos de referencia, a veces soleado y tranquilo por lo que nos sentimos felices, a veces con truenos y relámpagos y olas enormes; sin que sepamos qué dirección tomar. Cada cual trata de mantenerse a flote y reconstruir una vida minúscula y frágil con los trozos de desechos que flotan en nuestro camino. Construimos pequeñas balsas frágiles para nosotros mismos, y luego invitamos a otros a subir para tener compañía y calor. La vida en el mar de la existencia. Es agotadora. Es aterradora. Es solitaria.
Y entonces… de la nada en alta mar, aparece de repente, un ser como ninguno que hubiéramos visto antes. Es tan inmenso, tan radiante, tan cercano, tan dulce, que apenas podemos creer lo que están viendo nuestros ojos. Con una sola mirada toca ese núcleo de nuestro ser, despierta un amor como ningún otro. Y todo se acaba. Suspiramos un suspiro de alivio que ha tardado un millón de eones en llegar. Entonces él nos llama desde su hermoso, fuerte y resistente barco: ¡Ven conmigo! Nos vamos a casa. Solo tienes que sujetar esta cuerda que te lanzo, esta cuerda de cinco nombres, y aferrarte a ella para salvar tu vida. Yo mismo te subiré a la barca del Verbo, y viajaremos en ese sonido celestial hacia ese otro océano, el océano de la verdad, de la conciencia, de la dicha.
Este barquero misericordioso explicará que nuestra soledad es una ficción de la mente. Soami Ji Maharaj dice:
En el principio había solo Uno, y luego había dos, y luego tres, y luego muchos, después miles y cientos de miles, y finalmente había incontables seres. Ahora, aquel que encuentra un satgurú perfecto, que es uno con el Uno y es la forma de ese Uno, logrará, por su gracia, librarse de los muchos y alcanzará su hogar verdadero4.
Es nuestro privilegio supremo el poder escapar de la ilusión de los muchos y llegar a experimentar la unidad. Ahora bien, esta es una idea hermosa, pero es solo una idea. ¿Dónde comienza la experiencia?
En realidad, no sabemos nada –ni de nosotros mismos, ni de la vida ni de Dios– pero sí sabemos sin lugar a duda cuando hemos experimentado algo del guía, del mensajero del sin forma. En la vida de todo discípulo hay un momento decisivo, el momento en que comprendemos que tenemos un amigo verdadero. Para algunos puede que sea amor a primera vista; para otros les puede llevar años alcanzar esa gran cantidad de reconocimiento. Nunca podremos describir esta experiencia ni demostrársela a nadie, pero esta experiencia nos brinda la esencia de fe que sienta los cimientos de todos nuestros esfuerzos para descubrir y amar al Sin forma.
Ahora se dan las instrucciones. Sheikh Taqi, un buscador musulmán, ha despertado por el toque del amor de Tulsi Sahib, y Tulsi le indica ahora su deber:
Escucha, O Taqi, mantén tu mirada fija sobre tu maestro
que te ha ofrecido su mano.
No lo dejes por negligencia, si anhelas ver
el esplendor de tu amado.
Su gracia te conducirá a su misma presencia,
sin ningún temor o peligro en el camino5.
Le dice a Taqi, si realmente anhelas escapar del océano de la existencia y experimentar al amado, mantén tu mirada interior fija en mí. Siempre. Dice: Te llevaré de la mano durante todo el camino, pero tienes que seguir sujetando mi mano. Esto es la meditación. Y la base es el simran: repite mis nombres en el centro del ojo, y como un niño, permanece atento, curioso y receptivo a lo que te muestre en tu interior. Oscuridad o luz, silencio o sonido.
Solo debemos continuar. Él lo hace todo. Eso es la gracia. Todos los maestros espirituales verdaderos han dicho a sus discípulos lo mucho que desean que experimenten lo que ellos mismos han experimentado. El Gran Maestro dice:
Tu amigo o maestro está dentro de ti, más cerca que cualquier otra cosa y te observa. Siempre que tu atención se dirige hacia el centro del ojo, él te oye y te responde, pero no escuchas su respuesta porque tu atención fluctúa y corre hacia fuera. Si pudieras escuchar en tu interior, podrías sintonizar. Ojalá puedas acercarte a él y verlo interiormente, cara a acara en lugar de solo sentir su presencia6.
El maestro está con nosotros, a una profundidad que aún no podemos conocer ni imaginar; y ahora el trabajo de nuestra vida es estar con él.
Por eso dice: Repite mis nombres, recordándome hasta que te olvides de ti mismo. En una reunión de la tarde, alguien le preguntó a Hazur Maharaj Ji, “¿Qué recuerdas de tu maestro?”. Y él respondió: “Solo recuerdo a mi maestro”.
Nuestro trabajo es fijar la atención en esos cinco nombres –en esa presencia– hasta que olvidemos todo lo demás; poco a poco, a lo largo de los años, llevar nuestra atención a un foco localizado en el centro del ojo, el lugar que Dadu Dayal llama la puerta de la eternidad. Nuestro trabajo es llevar cada rayo de atención al foco, en quietud y silencio. El Gran Maestro dice:
Si no tenemos un silencio absoluto en nuestro interior,
nuestra alma no puede experimentar ese silencio
del que surge la voz del silencio o el Shabad;
contactando con ella, nuestra alma se funde en el silencio.
Esa es la realidad del silencio7.
El silencio mental es el objetivo del simran. El glosario de Cartas espirituales señala que el simran “está diseñado para enfocar la mente en el centro del ojo”. Alguien diseñó el simran. ¿Quién diseñó el simran con semejante poder? Nosotros, desde luego, no. El simran es una gran maravilla. Maharaj Ji citó un antiguo proverbio indio: “La huella del elefante lo cubre todo”. Y luego continuó:
Todos los beneficios que podamos conseguir con rezos, penitencias y austeridades impuestas por nosotros mismos, o con limosnas y buenas obras, son muy inferiores a los beneficios que obtenemos con la devoción por el Nombre. La recompensa más alta y pura de todas proviene de la meditación en el Verbo, de la audición del Nombre.
¿Qué mayor rezo puede haber que tener el Nombre del Señor en nuestros labios día y noche por medio de un simran constante?8
La huella del elefante. Todo lo que podamos rezarle o decirle al maestro debe canalizarse a través del simran. Estos cinco nombres sagrados son el modo en que le agradecemos que nos haya encontrado y nos haya resucitado, el modo en que intentamos complacerle, el modo en que le pedimos perdón por habernos alejarnos de él frecuentemente, el modo en que suplicamos para sentir su presencia, el modo en que le pedimos ayuda, el modo en que le pedimos que nos proteja de nuestra propia mente, el modo en que le mostramos nuestra obediencia. De todos los innumerables nombres que podríamos pensar o pronunciar, estos cinco nombres son los únicos que conducen al Sin nombre, al Nam.
Y sí, Tulsi reconoce el reto. Dice: “Arduo es el camino hacia el destino del amor”9. Es arduo llevar la mente una y otra vez y siempre de vuelta al simran y al bhajan, porque nuestra mente es lo único que no queremos entregarle. Es simplemente la naturaleza de la mente. No quiere inmovilizarse; si se inmoviliza, ¿qué pasará con nuestro yo? ¿Qué pasará con nuestra identidad? ¡Así que, por supuesto, la mente pone resistencia!
Y constantemente perdemos nuestra lucha con la mente. Y sin embargo… de alguna manera es a través de todos nuestros fracasos como descubrimos su gracia.
Tulsi nos recuerda la gracia del maestro, el círculo que abarca toda nuestra vida. Él dice:
Aquel que disipa las dificultades está contigo
y te ha dado su mano10.
Por muy olvidadizos o rebeldes que seamos, por muy ignorantes o arrogantes que seamos, el amigo interior nunca retira su mano; nos sostiene con misericordia, compasión, gracia y perdón. Nuestro único trabajo es persistir con la práctica de presentarnos ante él. Sarmad dice:
El océano de su generosidad no tiene orillas.
La lengua es incapaz de agradecer,
el corazón está demasiado confuso para comprender.
Aunque mis pecados son muchos
su compasión es todavía mayor.
Nado en los mares de la desobediencia
pero no me ahogo11.
- Legacy of Love, p. 547
- Soami Ji Maharaj, Sar Bachan 38:12, in Radha Soami Teachings, 7th ed., p. 168
- La Biblia, Mateo 18:1–5
- Soami Ji Maharaj, Sar Bachan Prosa, #171
- Tulsi Sahib: Saint of Hathras, 2nd ed., p. 92
- Maharaj Sawan Singh, Joyas espirituales, #105
- Maharaj Sawan Singh, Philosophy of the Masters, Vol. IV, 4th ed., p. 25
- Maharaj Charan Singh, Discursos espirituales, Vol. II, 1a ed. 2003, p. 67
- Tulsi Sahib: Saint of Hathras, 2nd ed., p. 92
- Ibíd.
- Isaac Ezekiel, Sarmad: Martyr to Love Divine, 5th ed., p. 289