El verdadero valor
Las palabras del maestro deben permanecer en tu mente todo el tiempo:
No soy nada, no soy nada, no soy nada1.
Este fragmento de una de las cartas de Baba Jaimal Singh Maharaj a Maharaj Sawan Singh, o el Gran Maestro, un futuro maestro en preparación, contiene el estribillo “Yo no soy nada”, que también se encuentra en varias formas en otras cartas de la colección. Su mensaje es claro: la humildad es una cualidad importante a cultivar en el camino espiritual.
¿Pero, cómo podemos realizarlo? Es algo que, al parecer, ocurre automáticamente cuando nos enfrentamos a alguien o algo superior a nosotros. En una entrevista en un programa de radio, Adam Fran, un astrofísico estadounidense pregunta:
¿Te asusta el tamaño del espacio, esos millones de estrellas y los millones de kilómetros de nada que hay entre ellas? Bueno, si te asusta, ¿adivina qué? No eres el único…
Para dejarlo claro, el espacio es bastante grande. La sonda espacial “New Horizon” [en el verano de 2015] tardó 10 años en atravesar el sistema solar y llegar a Plutón, a pesar de ir a una velocidad de aproximadamente 58 000 kilómetros por hora… La galaxia de la Vía Láctea, que es como nuestra ciudad local en relación con el espacio, tiene 400 000 millones de estrellas, y están tan separadas la una de la otra que, aunque viajemos a la velocidad del “New Horizon”, tardaríamos 100 siglos para llegar de una estrella a otra. …
Pero… esa no es razón para asustarse. En vez de eso… es motivo de celebración. … Claro, el espacio es inimaginablemente inmenso y tú eres solo una pequeña partícula… en el inmenso cosmos en movimiento. ¿Acaso esto significa que eres insignificante y sin importancia? Sí, así es, ¡y es increíble! Porque eso significa que estás libre de sospecha2.
Estamos de acuerdo que nuestra intrascendencia, en comparación con la inmensidad del cosmos, nos hace más humildes, pero también reconocemos que ni siquiera el cosmos es tan inmenso como lo son el Shabad y nuestros maestros del Shabad.
Y luego, escuchamos al astrofísico explicar porque nuestra pequeñez e insignificancia nos libera de los grilletes sociales autoimpuestos:
El espacio es tan sumamente enorme que la mayoría de los quehaceres diarios, que nos hacen sudar, simplemente no importan y eso es algo muy bueno.
¿Se ha pinchado la rueda de tu coche de camino al trabajo? No tiene importancia.
¿Derramaste café sobre esa nueva camisa blanca de vestir, justo antes de una reunión? No tiene importancia. …
No tiene importancia porque la gran inmensidad del universo puede ser un regalo que nos recuerde que tenemos que relajarnos. … El gran escenario de nuestras vidas, con todas sus inmensas alegrías y tristezas, es realmente parte de una obra mucho más extensa y grandiosa. El conocimiento de la escala verdadera del universo no tiene porque asustarnos. Por el contrario, puede recordarnos que obremos lo mejor que podamos, que seamos más cuidadosos y compasivos; que empleemos todo nuestro esfuerzo y luego retrocedamos un paso3.
Esto suena justo como lo que nuestros maestros nos han estado diciendo: sé un buen ser humano, analiza y preocúpate menos, y esfuérzate por hacerlo todo sin que te importen los resultados.
Hay un verso muy bello de un shabad que cantan en Dera que trata de esto: “Me sentaré y disfrutaré de la obra, al lado de mi amado”4.
¿Y cómo no disfrutarlo todo cuando sentimos la presencia de nuestro bienamado? A la vez, somos como aquel niño disfrutando de la feria, en esa historia relatada tan a menudo; una vez que suelta la mano de su Padre, el payaso de la enorme sonrisa roja, el tiovivo con las luces intermitentes y la música a todo volumen, de repente, parecen amenazantes.
El astrofísico termina su charla resaltando un valioso recordatorio: “El universo es un lugar enorme y en él están ocurriendo continuamente gran cantidad de cosas. Significa que al menos en una escala, nuestros problemas simplemente no son tan importantes. Por lo tanto, deja de preocuparte tanto y recuerda…: Sencillamente no tiene importancia. No tiene importancia. No tiene importancia”.
Cuán cierto es. Pero esto plantea la cuestión: ¿qué es lo que tiene importancia? Lo que importa es profundizar en la relación con nuestro maestro, profundizar en nuestra práctica espiritual. Soami Ji nos da una pista sobre cómo hacer esto:
Entrégate al maestro y complácelo con tu servicio.
¡Vamos, amigo mío!, adopta esta forma de vida4.
El maestro presente lo simplifica y lo aclara aun más reduciéndolo a hacer únicamente una cosa: meditar en el Nam, el seva supremo, la mejor manera en la que podemos servirle a nuestro querido maestro, aligerando su enorme carga y complaciéndole.
Maharaj Charan Singh nos habla más sobre la mejor manera de adoptar este servicio para que sea nuestra forma de vida: convirtiéndonos en lo que describe como un buen satsangui:
¿Quién es un buen iniciado, o satsangui? La respuesta es muy sencilla. El que consagra todo su amor y atención al sonido divino y desempeña con corrección todas sus obligaciones mundanas. El buen satsangui no se siente afectado por nada (bueno o malo) que le sobrevenga en la vida, porque se ha entregado enteramente al maestro5.
Esta definición de un buen satsangui enfatiza dos de los atributos que son esenciales para profundizar en nuestra práctica y en nuestra relación con nuestro bienamado: (1) mantener nuestra atención en el maestro y el Nam; y (2) vivir bajo su voluntad divina.
En cuanto al primer atributo, reflexionemos sobre la bella explicación del Gran Maestro:
Así como un arroyo pierde su identidad cuando se vierte en el Ganges; así como el cuchillo de acero del carnicero se convierte en oro cuando entra en contacto con la piedra filosofal; así como un árbol de neem adquiere la fragancia del árbol de sándalo cuando crece cerca de él; así como un trozo de piedra se convierte en sal cuando permanece en una mina de sal; así también, uno se convierte en santo si permanece en la compañía de los santos6.
Qué forma tan poética de recordarnos que aquello en lo que nos centramos, y la compañía de quien nos rodeamos afecta en gran medida en quiénes somos y en quiénes nos convertiremos. Y qué poderoso recordatorio para pulir nuestro simran, según el alto estándar de Sardar Bahadur Maharaj: “que nuestro simran sea “ininterrumpido, incesante, continuo y constante”7.
Como los maestros han dicho, el simran es lo único que podemos hacer para calmar a la mente dispersa y llegar al centro del ojo, donde, por cierto, ¡comienza la diversión duradera!
Sobre el segundo atributo de un buen satsangui: vivir en la voluntad del Señor. He aquí una maravillosa historia sufí sobre Nasruddin de Hodja, que supuestamente fue una persona real, nacido en 1208 en lo que ahora se conoce como Turquía.
Un día, cuando Nasruddin estaba trabajando en su jardín, empezó a sentir mucho calor y se sentó a la sombra de un nogal, quitándose su turbante para refrescar su cabeza calva. Relajado, observó una buena calabaza en su jardín. Sonriente, musitó en voz alta: “Alá, tus formas son realmente grandiosas, pero hay algunas cosas que yo hubiese hecho de manera diferente si estuviese al mando. Observa la orgullosa calabaza que crece sobre una enredadera pequeña, y luego considera la nuez, un fruto pequeño y sin relevancia, que crece sobre un gran y señorial árbol”.
“Bueno”, continuó reflexionando, “si yo hubiese estado planeando las cosas, las hubiese invertido. Hubiese colgado esas gloriosas calabazas sobre estos árboles magníficos y hubiese dejado a las pequeñas nueces aferradas a la enredadera de calabaza sobre la tierra”.
Conforme soñaba de día, sobre todas las otras cosas que hubiese hecho de manera diferente, una suave brisa movió las ramas que estaban sobre él.
De repente, una nuez cayó del nogal y aterrizó con un golpe sobre la cabeza calva de Nasrudin. En cuanto empezó a hincharse y a incrementar el dolor, una sonrisa comprensiva se extendió sobre su rostro.
Inclinándose susurró: “Oh Alá, perdóname. Tu sabiduría es realmente grandiosa. ¿Imagínate que yo hubiese estado encargándome de los temas? Ahora sería una calabaza lo que habría golpeado mi cabeza”8.
¿Acaso no es esta una de nuestras principales luchas? Enfrentamos nuestra voluntad a la del maestro. Tal vez la lucha por dejar de lado nuestra voluntad no sería tan difícil si todo lo que se necesitara fuera una nuez cayendo sobre nuestras cabezas O tal vez la lucha no sería un desafío tan grande si consideráramos la voluntad de nuestro maestro como el Gran Maestro hizo la voluntad de su maestro, como escuchamos en la siguiente línea: “Un satsangui realiza acciones sin desear sus frutos y deja los resultados a la dulce voluntad del maestro”9.
La dulce voluntad de nuestro maestro es fácil de ver. Seguramente es dulce que nuestro maestro esté siempre cuidándonos espiritualmente. Y que Baba Ji esté pensando continuamente en nuevas formas de motivarnos e inspirarnos, como lo es con nuevos libros y la gran página web RSSB, muy mejorada. Quiere que nos desconectemos del mundo y nos sintonicemos a la música de las esferas. En realidad, cómo podría su voluntad ser otra cosa que dulce, ya que solo quiere liberarnos de las cadenas de nuestro cuerpo y de nuestra mente para que podamos alcanzar la unicidad.
Sin embargo, para poder alcanzar este elevado estado de conciencia y entrega, tenemos trabajo que hacer.
En una charla TED sobre el valor, la oradora, Angela Lee Duckworth, describe cómo los niños escolares tienen más probabilidades de tener éxito en la vida si tienen valor, que ella definió como una combinación de paciencia y perseverancia10. Uno puede ver fácilmente como estas cualidades son de gran ayuda en la profundización de nuestra práctica de meditación y nuestra relación con nuestro bienamado. Valor es resistencia.
Sabemos que el anhelo, que es una forma de pasión, es esencial si queremos perseverar en nuestro sendero. Precisamos de anhelo para sentir la presencia del maestro y convertirnos en lo que el maestro quiere que seamos. El anhelo por su darshan interior es lo que nos impulsa hacia el interior y hacia arriba. Como escribió Kabir, es el anhelo lo que hace todo el trabajo.
Respecto a la perseverancia y la resistencia, sabemos que estas cualidades son necesarias para obtener el éxito en los esfuerzos mundanos, por lo que tiene sentido que sean esenciales para las metas espirituales que son mucho más exigentes.
En su charla, Duckworth nos dice que el valor es seguir con nuestras metas día y noche, y no solo durante una semana o durante un mes, sino durante muchos años. Y para aquellos de nosotros que llevamos en el sendero largo tiempo, sabemos lo que supone levantarse a meditar cada mañana durante años, incluso décadas. Y no es sorprendente que Hazur llame a este acto de devoción diaria, aquella tarea que requiere la máxima valentía. Por último, Duckworth dice que el vivir una vida de valor es considerar la vida como si fuese una maratón, no un esprint.
Sobre esto, Ken Foreman, un párroco, escribe en su libro Imagine Living Your Dream:
Si adoptas la mentalidad de un velocista, tu expectativa será la de llegar a la línea de meta rápidamente, y si no lo haces, te quedarás sin aliento y posiblemente termines abandonando la carrera.
Adopta la mentalidad de un corredor de maratón:
En el camino hacia tu [meta], habrá giros y vueltas… colinas y valles.
En el camino hacia tu [meta], hay mucho terreno que recorrer.
Sabes que la meta está allí. Sabes que tardarás en llegar hasta ella,
Entonces… simplemente sigue dando un paso tras otro. …Quién sabe, puede que la meta esté en el próximo giro.
Quizá solo quede una vuelta.
Si eres paciente, persistente y perseveras, cruzarás la línea de meta11.
En nuestros libros de Radha Soami, los maestros nos instan a ser pacientes, nos piden que seamos persistentes y que perseveremos. Ellos comprendieron mucho antes de que fuese revelado por los estudios recientes, que el factor más importante para el éxito es el grado de valor que tengamos.
Tenemos que observar a nuestros maestros considerándolos como ejemplos a seguir. Reflexionemos sobre la paciencia, la persistencia, la perseverancia, la pasión y la resistencia que Baba Ji ha mostrado estos últimos 29 años intentando convencernos de que hagamos que nuestra meditación sea nuestra primera prioridad, intentando que intercambiemos nuestro inútil y molesto cuervo que es nuestro ego, por la liberación de nuestra pura alma-cisne para que podamos ascender a los cielos interiores y regresar a nuestra casa verdadera. Baba Ji es nuestro ejemplo supremo de valor.
Curiosamente, aunque la oradora del Ted se centró en la necesidad de que los niños tengan más valor, terminó su charla con la confesión de que los educadores no saben la mejor forma de ayudar a los niños a desarrollar el valor. Afortunadamente, nosotros sí lo sabemos: bhajan y simran.
Hazur, en el libro En busca de la luz, escribe que el “Bhajan y Simran son los únicos medios de mejorarnos para llegar a nuestra meta”12. Por eso, los maestros nos piden que no analicemos, sino que meditemos. Como explicó Hazur de manera tan lírica: la nata siempre sube hacia arriba.
Esta es la parte del valor verdadero, nuestro rol a desempeñar, batir la leche para convertirla en nata. ¿Y la parte de la gracia? ¿Y el papel del amado? Hazur termina el párrafo con esta sorprendente garantía: “Con el Señor de nuestra parte, nada nos puede alejar de nuestro hogar eterno, el cual, ciertamente, alcanzaremos algún día”.
Los maestros solo nos piden llegar hasta el tercer ojo con su apoyo constante, y luego, nos prometen que se encargarán del resto del trayecto a casa. Así que, básicamente, solamente nos tenemos que sentar, repetir los nombres y dejarnos llevar: una pequeña muestra de agradecimiento por todo lo que ellos hacen por nosotros.
Hay una historia vívida cuyo significado nos puede animar a esforzarnos por ser amantes valientes, que no descansarán hasta que contemplen el rostro de su amado en el interior:
Durante el rodaje de la película épica Ben Hur, se dice que al actor principal le resultó difícil aprender a conducir un carro. Después de mucha práctica, pudo finalmente controlarlo, pero aún tenía algunas dudas. Al parecer, le explicó sus preocupaciones al director diciéndole, “Creo que puedo conducir la cuadriga, pero no estoy seguro de que vaya a poder ganar la carrera”. El director respondió: “Tú quédate en la carrera y yo me aseguraré de que ganes”.
Esto es precisamente lo que el director de nuestras vidas, el maestro, nos pide: que permanezcamos en la carrera, que meditemos en el Nam todos los días con amor y devoción y sin expectativas. Simplemente dejando ir nuestra voluntad y aceptando la suya, manteniendo nuestra atención en el maestro y en el Señor las 24 horas del día. Estas son las únicas cosas que nos acompañan más allá de la muerte. Si hacemos esto, él se asegurará de que crucemos la línea de meta, que lo encontremos dentro y volvamos a él, en esta misma vida.
- Baba Jaimal Singh Ji, Cartas espirituales, #68
- Adam Frank, “Does the Size of the Universe Freak You Out?,” All Things Considered (National Public Radio), 1 de junio, 2016
- Ibíd
- Soami Ji Maharaj, Sar Bachan Poesía, p. 134
- Maharaj Charan Singh, Luz sobre Sant Mat, carta 93
- Maharaj Sawan Singh, Philosophy of the Masters, Vol. I, 7ª ed., 2002, p. xliii
- Maharaj Sardar Bahadur Jagat Singh, La ciencia del alma, p. 181
- Recontando una historia tradicional
- Maharaj Sawan Singh, Joyas espirituales, carta 124
- Angela Lee Duckworth, “Grit: The Power of Patience and Perseverance,” TED talk, 9 de mayo, 2013
- Ken Foreman, Imagine Living Your Dream, Cathedral of Faith, 2ª ed., 2013, p. 156
- Maharaj Charan Singh, En busca de la luz, carta 280